- Un nuevo estudio integral comisionado por el gobierno brasileño predice que habrá serias sequías y malas cosechas a culpa del cambio climático para el año 2040.
- Brasil genera el 78 por ciento de su electricidad a través de plantas hidroeléctricas, pero la disminución en las lluvias podría reducir el agua de los ríos de un 38 a un 57 por ciento en las cuatro plantas hidroeléctricas más grandes del país.
- Un menor flujo de agua hacia las presas de la cuenca Tapajós y de Belo Monte, podría significar un modelo de producción de energía poco eficiente para la Amazonía.
Sequías severas que convierten a las plantas de energía hidroeléctrica de la Amazonía en elefantes blancos. Epidemias de fiebre de dengue, malaria, y leptospirosis. Serias pérdidas de cultivos. Estos son algunos de los posibles escenarios para Brasil en el 2040, de acuerdo al estudio más grande sobre el cambio climático que haya sido ejecutado en el país.
Titulado “Brasil 2040: cenários e alternativas de adaptação à mudança do clima”, el estudio fue abarcado por el SAE (Secretariado de Temas Estratégicos), un instituto con mucha influencia que forma parte del poder ejecutivo. Como SAE lo describe en su sitio de web, “se encargó a instituciones reconocidas para que crearan simulaciones de lo que será el clima en Brasil, de acuerdo a modelos climáticos globales”. El objetivo de SAE fue de prever como el cambio climático puede afectar los sectores económicos primarios del país y sugerir estrategias para crear más resistencia en aquellos sectores.
A pesar de la importancia del estudio, fue publicado con una sorpresiva cautela a finales de octubre. No habría tenido mucho impacto si no hubiera sido por el OC (Observatório do Clima), una red de la sociedad civil que promueve la discusión sobre el cambio climático. El OC ya había documentado en marzo de este año que los dos científicos que coordinaron el estudio — Sérgio Margulis y Natalie Unterstell — fueron despedidos de sus cargos, aunque casi una docena de grupos en el país luego continuaron con la investigación. El OC interpretó los despidos como un ejemplo de que el gobierno le estaba dando menos prioridad al cambio climático. Otras razones podrían ser el retraso en la publicación del estudio — el cual fue planeado para el pasado abril — y la falta de fanfarria luego de su publicación.
El nuevo estudio une dos modelos climáticos — datos generalizados del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), e información más detallada del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), el cual se centra en Suramérica.
Al usar estos datos, el estudio produce dos simulaciones. La primera, titulada RCP 8.5, entiende que el mundo seguirá al igual que hoy en día, tomando pocas medidas para controlar emisiones de 2° Celsius; y la segunda, llamada RCP 4.5, entiende que habrá un control de emisiones, pero no suficientemente firme como para prevenir un calentamiento de 2° Celsius, visto por los científicos como el “límite seguro”. Bajo ambos escenarios, Brasil se vuelve en un país más caliente y más seco en términos generales, aunque existen variaciones regionales. El sur vería más lluvias, mientras que la Amazonía y el noreste presenciarían menos lluvias, particularmente durante el verano.
En uno de los estudios comisionados por el grupo, un grupo liderado por Francisco de Assis Souza y Eduardo Martins, usó predicciones de la precipitación para construir un modelo que calcule el impacto de la generación eléctrica por parte de las represas. La energía hidroeléctrica es importante para Brasil, ya que produce alrededor del 78 % de su electricidad. El gobierno ha estado orgulloso de su reputación en “energías renovables” por mucho tiempo, aunque los estudios de Philip Fearnside de INPA (el Instituto Nacional de Estudios Amazónicos), han demostrado que las plantas de energía hidroeléctrica crean sus propios problemas de gases invernadero mientras producen grandes cantidades de dióxido de carbono y metano — en algunos casos, más que las mismas plantas de combustibles fósiles.
Los científicos no sólo examinaron proyecciones de la precipitación mientras empeoran los impactos del cambio climático. También midieron los impactos en los caudales de los ríos, porque la generación de energía en las plantas hidroeléctricas depende de cuánta agua corre a través de ellos. Los resultados sugieren que el caudal de agua que pasará a través de las cuatro plantas más grandes del país — Itaipu, Furnas, Sobradinho y Tucuruí — disminuirá de un 38 % (RCP 4.5) a un 57 % (RCP 8.5). Brasil ya ha sufrido mucha escasez de agua en los últimos tres años, así que esta proyección es un motivo para gran preocupación.
Existen otras razones preocupantes sobre lo que podría suceder en la Amazonía. Brasil ya ha tomado ventaja de su potencial de generación de energía hidroeléctrica a lo largo del país, así que el gobierno espera que la cuenca amazónica ganará aún más importancia en el futuro. Alrededor de 30 de las 48 represas que el gobierno planea construir estarán ubicadas en la selva amazónica.
El estudio sugiere que algunas de las represas que ya han sido construidas serán seriamente impactadas. El caudal para la represa de Santo Antônio en el Río Madeira — el cual fluye hacia la cuenca amazónica en Bolivia — será reducido en un 40 % (RCP 4.5) o un 65 % (RCP 8.5). Y el caudal del Río Xingu, el cual alimentará a la casi lista y gigante represa Belo Monte, disminuirá en un 25 % (RCP 4.5) o en un 55 % (RCP 8.5).
Existen serias dudas sobre la viabilidad financiera de Belo Monte, ya que se espera que opere en su capacidad absoluta tan sólo dos meses al año, generando 4500 megawatts (MW) de los 11,233 MW de su capacidad. Una reducción del caudal del Río Xingu significará que la represa podrá convertirse en una mala inversión, si se considera el gasto de 18 mil millones de dólares y la enorme destrucción que ya ha causado a la biodiversidad y a las comunidades indígenas de la zona.
Si el gobierno no vuelve a considerar sus planes, el mismo escenario podría tomar lugar en otras partes de la Amazonía. Las simulaciones sugieren que el caudal fluvial para la represa Sāo Luís, planeada para el Río Tapajós, podría reducirse de un 20 % (RCP 4.5) a un 30 % (RCP 8.5). En otros lugares, los impactos podrían ser aún peores. A diferencia de la represa Sāo Luís, la mayoría de las nuevas plantas hidroeléctricas planeadas para la Amazonía utilizan esquemas fuera de los ríos, lo que significa que usan caudales fluviales sin la construcción de grandes reservas. Como resultado, su generación eléctrica depende directamente de la cantidad de agua que llevan los ríos. En el caso de Belo Monte, el caudal fluctúa enormemente entre las temporadas secas y las lluviosas, de tal manera que si las temporadas secas se alargan, la cantidad de energía generada bajará drásticamente.
Además, Brasil podría caer en un ciclo vicioso: cuantas más represas construya en la Amazonía, mayor será la deforestación — lo cual contribuye al cambio climático — y lo que reduce también la eficiencia de las represas. Carlos Ritti, el secretario general del OC, comenta: “Los planes de energía deberían ser revisados urgentemente de acuerdo a los datos en ‘2040’, si el gobierno quiere prevenir una inversión de miles de millones de reais [la moneda brasileña] en proyectos que no pagarán ni por sí mismos”.
El reporte también calcula los impactos del cambio climático en otras áreas. Entre ellas, la agricultura. Algunos de los cultivos principales en el país podrían sufrir en áreas donde ya hay cultivo — maíz (28 %), frijoles (26 %) y arroz (24 %). Aún peores impactos se sentirían en el cultivo más importante para la exportación — la soja, con una disminución de un 39%. Esto podría significar grandes pérdidas económicas, ya que el cultivo de soja actualmente atrae 20 mil millones de dólares en ganancias al año.
“Brasil 2040” se basa en simulaciones que, por supuesto, siempre pueden terminar siendo inexactas. Pero una de sus conclusiones parece suficientemente segura: Brasil no puede planear para el futuro basándose en viejas suposiciones de que el clima seguirá siendo igual que antes. “No podemos seguir haciendo esto”, le dijo al OC Roberto Schaeffer, científico que participó en el estudio. “El futuro no necesariamente será una repetición del pasado”.
Esta es una lección que otros países tendrán que aprender también mientras que el mundo se adentra a la era antropogénica — nuestra era de rápida desorganización climática, provocada por los seres humanos.