- La extensión de áreas que antes fueron boscosas entre el 2010 y el 2014 fue mayor que el estado norteamericano de Rhode Island.
- Las leyes no establecen las diferencias entre plantaciones pequeñas, medianas, y grandes.
- Recientemente, se han dado cambios regulatorios que buscan controlar la reclasificación de áreas boscosas para la agricultura.
Puede que Perú esté jugando un rol más importante en las negociaciones sobre el cambio climático, especialmente cuando se trata de la conservación de sus bosques tropicales. Pero a pesar de esto, la deforestación ha estado creciendo en los últimos 15 años, especialmente en su región amazónica.
Gran parte de esa deforestación está asociada con la expansión del cultivo del café, cacao y aceite de palma africana, de acuerdo a datos del Ministerio del Ambiente.
“Desde el 2000, los cultivos agroindustriales se han convertido en la causa principal de la deforestación”, dice William Llactayo, un especialista en la Oficina de Planeamiento del Uso de Suelos del Ministerio del Ambiente.
Nuevos mapas satelitales que muestran los “puntos calientes” de la deforestación alreadedor de plantaciones a gran escala también revelan como aquellas operaciones incitan a la tala para la agricultura, ya sea contratando a agricultores o atrayendo a especuladores de tierras.
Las imágenes analizadas por la Asociación de la Conservación del Amazonas y su Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina muestran como la deforestación a pequeña escala ─supuestamente para la agricultura─ se expande más aún cuando está cerca a las plantaciones de palma de aceite africana.
La tala de árboles en los años 2013 y 2014 es visible alrededor de una plantación que pertenece al Grupo Romero cerca a la frontera entre las regiones de San Martín y Loreto, al centro norte del país. Algunas de las áreas parecen ser fincas pequeñas, pero otras son rectángulos que aparentan ser plantaciones a gran escala.
Las nuevas leyes no definen las diferencias entre las plantaciones pequeñas, medianas o a gran escala. Así lo explica Litz Tello Flores, una especialista legal en la Oficina de Planeamiento de Uso de Suelos en el Ministerio del Ambiente.
En Ucayali, las imágenes muestran varias zonas deforestadas entre 2013 y 2014 en dos plantaciones que le pertenecen al hombre de negocios checo, Dennis Melka. Ambas tienen un total de 9.000 hectáreas, de acuerdo a los datos de la Asociación de Conservación del Amazonas. Aunque las imágenes satelitales no muestran si las plantaciones se expandieron en 2014, sí revelan que hubo más tala alrededor de las plantaciones.
Iván Flores ha visto la deforestación con sus propios ojos.
Flores tenía un “certificado de posesión” de varios cientos de hectáreas de bosques en parte de lo que ahora es una gran extensión de palmas jóvenes que le pertenecen a Palmas de Pucallpa SAC, una de las compañías asociadas a Melka.
Las leyes peruanas no permiten la titularidad privada de bosques públicos, así que los dueños de terrenos no pueden obtener títulos formales. Flores y su familia tenían una casa sencilla a las orillas del Río Aguaytía, a un extremo del bosque donde el practicaba la caza y sembraba nuevos árboles para restaurar el bosque.
Sin embargo, la última vez que fue a renovar su certificado de posesión en la oficina de agricultura del gobierno regional de Ucayali, las autoridades rehusaron hacerlo. Ahora, el bosque y un área donde vivían sus vecinos está siendo dividido en parcelas de forma especulativa.
Flores y varios de sus vecinos se han unido con la comunidad indígena de Santa Clara de Uchunya, al otro lado del Río Aguaytía, en un último intento para salvar su bosque.
El 12 de enero la oficina regional de agricultura informó al presidente de Santa Clara de Uchunya, Joel Nunta, que había otorgado certificados de posesión a 17 personas en un área que la comunidad exigía como parte de su territorio ancestral.
Aquellos certificados podrían representar el primer paso hacia la creación de una propiedad privada. La falta de monitoreo o la corrupción podría permitir a dueños de terrenos o a los especuladores de tierras que talen parte del territorio y que sugieran que han estado cultivándolo para conseguir ser los titulares. Una vez que reciban el título, las tierras podrían ser utilizadas para el cultivo o podrían se vendidas a una plantación.
El conflicto entre Santa Clara de Uchunya y la plantación de palma de aceite africana refleja un drama que ha estado ocurriendo a lo largo de la Amazonía peruana.
Con títulos para sólo 200 hectáreas, la población de Santa Clara ya no cabe en su territorio y está demandando un terreno de bosque al otro lado del río donde los antepasados de los pueblos Shipibo y Cacataibo cazaban y pescaban, y donde algunos miembros de la comunidad actual tienen pequeñas fincas.
Nunta y otros líderes comunitarios dicen que el gobierno ha ignorado la deforestación causada por las plantaciones y pequeñas fincas a su alrededor, a pesar de que la petición oficial de Santa Clara hubiera llegado antes. Algunos grupos reclaman territorios ancestrales que ahora forman parte de áreas protegidas.
El pueblo Ese’eja al sureste de la región de Madre de Dios está pidiendo parte de la Reserva Nacional Tambopata, y la organización Kukama Kukamiria quiere recuperar parte de la Reserva Nacional Pacaya Samiria al noreste del departamento de Loreto.
Las organizaciones Wampis en el norte del país recientemente anunciaron que irían a establecer una nación Wampis, y las federaciones Awajún buscan hacer lo mismo.
Las organizaciones indígenas peruanas acusan al gobierno de arrastrar sus pies con los pedidos de títulos formales de tierras de más de 1.000 comunidades indígenas, de unas 20 millones de hectáreas de tierras.
La expansión de la palma africana, junto al café y el cacao, ha acelerado la deforestación especialmente en San Martín ─la región “verde” de Perú─ con la tasa de deforestación más alta del país. San Martín perdió un promedio de 24.300 hectáreas cada año entre el 2010 y el 2014, para un total de 97.200 hectáreas, de acuerdo a un reporte del Ministerio del Ambiente.
Luego de San Martín viene la región de Loreto al noreste del país, con 97.857 hectáreas deforestadas, y Ucayali, donde hay dos plantaciones grandes y varias pequeñas, así como ganaderías y plantaciones de coca, con 80.349 hectáreas deforestadas.
Huánuco, otro punto caliente de deforestación, quedó en cuarto lugar por deforestación acumulada entre el 2010 y el 2014, con 56.720 hectáreas.
En total, la extensión de áreas que antes fueron boscosas entre el 2010 y el 2014 fue mayor que el estado norteamericano de Rhode Island, de acuerdo a un reporte del Ministerio del Ambiente.
Muchos de los individuos que están talando los bosques de la Amazonía y buscando titulos para ellos son migrantes de otras partes del Perú. Ellos vienen especialmente del altiplano y de la costa, de acuerdo a Tello, la especialista legal.
“Van con la mentalidad de sacarle el mayor provecho posible”, lo que a menudo lleva a la especulación de tierras, dijo.
Recientemente, se han dado cambios regulatorios que buscan controlar la reclasificación de áreas boscosas para la agricultura, de acuerdo a Katherine Riquero, quien maneja la Oficina de Asuntos Ambientales y de Agricultura del Ministerio del Ambiente.
En el Perú, el uso de tierras depende de si el suelo está clasificado como apropiado para la agricultura o para el bosque. Hasta suelos con cobertura de bosques maduros podrían ser clasificados como apropiados para la agricultura, dependiendo de la química del suelo.
La decentralización del gobierno peruano de los últimos años ha dado más poder a los gobiernos regionales para que aprueben cambios en el uso de suelos y en la deforestación, pero la ley de bosques que fue aprobada en el 2013 le ofrece a la oficina de Riquero y al Servicio Nacional Forestal (SERFOR) un rol principal.
La oficina de Riquero ahora recibe peticiones para la clasificación de suelos aptos para la agricultura. Hasta los más pequeños terratenientes deben empezar dando ese paso, aunque Tello dice que a menudo empiezan talando bosques sin pedir permiso, tomando ventaja de la aplicación débil de las leyes en las áreas rurales.
De acuerdo a las reglas, cualquier persona que busque usar tierras no clasificadas para la agricultura debe analizar muestras de suelo y mandar los resultados a la oficina de Riquero, la cual decide si el uso primario de los suelos debe ser para los bosques o para la agricultura. El dueño del territorio también debe presentar un estudio de impactos ambientales para que sea evaluado por la oficina de Riquero, así como el Ministerio del Ambiente, la Autoridad Nacional de Aguas y el Servicio Nacional de Bosques. El Ministerio del Ambiente ahora puede dar un dictamen, lo que le permite bloquear peticiones para el cambio de uso de suelos.
Los cambios en procedimiento, en particular los dictamenes del Ministerio del Ambiente y el rol del nuevo Servicio Nacional de Bosques, fueron diseñados para reducir la deforestación causada por la agricultura, de acuerdo a Riquero.
Sin embargo, muchas personas siguen ignorando las reglas debido a una falta de monitoreo. El equipo de inspección de Riquero no puede mantenerse al día con su carga actual de trabajo.
Riquero y otros funcionarios de gobierno insisten que el aceite de palma africana debería limitarse a terrenos que ya hayan sido degradados ─como pastos abandonados o campos abiertos.
“La meta es que la agricultura se vuelva sostenible”, dijo.
Una posible solución, de acuerdo a Riquero, sería la de crear mapas de las clases de suelo en toda la Amazonía peruana para determinar dónde se debería permitir la agricultura. Ella calcula que un estudio de las 40 millones de hectáreas en la región tomaría seis meses de trabajo y costaría 40 millones de dólares.
Esta clase de mapa permitiría hacer un planeamiento a fondo y le daría a los gobiernos regionales una herramienta para organizar el uso de sus suelos, dijo Riquero.
Mientras tanto, Iván Flores y su familia siguen viendo como las sierras están destruyendo el bosque que buscaban proteger. No sólo han observado como varias personas se han ido apoderando de parte de su bosque, sino que alguien ha marcado los terrenos, como evidencia de que los quieren dividir y vender.
Los Flores aún esperan que les den su título de Santa Clara, antes de que desaparezca el bosque.