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Auge pero sobre todo fracaso: la lucha por las sardinas en el Estrecho de Bali en Indonesia (Parte II)

(Este artículo se publicó en Mongabay.org bajo el programa de reportaje especial Reporting Initiatives (SRI) program y puede ser publicado en su página web, revista, boletín o diario con las con las siguientes condiciones)


Historia de dos peces: se presentan cambios profundos para los encargados de la pesca en Indonesia



Part I – Cyanide fishing and foreign bosses off Sulawesi’s coast

Part III – Over-depleted and undermanaged: can Indonesia turn around its fisheries?

Part IV – Seafood apartments and other experiments in fixing Indonesia’s fisheries


Cincuenta y cinco tripulantes, despojados de sus uniformes, cantan salomas en madurese con gestos sincronizados mientras arrastran redes de cerco gigantescas, paso a paso, hasta el inestable muelle de madera del M/V Sinar Indah en medio del Estrecho de Bali.



Por la mañana, han descargado una gran captura en el puerto de Muncar: siete toneladas de (sardinella lemuru), la especialidad local, por las que las conserveras a orillas del muelle han ofrecido 3500 dólares.



Mientras aseguraban su compra, las conserveras se sorprendieron de ver a los vecinos y familiares de los tripulantes, regateando para conseguir parte de la captura. Las mujeres de los pescadores hostigaban a los negociantes mientras niños pobres arrebataban las cestas de mimbre llenas de lemuru. Al final, los tripulantes han tenido que formar un cordón humano para rodear la pesca y evitar que las sardinas desaparecieran en la melé sin ser contadas.





Un lote de lemuru. Foto cortesía de Wibowo Djatmiko bajo la licencia CC BY-SA 3.0.Un lote de lemuru. Foto cortesía de Wibowo Djatmiko bajo la licencia CC BY-SA 3.0 license.



Eso ya ha pasado. Esta noche, las salomas vacilan y las redes aparecen vacías, no solo en el Sinar Indah, sino en la mayoría de botes en lo que queda de la flota de Muncar. El horizonte está encendido con las luces de otros barcos, tan deslumbrantes y abarrotados que los capitanes ya no pueden vislumbrar los grupos de sardinas plateadas en la superficie negra del océano como solían hacer. En lugar de eso, tienen que confiar en los rumores que reciben a través de mensajes de texto y radio, y que, de momento se han quedado en nada.



Así se vive en la pesca de Muncar: banquete o hambruna. La balanza se ha decantado en los últimos años hacia la hambruna. Sin embargo, hay las perspectivas de conseguir un festín son lo suficientemente seductoras para que los pescadores sigan rastreando el Estrecho cada vez más desesperados por encontrar sardinas; un empeño que no hace más que apresurar el círculo vicioso del agotamiento de la especie.



El desplome de la población de lemuru tiene efectos colaterales en el ecosistema. Las humildes sardinas forman la base de una larga cadena alimentaria de depredadores mayores, entre ellos, finalmente, los humanos. Dos de cada tres habitantes de Muncar pescan lemuru o trabajan en una industria relacionada.



La situación no siempre ha sido tan precaria en el Estrecho de Bali. No hace tanto tiempo, las lemuru, eran la segunda fuente de pesca principal en Indonesia. Había suficientes sardinas para mantener cuatro líneas de productos distintas: conservas (sobre todo para mercados en Oriente Medio), comida granulada (para jaulas de acuicultura y criaderos marinos), fertilizante orgánico (para Japón) y anzuelos para buques atuneros de palangre.




Pescadores cerqueros cargan cestas de mimbre con sardinas lemuru para entregarlas a una conservera mientras los comerciantes de pescado vecinos observan con la esperanza de hacerse con una parte de la pesca. Foto copyright (2014) Melati Kaye.
Pescadores cerqueros cargan cestas de mimbre con sardinas lemuru para entregarlas a una conservera mientras los comerciantes de pescado vecinos observan con la esperanza de hacerse con una parte de la pesca. Foto copyright (2014) Melati Kaye.


“Era normal conseguir 100 millones de rupias ($8,371) en una sola noche”, recuerda Abidin SP, director de la Oficina de Pesca del gobierno regional de Muncar. “¡En marzo de 2010 se tiraron 175 toneladas de pescado durante seis días consecutivos porque las procesadoras habían alcanzado su capacidad máxima!”



Es un ciclo clásico de auge y caída: la sobreabundancia de sardinas estimuló un aumento en las inversiones de capital por parte de los pescadores y especialmente de las procesadoras. Después, hubo un colapso en la población de lemuru que dejó a los pescadores y las fábricas peleando por conseguir cualquier tipo de beneficio tras su inversión.



Cuando el anciano madurese Zajnullah Baijuri se inició en la pesca a finales de los setenta, un par de cerqueros podían contener 40 toneladas. Él acabo comprando cuatro antes de arruinarse. Ahora dice que “un par de barcos pueden llevar 60 toneladas pero los océanos ya no son tan productivos”.




Los hombres usan cañas de bambú para alejar el bote de sus compañeros de las redes de cerco. La tripulación media para un par de cerqueros en el Estrecho de Bali es de cincuenta y cinco hombres. Foto copyright (2014) Melati Kaye.
Los hombres usan cañas de bambú para alejar el bote de sus compañeros de las redes de cerco. La tripulación media para un par de cerqueros en el Estrecho de Bali es de cincuenta y cinco hombres. Foto copyright (2014) Melati Kaye.


En efecto, la pesca total de todas las flotas de hoy en día es de menos de 30 toneladas al día, según Abidin, de la Oficina de Pesca. Eso hay que dividirlo entre los 78 botes que aún están activos (de una flota que llega a un máximo de 190). A este ritmo, la media de beneficios es de menos de 200 dólares por barco, cantidad que no cubre ni la mitad de los costes de operación de una noche en un cerquero.



“Tenemos que dejar los estrechos y dirigirnos al océano Índico si queremos pescar”, suspira Baijuri.



Sin embargo, para una conservera o una fábrica de pellets no existe la opción de detener sus operaciones y trasladarse sin más. Hay que mantener instalaciones, pagar sueldos y deudas y servir a mercados extranjeros establecidos.



“Somos jugadores internacionales”, presume Edy Sukanto, director general de la conservera Pacific Harvest. “Nuestra base de clientes no está en Indonesia, así que para seguir en el juego, necesitamos suministros regulares”.



De modo que, en la segunda mitad de 2013, según los informes del puerto de Muncar, Sukanto importó 118 560 quilos de sardinas de Pakistán y la República Checa, y 37 000 quilos de caballa de China –en total, la mitad de la materia prima de su planta. “Buscamos e importamos pescado de donde haya”, resuelve seriamente.




La tripulación del Sinar Indah arrastrando su tercera red vacía de la noche. Foto copyright (2014) Melati Kaye.
La tripulación del Sinar Indah arrastrando su tercera red vacía de la noche. Foto copyright (2014) Melati Kaye.


Las procesadoras de Muncar han tenido que conseguir sardinas de sitios tan lejanos como India, Yemen y Perú. A pesar de estas líneas de suministro sobrecargadas, los empresarios locales están apostando por el pescado procesado en el cercano puerto de Banyuwangi e incluso contemplan añadir un puerto a nivel internacional para los exportar fuera de Muncar.



Cualquier implicado en la industria de lemuru aprendió hace tiempo como lidiar con estos ciclos. La población de sardinas es intrínsecamente cíclica. Normalmente, el momento álgido tiene lugar un mes y medio después del monzón del suroeste entre junio y septiembre. Durante la estación de lluvias, el viento del este arrastra el agua de la superficie mar adentro y crea un vacío en el que el agua fría y rica en nutrientes asciende desde abajo. Esto estimula el crecimiento del fitoplancton, que a su vez nutre al zooplancton del que se alimentan las sardinas.



Esto sucede una, quizás dos veces en un año normal. Sin embargo, cada 7-12 años más o menos, de forma intermitente e impredecible, un sistema de presión atmosférica del ecuador llamado Oscilación del Sure El-Niño prolonga este proceso que agita el océano, haciendo que el plancton crezca durante cualquier periodo entre noviembre y enero, desencadenando un aumentos aleatorios en la población de sardinas.







Muncar en la isla de Java, Indonesia. Mapa cortesía de Global Forest Watch. Clic para agrandar.


“Todos los pequeños peces pelágicos van bien en los años del Niño”, afirma Alan Koropitan, científico que lidera el programa de políticas marinas en el Centro de Investigación y Educación Surya a las afueras de Yakarta. Sin embargo, el peligro es que una inversión excesiva que aumente hasta las proporciones de la época del Niño obliga a las fábricas y los pescadores a sobreexplotar la población de sardinas en los años más flojos.



Además, Koropitan añade, que incluso cuando vuelva el Niño –algo que va a pasar probablemente más aleatoriamente y con mayor intensidad debido al cambio climático− se podrían acumular grandes ventiscas y amenazas por tormenta, lo cual implicaría malas condiciones para la pesca. De manera que los capitanes de Muncar acabarían por no aprovechar la ventaja de la recuperación de la población de lemuru después de todo.



En un entorno tan dinámico, las autoridades tienen que adoptar de forma urgente un régimen de gestión de la pesca basado en la ciencia que tenga en cuenta el ecosistema en conjunto. En 2011, Indonesia finalize un Enfoque del sistema de gestión de la pesca basado en el ecosistema , en línea con el compromiso del país con la iniciativa Coral Triangle Initiative, pacto internacional que incluye a otros seis países del océano Pacífico. Sin embargo, el Ministerio de Pesca todavía está decidiendo los detalles sobre lo que este nuevo sistema significará para la pesca regional en el Estrecho de Bali entre otros.




Al final de cada viaje de pesca, cada tripulante recibe una bolsa de plástico de pescado para llevar a casa. En las noches de baja pesca, quizás no haya suficiente para vender a las conserveras pero todos los tripulantes tienen pescado para llevar a casa. Foto copyright (2014) Melati Kaye.
Al final de cada viaje de pesca, cada tripulante recibe una bolsa de plástico de pescado para llevar a casa. En las noches de baja pesca, quizás no haya suficiente para vender a las conserveras pero todos los tripulantes tienen pescado para llevar a casa. Foto copyright (2014) Melati Kaye.


La gestión científica requiere datos sólidos a nivel de la salud de la pesca. ¿Recuerdan la pelea en el muelle cuando el Sinar Indah llegó con su pesca? No hay forma de saber con exactitud cuánto pescado desembarcó en esa escena caótica. Multiplíquenlo por cientos de barcos en décadas de estaciones de pesca.



El Jefe de la Oficina de Pesca de Muncar, Abidin, admite que muchas sardinas nunca entran en los recuentos oficiales. En su tesis de 2010, Eny Buchary, doctorada por la Universidad de Columbia Británica, intentó poner una cifra a esta incertidumbre. Calculó que durante más de 50 años (entre 1950-2001), solo entre un 50 y un 66% de lemuru de Muncar se contaron oficialmente.



Buchary, tras analizar dos décadas de cifras de Muncar, procedió a proyectar cinco escenarios de cosecha bajo varios efectos del Niño. Concluyó que para mantener una pesca de sardina sostenible, el sector pesquero tendría que reducir la flota local a la mitad de lo que era en 2001. Para conseguirlo, los barcos tendrían que ser más pequeños que en 2001, pasar menos días en el agua y usar mucha menos luz y caballos de potencia.



Eso significaría que muchos pescadores locales tendrían que cambiar de profesión. De hecho, algunos ya se están “recolocando” de forma voluntaria. El capitán Mastur Sowi, por ejemplo, está intentando criar langostas y carpas en cercados mar adentro. Sin embargo, suspira, “la calidad no es suficiente, así que no hemos podido exportar”. Si las cosas no mejoran, tendrá que unirnse a los muchos que viajan fuera para encontrar trabajo. Muchos ya han empeñado las joyas de sus mujeres para alimentar a su familia.


(Este artículo se publicó en Mongabay.org bajo el programa de reportaje especial Reporting Initiatives (SRI) program y puede ser publicado en su página web, revista, boletín o diario con las con las siguientes condiciones.)



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