CONCLUSION

La prohibición del comercio de madera o el establecimiento de reservas no será suficiente para salvar los bosques lluviosos tropicales que aún quedan en el mundo. Para poder preservar estos bosques, se deben abordar y reconocer las razones subyacentes de carácter social, económico y político que producen la deforestación. Una vez identificados estos problemas, se puede tomar una decisión acerca de lo que se debe hacer. Si se decide salvar al bosque, entonces un buen punto de partida es la creación de reservas de usos múltiples que promuevan el desarrollo sustentable y la educación de los habitantes locales. Actualmente cerca del 6% de los bosques que quedan en el mundo se encuentran protegidos, lo cual significa que más del 90% todavía están disponibles para quien los tome. Sin embargo, ni siquiera este 6% esta a salvo si no se toman las medidas adecuadas hacia un desarrollo sustentable. Si deseamos, como humanidad, salir de la actual situación ambiental sin consecuencias graves a largo plazo, debemos fomentar los proyectos de reforestación y restauración donde quiera que sea posible.

Para el año 2010 la población de la tierra será de 6900 millones de personas. El incremento de la población durante la década de los 90's por sí sola superó a la población entera del mundo en el año 1600. Aunque en los últimos 50 años ha disminuido significativamente el número de alumbramientos que tiene cada mujer, el número total de niños que se encuentran en edad pre-reproductiva garantiza un aumento sustancial en la población durante las próximas dos generaciones, sea cual sea la tasa de nacimientos.

Este enorme crecimiento poblacional lógicamente conduce a la pregunta acerca de ¿cuánta gente puede sostener la Tierra de forma indefinida?. La cifra exacta se desconoce; las estimaciones oscilan entre 2 mil y 16 mil millones. Con los limitados recursos del planeta (agua, suelo, aire limpio), el número depende de la calidad de vida que las generaciones venideras estén dispuestas a aceptar.

Con los niveles actuales de consumo y desperdicio, puede que no sea posible que los estadounidenses de generaciones futuras logren el estilo de vida actual en ese país. Los norteamericanos, como país, consumen más que cualquier otra sociedad en la historia. Para que los habitantes de los países en desarrollo alcancen las condiciones de vida de los estadounidenses se necesitaría el equivalente a otros tres planetas Tierra para satisfacer sus necesidades.

Las evidencias de que la sobrepoblación esta afectando de manera negativa el ambiente del mundo se observan por doquier. La producción agrícola alcanzó niveles históricos en 1998, pero la producción per cápita ha estado disminuyendo desde 1985. Todas las pesquerías del mundo se explotan más allá de su capacidad y la captura mundial de pescado se ha estabilizado después de quintuplicarse entre 1950 y 1990. Las reservas subterráneas de agua se están secando: Bangkok está bombeando tanta agua del suelo que la ciudad de siete millones de habitantes se está hundiendo 14 veces más rápido que Venecia. En la superficie, la humanidad se está apropiando de más del 50% de los escurrimientos de agua accesibles, al tiempo que estamos usando el 40% de la productividad primaria neta del planeta. A nivel mundial, la erosión de la preciada capa arable de suelo está impactando seriamente a la agricultura y causando daños por más de 6 mil millones de dólares al año a las instalaciones hidroeléctricas y a los sistemas de irrigación. Como nunca antes, más gente vive en pobreza extrema, a pesar de que ha aumentado la calidad de vida en los países ricos y en algunos países en desarrollo. El cambio climático global amenaza con alterar drásticamente los patrones climáticos y de precipitación y ocasionar un aumento en el nivel del mar que podría tragarse a las naciones isleñas.

Mucha gente argumenta que existe un remedio tecnológico para cada uno de los problemas que enfrenta la humanidad: para mejorar la agricultura, usar la ingeniería genética para aumentar la producción de los cultivos y permitir que crezcan en tierras poco aptas; para acabar con el hambre mundial, convertir petróleo nitrogenado en comida para mejorar la acuacultura de agua dulce; para resolver los conflictos por el agua, remolcar témpanos de hielo desde los polos hasta las ciudades costeras; para salvar la biodiversidad, crear bibliotecas genéticas de las especies antes de que desaparezcan; para eliminar los lodos radioactivos de la Guerra Fría, diseñar bacterias que se alimenten de los desechos; para resolver los problemas de abasto de combustible, generar provisiones inagotables de energía limpia mediante fusión fría. Los gobiernos, los empresarios y los mercados financieros apoyarán estos intentos para obtener ganancias a partir de los esfuerzos por limitar las calamidades sociales y ambientales, dicen los partidarios de esta corriente.

Aunque estos esquemas optimistas pudieran ser exitosos a largo plazo, también es cierto que su implementación y mantenimiento serían sumamente costosos. Tomemos la leña como ejemplo: la ONU estima que establecer plantaciones para producir leña que reemplace la extracción de los bosques naturales costaría 12 mil millones de dólares al año. El costo de remplazar cuencas forestales, que aseguran el flujo de agua fresca y limpia, con plantas desalinizadoras sería de cientos o miles de millones de dólares por cada gran ciudad. El costo por mantener intactos los ecosistemas boscosos para que proporcionen estos servicios, además de otros, es menos de la décima parte de aquellos.

A principios de los 90's se realizó un intento para crear una réplica de los sistemas terráqueos con la construcción de la Biosfera II en el desierto de Arizona. El proyecto de $200 millones de dólares consistió en un complejo experimento para ver si el hombre podía recrear una Tierra en miniatura usando la tecnología y nuestra mejor comprensión de los sistemas biológicos. El recinto cerrado de 3.15 acres fue dotado de suelo, aire, agua y fragmentos de varios ecosistemas (arrecifes de coral, desiertos, humedales, sabanas, estanques, matorrales, océanos y bosques tropicales), así como flora y fauna nativa de esos biomas. El 26 de septiembre de 1991, ocho científicos se encerraron en el complejo para cubrir una estancia de 2 años. Durante los primeros cinco meses, el contenido de oxígeno atmosférico de la Biosfera II cayó del 21 al 14%, mientras que los niveles de bióxido de carbono y óxido nitroso se elevaron peligrosamente a pesar del sofisticado sistema de reciclamiento y se tuvo que bombear oxígeno hacia el interior. Los científicos lograron permanecer dentro de la Biosfera II durante los dos años completos; sin embargo, los otros residentes no fueron tan afortunados.Cuando se rompió el sello, se habían extinto 19 de 25 especies de vertebrados junto con todos los polinizadores. Las poblaciones de las especies más "prolíficas" como enredaderas, cucarachas y hormigas crecieron sin control. A pesar de que el proyecto no pudo mantener a los científicos con autonomía de la Tierra, se aprendió un lección importante: el hombre tiene un largo camino que recorrer antes de ser capaz de recrear ecosistemas viables.

La evidencia sugiere que nos estamos aproximando rápidamente a un severo cuello de botella ambiental y poblacional. Es tiempo de considerar si queremos apostar si seremos capaces de pasar a través de este cuello de botella, a pesar de lo mucho que hay en juego para la humanidad y la vida que preferimos llevar. En el pasado, grandes civilizaciones —Egipcios, Romanos, Polinesios, Mayas— desaparecieron cuando sus poblaciones excedieron la capacidad de carga biológica de sus ambientes locales. Quizá esta vez sea diferente debido a nuestra superior tecnología. Además de que podemos aprender de nuestros errores, ¿cierto?.

Edward.O. Wilson hace la pregunta si vale la pena esa apuesta. Argumenta que es mejor equivocarse siendo precavidos; un diagnostico positivo falso es molesto pero un diagnostico negativo falso puede ser catastrófico. Imaginemos una persona que recibe un resultado negativo falso en una prueba de SIDA. Esa persona podría contagiar el virus a muchas personas, creyendo erróneamente que no estaba infectada. Al permitir que continúe la destrucción ambiental y el crecimiento poblacional desenfrenado, la humanidad está "demostrando en los hechos que estamos totalmente seguros de que las generaciones futuras podrán arreglárselas sin muchos si no es que sin la mayoría de los beneficios [ambientales] que gozamos actualmente."

Conservar los bosques, los océanos, los humedales, los desiertos y la tundra requiere un cambio fundamental en la manera en que los humanos vemos el mundo que nos rodea. Es nuestra filosofía esencial, que nos ha sido condicionada desde que nacimos, la que ha puesto en peligro muchos de los ecosistemas únicos de la Tierra.

Por mucho que queramos creer en ello, el hombre no es una entidad separada de la naturaleza. No estamos exentos de las leyes de la naturaleza ni somos los únicos herederos de todos los preciados recursos de este planeta. Nuestra función en el universo no es conquistar la Tierra y cultivar todo el planeta para cubrir nuestras necesidades, extinguiendo a todas las especies que no nos benefician directamente.

No tiene importancia si uno considera al hombre como una inspiración divina, o como un pequeño engrane en el sistema de Gaia (la Madre Tierra), o simplemente como una especie de primate territorial que evolucionó a tal punto que pudo desarrollar tecnologías para dominar al resto de las especies. Lo que es imprescindible para nuestra especie y para las demás es la diversidad biológica. La crisis de biodiversidad que enfrentamos actualmente trasciende religiones, aunque las religiones tradicionales, tanto tribales como institucionales, apoyaban la conservación de la biodiversidad.

Lo que hace agradable la vida de nuestra especie en la Tierra es la biodiversidad —desde los tigres en Bután hasta los monstruos de Gila en los Estados Unidos, desde la solitaria guacamaya de Spix en Brasil hasta los escarabajos con cuernos en África, desde los peces dorados en casa hasta los gusanos tubulares en las fumarolas hidrotermales de las profundidades del océano, desde los pepinos de mar que viven en los arrecifes de coral de Madagascar hasta los ácaros de nuestros quesos. Al extinguir los semilleros de la biodiversidad —bosques lluviosos, humedales, arrecifes de coral y pastizales — estamos destruyendo una parte de nosotros mismos. La biodiversidad se recuperará después de que desaparezca la humanidad, pero mientras tanto la pérdida continua de nuestras especies compañeras harán de la Tierra un lugar terriblemente atestado pero solitario.

Las extinciones pasadas han mostrado que toma cuando menos 5 millones de años restaurar la diversidad a un nivel similar al que existía antes del evento de extinción. Nuestras acciones de hoy en día determinarán si la Tierra estará biológicamente empobrecida para los próximos 500 trillones o más de humanos que habitarán la Tierra durante periodos futuros.

El espasmo de extinción que está ocurriendo mientras se leen estas palabras es comparable con las extinciones causadas por los desastres naturales de las eras glaciales globales, las colisiones planetarias, el envenenamiento de la atmósfera y las variaciones en la radiación solar. La diferencia es que esta extinción fue concebida por los humanos y está sujeta a sus decisiones. Somos la última y la mejor esperanza para la vida tal y como la conocemos en este planeta.


[NOTA DEL AUTOR: Algunos fragmentos de esta conclusión se tomaron del libro Consilience de E.O. Wilson —Editorial Random House 1999]


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