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Historia de dos peces: pesca con cianuro y jefes extranjeros frente a la costa de Sulawesi (Parte I)

Historia de dos peces: se presentan cambios profundos para los encargados de la pesca en Indonesia




Part II – Boom but mostly bust: fighting over sardines in Indonesia’s Bali Strait

Part III – Over-depleted and undermanaged: can Indonesia turn around its fisheries?

Part IV – Seafood apartments and other experiments in fixing Indonesia’s fisheries



En primavera y en verano, una vez han pasado las tormentas del monzón, los barcos pesqueros vuelven a zarpar de la pequeña isla de Kodingareng en el archipiélago de Spermonde frente a la costa de Sulawesi del sur. Con el calor de la tarde, Abdul Wahid se suma a los otros pescadores en la estrecha sombra que se proyecta de las casas del pueblo costero para comprobar los precios diarios de la pesca.


Tres quilos de sierra: 3,5$. Pez ballesta: 2$. Pero el precio que realmente interesa a Wahid es el del mero del coral leopardo: 30$/kg aquí en Sulawesi. El mismo pescado subirá hasta 100$/kg tras llevarlo, vivo, a Hong Kong en avión o en lancha.




El truco que usa Wahid es capturarlos vivos de las cuevas de los arrecifes a más de 9 metros bajo el mar. Tiene que entregarlos completamente intactos, sin cortes ni arañazos. Solo de este modo se considerarán valiosos para ser servidos en las mesas de restaurantes de gama alta del este asiático, su destino final.




Pescadores con jaulas de metal preparados para un día en el mar, Islas Spermonde, Sulawesi del sur. Copyright de la foto (2014) Melati Kaye.
Pescadores con jaulas de metal preparados para un día en el mar, Islas Spermonde, Sulawesi del sur. Copyright de la foto (2014) Melati Kaye.




Wahid se las arregla tan solo con anzuelo y sedal, lo cual lo convierte en una celebridad local. Los meros del coral leopardo (Plectropomus leopardus) pelean: son grandes, viven durante mucho tiempo y son astutos. En las manos de pescadores con menos habilidad, las jaulas de metal y los anzuelos dejarían marcas de la lucha, reduciendo el valor del pescado.


Sin embargo, el mero es un objetivo demasiado tentador para dejarlo pasar, tanto por su excelente precio como por lo predecible que es su zona de apareamiento y alimentación. Así que la mayoría de pescadores emplean un atajo rápido y fiable (y a menudo ilegal): aturden a los peces con cianuro y los capturan vivos e intactos.


Indonesia es el mayor proveedor de pescado del coral vivo del mundo, desde allí se enviaron 2.414 toneladas de mero (valoradas en 19.043.534$) a Hong Kong en 2012, según las estadísticas del Ministerio de Pesca. Algunos expertos de la industria calculan que la cantidad real de exportaciones de pescado vivo son de un orden de magnitud mayor, incluyendo el transporte no registrado o ilegal.





El pescado vivo se vende a 30$ el quilo. El pescado muerto se vende a menos de una tercera parte de ese precio. Los pescadores que emplean anzuelo y sedal con cuidado pueden llegar a conseguir atrapar el pescado vivo. Sin embargo, aturdirlos con cianuro es un método más certero, es una práctica ilegal pero extendida. Copyright de la fotografía (2014) Melati Kaye.El pescado vivo se vende a 30$ el quilo. El pescado muerto se vende a menos de una tercera parte de ese precio. Los pescadores que emplean anzuelo y sedal con cuidado pueden llegar a conseguir atrapar el pescado vivo. Sin embargo, aturdirlos con cianuro es un método más certero, es una práctica ilegal pero extendida. Copyright de la fotografía (2014) Melati Kaye.




Este comercio trae unos costes insostenibles. Tener como objetivo una población de depredadores alfa como el mero da pie a una cascada de alteraciones en toda la red alimentaria del océano. Con el declive de las especies locales, los pescadores se ven obligados a aumentar su velocidad y su área de pesca hasta más lejos, a menudo a la servidumbre de prestamistas explotadores.



Por su parte, lanzar veneno a los arrecifes destruye el coral (del cual Indonesia tiene el mayor directorio de especies y diversidad). El coral degradado también deja a las islas desprotegidas sin sus barreras de arrecife y por lo tanto se convierten en presa de la erosión y la exposición al impacto de las tormentas extremas.




Los daños empiezan en un nivel micro. El cianuro, un veneno respiratorio, altera la relación simbiótica entre el coral y el alga zooxanthellae que crece en su piel. El coral protege a las algas y les proporciona los componentes de nutrición que necesitan para la fotosíntesis. A su vez, las algas proporcionan el oxígeno y los bloques de carbohidratos para las grasas y el esqueleto de carbonato de calcio del coral. El cianuro suprime la fotosíntesis y hace que las algas se separen del coral dejando el arrecife mermado. En un experimento en 1999, los investigadores de la Universidad de Sídney descubrieron que el coral expuesto durante diez minutos a una solución de cianuro menos de la mitad de fuerte que la que los pescadores usan , mueren en 24 horas.




Los vertidos de cianuro demostraron ser el golpe de gracia final para el arrecife de Kodingareng. Más allá de la línea de la costa, según nos dice el vecino de Wahid, Faizal Wahab, solía haber un bosque de coral rebosante peces. Entonces, los dinamiteros que tenían como objetivo los peces, despedazaron partes del arrecife y el cianuro gran parte de lo que quedaba. Finalmente, los habitantes intentaron reunir lo que quedaba de costa y amontonaron el coral muerto para crear rompeolas.


En la actualidad, cuando las tormentas llegan, no queda nada para protegerse de las olas, que se alzan hasta tres metros, golpeando las casas directamente, cuenta Wahid. Durante el monzón “tuvimos que barrer arena que había traído las olas de nuestro balcón del segundo piso”, afirma riéndose con tristeza.



“Trucha

Estas tormentas también se llevan por delante la tierra. Wahid mira unos 18 metros hacia el mar: “nuestra playa solía extenderse hasta allí” Los análisis por satélite confirman que Kodingareng ha perdido el 23 por ciento de su terreno desde 2005, según informa el profesor Dewi Badawing de la universidad local Universitas Hasanuddin.




Pero si el cianuro es perjudicial para los arrecifes, es un infierno para los meros. El Pez Napoléon, el mero jorobado, y el mero gigante (las especies más valoradas) son muy fáciles de localizar para los pescadores, según la bióloga de la Universidad de Hong Kong Yvonne Sadovy, puesto que viven más tiempo que los otros peces de arrecife y tienen ciclos de alimentación y desove predecibles.




“Los meros grandes se alimentan de meros más pequeños, que a su vez controlan los números en la cadena”, añade. “Así que eliminar a los meros más grandes tiene un efecto devastador en la cadena alimenticia”.



Lo que es más, al tener como objetivo los peces grandes, los pescadores que emplean cianuro están destrozando la complicada vida sexual de los meros. Sadovy, coautor de la lista de meros y lábridos en peligro de extinción de la Unión por la Conservación de la Naturaleza, afirma que estos peces se llaman de forma eufónica “protogynous hermaphrodites”. Eso significa que cambian su género a lo largo del ciclo de su vida. Pasan los dos primeros años desovando como una hembra y luego pasan a ser machos. De este modo, ir a por los peces más grandes de una población sesga la proporción de sexos, aumentando la desaparición de ejemplares.


Con la implosión de la población de meros de Spermonde, los pescadores tienen que buscar ejemplares más lejos. Se apuntan a expediciones pesqueras de tres o cuatro meses de duración que les llevan a los bordes del este de Indonesia, aumentando en gran medida su ámbito de daños medioambientales. Debido a que esta empresa está más allá de los medios de la mayoría de los capitanes locales, buscan financiación de “jefes” remotos en lugares tan lejanos como Tailandia u Hong Kong.




Un pescador que usa cianuro (que ocultó su nombre para evitar su tercera pena de cárcel) nos contó como entró en el comercio cuando los accionistas del mundo del pescado llegaron a su isla por primera vez en 2007. Como cualquier empresa moderna, probaron a su nuevo empleado con unas prácticas. Tras enseñarle las técnicas, volvieron tres meses más tarde para comprobar la calidad de los meros que atrapaba.




Trucha del coral leopardo siendo empaquetada para trasladarla a Hong Kong desde un almacén en Makassar. Las conversaciones con los pescadores, compradores y dueños del almacén revelaron que un pez pescado en Spermonde podría llegar a Hong Kong en tan solo dos días. Copyright de la foto (2014) Melati Kaye.
Trucha del coral leopardo siendo empaquetada para trasladarla a Hong Kong desde un almacén en Makassar. Las conversaciones con los pescadores, compradores y dueños del almacén revelaron que un pez pescado en Spermonde podría llegar a Hong Kong en tan solo dos días. Copyright de la foto (2014) Melati Kaye.




Los jefes de la pesca con cianuro imitan a las empresas modernas en otro aspecto: la subcapitalización. Irendra Radjawali, un investigador Indonesio en el Centro Leibniz para la Ecología Tropical Marina en Bremen, Alemania, ha realizado un estudio de las redes clientelares en el comercio de mero. Un “gran jefe” le dijo a Radjawali que él daba deliberadamente a los pescadores “dinero y gasolina limitados para que no puedan ir a casa en Spermonde fácilmente; no tienen más elección que seguir pescando”.


No tendrían otra elección de todas maneras, gracias al cambio climático. Los pescadores se marchan en cruceros que duran meses, ya que no tiene sentido quedarse en casa entre noviembre y marzo. Como resultado del aumento de la temperatura del océano, se espera que las tormentas sean más violentas y duren más tiempo en Spermonde. Entrevistas realizadas en los hogares llevadas a cabo por el Centro Leibniz mostraron que los habitantes están varados en casa durante la estación de las tormentas, incapaces incluso de salir en bote durante una hora para ir a Makassar en Sulawesi para conseguir provisiones.


Esto plantea una pregunta: ¿hay futuro para la comunidad pesquera de Spermonde? Con el descenso en la cantidad de peces, las tormentas que empeoran y los arrecifes que frenan las tormentas destruidos, ¿se verán los pescadores obligados a emigrar fuera de las islas?




La isla Kodingareng en Indonesia, mapa cortesía de Global Forest Watch. Hacer clic para agrandar.



Para evitar esta perspectiva, la pesca necesita una normativa mucho mejor. El gobierno y las comunidades locales tendrán que reforzar las prohibiciones contra los bombardeos y el cianuro. Aunque muchos pescadores acaban en prisión por estos crímenes, raramente van a juicio. En lugar de esto, sus “jefes” pagan la fianza y ellos se dirigen de nuevo a los arrecifes.




Una pesca más supervisada arrojaría más luz sobre el valor añadido en cada etapa del mercado del pescado vivo, desde el arrecife hasta la sartén. Esto proporcionaría a los pescadores y a sus defensores gubernamentales o de las ONG la capacidad de exigir una división más justa de los beneficios.


Una mejor supervisión también otorgaría la base para un régimen de gestión de la pesca más científico. La misma previsibilidad del ciclo de vida que hace que el mero sea tan fácil de atrapar se podría usar para establecer un sistema de zonas sin pesca y restricciones estacionales para detener y contrarrestar el agotamiento de ejemplares.


Aunque si eso pasara, la flota pesquera de Spermonde se tendría que reducir a un puñado de Abdul Wahids, altamente capacitados y con métodos artesanales. El resto de los pescadores de mero, incluidos la mayoría de los que emplean cianuro, tendría que reubicarse en otros comercios.




Sin embargo, este proceso ya está en camino, hay muchos pescadores jóvenes que están dejando la pesca de mero y buscan pepinos de mar a lo largo de la barrera del océano entre Australia e Indonesia por iniciativa propia. Otros intentan dedicarse a una acuicultura más sostenible, patrocinada por universidades e iniciativas de responsabilidad colectiva.



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