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- Los habitantes de los distritos de Fitzcarrald y Manu, en la región de Madre de Dios, al sudeste de Perú, quieren una carretera. Pero estan conscientes de sus amenazas: los mineros de Colorado y la llegada de migrantes en busca de tierras.
- Los procesos de reflexión comunitaria avanzan, por su propia dinámica, lentamente. Un camino con el apoyo del gobierno regional avanza relativamente rápido.
Los habitantes de los distritos de Fitzcarrald y Manu, en la región de Madre de Dios al sudeste de Perú, quieren una carretera.
Varios pobladores de Diamante, Shipetiari, y Boca Manu describen sus ventajas: “En situaciones de emergencia podríamos viajar mucho más rápido o por la noche a la capital de Manu, Villa Salvación”, dicen. O “podríamos vender nuestra madera o los productos agrícolas más fácilmente, hasta ahora se pudren en nuestras ‘chacras’. El flete para traer alimentos sería más barato”. Están dispuestos a tomar acción para asegurar estas ventajas.
Pero los pobladores de la zona también son conscientes de las amenazas: los mineros de Colorado, la llegada de migrantes en busca de tierras para casarse y formar nuevas familias como estrategia de beneficio propio, y los madereros que terminarían con las maderas de alto valor.
Pero parece que las cartas ya han sido repartidas. Colonos migrantes que viven desde hace más de 20 años en la zona y las comunidades indígenas nativas quieren los beneficios de una carretera y están optando por dejar al futuro las acciones concretas y necesarias para mitigar los impactos negativos. La razón se debe a que las oportunidades inmediatas de comercio y de producción agrícola que el camino trae son mayores que los beneficios del turismo de naturaleza y la conservación.
El personal de la ONG sePerú ha estado trabajando con las comunidades de Shipetiari y Diamante durante los últimos cuatro años y han invitado a miembros de estas comunidades a una reflexión más profunda sobre la carretera. Les han preguntado: ¿Cómo van a proteger a sus recursos naturales de los migrantes que llegan? ¿Van a seguir viviendo en comunidades seguras, sin cerrar sus casas con candados, como lo hacen ahora? ¿Qué significa todo esto para el pueblo Nomole — también conocido como Mashco — un grupo indígena del Manu que ha iniciado contacto con el mundo exterior, justo en el área hacia donde la carretera avanza?
Los procesos de reflexión comunitaria avanzan, por su propia dinámica, lentamente. Pero un camino con el apoyo del gobierno regional avanza relativamente rápido. Los Planes de Vida Comunal que las comunidades han decidido implementar podrían ser abrumados por la llegada de inmigrantes. Las cuencas del Alto Madre de Dios y del Manu siguen siendo zonas boscosas impresionantes, con una diversidad bio-cultural de importancia mundial, incluyendo la Reserva de Biosfera del Manu y el Parque Nacional del Manu.
El Ministerio del Ambiente (MINAM), a través del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), ha estado haciendo todo lo posible para asegurar que la carretera se construya de acuerdo con las leyes vigentes, las cuales — al menos en teoría — minimizarían los impactos negativos sobre la biodiversidad. Pero la coalición del Gobierno Regional de Madre de Dios junto a la población local se aferra a su estrategia de “seguir con el camino a toda costa”.
El equipo técnico de la empresa peruana Nature Services Perú ha creado modelos de los efectos de deforestación que el camino está generando en la región. A partir de una línea de base de 2010, cuando la carretera se extendió desde la ciudad de Itahuanía a la ciudad de Nuevo Edén, podemos predecir que un camino sin una gobernanza social y ambiental adecuada conducirá a un aumento en la deforestación de alrededor de 43 mil hectáreas hasta el año 2040.
Un análisis de la situación muestras muchos ángulos y plantea preguntas interesantes. Pero una de las más claves tiene que ver con la capacidad limitada de los actores gubernamentales y de la sociedad civil de buscar un diálogo que permita la construcción de una visión local y compartida de conservación y desarrollo. En la polarización resultante, se encasilla a SERNANP como una institución que se preocupa sólo con la conservación de la vida silvestre y no de las necesidades locales. Las autoridades políticas regionales y la población local son retratadas como entidades que buscan mejorar su calidad de vida a través de intereses egoístas y de la depredación de la naturaleza.
La huelga organizada por el Gobierno regional en la desembocadura del río Manu a finales de septiembre 2015 parece haber profundizado las acusaciones sin dar ningún paso significativo en la promoción del diálogo o la agenda de acción conservación-desarrollo. Como dice la bióloga Roxana Arauco, gerente de la Estación Biológica Cocha Cashu, quien fue atrapada en la huelga: “Parece que hay una profunda falta de información y de diálogo. Nadie sabe realmente lo que está pasando”.
Creemos que más allá de construir o no la carretera, el tema fundamental es cómo la comunidad local se puede convertir en partícipes activos de las decisiones que afectan a su calidad de vida. SERNANP y el gobierno regional pueden ser llamados a liderar el diálogo, pero los habitantes locales deben ser los actores clave en la discusión y en proponer estrategias que generen armonía con los ecosistemas biodiversos que los rodean.