El desacoplamiento, o el concepto de que la sobrevivencia humana, el crecimiento económico, y los avances de la civilización moderna pueden tomar lugar por separado de los daños al medio ambiente, es un tema central para este estudio. El aceleramiento del desacoplamiento puede acelerar también la llegada del “peak impacto” (o impacto pico), de acuerdo a los autores.
El reporte describe como, a lo largo de la historia humana, “la demanda por los alimentos, agua, energía, materiales, y espacios donde vivir ha incrementado exponencialmente. La producción de estos bienes y servicios ha significado una gran pérdida de biodiversidad a través de impactos como la caza de animales salvajes, cambios en el uso de suelos, extracción de aguas, y contaminación”.
Jesse Ausubel, el director del Programa para el Ambiente Humano en Rockefeller University en Nueva York, le explicó a Mongabay: “Por mucho tiempo, quizás por miles de años, el uso de recursos naturales — agua, energía, tierras, materiales — se movió conjuntamente con el crecimiento de la economía. Así que si queríamos que la economía creciera, explotábamos más los bosques, usábamos más agua, más tierras para la siembra, etc”. Ausubel ha estudiado el desacoplamiento durante mucho tiempo, y los autores de Nature Unbound mencionan a sus investigaciones como una gran inspiración para su análisis.
Eso es algo que está empezando a cambiar, argumenta Ausubel. “Por ejemplo, la producción agrícola empezó a desacoplarse del uso de tierras alrededor de los años 1930 o 1940. De tal manera que la producción agrícola se ha multiplicado mientras que el uso de tierras se ha mantenido relativamente a un mismo nivel”.
La destrucción de bosques ha estado disminuyendo recientemente, argumenta el documento. De acuerdo a otro estudio reciente que depende en datos auto-reportados — publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura — la pérdida neta de bosques desde 1990 (la pérdida de bosques compensada por la recuperación de otros bosques y por plantaciones) ha frenado en más de un 50 por ciento. Lo mismo ha ocurrido en la transformación de espacios salvajes a la agricultura. Los humanos ya no cazan animales salvajes como lo hacían antes, y así están reduciendo su presión sobre los suelos y en los animales marítimos. Hasta la contaminación está disminuyendo.
En términos generales, los autores del estudio concluyen que los impactos humanos sobre el mundo natural están frenando, reduciéndose, o se están estabilizando. Y la mayoría de ellos se han reducido en una base per cápita.
“Los requerimientos per cápita de áreas para la agricultura (tanto de tierras de cultivo como para ganado) se han reducido en un 50 por ciento en los últimos 50 años”, declara el reporte. “El consumo global de madera se ha estabilizado, lo que contribuye a una leve disminución del área de producción desde 1990. Mientras que la caza de animales salvajes como alimento ha crecido en el trópico, la mayoría de los países desarrollados se ha desacoplado de esta práctica. El mundo ha casi completamente abandonado la caza de ballenas. El consumo de agua subió en un 170 por ciento entre 1950 y 1995, pero el consumo de agua per cápita llegó a un límite en el 1980, y luego bajó”.
Con la cooperación de gobiernos y organizaciones no gubernamentales, los autores del estudio concluyen que “el desacoplamiento continuo y acelerado podrá significar que los impactos humanos sobre el medio ambiente lleguen a su límite y luego disminuyan durante este siglo”.
Es una perspectiva optimista. El estudio, acompañado de un documento escrito por algunos de sus autores titulado “Un Manifiesto Ecomodernista“, es un intento a “definir una filosofía ambiental de manera que acoja el uso de tecnologías de mejor manera que el ambientalismo clásico, y que rechace las narrativas apocalípticas sobre el medio ambiente”, como lo explicó Blomqvist.
Sin embargo, existen preocupaciones sobre cuáles serían los efectos del desacoplamiento global a nivel local. Un estudio del 2014 publicado en la revista Sustainability examinó el desacoplamiento en Malta, una isla del Mediterráneo, y llegó a esta conclusión: “Si el desacoplamiento se considera como una medida de sostenibilidad, entonces debe tomar como un factor importante la degradación del ambiente no solamente a nivel global”. Avances en un sólo indicador como las emisiones de carbono, “podrían ocultar serias degradaciones en otros ámbitos” — como por ejemplo, la contaminación del agua.
En otros lugares como Indonesia, la deforestación descontrolada ha destruido ecosistemas de manera exponencial en los últimos años. Entre 2000 y 2012 Indonesia perdió más de 6 millones de hectáreas de bosque primario, de acuerdo a un ex-científico de datos del ministerio de bosques de Indonesia, quien argumentó que los datos del gobierno y de las Naciones Unidas subestiman la tasa real de deforestación. Las 840.000 hectáreas perdidas en el 2012 sobrepasaron las de cualquier otro país del mundo, más aún que en Brasil, donde hay más de cuatro veces el área de bosques. Mientras se enfrentan a una destrucción que no parece tener límites, los conservacionistas en Indonesia — con un tercio de los bosques tropicales en el mundo — probablemente no se sientan aliviados en saber que las tasas de deforestación global están disminuyendo.
Además, como concluyó un estudio importante del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente del 2011, “el desacoplamiento de recursos naturales y de sus impactos está sucediendo, aunque a una tasa que no es lo suficiente para satisfacer las necesidades de una sociedad equitativa y sostenible”. Aunque los autores del estudio mencionan la importancia de un desacoplamiento continuo, ellos admitieron que eso “requerirá cambios significativos en políticas gubernamentales, en prácticas corporativas, y en patrones de consumo público. Estos cambios no serán fáciles… esfuerzos aún mayores serán necesarios en los próximos años”.
Los autores de Nature Unbound ofrecen sugerencias sobre cómo se puede acelerar el proceso de desacoplamiento, y buscan introducir un sentido de esperanza en el mundo de la conservación. El reporte llega en un momento oportuno: el último mes, varios estudios han detallado el impacto alarmante y destructivo de los seres humanos sobre el medio ambiente.
La cantidad de peces en los océanos del mundo ha caído en un 50 por ciento desde 1970, anunciaron el mes pasado los investigadores del WWF y la Sociedad Zoológica de Londres, lo que está llevando a que la vida acuática llegue “al borde del colapso”. Las poblaciones de algunas especies como el atún y la caballa se han reducido en un 75 por ciento.
“Este reporte sugiere que miles de millones de animales han desaparecido de los océanos durante mi vida”, dijo el director de investigaciones científicas de la Sociedad Zoológica de Londres, Ken Norris. “Este es un legado terrible y peligroso que estamos dejando para nuestros nietos”.
Mientras tanto, un equipo de 38 científicos anunció en la revista Nature que casi la mitad del número de árboles que vivían en el planeta antes de que los hombres comenzaran a talarlos ya no existen. Y ellos estiman que los humanos cortan aproximadamente 15 mil millones de árboles cada año.
Y a pesar de todo, a lo mejor sí queda una razón para tener esperanzas. Como lo menciona Nature Unbound, la disminución en la pérdida neta de bosques ocurrió en un período durante el cual la población humana creció en casi un 40 por ciento.
Los autores de Nature Unbound celebran tendencias como esta como evidencia de que la sociedad humana esta desconectando la relación entre el crecimiento económico, el crecimiento poblacional, y la destrucción ambiental.
“Los impactos totales han crecido, pero ahora están creciendo más lentamente”, le dijo Blomqvist a Mongabay. “Si estas disminuciones per cápita continúan, eso puede crear la posibilidad de unos impactos totales que lleguen a un límite y luego bajen”.