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El canto del cisne de los osos bailarines de la India

El último oso bailarín de la India se ha jubilado.



Como las estrellas de sus crueles giras itinerantes, los osos perezosos han bailado durante cientos de años al son de los penetrantes sonidos de los damru (tambores con forma de reloj de arena). Huérfanos a causa de los cazadores furtivos y entrenados por los Qalandars, tribu nómada musulmana, estos osos caminaban fatigados por ciudades y pueblos para que sus dueños pudieran ganarse la vida.



“Kajal fue la osa bailarina que ví por primera vez en la carretera que va de Delhi a Agra,” dijo Kartick Satyanarayan, miembro de la Asociación TED. “Un Qalandar la obligaba a actuar ante un coche de turistas saltando arriba y abajo, sufriendo dolor cuando su dueño tiraba de la cuerda y la golpeaba con un palo. Además el asfalto caliente añadía más dolor a sus delicados pies. Estábamos decididos a acabar con ésto aunque tuviéramos que dedicar toda nuestra vida.”





Oso bailarín con una cuerda atravesándole el hocico. Fotografía cortesía de WildlifeSOS-India.Oso bailarín con una cuerda atravesándole el hocico. Fotografía cortesía de WildlifeSOS-India.



Pero no tuvo que esperar tanto tiempo. Catorce años después, el 18 de diciembre de 2009, un Qalandar cedió voluntariamente el último de los osos bailarines a WildlifeSOS en la India (WSOS) –una organización para la protección y el bienestar de los animales- fundada por Satyanarayan y Geeta Seshamani.



WSOS comprendió enseguida que para salvar a los osos tendría que ayudar primero a los Qalandars. “Me dí cuenta de que esta comunidad estaba atrapada en un círculo vicioso y creían que no podían hacer ninguna otra cosa para poder subsistir,” dijo Satyanarayan.




“Dos
Dos osos bailarines. Foto cortesía de WildlifeSOS-India.

Lo que empezó como investigación de una práctica que se llevaba realizando durante siglos, impulsó lentamente un movimiento en todo el país que ayudó a salvar a más de 500 osos. Desde entonces, se han creado en la India cuatro centros para salvar a los osos –en Agra, Bhopal, Purulia y Bangalore. El centro de Bangalore fue al que nos dirigimos.



Después de un viaje ininterrumpido de dos horas en autobús por las calles de Bangalore abarrotadas de gente, llegamos al Centro de Rescate para Osos de Bannerghatta, enclavado entre los exuberantes bosques del Parque Nacional de Bannerghatta.



Este Centro alberga 86 osos bailarines rescatados en Karnataka y Bengala occidental y funciona bajo la atenta mirada del Dr. Arun, Director de Investigación y Operaciones Veterinarias que ha pasado aquí los últimos ocho años. Nos enseñó el envidiable lugar donde trabaja, recintos donde los osos paseaban despreocupadamente en el pasado, y nosotros le seguíamos tímidamente.



Nos viene a la mente la imagen que tenemos de la fuerza letal, despiadada e implacable de los osos. Aún así, a menudo reprimimos la risa. El pelo del oso perezoso brota como una cómica melena alrededor de su gran cabeza. Son sorprendentemente flacos y desgarbados y caminan con torpeza sobre sus cuatro patas balanceando su piel de un lado a otro. Sus hocicos son desproporcionadamente largos. Y tienen personalidad.




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Kartick Satyanarayan con un oso rescatado. Foto cortesía de WildlifeSOS-India.

“Son los jefes de nuestro centro,” dice Arún señalando a un grupo de osos perezosos adultos que se encontraban en un recinto. No se llevan bien con nadie. Son agradables entre ellos pero si se encuentran con otro oso que no pertenece a su grupo, le atacan y le persiguen para que se marche.”



Por impresionantes que parezcan, son más bien vulnerables.



Arun coge un poco de agua y se la arroja a Deva, un oso con una marca en la frente parecida a la señal hindú tilak (una señal circular y roja). Deva enseguida se sacude y huye balanceando su piel áspera.



Entramos en la “cocina de los osos” con Arun, donde un gran caldero con avena hierve a fuego lento en un fogón. “Un momento. Eso es todo lo que un oso necesita para acabar con siete kilos de avena”, dice Arun. “Sorben como aspiradoras.” Esperamos a que Arun nos haga un guiño y nos diga que es sólo la broma “Ricitos de oro y los Tres Osos” que le gasta a todo el que viene de visita, no obstante, continúa diciéndonos que cada oso se liquida de 10 a 14 kilos de avena al día.



En una zona arbolada cerca de la cocina de los osos, Kashi, un oso macho adulto, duerme en medio de un espeso matorral. Al percibir intrusos, levanta su cabeza para inspeccionar y se vuelve a dormir. Arun sonríe con aprobación.




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Babu, un Qalandar convertido en cuidador de osos en el Centro de Rescate de Osos de Bannerghatta. Foto cortesía de Shreya Dasgupta.

Nocturnos en estado salvaje, estos osos perezosos tuvieron que cambiar sus hábitos naturales durante el tiempo que pasaron bailando. Por eso, ver a un oso dormido durante el día constituye una prueba maravillosa de que no han perdido todos sus instintos salvajes.



En realidad, la libertad del bosque les ha devuelto más instintos de los que ya tenían, aquellos de los días ociosos y actividad durante las noches. Algunas veces se les puede ver sentados en la fosa del centro de rescate, donde hacen fantásticos diseños con sus garras. Por la tarde, jugando corren organizando mucho lío, se columpian de las hamacas atadas a los troncos de los árboles, saltan sobre fuertes superficies de madera y cumplen con su reputación de campeones trepando a los árboles. “He visto a dos de ellos trepar a lo alto de un árbol, en la parte más fina de las ramas y luchar. Tienen mucha habilidad,” dice Arun.



El Centro de Rescate de Osos de Bannerghatta parece casi una guardería. Cada oso tiene su personalidad pero en su mayoría son cariñosos. Los que tienen un temperamento parecido, por lo general se ponen juntos en un recinto, cada uno con un nombre apropiado, como Bali y Sugreev, dos cachorros machos en el recinto de Kishkindha.




Geeta Seshamani con un Qalandar y su oso. Foto cortesía de WildlifeSOS-India.
Geeta Seshamani con un Qalandar y su oso. Foto cortesía de WildlifeSOS-India.


Aunque el campamento WSOS puede ser la tierra de la leche y la miel para los osos, observamos un atisbo de tristeza debido a la vida que llevaron anteriormente. En la cara de Kashi, como en muchos otros, todavía se pueden observar las marcas de la cuerda que le atravesaba el hocico. Y puede que las cicatrices sicológicas no se curen nunca. Observamos a dos osos balanceándose de un lado a otro, no podían moverse con soltura debido a algún aparato invisible que limitaba sus movimientos. Es como si aún sintieran la cuerda que les rodeaba la cara y un Qalandar tirando de ella.



Habíamos anticipado ya estas historias de supervivencia, perseverancia y una conducta humana deleznable. Pero la llave del éxito de WSOS radica en la más grande de sus historias, la de salvar vidas humanas.



Los Qalandars son un grupo de nómadas que no se adaptaron al moderno mercado laboral pudiendo alcanzar así una vida mejor. Su única culpa fue seguir la tradición. Les compraban los cachorros de oso a los cazadores furtivos quienes mataban a la madre para llevárselos. El entrenamiento era cruel al principio. Les extraían los dientes, les atravesaban los hocicos con clavos incandescentes y les pasaban una cuerda a través de los orificios. Si el cachorro era macho, se le castraba.



Es fácil encasillar a los Qalandars como gente malvada, pero eso sería la influencia que ejercen nuestros “valores” urbanos, aquel que acepta asustar a un perro para que aprenda a sentarse y a darse la vuelta pero no está de acuerdo en enseñar a los osos a bailar. Esto perjudicaría la delicada situación de WSOS intentando buscar una solución a un problema que diputados y autoridades han ocultado convenientemente.




Un Qalandar haciendo bailar a un oso. Foto cortesía de WildlifeSOS-India.
Un Qalandar haciendo bailar a un oso. Foto cortesía de WildlifeSOS-India.


Babu, un joven Qalandar, ya no lleva la vida que suponía que tendría. Ahora, con 26 años, vive con su familia cerca del Centro de Rescate de Osos de Bannerghatta (CROB) en una casa alquilada y trabaja en un turno normal –de 08.00 a 18.00 horas- como cualquier empleado de oficina. Ha trabajado como encargado de los osos aquí durante los últimos siete años, cuidando de los osos bailarines que en otro tiempo fueron de su propiedad y de un familiar. Aunque cuando era niño, ésta no era seguramente la vida que él esperaba.



Babu habla de manera deliberada con realismo. No se esconde de su pasado ni tampoco intenta justificarlo. Al contrario, intenta explicar cómo era su vida cuando era un Qalandar.



“Nunca pensábamos en buscar otro tipo de trabajo o ir al colegio,” dice. “Y de todas maneras, cuando nuestros padres iban de pueblo en pueblo con el oso, teníamos que ir con ellos. Así que no podíamos estar en casa y estudiar.”



Babu era de un pueblo Qalandar en el distrito de Bellary, Karnataka, a unos 310 kilómetros (193 millas) de Bangalore. Se crió con dos osos, Raja y Dhanush, que ahora están en el CROB. Babu no tenía reparos al hacer bailar a los osos. En realidad, la mayoría de las veces lo encontraba divertido. Traía a su familia de 6 a 8 dólares diarios. Entrenar a los osos, dice, es algo que estaba deseando.



“Hemos tenido osos durante varias generaciones. He visto a mi familia hacer bailar a los osos desde que tengo memoria. Ese era nuestro trabajo –adquirir un cachorro de oso, criarlo y hacerle bailar. Así era,” comenta.



Para Babu, renunciar a sus osos no fue difícil. A cambio le ofrecieron un trabajo en el CROB, una “vida estable” y casi 800 dólares por cada oso. “Aunque al principio me sentía un poco decepcionado al tener que renunciar a mis osos, al final estaba contento de conseguir un trabajo con el que me ganaba el respeto,” nos comenta.



En la India, tener osos en propiedad se castiga con pena de cárcel, de acuerdo con la Ley de Protección de la fauna y flora silvestres promulgada en 1972.
Sin embargo, Babu dice que no estaba totalmente enterado de las leyes. “No sabía que ésto era ilegal. Agunas veces la gente nos decía que lo que hacíamos no estaba bien. Y otras veces los empleados del departamento forestal nos capturaban e interrogaban aunque les ofrecíamos algo de dinero y nos soltaban,” explica.




Osos “DON” en un recinto del Centro de Rescate de Osos de Bannerghatta. Foto cortesía de Shreya Dasgupta.
Osos “DON” en un recinto del Centro de Rescate de Osos de Bannerghatta. Foto cortesía de Shreya Dasgupta.


Sus padres trabajan ahora en sus cosechas. Sus hermanos conducen automóviles. Mientras algunas personas en su pueblo se lamentan por haber perdido sus ocupaciones tradicionales, otros se sienten aliviados por haber encontrado otras formas de ganarse la vida, como son tiendas, cosechas y otros pequeños negocios – la mayoría con ayuda financiera y logística procedente de WSOS.



Pero a pesar de los siete años que Babu ha pasado como cuidador de osos en el CROB, Raja todavía siente rencor hacia él. “Dhanush se porta bien conmigo pero si me acerco a Raja, se enfada,” dice Babu. De los 13 encargados o cuidadores que existen en el CROB, nueve son Qalandars.



Arun nos conduce al laboratorio del centro de rescate, un lugar suficientemente grande para alojar algunos microscopios, un armario lleno de medicinas y algunos pulmones de oso en frascos de cristal. Esta enorme cantidad de pulmones procede de osos que murieron por tuberculosis, muertes que han dejado a Arun desconcertado. “Los osos no muestran ningún síntoma clásico de tuberculosis y se niegan a tomar medicamentos contra esta enfermedad,” nos comenta.



La tuberculosis es sólo una de las enfermedades que los osos parecen haber contraído debido a su contacto prolongado con seres humanos.



Los Qalandars les extrajeron los caninos con la misma delicadeza que un aprendiz de carpintero. Los osos perezosos son también susceptibles de contraer infecciones en las encías e incluso desarrollar cáncer oral. Para los osos perezosos, que necesitan cerrar la boca para sorber los alimentos, una enfermedad como el cáncer oral puede ser muy dañina, seguramente letal.



Y no todos los osos aparentan su edad. Los años en cautividad han atrofiado su crecimiento haciendo que algunos osos parezcan cachorros. Además, muchos tienen problemas de agresividadlems.




Kashi, un oso rescatado, descansando en el CROB. Foto cortesía de Shreya Dasgupta.
Kashi, un oso rescatado, descansando en el CROB. Foto cortesía de Shreya Dasgupta.


Lakshman es uno de esos osos. Todavía sigue siendo agresivo, incluso los cuidadores son precavidos con él y podemos notar su crispación. En el momento en que pasamos cerca de su recinto, emite un llamativo rugido y golpea fuertemente la reja que (afortunadamente) está cerrada.



Pero la mayoría de los osos aquí son como ‘mascotas domesticadas’, “dice Arun”. “Desde luego no como sus feroces y salvajes homólogos. En realidad, los osos salvajes pueden trepar hacia arriba y hacia abajo por la pared escarpada de la zanja. Ninguno de nuestros osos puede hacerlo.”



Pero aunque estas zanjas mantienen a salvo a los osos rescatados, ¿se habrán librado otros osos perezosos completamente de su trabajo como bailarines?



Recibimos denuncias por teléfono de amantes de los animales y otros ciudadanos en relación a los osos bailarines, pero hasta la fecha esas denuncias no han proporcionado resultados concretos y son por lo general rumores,” dice Satyanarayan. “Hubo un caso en que la persona que llamaba confesó más tarde que se trataba de una gran cabra negra que había confundido al principio por un oso.”



WSOS se propuso salvar a los osos. Catorce años después han rescatado a toda una comunidad. Han roto un círculo vicioso educando a los niños y haciendo que las mujeres Qalandar sean las que mantienen a la familia. Han inculcado el orgullo en los hombres.



En cuanto a los osos, los empleados del CROB se aseguraron de que no pudiésemos ayudar pero se enamoraron de ellos. El centro de rescate es una disculpa sincera. Los osos bailarines no se pueden devolver a su hábitat natural, asique viven aquí donde pueden trepar por todos los árboles que quieran y comer toda la avena que les apetezca. Todo con la esperanza de que cuando muera el último oso bailarín, nuestra conciencia colectiva se sienta menos culpable al haber intentado compensarles de alguna manera.





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