David Reyes hunde la mano en un líquido oscuro, apestoso, al fondo de un jarro plástico cortado que está atado alrededor de una palmera y saca un escarabajo muerto. “Solíamos colocar insecticida al fondo de estas trampas —cuenta Reyes, el gerente agrícola de Hondupalma, una cooperativa de pequeños hacendados en Honduras que produce aceite de palma—. Ahora simplemente usamos alcohol con melaza para eliminar los insectos”. Según Reyes, esta nueva medida le ahorró a la cooperativa $175 000 en costos de pesticidas durante los últimos dos años.
Hace poco Hondupalma logró una certificación de Rainforest Alliance por el cultivo sustentable de palmas africanas de aceite. Es la primera cooperativa del mundo en tener el famoso sello con la rana verde en el aceite de cocina que vende. El aceite de palma (catalogado genéricamente como aceite vegetal) se utiliza en casi todos los productos de consumo en el mercado: desde el helado y el ramen hasta el dentífrico y las velas. La expansión de plantaciones de palmas de aceite es una de las causas principales de la deforestación mundial junto con la cría de ganado, la madera y la soja.
Las mejoras logradas por la cooperativa van más allá de una reducción en el uso de químicos.
José Alfredo Torres, un auditor local de sustentabilidad que los ayudó a conseguir la certificación, recuerda que los trabajadores de las plantaciones a menudo morían por mordeduras de serpiente. Las letales serpientes de cascabel (conocidas en la zona como “barba amarilla”) se esconden en el pasto crecido alrededor de las palmeras y muerden las piernas de los cosechadores que están mirando hacia arriba mientras cortan los frutos con una hoz montada en una vara de cincuenta pies de largo. Como parte del esfuerzo para obtener la certificación, los dueños de las plantaciones comenzaron un programa de capacitación para los trabajadores que les enseña a despejar el pasto alrededor de las palmeras antes de comenzar a cosechar. También les entregan ropa más protectora.
Benigno Hernández y Odair Canales de la cooperativa Hondupalma observando a un grupo de monos en un terreno que solía ser una plantación de palmas de aceite y que ahora se dejó de lado para que se forme un renoval. “Este bosque mantiene nuestro arroyo fluyendo”, afirma Canales cuando se le pregunta por qué dejaron de plantar palmeras en ese terreno. Foto: Tanya Dimitrova.
Otra de las mejoras que destaca Torres es que los niños ya no trabajan en las plantaciones. Hasta hace unos pocos años, los niños seguían a sus madres hasta el campo y recogían los frutos caídos para obtener algún dinero extra. Ahora concurren a una escuela local que está financiada en su mayor parte por el dinero de la cooperativa.
“Realmente se ocupan de la comunidad”, sostiene Torres.
Este enfoque pensado en la gente ocurre en fuerte contraposición a la supuesta violación de los derechos humanos por parte de otra empresa de aceite de palma, ubicada a solo unas horas de camino. Hace poco Dinant Corporation recibió mucha publicidad negativa después de que el propio asesor de la oficina de ética del Banco Mundial criticara a dicho banco por prestarle a la empresa quince millones de dólares. Según el informe de ética, la compañía presuntamente desalojó y hostigó a agricultores de la zona, algo que el banco no investigó antes de otorgar el préstamo.
Además de las mejoras sociales, la cooperativa Hondupalma construyó recientemente una planta de aguas residuales para tratar el agua residual de la planta procesadora de aceite de palma. El agua contaminada, llena de restos de fruta en descomposición, no solo se limpia antes de descargarla al río, sino que también se utiliza para producir electricidad en la fábrica, lo que convierte un desperdicio costoso en un producto útil. La tecnología para producir electricidad es simple: llenar una cisterna con aguas residuales, sacar todo el aire, y dejar que los microbios se alimenten del desperdicio orgánico. En el proceso, los microbios liberan metano y este es capturado en globos gigantes, del tamaño de estadios de fútbol americano, y eso alimenta un generador pequeño.
Durante los últimos dos años, la cooperativa invirtió $2,5 millones en estas mejoras, equivalente a alrededor del 5 % de su ganancia anual.
“El aceite de palma es muy rentable” afirma Torres. Una tonelada se vende por cerca de $1000 en el mercado internacional y la cooperativa produce alrededor de 60 000 toneladas por año.
Frutos de la palma de aceite listos para ser procesados. Foto: Tanya Dimitrova. |
Los 600 miembros de Hondupalma fundaron la cooperativa hace 30 años. En conjunto, son dueños de aproximadamente 25 000 acres de plantaciones en la región de Yoro, un área equivalente a 15 000 estadios de fútbol americano. Aunque parece una cifra considerable, la empresa es responsable de menor del 10 % de todo el aceite de palma producido en Honduras. Además, el país centroamericano juega un papel menor en la producción mundial de aceite de palma, ya que casi el 90 % del aceite proviene de Indonesia y de Malasia.
“Todavía queda mucho por mejorar en esta industria”, sostiene Stephen Krecik, un experto en aceite de palma para Rainforest Alliance. La ONG estadounidense se asoció con expertos locales para desarrollar una norma para las plantaciones sustentables de aceite de palma como alternativa al certificado creado por la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma sustentable (RSPO por sus siglas en inglés).
Como parte de las prácticas mejoradas, la cooperativa Hondupalma se comprometió a mantener una deforestación cero a medida que se expanden e incluso apartaron algunas zonas donde solía haber plantaciones para que vuelva a crecer bosque.
En realidad, la “deforestación cero” va más allá de los requisitos para la certificación de Rainforest Alliance. Una granja puede ostentar el sello de la rana verde en sus productos siempre y cuando la deforestación original haya ocurrido antes de 1999 y no existan planes de destruir ningún nuevo “ecosistema de alto valor” (un término general para bosques). Si existen, sin embargo, la granja tiene la opción de compensar esto mediante la protección de una zona boscosa en otro lado.
“Es probable que las reglas sean innecesariamente complicadas”, afirma Chris Wille, jefe de agricultura de Rainforest Alliance. No obstante, el órgano de certificación espera que los requisitos de sustentabilidad sean más estrictos que los establecidos por la RSPO. Sin embargo, falta ver si las granjas certificadas lograrán la “deforestación cero”.
Reyes, el gerente agrícola de Hondupalma sostiene que la cooperativa implementó estas mejoras “para mantener la competitividad en el mercado internacional” y porque “en definitiva somos una empresa con fin social”.
Ramón Cruz, uno de los miembros de la cooperativa más antiguos ofrece otra explicación: “Las personas nos acostumbramos a la manera en que hacemos las cosas y solemos pensar que esa es la mejor forma. Ahora descubrimos este nuevo modo y tiene un gran impacto. Cambió nuestra mentalidad, nuestras relaciones dentro de la comunidad y con la naturaleza. Simplemente es mejor”.
David Reyes, gerente agrícola de Hondupalma, explica cómo funcionan las trampas para escarabajos. Foto: Tanya Dimitrova.
Globos gigantes con gas metano extraído de una planta de tratamiento de aguas residuales. El gas alimenta un pequeño generador que produce energía para la planta procesadora de aceite de palma. Foto: Tanya Dimitrova.
Vista aérea de una plantación de palmas de aceite y de un bosque tropical adyacente en Costa Rica. El viaje para la investigación en Honduras fue financiado parcialmente por Rainforest Alliance
Vista aérea de una plantación de palmas de aceite y de un bosque tropical adyacente en Costa Rica. El viaje para la investigación en Honduras fue financiado parcialmente por Rainforest Alliance.