Carretera inundada en el estado de Rondonia, Brasil. Foto: © GREENPEACE / Lunae Parracho.
Ambientalistas y científicos lanzaron gritos de protesta ante la propuesta de construir las represas de San Antonio y Jirau, en el oeste del Amazonas, en Brasil. Afirmaban que, entre otras cosas, las represas subirían el nivel de agua del río Madeira, lo que potencialmente conduciría a inundaciones catastróficas. Parece que tenían razón: semanas atrás, una corte federal ordenó que se realice un nuevo estudio del impacto ambiental en relación a las represas, ya que se sospecha que habrían contribuido a empeorar las recientes inundaciones en Brasil y en el país vecino, Bolivia.
Recientemente, el nivel del río Madeira alcanzó su pico más alto de la historia, anegando poblados, cortando caminos, ahogando miles de cabezas de ganado, e inundando ecosistemas. Este desastre que ha dejado sin hogar a más de 20.000 personas y separado del resto del país a todo el estado de Acre, probablemente tenga un costo de cientos de millones de dólares.
Quienes critican las represas señalan que es posible que estas inundaciones récord sean resultado de dos factores: las propias represas y el cambio climático.
“Esta catástrofe ha puesto en evidencia el fracaso de los constructores tanto para evaluar con precisión el impacto acumulativo de una gran cascada de agua de presa, como para integrar el cambio climático en sus modelos hidrológicos “, afirma en un blog Zachary Hurwitz, coordinador de políticas públicas para la ONG International Rivers.
Bosque inundado. Foto: © GREENPEACE / Lunae Parracho.
Hurwitz sostiene que tanto el gobierno como las empresas realizan evaluaciones de las represas tomando como referencia niveles de agua de años anteriores. Sin embargo, el calentamiento global ha producido cambios que llevan a niveles de precipitación extremos, alternando con épocas de sequía prolongada. Esto aumenta los riesgos ecológicos y económicos de las mega represas.
“Esta es una lección para los constructores: ya no pueden predecirse tendencias futuras en base a las de años anteriores, lo que se conoce como proceso no estacionario”, escribe Hurwitz.
La central hidroeléctrica de Jirau, que se encuentra en su etapa final de construcción y tendrá una capacidad de 3.750 MW de potencia, es administrada por Energia Sustentável do Brasil. Por su parte, Eletrobras y Companhia Energética de Minas Gerais operan la represa San Antonio, que comenzó a funcionar en 2012. Un juez ordenó a ambas empresas proveer comida y refugio a las 11.000 personas desplazadas en el estado de Rondonia, pero no se aventuró a ordenar que las represas cierren hasta que puedan probar que no tuvieron responsabilidad por las inundaciones.
Aún así, y en vistas de las inundaciones, el estado brasileño ha dispuesto el cierre temporal de la represa San Antonio, agravando con esto la crisis energética que vive Brasil. Mientras tanto, la construcción de Jirau se ha suspendido por encontrarse bajo el agua. Los críticos dicen que esto prueba que es un error por parte de Brasil el depender de grandes proyectos hidroeléctricos para obtener la mayor parte de su energía.
El desastre ha cruzado la frontera. El presidente de Bolivia, Evo Morales, ha ordenado una investigación que determine si las represas empeoraron las inundaciones que en su país mataron, según consta, a 90 personas y 290.000 cabezas de ganado. El costo para Bolivia, a la fecha, se estima en más de $111 millones de dólares. Un informe de International Waters realizado en 2008 advertía que la construcción de las represas de San Antonio y Jirau podrían causar grandes inundaciones en Bolivia.
Imágenes de la NASA obtenidas mediante el Espectroradiómetro de imágenes de media resolución (MODIS, por sus siglas en inglés), muestran un marcado contraste en Bolivia. La imagen superior, tomada por el satélite Terra el 28 de marzo de 2013, muestra condiciones “normales”. La imagen inferior, obtenida por el satélite Aqua el 17 de febrero de 2014, muestra un paisaje inundado. En las imágenes de abajo, por medio de la técnica de falso color es posible distinguir entre el agua y la vegetación circundante.
Muchos se opusieron a las represas, previamente a su construcción, en vistas de que deberían anegarse 520 km2 (200 mi2) de bosque tropical para los embalses iniciales, además del impacto que esto produciría en las migraciones de los peces y en la población aborigen.
Las represas también son parte de los esfuerzos bi-nacionales para incrementar exponencialmente la producción de soja en la región, aún cuando este cultivo se ha convertido en uno de los principales motivos de la deforestación del Amazonas, así como de la pérdida de otros hábitats tropicales.
“(Las represas) forman parte de un proyecto para un canal interior que llevará soja desde la región de Madeira, a través del Pantanal, hasta el río Paraguay”, le informó a mongabay.com Louise Emmons, bióloga que trabaja para el Smithsonian en Bolivia. “Esto provocará la transformación de grandes áreas de Cerrado brasileño y de Pantanal para la industria agrícola. Constituirá una enorme barrera para la fauna, por ejemplo, para el aguará guazú, y dividirá las poblaciones de Brasil y Bolivia. Además, va a drenar y destruir el Pantanal”.
Campos de soja avanzando sobre la selva amazónica. Foto: Rhett A. Butler.
Las represas fueron noticia nuevamente cuando algunos ingenieros descubrieron de forma casual, mientras drenaban el río Madeira, la primera “serpiente pene” (Atretochoana eiselti) que alguna vez se haya visto viva. Las fotos de este anfibio sin extremidades (una de las cecilias más grandes del mundo) se convirtieron en noticia internacional. Se sabe poco y nada de esta especie, incluso se desconoce si está en peligro de extinción.
Las centrales hidroeléctricas de San Antonio y Jirau son solo el comienzo. Existen más de 150 proyectos hidrológicos para los países de la amazonia, y muchos de ellos ya están en proceso de construcción, a pesar de las protestas de grupos ambientalistas, científicos, aborígenes y población en general.
Las empresas tienen noventa días para presentar nuevas declaraciones de impacto ambiental.
La única “serpiente pene” (Atretochoana eiselti) viva fue encontrada mientras se drenaba el río Madeira. Se desconoce cuántas podrían sobrevivir. Foto: Rhett A. Butler.