Nota: este es el primer borrador de un comentario enviado a Yale Environment 360 hace unos meses. La versión final en primera persona está disponible en el artículo A Conservationist Sees Signs of Hope for World’s Rainforests. (“Un conservacionista ve signos de esperanza para las selvas tropicales del mundo”).
Arcoiris sobre el Amazonas. Todas las fotos son de Rhett Butler.
Durante la década de 1990, el mundo observó alarmado cómo grandes extensiones de selva tropical se talaban para obtener madera y tierras para cultivo, para extraer minerales y energía, y para realizar proyectos hidroeléctricos. Grupos conservacionistas, gobiernos, filántropos e instituciones como el Banco Mundial gastaron en conjunto miles de millones de dólares en programas para detener este desastre. Sin embargo, como mostraban los satélites en órbita alrededor de la Tierra, esos esfuerzos apenas hicieron mella en las tasas de deforestación. Casi una década después, ya en el siglo XXI, el mundo aún es testigo de la misma destrucción, aunque a un ritmo ligeramente menor.
A pesar de este estancamiento aparente, hay motivos para creer que se está progresando en los esfuerzos por preservar las selvas tropicales. Apuntalando este progreso se encuentran las tendencias económicas y las tecnologías que facilitan a los ambientalistas y a otros interesados el identificar los impulsores de la deforestación. Esto a su vez engendra la aparición de nuevos líderes que adoptan, implementan y conciben nuevas políticas para frenar la deforestación. Al mismo tiempo, el mundo por fin empieza a reconocer el valor de los servicios que brindan los ecosistemas sanos y la contribución que realizan las comunidades aborígenes al mantener las selvas en pie.
Tropical Selva tropical en Malasia Oriental. Las selvas tropicales de Borneo aún son deforestadas a gran velocidad.
La pérdida de las selvas tropicales sigue firmemente alta desde los años 90, con un descenso en el promedio de 11,3 millones de hectáreas durante esa década a aproximadamente 9,3 millones de hectáreas por año entre 2009 y 2012. Durante ambos períodos, quienes han estado en los primeros puestos son los sospechosos de siempre: Brasil e Indonesia. Ambos países tienen una extensa cubierta forestal y un sector agroindustrial en alza.
Pero en estas cifras tan altas se esconde una tendencia que puede tener consecuencias importantes en los esfuerzos por conservar las selvas del mundo. Hoy es más usual que las selvas sean taladas para obtener materias primas para su posterior consumo en mercados urbanos y para el comercio, y no para la subsistencia de agricultores pobres que practican la técnica de corte y quema..
La pérdida de las selvas tropicales permanece firmemente alta, según el análisis de los investigadores bajo la dirección de Matthew Hansen de la Universidad de Maryland. La tabla incluye áreas con una cubierta arbórea de más del 10%.
Esta tendencia es significativa porque en la actualidad existen pocos agentes que son los que causan el mayor daño a las selvas. Dos generaciones atrás, combatir la deforestación significaba idear formas para que las poblaciones rurales en crecimiento pudieran alimentarse sin talar las selvas para cultivar. Hoy en día, lo más usual es que se deba persuadir a las empresas y gobiernos para que adopten medidas para limitar el daño ambiental pero que les permitan continuar cultivando.
Sin embargo, la mayoría de las empresas no actúan por decisión propia—En general son presionadas por campañas organizadas por grupos ambientalistas que apuntan a los consumidores, y de esta manera aprovechan la sensibilidad ante las críticas que tienen las empresas. Los resultados obtenidos desde 2006 han sido asombrosos: docenas de los compradores y vendedores más importantes del mundo de soja, aceite de palma, ganado, y pulpa de madera han establecido políticas donde se comprometen a excluir la deforestación (y los conflictos sociales) de sus cadenas de abastecimiento. El golpe maestro se dio hace unos meses cuando Cargill, que vende US$135 mil millones en materias primas por año, committed se comprometió a tener “deforestación cero” en toda su cadena de suministros.
Aunque en estos compromisos siempre existe el peligro de una recaída o de que se haga trampa, existen más herramientas que nunca para monitorear y verificar su cumplimiento.
Mapa del Observatorio Aéreo Carnegie (CAO, por sus siglas en inglés) que muestra carbono a lo largo del río principal del Amazonas en Perú. El CAO utiliza sensores ópticos y químicos modernos combinados con tecnologías LiDAR (del inglés Light Detection and Ranging) para crear un mapa de la selva detallando el carbono, composiciones químicas y otras características. Imagen cortesía del Observatorio Aéreo Carnegie/Greg Asner.
En los niveles más altos, las imágenes satelitales están ampliamente disponibles y se incorporan cada vez más a los sistemas de monitoreo. Por ejemplo, el gobierno de Brasil y la Mesa redonda sobre el aceite de palma sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés), un organismo de eco-certificación, ahora solicitan archivos “shape” que detallen las coordenadas de las tenencias de tierras. Esta información puede usarse para determinar el cumplimiento de las regulaciones y estándares medioambientales.
La información satelital también se incorpora a plataformas desarrolladas por sociedades civiles. El mejor ejemplo es Global Forest Watch, aun proyecto liderado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) que obtiene datos de un conjunto de fuentes y los anexan a un mapa. Esto posibilita tener un conocimiento sin precedentes acerca del estado de las selvas a nivel mundial, que incluye las cubiertas arbóreas ganadas y perdidas, las concesiones forestales y el historial de incendios. La integración de información bimestral del MODIS provista por la NASA permite que la plataforma sirva como un sistema de detección de la deforestación casi en tiempo real, parecido al implementado por Brasil en el momento en que su tasa de deforestación comenzó a caer de forma drástica a mediados de la década del 2000. Un estudio publicado el año pasado por Climate Policy Initiative atribuyó tres quintos de este declive al sistema de monitoreo brasileño. Esa operatividad es ahora mundial.
El desmonte de la cubierta arbórea para plantaciones y dentro de ellas es el principal responsable de la pérdida de aproximadamente siete millones de hectáreas de dicha cubierta, ocurrida en Sumatra entre 2001 y 2012. Mapa cortesía de Global Forest Watch. Click en la imagen para agrandar.
Cerca del suelo, las competencias también están mejorando. Muchos observadores creen que el mundo está al borde de una revolución de los drones, y los conservacionistas esperan que el monitoreo con estos pequeños artefactos mejorará notablemente la detección de la deforestación. Esto incluiría detectar los incendios, la tala y el tráfico ilegales que de otra manera no podrían captarse por medio de satélites. Los defensores de esta tecnología dicen que los drones podrían complementar las acciones sobre el terreno al hacer foco en aquellos lugares que necesitan seguimiento por parte de las autoridades. Este método ya se está usando en un proyecto piloto en el Parque Nacional de Chitwan, en Nepal.
A nivel del suelo, cámaras trampa, sensores y dispositivos móviles por doquier permiten nuevos tipos de monitoreo. Por ejemplo, RainforestConnection, un emprendimiento con base en California, ha desarrollado un sistema para telefonía móvil que “escucha” disparos, motosierras y camiones. Cuando se detecta un sonido sospechoso, el sistema transmite una alerta a las autoridades locales, que posibilita la acción minutos después de la detección. Las innovaciones en el análisis de ADN permiten a los investigadores rastrear los productos de madera hasta sus lugares de origen y determinar de manera potencial su ilegalidad.
Extracción de oro en el Amazonas peruano. En tecnología no todo es color de rosa. La extracción de materias primas como el oro y otros minerales raros pueden tener un costo ambiental alto. Al mismo tiempo, la basura tecnológica y otras formas de contaminación son problemas en aumento. El consumo de energía para informática está creciendo rápidamente a nivel mundial.
Estas herramientas permiten la aplicación de leyes, pero depende de la voluntad política que se tomen medidas al respecto. En el pasado esto no podía asegurarse, pero quizás eso también cambie.
Meses atrás, más de 24 países respaldaron la Declaración de Nueva York sobre Bosques, con la promesa de reducir a la mitad la deforestación para el 2020 y terminar con ella para el 2030. Si bien los críticos señalan que las grandes promesas no significan demasiado, algunos países están dando pasos concretos para tratar el tema de la deforestación. Brasil está marcando el camino. Desde 2004 este país con la selva más tropical del mundo ha reducido la deforestación anual en el Amazonas en un 80%. Al mismo tiempo, la producción agrícola aumentó de forma pronunciada, haciendo a un lado la idea de que la deforestación y el crecimiento económico van de la mano. El establecimiento de nuevas zonas protegidas, la aplicación de leyes ambientales, y las medidas por parte del sector privado han cumplido un rol en este descenso. Han prevenido además que se emitan 3,2 mil millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que equivale a sacar todos los autos de las carreteras de Estados Unidos por 3 años, según un estudio publicado en junio en la revista Science.
La deforestación en el Amazonas brasileño ha disminuido drásticamente desde 2004.
Incluso se ven signos de progreso en Indonesia, un paria en términos medioambientales durante buena parte las últimas dos décadas debido a la masiva destrucción de sus selvas. En 2009 el país se comprometió a reducir en forma contundente la emisión de gases de efecto invernadero a partir de las proyecciones hechas para 2020. Luego, en 2011, el entonces presidente Susilo Bambang Yudhoyono estableció una moratoria para nuevos permisos de explotación forestal y plantación a lo largo de más de 14 millones de hectáreas de turberas y selvas antes desprotegidas. Esta acción Esta acción fue acompañada por un esfuerzo por reformar las burocracias que manejan las selvas del país. Hubo una feroz oposición ante estos intentos por parte de intereses arraigados en el sector forestal, que han luchado históricamente para conseguir políticas que permitan la tala industrial y la conversión forestal, muchas veces en detrimento de las comunidades locales. Pero ese paradigma podría estar cambiando. Hace algunos meses, un puñado de empresas de aceite de palma con operaciones importantes en Indonesia (Golden Agri-Resources, Cargill, y Wilmar)signed firmaron el KADIN Pledge (Compromiso KADIN) solicitándole al gobierno de ese país que adopte políticas que apoyen la conservación forestal.
Higuera estranguladora en el Parque Nacional Daintree, en Australia. El gobierno australiano ha intentado recientemente debilitar la protección de sus ecosistemas nativos.
Algunos países pequeños ya están adelantados. Costa Rica fue pionero en el desarrollo de pagos por los servicios de los ecosistemas durante la década de 1990 y es reconocido ampliamente como líder en materia de desarrollar modelos de negocios que mantengan las selvas en pie. Al hacer esto, el país ha pasado de una economía basada en la extracción una más lucrativa basada en servicios. México ha entregado el control de grandes áreas de bosque a comunidades locales, creando así una zona de protección de la cubierta arbórea en lugares que antes se veían afectados por altas tasas de pérdida.
Los cambios no se dan solo a nivel nacional. Varios estados y provincias se han comprometido a reducir la deforestación de manera significativa para 2020 de acuerdo con el Grupo de Trabajo de Gobernadores sobre Clima y Bosque, una iniciativa que apunta a establecer protocolos para el comercio de carbono entre estados. Estas promesas están respaldadas por programas que intentan desarrollar sistemas de certificación basados en las jurisdicciones, según los cuales todos los productores de un determinado distrito o estado respetan estándares ambientales para asegurar que las materas primas producidas dentro de sus fronteras son “seguras” para los compradores internacionales.
Indigenous Las comunidades aborígenes del Amazonas han sido guardianes de las selvas y su biodiversidad durante generaciones. Aun así, hasta hace poco eran a menudo excluidas de las iniciativas de conservación.
En términos locales, hay un reconocimiento creciente del papel que cumplen las comunidades en mantener la cubierta forestal. Una investigación publicada por el Instituto de Recursos Mundiales y el Grupo de Derechos y Recursos (a principios de 2014 concluye que las selvas gestionadas por comunidades experimentan una tasa de deforestación promedio veces menor que las tierras fuera de sus fronteras. Las selvas de gestión comunitaria legalmente reconocida alcanzan los 513 millones de hectáreas, un octavo de las selvas del mundo.
Esa superficie puede estar a punto de expandirse. El año pasado la Corte Constitucional de Indonesia invalidó el reclamo del gobierno de ese país por millones de hectáreas de selvas, determinando que los aborígenes y comunidades locales tienen el derecho a gestionar sus selvas ancestrales La decisión es significativa porque en la actualidad el gobierno central controla el estado de las selvas a nivel nacional, permitiéndole otorgar concesiones para tala y cultivos, incluso en regiones de la selva que han sido gestionadas (y conservadas) por pobladores locales durante generaciones.
Algunos grupos aborígenes están analizando modelos de negocios que les permitan ganar su sustento mientras hacen lo que siempre han hecho: preservar las selvas. Esto podría darse por medio de los nuevos pagos por servicios ambientales o encargándose de la gestión de zonas protegidas.
Desmonte realizado por una comunidad en migración. Para plantación de aceite de palma en Indonesia.
Los pagos por servicios ambientales son otro desarrollo importante para las selvas del mundo. Si bien el mercado de carbono de las selvas según el mecanismo propuesto por ONU-REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de bosques) está tardando en materializarse, indica, no obstante, que el mundo comienza a prestar atención a los servicios que brindan los ecosistemas sanos. Estos no se limitan al carbono, las selvas proveen agua, ayudan a mitigar la erosión, albergan biodiversidad y ofrecen un valor de opción tal como ingresos diversificados relacionados con el monocultivo. Las selvas más antiguas están en la mira como prioridad de conservación ya que están excluidas de la conversión de acuerdo con los compromisos de “deforestación cero” y además crece la presión de los defensores para excluirlas de la explotación bajo iniciativas de certificación medioambiental como el Consejo de Administración Forestal (FSC por sus siglas en inglés).
Pero si bien hay motivos para ser optimistas respecto de proteger las selvas tropicales, hay muchos riesgos en el horizonte. El crecimiento continuo de la población y el consumo en aumento forzarán los recursos del planeta, aumentando la presión sobre los ecosistemas como las selvas. Existen soluciones que podrían aumentar la productividad de las actuales tierras de cultivo y zonas degradadas, pero que resultan controvertidas para algunos: intensificación mediante un aumento del uso de químicos y organismos genéticamente modificados. Otra opción sería dejar de lado los enfoques amigables con la vida silvestre en favor de prácticas de gestión de tierras como la agricultura ecológica—lo cual puede resultar polémico para algunos. También existe el riesgo real de que a los consumidores ya no les importe la certificación ambiental de los productos, en especial a medida que el consumo mundial se desplaza de Occidente a Oriente. Por último, la incapacidad de enfrentar el cambio climático podría dañar las selvas gravemente estén o no protegidas. Los científicos ya han detectado una mortandad a gran escala debido a las sequías en partes del Amazonas, un anticipo alarmante de lo que podría deparar el futuro. Las apuestas más optimistas se cancelan si el mundo no logra enfrentar estos desafíos.
Árbol selvático en Panamá. El destino de las selvas depende de las acciones que realicemos hoy.
SALVAR LAS SELVAS: | ||
5 razones para ser optimistas
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