El tráfico de especies salvajes en América Latina llega al cielo

  • El pasado septiembre, el turista alemán Maciej Oskroba fue atrapado mientras dejaba sus maletas en el Aeropuerto Juan Santamaría que llevaban camisas sucias y más de 400 serpientes, ranas, y reptiles vivos dentro de contenedores de plástico.
  • Agentes de la aduana han visto muchos casos donde los traficantes esconden colibríes en bolsillos especiales de sus ropas. Lo que no se sabe es cuántos traficantes logran burlarse de las máquinas de rayos X y de los agentes.
  • Los vacíos legales en Costa Rica todavía permiten que se trafiquen aletas de tiburón a través del Aeropuerto Juan Santamaría, destinadas para las sopas asiáticas.

Cada año, millones de viajeros pasan por las puertas del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría en Costa Rica, en camino a muchas de las bellezas naturales que ofrece el país. A menudo, cuando muchos de los turistas se van, y un pedazo de la biodiversidad de Costa Rica se va con ellos también.

Brazaletes de carey, billeteras de piel de reptil, plumas de aves y hasta animales vivos se sacan del país a través del aeropuerto. Pero el turista poco educado sobre el tema de tráfico de especies es tan sólo la cima del iceberg.

Los traficantes profesionales mueven cantidades desconocidas de especies salvajes en aviones de pasajeros en el aeropuerto principal de Costa Rica, y se sabe que los exportadores hacen lo mismo a través de envíos legítimos comerciales. Los traficantes son raramente atrapados, y cuando se realiza una incautación, las multas tienden a ser bajas.

La seguridad en el aeropuerto de San José depende de máquinas de rayos X y de chequeos a mano, mientras que los agentes de aduana tienen el enorme desafío de tener que distinguir los recuerdos del contrabando, y las exportaciones de especies legales de las fraudulentas. En ambos casos, resulta muy fácil sacar las especies salvajes del país sin que sean vistas.

“Los oficiales de la aduana no son expertos en especies de animales en particular”, explicó Benito Coghi, director de la aduana costarricense. “Sabemos que algunas cosas pasan por debajo de nuestras narices, pero no sabemos la totalidad del problema”.

Los traficantes que son atrapados

El pasado septiembre, el turista alemán Maciej Oskroba se acercaba al mostrador de una aerolínea en el Aeropuerto Juan Santamaría cargando una maleta llena de camisas sucias, trajes de baño, y más de 400 serpientes, ranas y reptiles vivos dentro de contenedores de plástico con poca ventilación.

Oskroba planeaba abordar un avión a Panamá en camino a Düsseldorf, Alemania, donde probablemente habría vendido su colección, pero la seguridad del aeropuerto descubrió su cargamento secreto y lo detuvo antes de que pudiera salir del país. El caso resultó ser una de las incautaciones de animales más grandes en el aeropuerto en los últimos 20 años.

German tourist Maciej Oskroba was caught smuggling 400 live snakes, frogs and lizards stuffed into poorly ventilated plastic food containers. Courtesy of the Costa Rican Public Security Ministry.
El turista alemán Maciej Oskroba fué detenido mientras transportaba más de 400 serpientes, ranas y reptiles vivos dentro de contenedores de plástico con poca ventilación. Foto cortesía del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica.

Si se considera la demanda de mascotas exóticas en los Estados Unidos y Europa, los incentivos para los traficantes de especies resultan ser muy altos. Los animales que llevaba Oskroba potencialmente valdrían decenas de miles de dólares. Sólo uno de sus cientos de ranas podría haberle traído 50 dólares, y una de las serpientes, hasta 300 dólares en los mercados europeos.

Mientras que las ranas y los pequeños reptiles son los más fáciles de transportar, algunos traficantes son más atrevidos. Carlos Víquez, el jefe de seguridad en Juan Santamaría dijo que ha visto muchos casos en que traficantes escondieron colibríes en bolsillos especialmente cosidos dentro de sus ropas. En un caso, el personal de seguridad atrapó a un hombre que intentaba transportar dos coatíes en una caja de madera — estos pequeños mamíferos son preferidos por los coleccionistas de mascotas exóticas.

No existe un protocolo especial para detectar el tráfico de especies salvajes en Juan Santamaría. Oskroba fue atrapado luego de que un guardia de seguridad lo observara chequeando el interior de su maleta repetidamente. Bajo circunstancias normales, la seguridad del aeropuerto depende de los detectores de metal y de las máquinas de rayos X para atrapar a los traficantes. Pero como con cualquier otro tipo de contrabando, existen varias maneras de esconder especies salvajes de la vista de las máquinas.

“Algunos animales salen del país en maletas, pero los traficantes típicamente los transportan en sus cuerpos, así como si estuvieran traficando drogas”, dijo Dennis Janik, el fundador de ZooAve, el centro de rescate más grande de Costa Rica.

A diferencia del tráfico de drogas, las leyes contra el tráfico de especies son raramente aplicadas. Costa Rica criminalizó el tráfico de animales en el 2012, así que los autores de los delitos podrían recibir multas grandes y hasta tres años en prisión — pero nunca nadie ha recibido la máxima condena. Es más, la mayoría de los traficantes de especies rara vez reciben cualquier pena.

Animals confiscated in the Oskroba trafficking bust. Courtesy of the Costa Rican Public Security Ministry
Animales confiscados en el incidente de tráfico de Oskroba. Foto cortesía del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica.

Oskroba fue liberado de la cárcel luego de nueve días sin recibir multa, aunque su caso terminó siendo el más grande en la historia reciente de Costa Rica. Después de perder su vuelo, Oskroba fue deportado de vuelta a Alemania; un gasto pagado por el gobierno de Costa Rica.

“Se han dado otros casos similares”, dijo a la prensa Edwin Retana, el fiscal que trabajó en el caso de Oskroba. “Nunca he escuchado de alguien que haya tenido que ir a la cárcel por el tráfico de especies”.

Oskroba, casi al igual que cualquier otro traficante de animales que haya sido atrapado en el aeropuerto, pudo aprovecharse del “sistema judicial de flagrancia” el cual permite a los primeros infractores ser procesados a través de un proceso judicial acelerado.

Las cortes de flagrancia sólo toman casos donde el infractor fue atrapado con las manos en la masa, haciendo que la evidencia sea irrefutable. En estas instancias, un primer infractor que se enfrenta a una sentencia de tres años o menos puede asumir su culpabilidad a cambio de un año de libertad condicional. Como los traficantes son casi siempre atrapados en el acto, esta es la forma en que casi todos los casos de tráfico de especies son procesados, de acuerdo a los fiscales. Para que un traficante reciba las multas ordenadas por la ley o una sentencia en la cárcel, ellos deben ser atrapados en el acto dos veces en un mismo año.

Smugglers find it relatively easy to hide contraband animals in their travel luggage. Few airports have the sniffer dogs or other sophisticated techniques needed to detect wildlife. Photo by Kevin Payravi licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.
Los traficantes no tienen dificultad en esconder animales dentro de sus maletas. Foto de Kevin Payravi licenciada bajo Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.

Pero para quienes trafican en especies es raro que ellos lleguen a enfrentarse a un juez. Víquez dice que sólo ha visto cuatro casos en una corte legal en los últimos 20 años que lleva trabajando en la seguridad del aeropuerto. La mayoría de los casos son abandonados, y los funcionarios creen que gran parte de los traficantes de especies simplemente nunca son atrapados.

“La cantidad de animales que son declarados y que pasan por la aduana es muy pequeña”, dijo Coghi. “Sabemos que esto sucede, pero no tenemos una buena forma de evitarlo porque el cargamento se mueve a escondidas”.

El lavado de especies salvajes protege a los traficantes

En noviembre del 2014, más de 400 kilogramos de aletas de tiburón martillo volaron sobre Costa Rica, transportados en la barriga de un jet de American Airlines que iba destino a Hong Kong, donde se transformarían en el ingrediente principal de la delicia asiática conocida como la sopa de aleta de tiburón. En febrero del 2015, el gobierno de Costa Rica autorizó la exportación de cientos más.

Por muchos años, cargamentos como estos partían del Aeropuerto Juan Santamaría sin que nadie dijera nada, pero esta vez fue diferente. La pesca de tiburones es legal en Costa Rica, pero en septiembre del 2014, dos meses antes del primer cargamento, tres especies de tiburones martillo fueron añadidos al Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, conocido como CITES. Este acuerdo internacional protege las especies amenazadas por la extinción a causa de la explotación comercial — las especies que se encuentran en el Apéndice II no pueden ser exportadas por países miembros de la Convención, a menos que los gobiernos presenten estudios que demuestren que el mercado de estas especies no será perjudicial para las poblaciones salvajes.

A shark fin warehouse in Singapore. The Chinese hunger for shark fin soup is draining the seas of sharks around Costa Rica and other Latin American countries. Photo by xmacex licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic licenseUn almacén de aletas de tiburón en Singapur. El hambre en China por la sopa de aletas de tiburón está vaciando los océanos de tiburones en Costa Rica y otros países latinoamericanos. Foto de xmacex licenciada bajo Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic license.

Los dos cargamentos costarricenses se llevaron a cabo antes de que cualquiera de estos estudios fueran ejecutados, lo que constituyó una violación de CITES de acuerdo a grupos conservacionistas. Es una ofensa especialmente grande si se considera que Costa Rica fue el país que lideró el esfuerzo para añadir a los tiburones martillo al Apéndice II. Las investigaciones sobre los cargamentos demostraron que los agentes de la aduana no estaban seguros de cuántas aletas habían sido exportadas debido a la falta de un sistema de seguimiento a fondo.

Las exportaciones generaron una serie de protestas en Costa Rica e incitaron a que American Airlines prohibiera el envío de aletas de tiburón en sus aviones. Desde entonces, el gobierno ha colocado una moratoria de un año sobre la exportación de productos de tiburón martillo, pero la controversia también atrajo atención al problema histórico en Juan Santamaría.

“No existe un sistema de monitoreo preciso que analice las aletas que están siendo compradas y la que están siendo exportadas”, dijo Maike Heidemeyer, biólogo con la organización marina de conservación Pretoma. “No hay manera de mostrar que las aletas que llegaron de forma legal al puerto son las mismas que están siendo transportadas por avión”.

En vez de marcar aletas específicas, las autoridades de pesca de Costa Rica simplemente las pesan para ver cuántas pueden ser exportadas por cada compañía. Ellos pesan las aletas legales en los puertos antes de que sean llevadas al almacenamiento congelado. En el almacenamiento, las aletas pierden el 70 por ciento de su peso original, así que las compañías reciben el permiso de exportar un 30 por ciento más del peso original que llegó al puerto. No se cuentan las aletas ni se registran las especies.

El sistema deja una brecha para que más aletas puedan ser procesadas por el vacío legal, y las ONG de conservación marina calculan que al menos algunas aletas de tiburones en peligro de extinción están saliendo en cada cargamento.

“Esto es importante, porque estamos hablando de poblaciones delicadas”, dijo Heidemeyer. “Al conservar tan sólo algunos de estos tiburones haríamos una gran diferencia”.

La falta de monitoreo no solamente afecta la exportación de tiburones. De acuerdo a Coghi, muy pocas de las exportaciones de especies salvajes que pasan por la aduana reciben una inspección física por parte de un experto. Siempre y cuando los documentos de exportación estén en buen estado, la aduana permitirá que pasen casi todos los cargamentos, aún cuando no existe manera de comprobar que lo que está siendo enviado es lo mismo que se describe en el permiso.

Animals from the Maciej Oskroba trafficking bust, courtesy of the Costa Rican Public Security Ministry
Animales de la incautación de Maciej Oskroba, cortesía del Ministerio de Seguridad Pública de Costa Rica.

De acuerdo a Coghi, este sistema se extiende hasta las especies vivas. Cualquier persona que quiera exportar un oso perezoso costarricense o una serpiente de forma legal, sólo necesita un documento del Ministerio del Ambiente que diga que el animal no fue capturado en su hábitat. No hay ninguna forma de comprobar si un animal en particular fue criado en cautiverio de manera legal, o si fue tomado ilegalmente de su hábitat.

“El gobierno no tiene el control para verificar esa clase de movimiento de animales”, dijo Janik. “¿Dónde está la evidencia de que nacieron aquí cuando no existe ningún monitoreo? Cualquiera se puede llevar a grandes mamíferos de Costa Rica. Todo lo que se necesita es un documento lleno de mentiras”.

El fracaso de Costa Rica en ofrecer suficientes salvaguardias para el tráfico de especies salvajes no es un problema que sólo afecta al país centroamericano. Las leyes en Brasil, Venezuela, EcuadorPerú y a lo largo del resto de América Latina están llenas de vacíos legales. El monitoreo y la aplicación de leyes son débiles, y cuando los traficantes son atrapados, rara vez reciben condenas. Mientras tanto, las selvas tropicales y los océanos se están vaciando de sus especies salvajes en una crisis que no recibe suficiente atención.

A white-nosed coati, popular with the exotic pet trade, one of which a trafficker attempted to smuggle through Costa Rica’s largest airport. Photo by Benjamin Keen licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license
 El coatí de nariz blanca es un animal popular dentro del mercado de mascotas exóticas, uno de los cuales fue traficado a través del aeropuerto más grande de Costa Rica. Foto de Benjamin Keen licenciada bajo Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.

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