- Los conservacionistas están de acuerdo en que mantener los bosques en pie es necesario para cualquier solución al carbono, pero encontrar un equilibrio entre eso y el aumento en la demandada de madera en el mundo ha causado una fisura filosófica.
- El bando partidario de la «deforestación neta cero» dice que se pueden permitir cantidades limitadas de tala industrial en los bosques primarios si se siguen buenas prácticas.
- Los partidarios de la «deforestación cero» mantienen que la tala industrial presenta un riesgo inaceptable para los bosques y debe ser prohibida.
Con tantos titulares que ponen el grito en el cielo por el cambio climático y el colapso ecológico es fácil olvidar cuánta naturaleza queda. Todavía hay dos anillos paralelos del llamado «bosque primario» —áreas que no han sufrido la intervención humana— que rodean los trópicos y el Ártico. Un estudio de 2015 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) descubrió que existen 7,8 millones de quilómetros cuadrados de bosque primario, un área más grande que Canadá, o el equivalente al 8,5 de la superficie terrestre del planeta. Estos territorios aún albergan la mayor parte de la biodiversidad de la Tierra y retienen gran parte del carbono del planeta.
La mayoría de estos bosques —entre tres cuartas partes y el 95 por ciento— están fuera de áreas protegidas oficialmente como parques nacionales. Durante dos décadas, los activistas forestales han luchado por conseguir un acuerdo internacional vinculante que proteja estas tierras. A principios de los 90, las Naciones Unidas y el Banco Mundial dejaron de hablar de soluciones que ofrecieran protección específica para los bosques primarios, pero con las conversaciones sobre el clima el pasado otoño en París la presión para que se cree un tratado ha resurgido. Cualquier acuerdo tendría que tener en cuenta un dilema fundamental: los bosques mundiales, tanto los intactos como los degradados, se encuentran atrapados entre las necesidades de un planeta en proceso de calentamiento y la necesidad de combustibles, fibra, comida y materiales de construcción que tienen los humanos.
Por una parte, los círculos conservacionistas están en general de acuerdo en que mantener los árboles en pie es necesario para cualquier solución al carbono. Por otra parte, existe un aumento mundial en la demanda de madera —uno de los materiales de construcción con menos huella de carbono— para bienes de lujo y materiales de la vida cotidiana.
No es fácil que los mismos árboles puedan servir para ambos objetivos y a pesar de la expansión de plantaciones de árboles en las últimas décadas, gran parte de la madera del mundo aún proviene de bosques naturales —es decir que no se han cultivado de forma artificial—, entre ellos bosques primarios.
La comunidad internacional de la conservación está dividida en dos bandos filosóficos en torno al asunto de la tala de bosques primarios. Los grupos se conocen por dos nombres tan parecidos que crean confusión: «deforestación neta cero» y «deforestación cero». Ambas partes están de acuerdo en lo fundamental: la importancia de salvar los bosques primarios para frenar la extinción masiva y el cambio climático y la necesidad de encontrar el equilibrio entre eso y la urgente necesidad de madera que tiene la humanidad. Sin embargo, no concuerdan en el modo de conseguir estos objetivos. Una parte dice que se puede permitir una cantidad de tala industrial en los bosques primarios si se siguen buenas prácticas. La otra dice que la tala industrial presenta un riesgo inaceptable para los bosques y debe prohibirse.
¿Qué es un bosque?
Un problema grave en el debate es que no hay una definición universal de lo que es un «bosque», mucho menos de qué es un bosque primario. Según una definición aceptada por la FAO, un bosque se define por la cubierta arbórea: «tierra que se extiende más de 0,5 hectáreas con árboles de más de 5 metros y una cubierta vegetal de más del 10 por ciento». Según la otra de las definiciones principales (que también reconoce la FAO), la designación se basa en el uso de la tierra: los bosques se caracterizan porque en ellos no se desarrollan actividades agrícolas.
Una plantación de pinos o de palma aceitera podría cumplir con la primera definición de la cubierta arbórea. Del mismo modo, algunas franjas de lo que parece jungla primigenia en lugares como Brasil e Indonesia llevan miles de años siendo cultivadas. De ahí que proliferen los términos para describir eso que llamamos «bosque primario», «bosque antiguo», «bosque virgen» o «bosque intacto». Cada uno destaca una característica ligeramente diferente y tiene un matiz político ligeramente (o drásticamente) diferente.
Este artículo aplica la definición de la FAO que describe un bosque primario como «un bosque de una especie autóctona regenerado de forma natural en el que no hay indicaciones visibles de actividad humana y los procesos ecológicos no han sido perturbados de forma significativa». Son bosques que nunca han sido talados de forma industrial («bosque virgen») o que se talaron hace tanto tiempo que las copas de los árboles han tenido tiempo de regenerarse y madurar. Aunque los bosques primarios pueden dar sustento a poblaciones de cazadores o recolectores, las fuerzas dominantes en el paisaje son naturales y no humanas.
El término «deforestación» se refiere al desmonte de los bosques. A menudo precede a la palabra «conversión», cuando un bosque primario pasa a tener otros usos como el de pequeña granja, finca ganadera o plantación de árboles.
El punto de este debate en el que en principio todo el mundo está de acuerdo es que los bosques primarios tienen un papel importante en la regulación del ciclo de carbono de la Tierra. Alrededor de la mitad del peso de un árbol es carbono. Cuando se quema, ya sea en un incendio o en las entrañas de los microbios que lo disuelven en el suelo del bosque, el carbono se une al oxígeno de la atmósfera y se convierte en dióxido de carbono, el gas que produce el cambio climático. La situación también se produce a la inversa: los árboles que crecen absorben carbono del aire.
«Hablamos mucho sobre el papel que tienen las emisiones de la industria en el cambio climático, y sí es un gran factor», dijo a Mongabay Bronson Griscom, que encabeza la unidad de Ciencia del Carbono de los Bosques en the Nature Conservancy. «Sin embargo, el 96 por ciento del flujo de carbono en la atmósfera proviene de los organismos vivos. La única tecnología barata que hemos encontrado hasta ahora para capturar carbono son las plantas».
Los bosques, especialmente los que se queman para la agricultura, liberan alrededor del diez por ciento de las emisiones mundiales de carbono. Según Griscom, los bosques también absorben cerca de la mitad de las emisiones de carbono causadas por los humanos. Eso significa que si no fuera por los bosques, el problema del clima sería el doble de grave de lo que es. Una cantidad desproporcionada de ese carbono, acumulado durante cientos de años, está actualmente secuestrado en los cuerpos de los árboles antiguos en los bosques primarios. Esos bosques pueden albergar hasta un 70 % más de carbono que los que han sido talados.
Deforestación neta cero: la tala responsable puede ayudar a proteger los bosques
Una postura —la que mantiene ONG mundiales como WWF y the Nature Conservancy— es la de que talar parte de la madera en los bosques primarios es aceptable siempre y cuando se haga según las buenas prácticas y se compense con la plantación o regeneración de bosques en otros lugares.
Según Griscom, de The Nature Conservancy, el argumento para permitir la tala en los bosques primarios empieza con ser consciente de que los días de la tala rasa para conseguir madera están en el pasado, al menos en los trópicos. Griscom ha pasado su carrera trabajado en las fronteras boscosas de países como Brasil e Indonesia, y ha investigado el modo el que los bosques pueden utilizarse para solucionar el cambio climático. Es una voz respetada en el campo de la ciencia del carbono y el secuestro de carbono.
Griscom dijo que la mayoría de bosques tropicales tienen relativamente pocos árboles valiosos por hectárea —especies grandes y de gran valor como el palisandro y la caoba—. Así que en lugar de arrasar el bosque, los leñadores buscan los árboles grandes y dejan el resto. En muchos de estos bosques, según dijo, quedan pocas marcas de la tala.
En referencia al tiempo que ha pasado en los bosques, Griscom dijo: «Quizás he estado una o dos veces en un bosque fuera de una zona oficialmente protegida que no hubiera sido talado. Hace cien, cincuenta, diez años, alguien fue y se llevó la caoba y ahora ni hay indicadores de que estuvieran allí. Hay monos en los árboles y todo eso».
Para que quede claro, ni Griscom ni the Nature Conservancy ni WWF apoyan la tala de los bosques vírgenes, los árboles antiguos que nunca han sido talados. «Esas líneas no deberían cruzarse», dijo Grimson.
Tampoco apoya la conversión de los bosques primarios, aunque estén degradados, en plantaciones de árboles, prefiere que sean los antiguos pastos para el ganado los que den nacimiento a plantaciones de palma y pino.
Grimson se enfrenta a un problema fundamental. Con el aumento de la población mundial y la demanda de madera «no está claro cuánto bosque podemos salvar» poniéndolo en parques, dijo. «La cuestión más difícil es dónde es mejor situar esas zonas protegidas, ¿dónde las apoyarán las poblaciones? Los extractores de madera no se van a ir solo porque queramos».
El problema, según lo ve él, no está tanto en hacer las leyes que protejan la tierra sino en la cuestión real de hacer que la gente las cumpla. El Programa Ambiental de la Interpol y la ONU calcula que hasta un 90 por ciento de las exportaciones de madera de algunos de los países tropicales más importantes son ilegales, lo cual plantea serias dudas sobre el valor de las restricciones oficiales.
Grimson reconoce que, a menudo, la madera se ha «extraído como el carbón» con un coste ecológico elevado por parte de empresas con poca relación con la tierra que talan. En México y Guatemala, las operaciones comerciales de silvicultura comunitaria han tenido el mismo éxito que las zonas protegidas al evitar que se conviertan los bosques, dijo. En estados con políticas débiles, sostiene, las operaciones forestales responsables pueden ser como «las bacterias buenas en los intestinos, que mantienen alejadas a las malas. Los extractores de madera pueden causar el problema pero también pueden ser los protectores».
Grimson mantiene que en lugar de combatir a los leñadores hay que contratarlos. La madera es «la única materia prima mundial que encaja con los objetivos de la conservación », dijo. Si el objetivo es evitar que los bosques se conviertan en terrenos agrícolas, ayudaría que los gobiernos y municipios con menos dinero vieran un beneficio en los bosques que contrarrestara al que obtienen arrasándolos y plantado palma de aceite.
Griscom apoya la expansión de las zonas protegidas. «La cuestión más dura que hay que afrontar es si la sociedad las aceptará. Donde no sea factible, deberíamos aceptar la idea de bosques para la explotación y dejarles trabajar lo mejor que puedan», dijo.
Con ese objetivo, Griscom, de parte del bando de la deforestación neta cero, querría ver que se incentiva y se fomenta una tala responsable en algunos bosques primarios, especialmente con pagos a gobiernos nacionales o provinciales bajo un sistema como el de REDD+. «Nos gustaría que Indonesia fuera al sector forestal y dijera: “Eh, nos van a dar dinero si reducimos las emisiones y os vamos a pagar por ayudar”», dijo.
Deforestación cero: la tala de bosques primarios lleva inexorablemente a su destrucción
La postura opuesta, defendida por una coalición de grupos llamada Acción Internacional para los Bosques Primarios (IntAct) y un grupo de científicos especializados en el sector forestal y la conservación, sostiene que permitir cualquier tipo de tala en un bosque primario marca el inicio del camino hacia su destrucción. IntAct, con grupos como Sierra Club, Global Witness y Greenpeace, afirma que todas las actividades industriales, incluida la tala, deben mantenerse fuera de los bosques primarios por completo.
El problema, según Cyril Kormos, Vicepresidente de Políticas de Wild Foundation, uno de los firmantes de IntAct, es que la tala plantea un riesgo inaceptable para los bosques primarios.
«Quizás lo más importante sea que, una vez se tala, el bosque que queda está en un riesgo terrible porque hay carreteras y la madera valiosa ya no está. Eso significa que convertir el bosque en terrenos agrícolas industriales se convierte en la opción económica más atractiva», dijo.
Tomemos la idea de la tala selectiva, uno de los principios de las buenas prácticas de la industria en el sector forestal tropical. Kormos enfatizó que es incuestionablemente mejor que la tala convencional, en la que a los extractores no les importan los daños colaterales, y mucho mejor que la tala rasa que convierte los bosques en plantaciones o pastos. Aun así, sostiene que también conlleva un coste elevado.
Cortar los árboles grandes y lucrativos puede causar daños colaterales significativos a los árboles que los rodean, no importa el cuidado que tengan los leñadores. La tala sigue teniendo como resultado restos secos en el suelo del bosque, lo cual lo hace más propenso a sufrir incendios. Cerca de la mitad de un árbol normal acaba como basura en el aserradero y el suelo del bosque, y su carbono se vaporiza poco a poco hasta ser un gas de efecto invernadero.
Kormos sostiene que aunque puede haber muchos niveles hipotéticos en los que la tala es sostenible en los bosques primarios, es una cuestión discutible. Las operaciones comerciales no pueden obtener mucho dinero en esos niveles, y el resultado es que o las leyes forestales permiten la extracción hasta cifras insostenibles o las operaciones de tala simplemente se las saltarán.
Para que la tala en los bosques tropicales sea verdaderamente sostenible, la intensidad tiene que ser muy baja (menos de cinco árboles por hectárea) y las rotaciones de la tala tienen que ser muy bajas (de 60 años o más), como resume un artículo en Bioscience escrito por Kormos con Barbara Zimmerman, ecóloga forestal de la ONG International Conservation Fund de Canadá. Eso son más décadas de las que se exige en las leyes que conciernen a la tala.
Además, las empresas de tala tienen que llevar a cabo prácticas forestales caras y que requieren mucho tiempo, como colocar plantones y cuidarlos hasta que alcanzan el tamaño adecuado. Si estos requisitos no se cumplen, las especies de madera dura que se talan no se regeneran. «Por eso la caoba se extinguido de forma comercial en una parte tan amplia de su zona de alcance», dijo Kormos.
Los bosques son sistemas amplios y complejos, que se mantienen juntos a través de densas redes de relaciones entre los polinizadores y las plantas, los dispersores de semillas y las plantas, los depredadores y sus presas. Si se empieza a hacer agujeros en esa red —como los extractores hacen cuando arrancan todos los grandes árboles de caoba— se perturba el equilibrio. Por ejemplo, se podría cambiar la forma en que se regenera el bosque, cambiar la composición de las especies o hacer que el bosque fuera más seco y vulnerable a los incendios.
«Con las actividades industriales en los bosques primarios, se pasa rápidamente el umbral que marca de qué se pueden recuperar los bosques y mantener todos sus valores de bosque primario», dijo Kormos.
Kormos enfatizó que si lo único que pasara fuera una tala a secas, no sería tan grave, pero los extractores construyen carreteras y una vez están ahí es muy difícil controlar su uso y mantener el área conservada. Una segunda tala podría extraer especies de menos valor. La gente utiliza las carreras forestales para la minería y la agricultura a pequeña escala, y los cazadores entran para tener acceso a los animales.
Al final, cuando se ha sacado del bosque todo lo que tiene algún valor, dijo, «la única cosa de valor es la propia tierra». El bosque que sobrevive se suele cortar y convertir en plantaciones industriales o pastos.
El resultado, según un artículo en Biological Conservation que examina la producción de madera en seis países, es un fuerte aumento de la producción seguido de una caída drástica —el mismo patrón de auge y caída que se da con muchos recursos no renovables. «A menos que cambie algo fundamental», apuntan los investigadores en el artículo, «creemos que los bosques tropicales serán explotados y desmontados rápidamente».
IntAct intenta cambiar algo fundamental con una postura firme: ningún tipo de actividad industrial en los bosques primarios en absoluto. «La postura que hemos adoptado es muy simple porque el historial hasta ahora ha sido muy negativo», dijo Kormos. «No vamos a quedarnos en 1,5 o 2 grados Celsius a menos que los países tropicales dejen de deforestar y no hemos visto que haya mucha capacidad para gestionar la actividad industrial en los bosques tropicales, por eso decimos que hay que mantenerla fuera».
«La ley es un circuito entre la imaginación y el mundo material», escribe el profesor de derecho ambiental Jedediah Purdy de la Universidad de Duke. Las visiones de la naturaleza se convierten en leyes y esas leyes se transforman en el comportamiento de la gente que cambian los paisajes a su paso. Las dos visiones de la deforestación neta cero y la deforestación cero representan formas diferentes de imaginar el papel de los bosques primarios en el mundo: como un territorio productivo o como naturaleza protegida.
Aunque el debate es más que nada académico en estos momentos, si los activistas forestales logran sus objetivos, el próximo acuerdo internacional incluirá disposiciones sobre cuál es la mejor forma de que los países tropicales protejan sus bosques, pero ¿qué tipo de disposiciones? El futuro de los bosques intactos desde Indonesia hasta el Congo dependerá del resultado.
Citas
- (2015). Global Forests Resource Assessment 2015. Food and Agriculture Organization of the United Nations: Rome, Italy.
- Nellemann, C., INTERPOL Environmental Crime Programme (eds) (2012). Green Carbon, Black Trade: Illegal Logging, Tax Fraud and Laundering in the Worlds Tropical Forests. A Rapid Response Assessment. United Nations Environment Programme, GRID-Arendal.
- Blackman, A. (2015). Strict versus mixed-use protected areas: Guatemala’s Maya Biosphere Reserve. Ecological Economics 112:14–24.
- Zimmerman, B.L. and Kormos, C.F. (2012). Prospects for Sustainable Logging in Tropical Forests. Bioscience. Bioscience 62(5): 479-487.
- Shearman, P., Bryan, J., Laurance, W.F. (2012). Are We Approaching Peak Timber in the Tropics? Biological Conservation 151(1):17-21.
- Purdy, J. (2015). After Nature: A Politics for the Anthropocene. Harvard University Press.