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Cuantificar el comercio de peces de acuario para que sea más sustentable

  • Cada año se comercializan en el mundo entre 18 y 30 millones de peces de acuario, pero la escasez de información dificulta conocer el volumen real.
  • Mientras que algunos observadores argumentan que el comercio puede ser una fuerza para la conservación de los arrecifes y para el desarrollo socioeconómico, algunas de esas mismas voces advierten que —tal como se practica en la actualidad— puede ser perjudicial para los ecosistemas de arrecifes y para las comunidades de pescadores en algunos lugares.
  • Una pareja de investigadores ha desarrollado una tecnología nueva para cuantificar el comercio con la esperanza de colocarlo en el camino de la sustentabilidad. Después de haberla utilizado con éxito para analizar las importaciones de Estados Unidos, está intentando evaluar la fuente mundial más importante de peces de acuario: Filipinas.

Crisanto clasificó su pesca en un edificio húmedo y corriente, que zumbaba y bullía mientras las bombas movían el agua por cientos de tubos de acrílico, que contenían peces de arrecife de colores brillantes. Pescador de piel curtida, aparentemente de unos cuarenta años, contó que había recolectado peces de acuario durante casi toda su vida adulta.

Su pueblo, en la isla filipina de Cebú, es un lugar que los extranjeros conocen principalmente por sus playas bordeadas de palmeras. Mientras los turistas acuden a la isla en manada, los únicos isleños que la abandonan en manada para ir a otros destinos son los peces.

Crisanto se sorprendió al enterarse de que su país provee la mayoría de los peces de acuario de agua salada a los mercados mundiales y se conmocionó al oír lo que los aficionados a los acuarios pagan por los peces: en algunos casos, cien veces o más de lo que el pescador gana por cada uno. Lo que sí conoce es la pobreza que lo rodea: pilas de basura podrida en las calles y casillas improvisadas de zinc corrugado oxidado cubiertas por toldos sacudidos por las tormentas. Más del 66 % de las familias de la región son de bajos ingresos o pobres, según las estadísticas del Gobierno.

A town in Cebu, the Philippines. Photo by Junho Lee/Flickr.
Un pueblo en Cebú, Filipinas. Foto: Junho Lee/Flickr.

En este marco penoso, es difícil imaginar que los miniarrecifes se reproducen en las salas de estar de occidentales bien alimentados, que viven en lugares sin salida al mar. Sin embargo, es probable que ese sea el destino final del pez ángel de dos espinas (Centropyge bispinosa), una criatura de color azul tornasolado con un destello de naranja a los costados, que Crisanto trasladó de una pileta a una bolsa de plástico con agua para su envío. Después de un vuelo largo, el pez será vendido a un aficionado a los acuarios por hasta $40 (cerca del ingreso semanal de muchos filipinos).

Los investigadores que estudian el comercio para acuarios creen que cada año se comercializan en el mundo entre 18 y 30 millones de peces, pero la escasez de información dificulta conocer el volumen real. Mientras que algunos observadores argumentan que el comercio puede ser una fuerza para la conservación de los arrecifes y para el desarrollo socioeconómico de lugares como Filipinas, algunas de esas mismas voces advierten que —tal como se practica en la actualidad— puede ser perjudicial para los ecosistemas de arrecifes y para las comunidades de pescadores en algunos lugares.

La información es la clave para colocar al comercio en el camino de una mayor sustentabilidad, según los investigadores Michael Tlusty del New England Aquarium, en Boston y Andrew Rhyne del acuario y de la Universidad Roger Williams, en Bristol, Rhode Island. Ellos han desarrollado una manera nueva de recolectar e interpretar información sobre la diversidad y volumen de animales comercializados. Después de haberla utilizado con éxito para analizar las importaciones de Estados Unidos, están colaborando con el Gobierno filipino para evaluar el país que es la fuente mundial más importante de peces de acuario.

Una industria mundial polémica

El comercio para acuarios de agua salada surgió en la década de los treinta en Sri Lanka. Para los años setenta se había convertido en una industria mundial multimillonaria. El comercio llegó a su punto más alto en 2005 y luego decayó en parte debido a la recesión económica mundial. En la actualidad, sin embargo, las cifras parecen estar aumentando nuevamente, según Rhyne.

Su análisis de los datos de las importaciones en Estados Unidos del periodo 2008-2011 muestra que se comercian casi 2300 especies de peces provenientes de 45 países: la mayoría son de Filipinas (56 %) y lo sigue Indonesia (28 %). La mayoría del comercio mundial se lleva a Estados Unidos (hasta un 70 %) y a Europa. Los observadores sostienen que la tenencia de acuarios está en aumento a lo largo del Sudeste Asiático y especialmente en China, lo que podría cambiar perceptiblemente las estadísticas demográficas del comercio durante la próxima década.

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El mapa muestra el porcentaje de peces de acuario proveídos por varios países a Estados Unidos, según los datos de importación. Imagen cortesía de Andrew Rhyne.

El comercio para acuarios de agua salada sigue dependiendo firmemente de los peces silvestres. Menos de 15 % de las especies de peces marinos comercializadas han sido criadas y reproducidas con éxito en cautiverio, y solo alrededor del uno por ciento suele estar disponible como especímenes para acuicultura. Los corales de acuicultura, sin embargo, son mucho más comunes.

Algunos activistas y ONG que se oponen a los acuarios afirman que la extracción de peces de arrecifes para los acuarios es equivalente a un crimen contra la naturaleza. Con frecuencia, los opositores utilizan lenguaje connotativo como “violación” y “esclavizar” para describir cómo afecta el comercio a los arrecifes y a los peces, y sus argumentos tienden a ser más sobre el bienestar animal y la ética que sobre la sustentabilidad de la industria pesquera. Los activistas contra el comercio, como la Humane Society of the United States y la Sea Shepherd Conservation Society, quisieran que el comercio terminara por completo o que se restringiera a los animales criados en cautiverio. No obstante, con tan pocos peces de acuicultura disponibles, parece poco probable que la industria vaya en esa dirección. En consecuencia, los activistas confían cada vez más en la legislación, el pleito, y las peticiones por la Ley de Especies en Peligro de Extinción para intentar contener o eliminar el comercio.

Cuando se trata de la sustentabilidad de la industria pesquera del acuario, existen algunos ejemplos de sobrepesca localizada. Al menos en un caso —el de uno de los peces de acuario más populares, el cardenal de Banggai (Pterapogon kauderni)— la sobrepesca causó preocupación entre los científicos por la viabilidad de una especie entera. Apenas esta semana, el Servicio Nacional de Pesca Marina de los Estados Unidos (NMFS, por sus siglas en inglés) clasificó al cardenal de Banggai como “amenazado”, según la Ley de Especies en Peligro de Extinción.

A Banggai cardinalfish, recently listed as threatened under the Endangered Species Act, swims in its native range in the Banggai Islands of Sulawesi, Indonesia. Photo by Ret Talbot.
Un cardenal de Banggai, clasificado recientemente como “amenazado” según la Ley de Especies en Peligro de Extinción, nada en su zona de distribución nativa en el archipiélago Banggai de las islas Célebes, Indonesia. Foto: Ret Talbot.

En general, sin embargo, es poco probable que haya sobrepesca en las industrias pesqueras para acuarios dada la biología reproductiva de muchas de la especie más populares, según informa Rhyne a Mongabay: “Muchas especies se comercializan en cantidades tan pequeñas y son tan fecundas que pocas industrias pesqueras para acuarios podrían llegar a cosechar un cifra cercana a la producción máxima sustentable según la demanda actual”.

No obstante, él advierte que las especies comercializadas en grandes cantidades o aquellas cosechadas en zonas de distribución geográficamente restringidas deben ser supervisadas más de cerca. “El comercio tiene una cantidad limitada de ejemplos del manejo exitoso de especies de alta comercialización”, sostiene él.

Si bien treinta millones de peces capturados al año parece mucho —en especial si sumamos los factores adversos bien documentados de los arrecifes, tal como el blanqueo de coral y la acidificación del océano— es insignificante en comparación con las industrias alimenticias de la pesca, donde solo la pesca accesoria es mucho mayor que la captura entera de la industria pesquera para acuarios.

Sin embargo, incluso varios partidarios del comercio reconocen que existe una pesca ilegal, no denunciada y no regulada. Esto incluye el uso de cianuro para aturdir a los peces, a pesar de las campañas de relaciones públicas para terminar con esa práctica y de que hay leyes que la hacen ilegal en los dos países que constituyen las fuentes más grandes. Reconocen que la sobrepesca localizada ha forzado a los pescadores en algunas áreas a ir más lejos para encontrar especies de alto valor como el pez cirujano azul (Paracanthurus hepatus).

A captive blue tang. Photo by Nathan Rupert/Flickr.
Pez cirujano azul en cautiverio. Foto: Nathan Rupert/Flickr.

Por el lado de la importación, aquellos al tanto de los cargamentos de peces para acuarios sostienen que los animales identificados y declarados de manera incorrecta siguen siendo muy comunes y, en algunos casos, representan un esfuerzo claro por subvertir regulaciones y restricciones. Muchos observadores convienen que los esfuerzos por reformar el comercio han fallado en gran parte debido a la falta de transparencia y al hecho de que los países fuente más importantes tienen pocos registros cuando se trata de tráfico ilegal de vida silvestre.

Tlusty y Rhyne comparten algunas de estas preocupaciones. Los científicos creen que cerrar las industrias pesqueras para acuarios podría tener consecuencias serias para pescadores como Crisanto, así como también para los arrecifes. Sostienen que una industria pesquera de alto valor y baja biomasa como la industria pesquera para acuarios puede motivar a las personas para cosechar de manera sustentable y para conservar los arrecifes de coral.

“Si se cierra esta industria pesquera, ¿qué oportunidades quedarían? —comentó Tlusty en una entrevista con Mongabay—. Estos son pescadores y, si no pueden recolectar peces para el comercio para acuarios, pescarán las mismas especies para alimento”.

Una necesidad de datos

Durante más de una década, los investigadores han debatido sobre la falta de suficientes datos respecto del comercio para acuarios: ¿cuántos peces? ¿Cuáles especies? ¿Dónde se cosechan? ¿Adónde se envían? Si bien existen varias bases de datos sobre comercio, ninguna fue diseñada para supervisar el comercio de forma exhaustiva ni para proporcionar la clase de datos sobre especies específicas que se necesitan para apoyar decisiones sobre sustentabilidad. Sin embargo, Rhyne y Tlusty sostienen que, sin estos datos, el aumento de la sustentabilidad del comercio es casi imposible porque es difícil saber qué efecto tiene el comercio en la situación ambiental y socioeconómica en países fuente y, por lo tanto, cómo se deben manejar las industrias pesqueras y el comercio.

“Cuando ni siquiera se sabe cuántos animales se están exportando de un país dado, ¿cómo se puede determinar si ese número es sustentable o no?”, pregunta Rhyne.

Las herramientas que Rhyne y Tlusty han desarrollado tienen sus orígenes con un ecologista de arrecifes de coral llamado Andrew Bruckner. A principios de los 2000, Bruckner trabajaba en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) para mejorar las acciones de conservación, manejo y restauración de los arrecifes de coral. En 2004 comenzó a recoger datos sobre importación del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (NMFS, por sus siglas en inglés) en un esfuerzo por entender mejor el volumen y la diversidad reales del comercio marino para acuarios. El organismo es responsable de examinar las importaciones de vida silvestre, y los inspectores de vida silvestre registran los datos sobre importación en una base de datos llamada Sistema de Gestión de Información de Orden Público (LEMIS, por sus siglas en inglés). Desafortunadamente para Bruckner, la mayoría de las especies de peces para acuarios de agua salada está agrupada en LEMIS bajo un solo código genérico: MATF, por Marine Tropical Fish (Peces Tropicales Marinos). Sin embargo, Bruckner se dio cuenta de que las facturas comerciales que acompañan las importaciones identificaban la mayoría de los peces hasta el tipo de especie, y de que el organismo las archivaba en papel. El desafío entonces fue pasar los datos de las facturas, que a menudo eran de mala calidad, a una base de datos para su análisis.

En 2008 Bruckner pasó este reto a Rhyne en forma de doce cajas de facturas en papel que había recibido del organismo. La necesidad de digitalizarlos se hizo cada vez más evidente a medida que el proyecto crecía y el número de facturas sobrepasaba las 20 000, algunas de hasta 20 páginas. Errores, carencia de estandarización y la poca legibilidad hicieron que la entrada de datos de forma manual fuera poco realista, incluso con un equipo de estudiantes.

Para superar este desafío, Rhyne modificó un software de reconocimiento óptico de caracteres para interpretar cargamentos de vida silvestre. El software podía verificar nombres de especies e identificar posibles errores en facturas escaneadas, y aumentó el flujo de trabajo del equipo de manera drástica. Por ejemplo, podía identificar un nombre científico inválido, o señalar y corregir un sinónimo. Podía identificar el tipo de datos contenido en una columna —tal como nombre científico, cantidad o precio— y lo colocaba en el lugar correcto en la base de datos que Rhyne, Tlusty y dos colegas estaban elaborando. El resultado final fue Marine Aquarium Biodiversity and Trade Flow database, publicado este verano.

Incluso antes de que la base de datos fuera publicada, probó su utilidad en varios casos importantes. Por ejemplo, en 2012 el Centro de Diversidad Biológica, una ONG de Arizona, intentó que clasificaran al pez payaso (Amphiprion percula) según la Ley de Especies en Peligro de Extinción, expresando su preocupación porque el comercio para acuarios estaba cosechando en los arrecifes casi medio millón de estos peces por año. Rhyne utilizó un prototipo del sistema que estaba elaborando para examinar los datos y compartió los resultados con el NMFS para informar su revisión del caso. El organismo determinó que el número de peces payaso en estado salvaje que se comercializa en el mundo era alrededor de entre 70 000 y 100 000, lo que representa menos del 0,0076 % de la población silvestre. Citando a Rhyne, a Tlusty y a sus colegas, el NMFS rechazó la petición.

Andrew Rhyne of Roger Williams University and the New England Aquarium inspects a clownfish at the facility of one of the largest exporters of saltwater aquarium fishes in the Philippines. Photo by Ret Talbot.
Andrew Rhyne de la Universidad Roger Williams y del New England Aquarium examina un pez payaso en las instalaciones de uno de los exportadores más grandes de peces para acuarios de agua salada en Filipinas. Foto: Ret Talbot.

Además de ofrecer datos inestimables y previamente inasequibles sobre el comercio para acuarios, aquellos encargados de supervisar otros aspectos del comercio de vida silvestre también ven la utilidad del sistema de Rhyne y de Tlusty. Una versión para tablets, en tiempo real, de esta tecnología podría aumentar la eficacia de los inspectores de vida silvestre en los puertos de entrada y ayudar a identificar el comercio ilegal, por ejemplo. El trabajo reciente le valió al New England Aquarium un lugar finalista en el programa “Wildlife Crime Tech Challenge” (Desafío tecnológico para combatir delitos contra la vida silvestre) de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), una competencia que premia las innovaciones de la ciencia y de la tecnología para combatir el tráfico de vida silvestre.

“Esta base de datos es el punto de partida para aumentar la sustentabilidad del comercio —afirmó Rhyne—. Una vez que conozcamos el volumen y la diversidad del comercio, podremos abordar otros asuntos relevantes que conduzcan a ventajas ambientales y económicas”.

Aplicar el sistema en los arrecifes

El pasado marzo el subsecretario filipino para las industrias pesqueras, Asís Pérez, firmó un memorándum de entendimiento con el New England Aquarium. El memorándum permite que Rhyne y sus colegas asistan a la Oficina de Pesca y Recursos Acuáticos de Filipinas (BFAR, por sus siglas en inglés) en la recolección de datos de exportación y en su posterior análisis con el nuevo sistema. En octubre Rhyne viajó a las Filipinas para reunirse con el personal de la BFAR e instaló el hardware y el software necesarios que les permite escanear con facilidad facturas y otros documentos de exportación para enviarlos a la Universidad Roger Williams. Allí el equipo traslada los documentos escaneados a la base de datos usando el software de reconocimiento óptico de caracteres.

Philippine Bureau of Fisheries and Aquatic Resources export paperwork stored in paper form in Manila. Photo by Ret Talbot.
Documentación sobre exportación de la Oficina de Pesca y Recursos Acuáticos de Filipinas almacenada en formato papel en Manila. Foto: Ret Talbot.

El proyecto se financia con un subsidio de alrededor de 50 000 dólares estadounidenses de la NOAA y proporcionará por lo menos un año de datos de exportación de las Filipinas.

La buena voluntad del gobierno filipino de colaborar con Rhyne y sus colegas es un posible punto de inflexión para el comercio marino para acuarios tan asediado. Si el país fuente más grande puede realizar una reforma de su base de datos, como implementar la administración de industrias pesqueras basada en datos y regular con mayor eficacia las exportaciones, el comercio podría demostrar que está en camino a una mayor sustentabilidad que puede beneficiar a los pescadores, a las comunidades de pescadores, y a los arrecifes.

Pérez es la fuerza impulsora detrás de la participación del país. Antes de su nombramiento como subsecretario, era un abogado en materia ambiental que creía que el comercio para acuarios en las Filipinas debía ser cerrado. A pesar de los numerosos esfuerzos a lo largo de los años por parte de algunas ONG y de otros de reformar las industrias pesqueras del acuario del país, cuando Pérez asumió en su cargo en 2011, el uso de cianuro y otras actividades destructivas e ilegales seguían siendo comunes.

En sus primeros meses en el puesto, Pérez observó más de cerca la industria pesquera del acuario, y lo que aprendió fue similar a lo que Rhyne y Tlusty creían: una industria pesquera del acuario sustentable puede ser una fuerza para sacar a la gente costera de la pobreza y conservar los arrecifes.

Después de haber firmado el memorándum de entendimiento, Pérez recordó en una entrevista cómo se había reunido con exportadores de peces para acuarios en Manila a principios de su trabajo como subsecretario: “Les dije que la orden de nuestro presidente era muy, muy clara: eliminar todas las prácticas que no fueran sustentables porque crearían pobreza a largo plazo”.

Su mensaje hacia el comercio para acuarios era igualmente claro: funcionaría de manera sustentable o lo cerraría totalmente. Si bien otorgar licencias a pescadores, registrar barcos, hacer cumplir las leyes y crear leyes nuevas son temas centrales para un futuro sustentable de las industrias pesqueras de las Filipinas, Pérez sostiene que nada de eso se puede lograr sin datos ni transparencia.

Citas

Rhyne, A.L., Tlusty, M.F., Szczebak, J., Holmberg, R.J. (2015). When one code = 2,300 species: Expanding our understanding of the trade in aquatic marine wildlife. PeerJ PrePrints 3:e1447.

 

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