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Un estudio de la ONU advierte que las subvenciones agrícolas suponen una amenaza para los bosques y programas de conservación

  • • La agricultura es el mayor factor de deforestación a nivel global.
  • • El informe advierte que las irresponsables subvenciones del gobierno a la agricultura y otras actividades, valoradas en 200 mil millones de dólares, echan por tierra muchos esfuerzos por proteger los bosques.
  • • Sus autores recomiendan mejorar la identificación de los factores de deforestación, cambios en las políticas y una mayor cooperación entre departamentos del gobierno.

Si echamos un vistazo a los libros sobre leyes y los historiales de políticas de muchos países por todo el mundo, veremos que las subvenciones agrícolas suponen una amenaza para los bosques y programas de conservación, según un informe presentado por las Naciones Unidas este mismo mes.

“La agricultura”, decía el autor del informe Gabrielle Kissinger, “es el mayor factor de deforestación a nivel mundial”, responsable de quizás un 80 por ciento de la pérdida de cubierta forestal.

“Si miramos la huella que dejará la creciente producción agrícola en el futuro según la necesidad de alimentar a cada vez más población con un consumo per cápita aumentado, nos encontramos con un panorama muy desalentador para los bosques” añadía Kissinger, fundadora y directora de Lexeme Consulting en Vancouver.

El avance político, publicado por una iniciativa que aúna medio ambiente, agricultura y agencias de desarrollo de la ONU, advierte que las irresponsables ayudas del gobierno a la agricultura y otras actividades, valoradas en 200 mil millones de dólares, echarán por tierra muchos esfuerzos de protección forestal. Más que proporcionar abundantes cosechas y mejoras en la eficiencia agrícola, los incentivos fiscales, las subvenciones en especie que permiten acceso privilegiado al terreno y la financiación de fertilizantes y herbicidas, a menudo caen en saco roto, apunta Kissinger. En lugar de ayudar, se termina apoyando la expansión de la agricultura en bosques intactos.

“El negativo impacto de las ayudas sobre la cubierta forestal se debe a menudo a políticas desfasadas e incoherentes”, explicaba Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en una conferencia de prensa. “Cualquier esfuerzo impulsado por el gobierno para fomentar la productividad agrícola debería tener en cuenta las ulteriores consecuencias de estos planes”.

Retales de reservas forestales legales, pasto y granjas de soja en el Amazonas de Brasil. Foto por Rhett A. Butler.

Para comprender mejor cómo deberían abordar los gobiernos estos tipos de políticas, Kissinger investigó historias exitosas en más de una decena de países, indagando sobre distintos tipos de agricultura y producción alimentaria en economías en desarrollo, emergentes y desarrolladas.

Actualmente, este impacto sobre los bosques cobra mayor relevancia, ya que muchos países en desarrollo se están preparando para participar en el programa REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación). Con este programa, las naciones con poder están de acuerdo en desviar dinero a las arcas de países con bosques (a menudo en desarrollo) para que los protejan junto con el carbono que contienen.

No obstante, los expertos están preocupados porque los subsidios y programas de incentivos podrían paralizar el éxito del plan REDD+ y otros programas similares destinados a conservar los últimos bosques del planeta.

“Las políticas gubernamentales tanto en países consumidores como productores son grandes factores de deforestación”, contaba en un email a mongabay.com Saskia Ozinga, coordinadora de campaña y cofundadora de la ONG FERN.

“Tal y como demuestra este informe, si no se cambian estas políticas, las iniciativas como el programa REDD+ no tendrán éxito”, añadía Ozinga, que participaba en la redacción del informe.

Detener la “deforestación neta” para el año 2020 se ha convertido también en un objetivo de referencia para grupos como Consumer Goods Forum, que representa a 400 compañías de producción que incluyen a gigantes como Unilever y Nestlé que venden en conjunto dos mil millones y medio de euros (2,8 billones de dólares) en productos cada año.

Bloques de bosque tropical arrasados por la agricultura de tala y quema en el Amazonas de Perú. Foto por Rhett A. Butler.

“En realidad, para alcanzar este objetivo se requiere un cambio significativo en las prácticas tradicionales de empresas y agricultores”, decía Kissinger.

El trabajo del foro con gobiernos y otras organizaciones para obtener productos de medios más sostenibles como el papel, aceite de palma y ternera es “ejemplar gracias a las asociaciones públicas y privadas que hacen que sea posible dirigirse a los puntos de contacto entre agricultura y bosque”, redacta Kissinger.

Además, los gobiernos deben ampliar su enfoque para identificar el origen de las causas de la deforestación en los países y cambiar las políticas dañinas, explicaba Kissinger.

Como ejemplo, ella ilustraba el éxito de Brasil al reducir su tasa de deforestación en un 75 por ciento entre 2004 y 2011. Tan solo con un simple ajuste en la política gubernamental, decía Kissinger, “Brasil alcanzó un híbrido de cambios en los incentivos, impedimentos y las condiciones propicias a través de una reforma política que reformó el uso forestal”.

La criminalización de la deforestación en 1998 fue un comienzo. No obstante, las antiguas políticas seguían desviando enormes cantidades de dinero de los gobiernos federales a los terratenientes para arrasar el terreno y darle “un uso productivo” (que no se limitaba a la agricultura), particularmente en el Amazonas de Brasil. Esta simple cantidad de dinero debilitaba la financiación de programas para conservar los bosques del Amazonas y atenuar sus efectos.

Así, Brasil trabajó duro con bancos e instituciones financieras para asegurar que se respetaran las leyes del país, como el código forestal y una prohibición en 2006 sobre la comercialización de soja proveniente de terrenos recientemente deforestados. Si una comunidad violase estas leyes, sus agricultores no podrían obtener crédito hasta que tuviesen sus tasas de deforestación bajo control.

“El informe demuestra que una política capaz de separar el crecimiento económico de la deforestación y degradación del terreno es el mejor camino hacia un sector agrícola consciente tanto del uso sostenible de la tierra como del crecimiento sostenible económico”, explicaba el Director Ejecutivo de PNUMA Steiner en un comunicado.

Kissinger también exponía que el informe, además, denota que los ministerios de los gobiernos aislados tendrán que trabajar juntos para tratar temas como el cambio climático, deforestación y el suministro de alimento a sus ciudadanos.

“Hacer que un gobierno trabaje de forma tan holística requiere de un enorme liderazgo político del más alto nivel”, decía Kissinger. “Es así de simple”.

Aunque también afirma que es posible. “La buena noticia en estos países es que el gobierno tiene la capacidad de reformar sus propias estrategias sectoriales”.

Bosque tropical de dosel floreciendo en Perú. Foto por Rhett A. Butler.
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