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“Los diálogos sobre el cambio climático en París terminaron con ovaciones, ahora empieza el trabajo real”, afirman los líderes religiosos

  • El Papa Francisco, con su encíclica del cambio climático, y los líderes islámicos, con su Declaración sobre el Cambio Climático, ayudaron a alentar a miles de millones de sus seguidores a preparar el terreno de un acuerdo climático satisfactorio en París.
  • Ahora, en todo el mundo, los líderes religiosos dicuten y debaten las mejores estrategias y tácticas para evitar un caos climático, adaptando el calentamiento global y protegiendo a los más pobres y vulnerables de la continua degradación medioambiental.
  • “Este es el momento que el espíritu intenta generar. Necesitamos estar ahí, en todos los rincones del mundo, transmitir el mensaje lo mejor que podamos. Creemos en él. ¡Creemos en él!”, Hermana Sheila Kinsey.
Statue at the entrance to Le Bourget Airport near Paris, honoring Charles Lindbergh, the first to solo the Atlantic, and Frenchmen Charles Nungesser and François Coli, who attempted the crossing two weeks earlier and disappeared without a trace. Each day during the Paris climate change conference, participants passed by the statue — a tribute to the Lindbergh Moment, which resonated with many COP21 attendees. Photo by abac077 on Flickr licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic license
La estatua a la entrada del aeropuerto Le Bourget cerca de París es en honor a Charles Lindbergh, el primero en cruzar solo el Atlántico y a los franceses Charles Nungesser y François Coli, que intentaron cruzarlo dos semanas antes y desaparecieron sin dejar rastro. Cada día durante la conferencia del cambio climático de París, los participantes pasaban cerca de la estatua, un homenaje al Momento Lindberg que hacía eco en muchos asistentes a la COP21. Fotografía de abac077 en Flickr autorizado bajo Licencia Genérica de Atribución-Compartir-Por-Igual 2.0 de Creative Commons

En mayo de 1967, un valiente piloto llamado Charles Lindberg daba vueltas con su frágil avión monoplano de un solo motor, esperando que decenas de miles de expectantes parisinos dejaran libre la pista de aterrizaje del campo Le Bourget. Cuando aterrizó, al completar su vuelo transatlántico, la multitud estalló de júbilo; fue un momento de unidad con un optimismo “se puede” que electrificó a gente alrededor del mundo.

Ochenta y ocho años más tarde, el 12 de diciembre de 2015, la historia se repite en Le Bourget. Delegados de 196 naciones, por primera vez en la historia, acordaron en la 21º Cumbre Climática de las Naciones Unidas reducir sus emisiones de carbono, deshabituarse de la economía mundial de los carburantes fósiles y dar a la raza humana un impulso de supervivencia a los crecientes peligros del calentamiento global de futuras décadas.

Más de 10 000 personas concurrieron al lugar de la cumbre y, de forma similar al aterrizaje de Lindbergh, se sintieron estupefactos con el resultado, entusiasmados, eufóricos. A pesar de las pesimistas previsiones, la historia se había escrito. El Acuerdo de Paris —aunque facultativo y todavía difuso en cómo se alcanzarán los objetivos y se implementarán — superó las expectativas de muchos.

Ese arrebato de optimismo también se transmitió entre los líderes religiosos presentes y de alrededor del mundo. Sentían que su momento había llegado. Mientras los participantes de la COP21 lo celebraban, me pasé por la sala de medios y paré a la primera persona que reconocí, Joe Ware, un portavoz de Ayuda Cristiana, un grupo religioso de Londres dedicado a la protección medioambiental. Le faltaba el aliento.

“Ocuparse de la creación es de lo que trata este acuerdo [de Paris],” exclamó Ware tras leer el documento de 31 páginas. “Ocuparse por la creación está en el centro de todas las religiones del mundo. Durante demasiado tiempo el movimiento había sido secuestrado por los ecologistas, los chicos buenos en realidad, pero tan solo ahuyentaron a la gente. La iglesia está ahora recuperándolo, incluso la Iglesia Católica, que se mueve a una velocidad glacial, pero ahora está al frente”, gracias al liderazgo medioambiental y de cambio climático del Papa Francisco.

Sister Sheila Kinsey who runs the Justice Peace & Integrity of Creation Committee in Rome: “People are saying this is the Catholic hour; the Christian hour… We can go to the moon, for goodness sake! Why can’t we deal with [climate change]? It’s a matter of setting our priorities, establishing our values.” Photo by Justin Catanoso
La hermana Sheila Kinsey que dirige el Comité de Justicia, Paz e Integridad de la Creación en Roma: “La gente dice que es la hora del catolicismo; la hora cristiana… Podemos ir a la luna, ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué no podemos gestionarlo [el cambio climático]? Es cuestión de fijar nuestras prioridades, establecer nuestros valores”. Fotografía de Justin Catanoso

Dos días más tarde, estuve en Roma, la sede de la Iglesia Católica. Tenía entrevistas acordadas para comprobar una premisa: ¿Dejarían a un lado 1,2 mil millones de católicos, junto con protestantes, judíos, musulmanes e hindúes, los temas que les dividen tales como el matrimonio homosexual o el aborto? ¿Se unirían en lugar de intentar llenar un vacío en el liderazgo medioambiental dejado por los políticos que han ignorado el deshielo y la subida del nivel del mar a un lado por dinero, poder y contaminación de carbono de las grandes empresas petroleras, de gas y carbón?

“La gente dice que es la hora católica; la hora cristiana”, me dijo la hermana Sheila Kinsey en su oficina en la Casa de los Hermanos Cristianos de Roma, donde dirige el Comité de Justicia, Paz e Integridad de la Creación.

“Estamos tratando temas que son cruciales para la naturaleza humana”, añadió. “Tiene que haber una forma de unirnos y hacerlo bien para proteger el medio ambiente y los derechos humanos. Podemos ir a la luna, ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué no podemos gestionar esto? Es cuestión de marcar nuestras prioridades, establecer nuestros valores”.

El factor Papa Francisco

El pasado mes de junio, el Papa Francisco ayudó a sentar las bases para el éxito en París cuando publicó su histórico y controvertido documento catequético Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común. En la encíclica de 180 páginas, la Iglesia Católica mostró su más reciente y visible postura sobre el medio ambiente, y fue una postura firme. La encíclica declara que es posible para la humanidad destruir vida en la tierra a través de la incesante extracción y la quema de combustibles fósiles, que la degradación del medio ambiente daña a los más pobres y vulnerables y que es el deber de cada ser humano el combatir esos demonios.

El Papa no estaba solo. En agosto, líderes islámicos de 20 países pidieron a 1,6 mil millones de musulmanes en el mundo que apoyaran un sólido acuerdo en París con su Declaración Islámica sobre el Cambio Climático Global que pide a los gobiernos nacionales: “redirigir sus preocupaciones por obtener beneficios del medioambiente sin ética para preservar y mejorar la condición de los pobres del mundo”.

Aunque ambas declaraciones son un referente, el Papa Francisco y los líderes islámicos llegan tarde a la gestión de la mesa basada en la fe. Los grupos base como los de Sheila Kinsey, Ayuda Cristiana y la ecuménica Fe Verde, entre otras muchas, llevan años presionando a las iglesias, sinagogas y mezquitas para que reduzcan su huella de carbono, desligándose de las inversiones en combustibles fósiles y enseñando a sus congregaciones a reducir el consumo. Incluso los fundamentalistas cristianos, conocidos históricamente por su rechazo al cambio climático, han visto como han aparecido de entre sus filas líderes ecologistas, incluyendo el reverendo Richard Cizik de la Asociación del Nuevo Evangelio y Jim Ball de la Red de Medio Ambiente Evangélica.

Ghana Cardinal Peter Turkson, the church’s guiding force behind the writing of Laudato Si, On Care for Our Common Home. Photo by Justin Catanoso
El Cardenal de Ghana Peter Turkson, la fuerza que guía a la iglesia tras el documento Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común. Fotografía de Justin Catanoso

Sin embargo, el Papa Francisco, dados su abrumador carisma y popularidad global, ha elevado drásticamente la visibilidad del movimiento religioso que espera tener un gran impacto en el cambio climático, la conservación de los bosques y la protección medioambiental y lo ha hecho con gran cuidado y una gestión inteligente —me explicó el Cardenal Peter Turkson en una entrevista en exclusiva para Mongabay en el Vaticano—.

Turkson es de una población minera de Ghana. Algunos en el Vaticano pensaron que él sucedería al Papa Benedicto XVI, y no Francisco, por la rápida expansión del catolicismo en África. En cambio, encabeza el Consejo Pontificio para Justicia y Paz, donde el Papa le puso durante 18 meses a cargo de la investigación y el borrador Laudato Si con la opinión de expertos de todo el mundo en infinidad de campos.

Sentado en su formal sala de conferencias a la entrada de su oficina, Turkson me sorprendió por su candidez.

“Cuando el Papa Francisco tomó el relevo, la iglesia tenía muchas heridas”, explicó. “La pedofilia [de sacerdotes] estaba en su momento más alto ¿verdad? Tantas acusaciones. Creó una comisión que lo gestionara. No es que las heridas se hayan curado, pero su propio sentido de liderazgo, sencillez, autenticidad y credibilidad han ayudado a empujar muchas de esta malas cosas a un segundo plano”.

Turkson no había terminado. De una forma solapada, reconoció lo que llevó al Papa Benedicto a una dimisión sin precedentes en 2013: “No es que Benedicto no hiciera nada, pero el estilo del liderazgo de Francisco es diferente. No abres The New York Times cada día y lees sobre pedofilia y todos esos escándalos. Es como si fueran cosas del pasado”.

Los escándalos todavía siguen existiendo, por supuesto, pero el punto de vista de Turkson es bueno. Francisco cree tan firmemente en los peligros del cambio climático y su impacto en los pobres del mundo, que ha colocado el mensaje de Laudato Si en primera línea, convirtiéndolo en máxima prioridad para que la gente de todas las religiones lo apoye.

Francisco ha hecho esto, dicen los observadores del Vaticano, porque cree firmemente que luchar contra el cambio climático es un imperativo moral y religioso. Con el valor añadido de que tomar esta postura sólida en el tema le permite crear nuevas alianzas con circunscriptores que habían sido escépticos de la iglesia durante mucho tiempo.

Esto le coloca directamente en el lado del ala de la justicia social de la iglesia, la cual no se preocupó mucho por las prioridades doctrinales del Papa Benedicto. Extraordinariamente, Francisco ha apostado su pontificado —dicen los observadores— en ser ecológico, cuidando del medio ambiente y los pobres.

“A esto se le llama el factor del Papa Francisco”, me dijo Turkson.

Rodrigo de Castro Amédée Péret, a Franciscan monk from Brazil: “We need to approach the document as defective and fragile… We must hold countries accountable. Human rights are at stake. And changing the habits of consumerism will be difficult.” Photo by Justin Catanoso
Rodrigo de Castro Amédée Péret, un monje franciscano de Brasil: “Necesitamos un acercamiento a un documento tan defectuoso y frágil… Debemos obligar a los países a que cumplan. Los derechos humanos están en juego y cambiar las costumbres del consumismo será difícil.” Fotografía de Justin Catanoso

El acuerdo de París sobre el clima: “Defectuoso y frágil”

El primer día hablé con la hermana Sheila en Roma, me invitó a una reunión del Grupo de Trabajo sobre la Integridad de la Creación. Trece monjes internacionales, monjas y otros líderes religiosos, sentados alrededor de una gran mesa compartieron sus impresiones desde París.

Rodrigo de Castro Amédée Péret, un monje franciscano de Brasil, advirtió que aunque los artículos de los medios del Acuerdo de París habían sido efusivos, especialmente con el primer compromiso que jamás se había hecho de reducir la deforestación “Necesitamos tomar este acuerdo como algo defectuoso y frágil”.

Existe el objetivo de evitar que las temperaturas suban otro medio grado Celsius hasta el 2100, pero no hay plan sobre cómo hacerlo, dice. El acuerdo completo es voluntario, sin un lenguaje vinculante o sanciones al fracaso de las naciones que no alcancen sus objetivos de reducción de carbono. Los fondos de ayuda a las naciones más vulnerables para adaptarse al aumento del nivel del mar, por ejemplo, son miles de millones demorados.

“Si tenemos la encíclica papal tras este documento, bien”, dice Péret, cuyo grupo monástico ha encontrado minería ilegal en naciones del Tercer Mundo. “Aun así, debemos permanecer alerta. Debemos pedírselo a los países. Los derechos humanos están en juego, y cambiar las costumbres del consumismo será difícil”.

“Demasiada gente adinerada todavía niega la realidad del cambio climático”, afirma la hermana Sheila.

Marcia Lee, que coordina actividades de protección medioambiental para la orden franciscana en Detroit, advierte: “Esto no es un tema político, pero vamos a tener una batalla realmente dura con nuestros gobiernos para que se haga algo”.

Otros de la mesa, de Indonesia, Filipinas, Ghana y Australia, fueron más optimistas.

“Hay gente pequeña preparada para escuchar y actuar”, dice la hermana Maamalifur Poreku, de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África. “Para que haya un cambio, necesitamos un enfoque de principio a fin. No pedir nunca una bolsa de plástico, por ejemplo. Esa es una acción que podemos llevar a cabo. Hacer que [otros] tomen conciencia de nuestra fe y acción. Si las bases están alerta, algo ocurrirá.”

Esta es la llama de la esperanza en la intersección de la fe y el medio ambiente. La hermana Sheila dice que la educación es la clave. Allá donde los líderes religiosos prediquen con vehemencia y establezcan ejemplos constantes, usando Laudato Si como su guía, las congregaciones se inspirarán y seguirán los pasos. Los acuerdos católicos, junto con guías de estudio detalladas, se están transmitiendo a lo largo de la jerarquía eclesiástica, desde obispos a nivel diocesano hasta sacerdotes de escuelas católicas y congregaciones a nivel local.

“Este es el momento que el espíritu intenta generar”, me dijo la hermana Sheila. “Necesitamos estar ahí, en todos los rincones del mundo, extender el mensaje lo mejor que podamos. Creemos en él. Creemos en él.”

Rev. Fletcher Harper an Episcopal priest and executive director of GreenFaith, Interfaith Partners for Action for the Earth: “Religious groups are going to start speaking out more about [climate change]. We need a commitment nationally to create millions of new [green] jobs. We need solar panels and wind turbines. We have to retrofit buildings… around the world. That’s how jobs are created. That’s how you lift the poor out of poverty. Photo by Justin Catanoso
El reverendo Fletcher Harper, sacerdote episcopal y director ejecutivo de FeVerde, Socios Interreligiosos para la Acción por la Tierra: “Los grupos religiosos van a empezar a pronunciarse más sobre esto [el cambio climático]. Necesitamos un compromiso a nivel nacional para crear millones de nuevos trabajos [verdes]. Necesitamos paneles solares y turbinas de viento. Tenemos que acondicionar edificios… alrededor del mundo. Así es como se crean trabajos. Así es como sacas al pobre de la pobreza. Fotografía de Justin Catanoso

“La gente necesita esperanza”

Alto y delgado, se le ve fácilmente entre la multitud, el reverendo Fletcher Harper es el director ejecutivo de FeVerde, Socios Interreligiosos para la Acción por la Tierra. Ha gestionado la influyente organización durante una docena de años y su sede está en Highland Park, Nueva Jersey.

Su jersey púrpura con alzacuellos llamó mi atención en la cumbre climática. Harper, sacerdote Episcopal, estaba muy solicitado, constantemente al teléfono. Sin embargo, justo antes de que fuera firmado el acuerdo climático en París, accedió a hablar en el centro de medios sobre el papel que su organización había desempeñado desde 1992 en la protección medioambiental religiosa.

“Durante los últimos 18 meses, hemos lanzado una campaña llamada Nuestras Voces diseñada para elevar las voces de los líderes religiosos en apoyo a un acuerdo sólido en París”, me dijo Harper. “Hacemos una serie de cosas como formación en liderazgo para líderes del clero y laicos”.

FeVerde reclama otros prácticos logros. Ha instalado un megavatio de proyectos solares en comunidades de Nueva Jersey. Aboga por vehículos públicos para contaminar menos. Ha demandado a una incineradora por violar la normativa de emisiones de aire y ha ganado 850 000 $ en la resolución del juicio.

Hablar con Harper durante unos minutos es obtener una idea del gran potencial de las comunidades religiosas a nivel global que el Papa Francisco concibe como una, desde la acción de las bases hasta los tejados de paneles solares o hasta los tribunales para cuidar por “nuestra casa común”.

Harper no es un idealista. Es pragmático. Conoce el carisma que transmite el Papa Francisco y que ayudará solo hasta cierto punto. Especialmente en América, donde los que niegan el cambio climático son todavía una legión, especialmente entre los cristianos conservadores.

“El mayor peligro de la encíclica, y el Papa es consciente de ello, es que no es suficiente”, me dice Harper. “Necesitas gente que lo lleve a cabo. Por eso tenemos ese compromiso tan grande por la formación del liderazgo”.

Ni siquiera la formación es suficiente , dice. Si queremos salvar al mundo del calentamiento global, todos tenemos que cambiar. Cada uno de nosotros. Tenemos que usar menos energía; tenemos que usar menos plástico; tenemos que elegir políticos que no politicen con la grave realidad científica; debemos cambiar la forma en que vivimos.

“Necesitamos una economía verde”, dice Harper. “Los grupos religiosos van a empezar a hablar más sobre esto. Necesitamos un compromiso nacional para crear millones de nuevos trabajos [verdes]. Necesitamos paneles solares y turbinas de viento. Tenemos que acondicionar edificios en todo el país y alrededor del mundo. Así es como se crean trabajos. Así es como sacas a los pobres de la pobreza”..

“Los relatos apocalípticos tienen que detenerse. La gente necesita esperanza. Martin Luther King Jr. no dijo, ‘Tengo una pesadilla’, dijo, ‘Tengo un sueño.’ Así es como movemos a la gente. Así es como cambiamos realmente.”.”

Justin Catanoso es director de periodismo en la Universidad Wake Forest y ha cubierto la COP21 de Paris para Mongabay. Sus artículos sobre el cambio climático están avalados por el Centro de Energía, Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Wake Forest, y Reportajes sobre Crisis del Centro Pulitzer en Washington, D.C.

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