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Cómo trazan los grandes donantes y empresas los objetivos de la conservación

  • En la segunda parte de Conservación Dividida, el veterano reportero de Mongabay, Jeremy Hance, explora cómo los principales donantes de fundaciones, gobiernos y empresas presionan a los grupos conservacionistas para que adopten un enfoque centrado en los humanos conocido como “nueva conservación”, que, según algunos, críticos deja a la vida y la tierra silvestres en el olvido.
  • Mientras tanto, las relaciones amistosas con empresas que destruyen el medioambiente han propiciado discusiones extensas sobre el hecho de que los grandes grupos de conservación hayan perdido de vista sus misiones ambientales. Aun así, la gran conservación y las empresas están más cerca que nunca.
  • Conservación Dividida es una serie exhaustiva de cuatro partes que investiga cómo ha cambiado el ámbito de la conservación en los últimos 30 años y los desafíos a los que se enfrenta en un futuro incierto. Hance completó la serie en un periodo de ocho meses. Las historias originales en inglés se publicaron entre el 26 de abril y el 17 de mayo.
Primer artículo de Conservación Dividida:
Parte 1: ¿Ha perdido su camino la gran conservación?

Cuando tenía once años empecé a donar mi paga a grandes organizaciones de la vida silvestre como el Fondo Mundial por la Vida Silvestre (WWF). Mi padre, que creció en una granja lechera que apenas se mantenía tras la muerte de su padre a causa de un tumor cerebral, pensaba que estaba loco por enviar mi dinero para salvar la vida silvestre de algún país lejano, pero yo era testarudo y me aterrorizaba el destino de las selvas y la vida silvestre del mundo. Así que un mes tras otro, lo desafiaba y metía mi dinero en un sobre para enviarlo. De niño, dar dinero a los grupos conservacionistas me hacía sentir que era parte de algo más grande que yo, y que estaba ayudando, aunque fuera un poco, a proteger las especies que llenaban mi mundo de maravillas.

Así es como muchas organizaciones de la vida silvestre solían recaudar gran parte de su dinero, pero eso ha cambiado mucho, para bien o para mal.

Peces gordos

En 2010, la Fundación Bill y Melinda Gates concedió una subvención de 10 millones de dólares a Conservación Internacional (CI), uno de los grupos de conservación más grandes del mundo. La subvención es una muestra del enorme cambio de la conservación en los últimos treinta años aproximadamente. La Fundación Gates es la fundación más rica del mundo con un capital de 40 mil millones de dólares, pero apoya casi exclusivamente esfuerzos humanitarios. Aun así, aquí estaba dando un buen pedazo de su dinero a un grupo ecologista que empezó con una misión dedicada tan solo a conservar la biodiversidad.

“Dedicamos un tiempo a pensar: ¿cuáles son las organizaciones con las que tenemos que colaborar?”, dijo Peter Seligmann, director ejecutivo de CI al New York Times en 2012. “Una de ellas era la Fundación Gates. La fundación más grande del mundo, completamente dedicada al bienestar de las personas y reacia a involucrarse en asuntos relacionados con el medioambiente”.

La subvención fue concedida para desarrollar un sistema llamado Signos Vitales para hacer un seguimiento de datos ambientales y sociales en cuatro países africanos para mejorar la producción agrícola —algo que no está directamente relacionado con la vida silvestre, sino de forma indirecta. Para ganarse a la Fundación Gates, CI realizó un proyecto de prueba en el que mostraba cómo la agricultura a pequeña escala en Tanzania dependía de recursos naturales lejanos, como agua de las montañas boscosas y los polinizadores.

Tarangire, Tanzania. Photo by Rhett A. Butler
Tarangire, Tanzania. Foto de Rhett A. Butler

Algunos conservacionistas fuera de CI, sin embargo, defienden que no es que la Fundación Gates cambiara su forma de ver el mundo, viendo de repente la protección ambiental como un método subyacente para el bienestar humano. En lugar de eso, dicen que CI —y otras grandes ONG ecologistas— han cambiado su misión y su forma de trabajar, al menos en parte, para pescar peces muy, muy gordos como la Fundación Gates.

Los cambios de filosofía en los grupos de conservación también han impulsado esta transición de un enfoque centrado en la vida silvestre a uno centrado en los humanos, incluyendo el énfasis en programas como los sistemas de certificación para productos más respetuosos con el medioambiente, y lo que llaman proyectos de “pagos por servicios del ecosistema”, que pretenden influir al mercado para que pague por preservar los procesos naturales como el secuestro de carbono y la filtración de agua.

Se ha llamado a este cambio en la conservación —y en su forma de pensar— “nueva conservación”. Por supuesto, como tantas otras ideas “nuevas”, no es exactamente nueva. Los ecologistas han luchado por hacer del mundo un lugar más saludable para las personas con protecciones ambientales. Sin embargo, en los últimos treinta años aproximadamente, con la influencia del crecimiento del capitalismo neoliberal en los 80, ha habido una campaña novedosa y agresiva para descubrir cuánto vale la naturaleza para los humanos en términos económicos.

Lo que quizás sea más importante es que la nueva conservación no ha aparecido solo en ONG ecologistas generales o programas gubernamentales, sino que se ha convertido cada vez más en el centro de atención de los principales grupos del mundo, que se solían centrar simplemente en la conservación de la vida silvestre, como CI, the Nature Conservancy (TNC) y WWF. Aunque estos grupos siguen empleando imágenes de animales carismáticos y bonitos para ganarse el apoyo de la sociedad, su trabajo está en realidad cada vez menos centrado directamente en las especies en peligro de extinción y la biodiversidad, según fuentes entrevistadas para esta serie, entre ellas antiguos empleados y conservacionistas externos.

No es solo cuestión de filosofía, sino también de dinero. Muchos conservacionistas con experiencia insisten en que esos cambios están considerablemente influenciados por el deseo de atraer más donantes corporativos y grandes fundaciones.

“Veo que eso es, definitivamente, lo que está produciendo algunos de los cambios”, dijo Paul Salaman, jefe de Rainforest Trust, una pequeña ONG con sede en Virginia dedicada a la conservación tradicional que aparta zonas protegidas donde viven las especies amenazadas. “Por desgracia, el interés y el apoyo de fundaciones como esas no ha llegado de una forma importante ni significativa para la conservación de la biodiversidad”, me dijo.

CI, que empezó con un grupo de ecologistas rebeldes que se marcharon de TNC en 1987, solía centrarse completamente en la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, hoy en día la organización es casi irreconocible de la que era en sus orígenes pequeños, científicos y centrados en la biodiversidad. Para empezar, CI tuvo unos ingresos anuales de 164 millones de dólares en 2014, casi la mitad proveniente de fundaciones, poco que ver con los comienzos de la banda de científicos variopintos. Además, ahora el grupo no se centra en la biodiversidad en sí, sino en cómo esta sirve a los humanos.

“No somos una organización ambiental normal y corriente. Somos más bien una organización humana”, declara el grupo en su página web. Incluso han escrito algo llamado “Humanifiesto”.

Salaman añadió que aunque es “genial” que fundaciones humanitarias, como la de Bill y Melinda Gates, empiecen a ver los beneficios del trabajo ambiental, eso ha representado que los grupos conservacionistas cada vez se centren menos en salvar la vida silvestre o proteger espacios naturales. En lugar de eso, persiguen proyectos que, según Salaman y otras fuentes, ayudan solo de forma indirecta a las especies en peligro y los espacios naturales amenazados, si es que los ayudan en algo. Esos proyectos incluyen programas antipobreza, desarrollo sostenible, o programas de pagos por los servicios de los ecosistemas.

Las grandes fundaciones “quieren ver que nos inclinamos más hacia acciones humanitarias”, dijo Salaman.

Los grupos conservacionistas —grandes y pequeños— no pueden sobrevivir sin dinero, ya sea con una subvención de una fundación amable, con financiación de un gobierno o con dinero de alguna de las principales empresas del mundo —o con dinero en un sobre de un seguidor como yo hace años. ¿Hasta dónde deberían llegar para conseguir donaciones? ¿Cuándo deberían ceder? ¿Cuánta influencia compran esas donaciones, especialmente las grandes?

Bosque, océano y agricultura en la costa del Pacífico de Costa rica. Foto de Rhett A. Butler.

El juego de los donantes

Con un capital de más de 6 mil millones de dólares, la Fundación Betty y Gordon Moore es conocida por su defensa de la conservación de la biodiversidad. En 2001, otorgó a CI una subvención de diez años por valor de 261 millones de dólares para identificar y proteger los principales focos de biodiversidad del mundo. Esta es una de las subvenciones más importantes que ha recibido el grupo en su historia —la fundación acabó dándoles un total de 395 millones de dólares—. La subvención tenía la misión clara de “transformar la conservación de la biodiversidad, de incitar a una revolución y liderar un salto cualitativo en la conservación”.

Quince años después, la Fundación Moore sigue dedicando mucho dinero a la conservación tradicional, pero también ha entrado en la nueva conservación de forma importante. Por ejemplo, en marzo, el grupo anunció que gastaría 100 millones de dólares en cinco años para establecer nuevas zonas protegidas y gestionar las que ya existen en las regiones del Amazonas y los Andes en Suramérica. Al mismo tiempo, anunció $90 millones de dólares para mejorar la sostenibilidad de la producción alimentaria, un programa que claramente entra en la categoría de nueva conservación.

Guillermo Castilleja, Oficial Jefe del Programa de Conservación Ambiental de la Fundación Moore, me dijo que la fundación cree en alentar “muchos enfoques diferentes en la conservación, trabajar juntos”, incluyendo “biodiversidad y ecosistemas críticos” además de “las comunidades que dependen de ellos”.

Este intento de financiar ambas partes ha dejado a algunos conservacionistas frustrados. En 2014, Salaman, jefe de Rainforest Trust, visitó la Fundación Moore para ver si podían trabajar juntos, ya que tenían áreas de coincidencia en América Latina.

“[Moore] dijo que: ‘bueno, si participáis para hacer que la ganadería sea más eficiente’, considerarían fundarnos, pero les dije claramente: ‘bueno, no hay ninguna posibilidad de eso’”, me explicó Salaman.

Añadió: “Me parece absurdo pensar que se puede reducir la presión de las selvas tropicales haciendo que la ganadería sea más lucrativa y eficiente. O sea, si yo estuviera en esa posición y ganara más dinero, como ganadero estaría talando más terrenos para poner más ganado”.

Ganado pastando en una llanura deforestada en Brasil. Foto de Rhett A. Butler.

Recaudar fondos para el medioambiente siempre ha sido una batalla cuesta arriba en el sector no lucrativo. Entre las organizaciones sin ánimo de lucro de los Estados Unidos monitoreadas por Charity Navigator, los grupos dedicados al medioambiente o los animales (incluyendo la conservación de la vida silvestre, grupos por los derechos de los animales y zoos y acuarios de un tamaño considerable) consiguieron 10,5 mil millones de dórales en 2014 entre todas las fuentes de financiación: fundaciones, subvenciones del gobierno, corporaciones y donaciones públicas. Esto representa tan solo el tres por ciento del total de las ONG de ese año y la categoría más pequeña entre las importantes. Por ejemplo, las instituciones religiosas consiguieron más de diez veces más: 114 mil millones.

Cabe destacar que la subcategoría más grande en la base de datos de Charity Navigator en la categoría de medioambiente y animales fue la de derechos de los animales, con 298 organizaciones. Solo 84 organizaciones se dedican estrictamente a la vida silvestre. Eso significa que el dinero que va de los Estados Unidos —entre los principales donantes del mundo— a la vida silvestre en todas las partes del mundo podría representar una porción bastante pequeña de un pastel que ya es pequeño de por sí.

“La base de donantes para un programa conservacionista puramente moral no es adecuada para solucionar los problemas a los que nos enfrentamos, muchos de ellos, como el cambio climático, tienen un alcance enorme”, me dijo Byron Swift, presidente de Nature and Culture International, grupo que trabaja en América Central y del Sur para proteger lugares amenazados. Nature and Culture International, como Rainforest Trust, tiene un peso medio en los círculos conservacionistas; en 2013 consiguió 4,5 millones de dólares.

“Tendremos que acceder a nuevas fuentes de donación, especialmente gobiernos, para abordar estos problemas”, dijo Swift.

Los grupos de conservación solían funcionar con pequeñas donaciones individuales —como las mías— a las que se llamaba cuota de miembro. Aunque muchos grupos aún dependen de este modelo, los más grandes han reducido su uso o incluso lo han abandonado por completo. Por ejemplo, el 45 % de los ingresos de CI de 2014 provenían de fundaciones y un 25 % de gobiernos y otras ONG. Solo el 6 por ciento llegó de donaciones individuales. CI fue uno de los que crearon este nuevo modelo de financiación para los grupos conservacionistas, pero algunos observadores afirman que pagan el precio del aumento de la influencia de los grandes donantes, gobiernos e incluso empresas más grandes.

Sin embargo, es una carretera de dos direcciones. No solo las fundaciones mueven a las ONG, las ONG también convencen de forma activa a muchas fundaciones de que la nueva conservación es la mejor forma de avanzar.

Will Turner, vicepresidente sénior y científico jefe de CI, dijo que la transición realmente es que ambas partes se unan. Me dijo que esto es en parte producto de que los donantes busquen maneras de conseguir el máximo de las subvenciones que otorgan.

“Las fundaciones y otros donantes suelen ser inteligentes e intentan maximizar lo que consiguen con su inversión en la conservación, como harían con cualquier tipo de negocio”, dijo. En otras palabras, ¿por qué centrarse exclusivamente en las especies y lugares amenazados cuando podrías combinar eso con ayudar a la gente a través de la reducción de la pobreza o programas de desarrollo sostenible?

Castilleja de la Fundación Moore apuntó que centrarse en la conservación tradicional “sería arriesgarse a hacer poca cosa, demasiado lentamente, así que apoyamos ambos enfoques”.

No obstante, Andrew Terry, jefe de programas de conservación en el Durrell Wildlife Conservation Trust, radicado en la Isla de Jersey, dijo que estos cambios han significado que grupos como el suyo, que se centran estrictamente en salvar especies en peligro de extinción, reciban cada vez menos. En el caso de Durrel, esta tarea incluye a muchas especies que son casi desconocidas públicamente y que serían abandonadas de no ser por su trabajo.

“Sigue siendo un desafío mantener esa misión y enfoque claros, cuando sabes que tu base de donantes está cambiando”, dijo Terry. “Eso ha hecho que muchas organizaciones cambien su enfoque por completo, lo cual ha conllevado cambios perjudiciales para sus empleados”.

Esta transición no sucede solo en las fundaciones privadas, sino también en los gobiernos. Como las fundaciones, los gobiernos de todo el mundo quieren obtener más de los grupos de conservación, incluso si la experiencia de los grupos tiene poco o nada que ver con la mejora de las vidas de los habitantes rurales pobres o la educación de los niños. En parte, la nueva conservación fue una respuesta a las quejas de los países del tercer mundo que decían que a los conservacionistas no les importaban las personas, solo los animales.

Hoy en día, las subvenciones de países ricos —en su mayoría poco dinero— aún tienen un papel importante en la financiación de actividades para muchos grupos de conservación.

Como ejemplo, Terry apuntó a la Darwin Initiative, una fuente de subvenciones para la biodiversidad el gobierno del Reino Unido. Esta iniciativa empezó en 1992 en la Cumbre de Río, Terry dice que ha sido “una de las iniciativas de financiación para la conservación de las especies con más éxito del mundo”. En sus 24 años, el programa de subvenciones ha gastado unos 170 millones de dólares (algo más de 7 millones al año) en casi mil proyectos.

“Han sido colaboradores increíbles de la conservación en todo el mundo y han mostrado cómo una financiación relativamente modesta puede aplicarse de forma extensa y efectiva”, dijo Terry.

Desde 2011, el gobierno del Reino Unido dijo que ese fondo viraría, al menos en parte, de las especies amenazadas a “servicios del ecosistema y mitigación de la pobreza”, dijo Terry. La financiación para Darwin se trasladó en parte al Departamento de Desarrollo Internacional de Reino Unido, “el cual requiere que los proyectos demuestren explícitamente sus beneficios a las comunidades locales y a la biodiversidad”, según Issy Antenen, portavoz de Darwin.

Ese movimiento diluye potencialmente la atención en la conservación y podría dejar a muchas especies —las que viven lejos de lugares habitados por humanos, por ejemplo— abandonadas. ¿Cómo se trabaja un componente que beneficie a los humanos si se conservan los pingüinos que viven en la Antártida, o los peces de aguas profundas amenazados por el dragado, o un anfibio que solo viva en un lugar diezmado por la enfermedad en una selva remota?

Ciertamente, mitigar la pobreza en algunas partes del mundo puede beneficiar a la biodiversidad en gran medida, por ejemplo si reduce la deforestación porque hay menos gente que corte árboles para conseguir leña, o si provoca que se cacen y se capturen menos animales. Aun así, algunos conservacionistas dicen que ese enfoque ha ido demasiado lejos y es demasiado amplio para ayudar a la mayoría de especies —y que, de todos modos, a los grupos humanitarios se les da mejor ayudar a las personas—.

De hecho, las principales causas de la destrucción ambiental en la actualidad no son los campesinos sin tierra, sino las grandes empresas e industrias que buscan productos como aceite de palma, madera, soja, carne de ternera y combustibles fósiles.

Operaciones mineras en la mina de oro del río Huaypetue en Perú en 2005. Foto de Rhett A. Butler.

Deon Nel, Director de Conservación Global de WWF-Internacional, defiende que la nueva conservación es importante precisamente porque se centre en esos factores que causan la destrucción ambiental, incluyendo la industria y el mundo financiero que la apoya. Me dijo que los donantes simplemente están pasando por un “proceso de evolución” como los grupos de conservación, en el que se dan cuenta de que la conservación tradicional no era capaz de contener la extinción masiva, y mucho menos de solucionar los problemas ambientales cada vez más acuciantes.

“Sabes, parece que avanzas porque has dictado otra zona protegida… porque has protegido otro humedal, pero en realidad, la marea se aleja contigo”, dijo. “Los donantes, tienen que venir con nosotros, creo, a este viaje de comprensión, [donde] trabajamos en estos profundos asuntos sistémicos”.

Los nuevos conservacionistas dicen que están haciendo algo esencial que los conservacionistas tradicionales nunca hicieron: se enfrentan de cara a las causas de la deforestación.

Por su parte, los tradicionalistas defienden que aún tienen que ver pruebas de que ese modelo funcione, incluso décadas después en caso de programas como el Consejo de Administración Forestal, que certifica los productos de madera sostenible. Dicen que el gran giro hacia la nueva conservación ha reducido el apoyo a la vida silvestre y los ecosistemas, haciendo que los proyectos que quieren abarcar demasiado fracasen o sean casi imposibles de medir en materia de repercusión.

No es solo la transición hacia la nueva conservación lo que tiene a los conservacionistas más tradicionales preocupados. Terry dijo que le preocupa que los donantes se estén centrando demasiado en innovaciones llamativas en lugar de métodos no tan atractivos sobre el terreno, que quizás no sean tan emocionantes, pero son necesarios para detener el declive de la vida silvestre.

“Es importante reconocer que gran parte del trabajo de conservación requiere la aplicación constante y a largo plazo de enfoques establecidos para tener éxito (algo no demasiado atractivo desde el punto de vista de los donantes)”, me dijo por correo electrónico. “Mientras los donantes mundiales se apresuran para solucionar la crisis de la caza furtiva con drones, bases de datos y vigilancia de alta tecnología, los guardas que arriesgan su vida cada día necesitan sueldos, botas y comida”.

Los grupos de conservación siempre lo han tenido difícil para garantizar fondos a largo plazo para guardabosques en el terreno u otros asuntos de gestión, como formar a oficiales para asegurar el cumplimiento de las normas, eliminar miles de trampas de los bosques o estudiar una especie amenazada de la que nadie ha oído hablar. Los gobiernos rara vez dedican suficiente dinero para gestionar adecuadamente sus propias zonas protegidas o especies en peligro. De hecho, la falta de financiación adecuada durante décadas en zonas protegidas y el cumplimiento de la ley son una de las principales razones de la corriente de comercio ilegal de vida silvestre fuera de control en todo el mundo, que está diezmando no solo a los animales favoritos, como elefantes, rinocerontes y grandes felinos, sino también a animales menos conocidos como pangolines, tortugas, tiburones y miles de otras especies que apenas reciben financiación.

Elefantes de Sumatra en el Parque Nacional Bukit Barisan Selatan de Sumatra, Indonesia. Foto de Rhett A. Butler.

Joe Waltson, vicepresidente de Programas de Conservación de Campo en la Sociedad por la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), avisó a las ONG de que no se obsesionaran demasiado con lo que los donantes quieren hoy en día. WCS, según la mayoría de opiniones, es el único gigante mundial de la conservación que sigue siendo tradicional en sus objetivos y métodos.

“Creo que es muy fácil preocuparse demasiado por las tendencias actuales de los donantes, y para aquellos de nosotros que llevamos el suficiente tiempo en esto, de que son modas”, me dijo. “Van y vienen… Los mejores grupos de conservación son los que se mantienen fieles a sus valores mientras reconocen los factores de cambio y se adaptan a ellos”.

Añadió que cree que los asuntos ambientales se están volviendo “más generales” especialmente a causa del cambio climático.

“Ya no se puede hablar sobre la economía mundial sin pensar en el medioambiente”, dijo.

Quizás pensando en eso, el gasto en el medioambiente y los animales en los Estados Unidos vio un aumento de un 7 por ciento entre 2013 y 2014, según el análisis de Charity Navigator a los grupos que monitorea. Fue el mayor aumento en todas las categorías sin ánimo de lucro, excepto en el caso de grupos que trabajan en el arte, la cultura o las humanidades, que en 2014 consiguieron un 60 por ciento más de ingresos que las organizaciones ambientales y animalistas juntas.

Los grupos ecologistas —incluso los más grandes— siguen siendo más pequeños y menos fundados que otros tipos de organizaciones no lucrativas. En los EE.UU. el único grupo ecologista que entró en el top 50 de la lista Forbes de principales organizaciones en 2015 fue TNC. WWF ni siquiera se acerca a los primeros 50.

Walston dijo que es importante que los grupos conservacionistas, tanto grandes como pequeños, recuerden que los donantes también están “bajo una presión extraordinaria” por conseguir “resultados simplistas y grandes” especialmente en una era de cambio climático.

“Tenemos que poder ayudar a los donantes a establecer… expectativas razonables, mientras que aceptamos sus desafíos para poder, de nuevo, pensar en cómo generar mayores impactos”, dijo.

También hay otra cara del despertar de la nueva conservación, según Salaman de Rainforest Trust. Para los donantes que todavía quieren apoyar la vida silvestre directamente, los grupos de conservación tradicional están “tomando una parte de los cabos sueltos” que se han dejado atrás la misión y los cambios operativos de otros grupos. Salaman apuntó a la Fundación de la familia Andrew Sabin, que dijo “se apartó de CI porque dejaron a las especies algo abandonadas, y por eso se acercan a grupos más pequeños como Rainforest Trust”.

Aun así, dijo Salaman: “Estamos hablando de minucias, ¿verdad?”

Minucias, sí. Rainforest Trust ingresó 4,6 millones de dólares en 2014, menos del uno por ciento de los beneficios anuales de TNC ese año. Los grandes grupos de la vida silvestres ven, probablemente de forma acertada, que se dedican muchos más fondos al enfoque de la nueva conservación. Hasta que eso cambie, los productos de nueva conservación seguramente serán los dominantes.

Dinero de las empresas, influencia de las empresas

Incluso con el debate de los conservacionistas sobre el papel, indiscutiblemente, más importante de los donantes y los gobiernos en la conservación, el asunto no es, ni de cerca, tan polémico como la forma en que los grupos se asocian con las empresas mundiales —y aceptan dinero de algunos de los peores agresores del medioambiente—.

WWF ha colaborado con Coca-Cola, Domtar (una importante compañía de papel) y el megabanco HSBC. WCS se ha asociado con Chevron, ExxonMobil, Goldman Sachs y Total. CI ha trabajado con BHP Billiton (la principal empresa minera del mundo), Chevron, ExxonMobil, Monsanto, Nestle, Shell, United Airlines y Wal-Mart. TNC ha colaborado con BP, Cargill, Delta Air Lines, Dow Chemical, General Mills, Goldman Sachs, Newmont Mining, PepsiCo, Rio Tinto (una gran empesa minera), Shell y Target. Las cuatro ONG tienen tratos con el Banco de América, que históricamente es uno de los principales financiadores de proyectos de carbón.

BHP Billiton’s Mount Whaleback iron ore mine in Western Australia. Photo by Graeme Churchard / Wikimedia Commons.
Mina de residuos de hierro de BHP Billiton en Mount Whaleback, Australia occidental. Foto de Graeme Churchard/Wikimedia Commons.

“Si no cambiamos el comportamiento de las empresas… que causan los efectos más importantes sobre la naturaleza, fracasaremos”, dijo Turner, de CI. “Si observas el gasto global en conservación, es de decenas de miles de millones. La economía mundial es más de un millón de veces esa cantidad. Si intentamos salvar el planeta con menos de una milésima parte de la economía global, estamos predestinados al fracaso”.

Esas asociaciones son muy diferentes entre ellas. A veces simplemente la ONG acepta un donativo de la empresa. Otras veces, la ONG trabaja con la empresa para que reduzca sus efectos en el medioambiente a cambio de donativos o tasas de consultoría. Sin embargo, cada vez más, los grupos conservacionistas trabajan con empresas, o industrias al completo, para aprobar sistemas de certificación de productos o compromisos de deforestación cero que no tienen porque involucrar dinero.

Según la ley de los Estados Unidos, las fundaciones privadas, entre ellas también las corporativas, deben hacer públicas las subvenciones que conceden. Sin embargo, las donaciones de las empresas pueden permanecer ocultas. A veces, los tratos se hacen públicos si el grupo de conservación o la empresa consideran que puede ser útil, pero normalmente no es así. Eso significa que los grupos de conservación pueden aceptar dinero de las compañías sin tan siquiera revelar la colaboración, y mucho menos la cantidad de dinero recibida.

Ante las críticas, las grandes ONG defienden que trabajar de cerca con grandes contaminadores y destructores ambientales es la clave para conseguir un cambio realmente transformativo. Nel de WWF dijo que su organización ve al sector privado como un socio y “no como una fuente de financiación”.

“Nos centramos más en empresas que tengan influencia que en otras que únicamente nos fueran a dar dinero para proyectos”, apuntó.

Como parte de este avance hacia la nueva conservación, WWF también ve al sector privado —se podría decir que más que a los gobiernos— como la pieza clave para garantizar mejores protecciones para la naturaleza.

Leo Bottrill, antiguo empleado de WWF que ahora dirige Moabi, una plataforma de geolocalización para monitorear la deforestación en la República Democrática del Congo, dijo que este cambio en el mundo de la conservación está ligado a un cambio ideológico global a finales del siglo XX hacia la economía neoliberal y la desregularización, que básicamente dieron más poder a las empresas en detrimento del gobierno y el sector privado.

“El gobierno se veía como un enemigo y el sector privado como la forma de avanzar”, dijo Bottrill de los 80 y los 90, cuando las ONG empezaron a tomar este giro orientado al mercado.

WWF y otros grandes grupos se han centrado en defender ante las empresas que las protecciones ambientales y la conservación pueden resultar en mayores beneficios a largo plazo y reducir los riesgos financieros. Esos argumentos han ayudado a convencer a las grandes empresas, desde Coca-cola a Domtar, de que cambien sus operaciones, según Suzanne Apple, vicepresidenta sénior de Participación con el Sector Privado en WWF-US. “La escasez de recursos naturales es un riesgo grave en aumento en las cadenas de suministro mundiales, y, en definitiva, en la rentabilidad”, me dijo Apple.

Para las empresas, la idea de trabajar con WWF es extremadamente atractiva, según Bottrill. “Obviamente, creo que asociarse con WWF en particular es muy atractivo para las empresas… creo que hay un interés en estar asociado con la marca de WWF, además de los conocimientos de la organización… y su experiencia en muchos de los países en los que trabajan estas empresas”, dijo.

Japanese macaques (Macaca fuscata) grooming, Arashiyama Monkey Park, Kyoto, Japan. Photo by Noneotuho/Wikimedia Commons.
Macacos japoneses (Macaca fuscata) aseándose, Arashiyama Monkey Park, Kyoto, Japón. Foto de Noneotuho/Wikimedia Commons.

WWF y otros grupos también utilizan esas colaboraciones en una estrategia quid pro quo llamada “marketing de causas”. Esto significa que las ONG se llevan un porcentaje de las ventas de ciertos productos a menudo relacionados con una causa específica. Apple llamó al marketing de causas una herramienta “para aumentar la voz y el alcance de algunas de las mayores marcas del mundo” para la conservación.

Por ejemplo, tanto WWF como TNC se asociaron con Avon para plantar bosques en Brasil e Indonesia con los ingresos de la venta de productos como botellas de agua, pulseras y camisetas. Avon también ha donado millones a ambas organizaciones. Las grandes ONG consiguen beneficios mientras que las grandes empresas, como Avon, parecen buenos ciudadanos mundiales. Sin embargo, los críticos defienden que el marketing de causas envía un mensaje equivocado que glorifica el consumismo y el materialismo en un momento en el que la mayoría de pensadores ecologistas creen que la sociedad global necesita un nuevo credo.

A pesar de la naturaleza fluida de estas relaciones, Apple dijo que trabajar con empresas no debería verse como un cheque en blanco. “Trabajamos con empresas para conseguir nuestra misión en la conservación. Estas colaboraciones no implican que validemos una compañía o sus productos, y estamos orgullosos de mantener nuestra voz independiente”, dijo.

También puntualizó que WWF realiza una investigación exhaustiva antes de decidir asociarse con una empresa. “Siempre nos preguntamos una cosa: ¿cómo nos va a ayudar a mover la aguja de la conservación?”, dijo. En efecto, parece que WWF se asocia con menos parias ambientales que grupos como TNC, CI y WCS, que parecen tener pocos reparos en trabajar con gigantes de la minería, la banca y los combustibles fósiles con algunos de los peores historiales de la industria.

Una de las razones por las que la gran conservación ha trabajado con entusiasmo de forma tan cercana con las corporaciones podrían ser los cambios en las esferas más altas. Hoy en día, los directores ejecutivos de, al menos, TNC y WWF-US no son biólogos, ecologistas ni científicos, sino líderes en economía y negocios. Los consejos de estas dos organizaciones también tienen cada vez más miembros del sector privado.

Por ejemplo, más de la mitad del consejo de WWF-US tiene formación en negocios, entre ellos el presidente del consejo, Neville Isdell, antiguo director ejecutivo de Coca-Cola (uno de los principales socios de WWF). Por su parte, en el consejo de 26 personas de TNC, los científicos y conservacionistas profesionales se ven superados en número por directores ejecutivos, abogados corporativos y otra gente de negocios en una proporción de casi tres a uno.

La balanza en el consejo de CI también se inclina hacia la gente de negocios, entre ellos el antiguo presidente de Wal-Mart —uno de los socios del grupo— y representantes importantes de Gap, JP Morgan Chase, Mars y Starbucks, entre otros.

Esto ha llevado a los críticos de las ONG de conservación a ponerles la etiqueta de ser cada vez más corporativas y estar más dedicadas a los intereses de las grandes empresas —y el mantenimiento del capitalismo como se practica hoy en día— que de la vida silvestre, los habitantes locales o los pueblos indígenas.

Bosque del parque nacional Serra da Bocaina de Brasil. Foto de Rhett A. Butler.

Los líderes empresariales también podrían ocasionar verdaderos beneficios a la conservación. Un vívido ejemplo reciente de esto es el modelo financiero ARPA for Life, que en 2014 recaudó 215 millones de dólares para gestionar el Programa des Áreas Protegidas de la Amazonía (ARPA) para el siguiente cuarto de siglo. ARPA es una red con un 90 por ciento de zonas protegidas que cubren el 25 por ciento de la Amazonía brasileña, la mayor red de zonas protegidas en bosques tropicales del mundo. Cubre un área tres veces más grande que todos los parques de los Estados Unidos combinados, alrededor de 60 millones de hectáreas.

Gestionar un área de ese tamaño conlleva un compromiso económico —y un compromiso tan ambicioso no se habría conseguido sin tomar nota de Wall Street, según Tom Dillon, vicepresidente sénior de Bosques y Agua Dulce de WWF-US.

“El eje central del enfoque… es hacer un cierre único que entregue los fondos prometidos cuando todas las condiciones acordadas se cumplan”, dijo Dillon. Un antiguo presidente del consejo de WWF-US adaptó el enfoque tomado de Wall Street, donde trabajó durante años.

ARPA for Life es conocida por utilizar una idea corporativa para avanzar en una iniciativa de conservación impresionante que tiene una naturaleza muy tradicional.

Dillon, que dijo que ese acuerdo había sido uno de los mayores éxitos de WWF en los últimos 20 años (otros muchos grupos también estuvieron implicados), dijo que ARPA se ha convertido en un nuevo modelo de financiación que se está utilizando en estos momentos en Bután para fundar una red de 5 millones de acres (20 200 km2) de zonas protegidas y en Perú para proteger una red de 47 millones de acres (190 200 km2).

Entre los donantes de ARPA for Life se encuentran grandes fundaciones, gobiernos, grupos de conservación y bancos de desarrollo. Sin embargo, solo hay un miembro del sector privado en la larga lista de donantes: Redstone Strategy Group, que ofrece servicios de estrategia a organizaciones sin ánimo de lucro y gobiernos. De modo que aunque el enfoque se haya tomado de Wall Street, la financiación proviene de los habituales agentes del sector público. Wall Street no invirtió en la protección del Amazonas.

La buena relación con las empresas genera críticas

No sorprende que las asociaciones con el mundo corporativo desemboquen en críticas severas para las ONG que hacen la vista gorda ante los daños ambientales y humanos, especialmente cuando el dinero cambia de manos. Una cosa es trabajar con una empresa que está haciendo más ecológica su cadena de suministro o invirtiendo en energías renovables, pero es algo completamente diferente aceptar donaciones de empresas, especialmente de las que tienen historiales ambientales desastrosos. Durante décadas, los activistas han tachado a estas asociaciones de hipócritas, inútiles, faltas de ética y, simplemente, peligrosas.

Kierán Suckling, director ejecutivo del Centro por la Diversidad Biológica, radicado en Tucson, afirmó que esas relaciones han manchado a muchos grupos ecologistas grandes.

“Han empezado a aceptar muchos millones de dólares en donaciones de empresas muy grandes y contaminantes, y a colocarlos [a los empleados de las empresas] en sus consejos directivos y asesores. Después empezaron a promocionar los programas de estas empresas, a menudo no solo dañando el medioambiente sino también a comunidades humanas étnicas y pobres”.

CBD es una organización de tamaño medio centrada en EE.UU. que se fundó en 1989 y tiene unos ingresos anuales de unos 10 millones de dólares. El grupo sigue la política de no aceptar donaciones de empresas. No están solos en esto. Greenpeace, grupo activista ambiental que no tiene programas de conservación sobre el terreno, también rechaza todas las donaciones de empresas y gobiernos, pero sí está dispuesta a trabajar con empresas para cambiar sus prácticas en las cadenas de suministro. A pesar de no aceptar dinero de empresas ni gobiernos, Greenpeace sigue siendo una triunfadora en cuestión de recaudación de fondos: en 2014 el grupo recibió unos 360 millones de dólares, lo cual la hacen ser más grande que CI y WCS, y tener más de la mitad del tamaño de TNC.

Suckling dijo que las asociaciones entre empresas y ONG llevan a los grupos de conservación a participar en lo que él considera delitos ambientales y humanos. Señaló la colaboración entre TNC y Rio Tinto y su sucursal, Resolution Copper Mining como ejemplo. En la actualidad, Resolution Copper Mining trabaja para desarrollar una mina en Oak Flats, una zona ecológicamente sensible en Arizona, sagrada para la tribu San Carlos Apache. Secciones de Sierra Club y la Audubon Society se han unido a la tribu en su lucha contra la mina, pero TNC dijo que no iba a posicionarse.

“No tenemos nada que ver en las deliberaciones sobre Oak Flats”, me dijo la portavoz de TNC, Gerladine Henrich-Koenis, apuntando que el grupo cree que “el proceso debería continuar para considerar todos los puntos de vista”.

Aun así, el hecho de que TNC haya recibido dinero de Resolution Copper Mining y Rio Tinto —una empresa con una larga ficha de violación de los derechos humanos y ambientales— dificulta que el gigante de la conservación se deshaga de las críticas por las decisiones que toman sus socios corporativos. Puede que no sea justo mirar a TNC con la misma lupa, pero también es un objetivo fácil para críticos como Suckling.

“La invocación de TNC de ayudar a la ‘gente’ es de un cinismo repugnante”, defendió. “‘Gente’ es la palabra clave de TNC para ‘empresas’. Se ha demostrado una vez tras otra que están dispuestos a aceptar dinero corporativo a cambio de robos, destrucción o contaminación en comunidades indígenas y pobres”.

Suckling también habló del ahora famoso “Premio al liderazgo en la conservación” de TNC que se entregó a Shell Oil en 1999, solo cuatro años después de que el gobierno ejecutara a nueve personas por activismo no violento contra el historial destructivo de Shell en el delta del Níger. Según la versión oficial, se les ahorcó por asesinar a agentes del gobierno a pesar de la falta de pruebas. Shell fue demandada posteriormente por ser cómplice de ejecución en masa y lo resolvió de forma extrajudicial. La empresa mantiene su inocencia y TNC sigue colaborando con ellos hoy en día. El portavoz de TNC, Henrich-Koenis respondió que “cuando trabajamos directamente con pueblos indígenas, nuestras iniciativas apoyan sus derechos para que participen plenamente en la toma de decisiones que dará forma a su futuro”.

TNC, quizás más que cualquiera de los otros grupos, tiene un historial de actuar como una empresa. Como propietario de tierras importante en los EE.UU., TNC ha designado compañías para que talen sus bosques para conseguir madera y papel, abran minas en sus tierras e incluso realicen exploraciones petroleras. Por ejemplo, en 1999, TNC obtuvo beneficios al permitir que una empresa petrolera realizara exploraciones en un territorio en Texas que supuestamente estaba protegido a causa del gallo de las praderas (Tympanuchus cupido attwateri) —aunque posteriormente las aves se desvanecieron—. Incluso después de que el grupo se comprometiera a no permitir más exploraciones en sus territorios, allí permitió que continuarán hasta, al menos, 2007.

Attwater's Prairie Chicken (Tympanuchus cupido attwateri) of Texas and Louisiana, which has been listed as endangered since 1967. Photo courtesy of U.S. Fish and Wildlife Service/Wikimedia Commons.
Gallo de las praderas (Tympanuchus cupido attwateri) de Texas y Louisiana, catalogado como En Peligro desde 1967. Foto cortesía de U.S. Fish and Wildlife Service/Wikimedia Commons.

Trabajar directamente con las empresas otorga a los grupos conservacionistas un poder que no se ha discutido demasiado, según Turner de CI: un acceso trasero a la toma de decisiones de las compañías. “La única forma que tenemos de conseguir los resultados que necesitamos es poder influir en esas fuerzas poderosas que son las que realmente dirigen la forma en que funciona el mundo”, dijo.

CI no tiene fama de criticar empresas públicamente. Por ejemplo, también colaboran con Shell Oil, pero el grupo no dijo nada el año pasado cuando la empresa intentó explorar en búsqueda de petróleo en el Ártico —a pesar de los avisos de la comunidad científica acerca del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, el clamor de los habitantes locales ante un posible derrame petrolero de gran envergadura y los posibles efectos devastadores en la vida silvestre y el ecosistema del Ártico, que ya se han visto afectados climáticamente. Al no poder encontrar un depósito de combustible fósil lo suficientemente grande en medio del colapso de los precios del petróleo, Shell anunció que abandonaba el proyecto, que costó 7 mil millones de dólares a lo largo de nueve años. Aunque CI no dijo una sola palabra sobre el escándalo, Greenpeace y otros grupos activistas emprendieron una campaña feroz contra Shell y reivindicaron su victoria cuando la empresa se retiró del Ártico.

Activists gathered to protest Shell’s Polar Pioneer drilling rig as it docked in Seattle on its way to the Arctic in May 2015. Photo by Backbone Campaign/Flickr.
Activistas reunidos para protestar contra la torre de perforación Polar Pioneer de Shell cuando atracó en Seattle de camino al Ártico en mayo de 2015. Foto de Backbone Campaign/Flickr.

“Como no participamos públicamente en conversaciones sobre las empresas… podemos hablar con ellos forma mucho más directa y honesta en persona, de manera que podemos cambiar y guiar sus operaciones proactivamente hacia mejores resultados”, defendió Turner.

En otras palabras, estas relaciones permiten que CI tenga una influencia invisible sobre sus socios corporativos. Esto bien podría ser cierto y producir resultados positivos, pero la dificultad es que la sociedad no ve nunca qué consigue o deja de conseguir CI con sus socios corporativos detrás de las puertas.

Bottrill, el antiguo empleado de WWF que ahora trabaja para Moabi, concuerda en que cuando estas grandes ONG se asocian con empresas destructivas para el medioambiente o gobiernos represivos “puede ser difícil tener un enfoque adverso o crítico, y ciertamente público”. Añadió que puede que haya más “conversaciones robustas” en privado, pero que la sociedad no lo sabrá nunca.

“Trabajar con empresas es necesario pero puede ser complicado, ya que se han formado legalmente para responder ante un móvil económico”, dijo Swift de Nature and Culture International. “Aunque tienen que ser parte de cualquier solución y muchas han realizado progresos significativos, otras han presionado contra el progreso, y las fuerzas del mercado significan que pocos pueden ser lo suficientemente atrevidos en los programas ambientales que reivindican”.

Esto plantea una de las cuestiones clave del debate: ¿consiguen más los ecologistas y conservacionistas si se asocian con grandes empresas o si son una piedra en su zapato? Quizás ambas: de vez en cuando distintos grupos de conservación se unen. Uno le da una zanahoria a la industria mientras la otra le golpea en la cabeza.

Los críticos de las colaboraciones ONG-empresa dicen que los beneficios siguen siendo mayores para las empresas. Defienden que las compañías poderosas pueden utilizar sus asociaciones con grupos ambientales conocidos como forma de desviar las críticas mientras cambian poco o nada. Después de todo, ¿es realista pensar que incluso las ONG más grandes puedan persuadir realmente a las empresas multinacionales que valen cientos de miles de millones de dólares y buscan, ante todo, beneficios para que cambien de repente?

En su libro Green Inc., la periodista Christine MacDonald explica en detalle que los beneficios de colaborar con empresas han mostrado ser solo para una de las partes a lo largo de la historia. Las empresas contaminantes, mineras y deforestadoras consiguen tener una buena imagen ecológica mientras no hacen casi nada más allá de contribuir con unos cuantos millones en donativos y algún proyecto secundario aquí o allá.

“No hace falta observar muy de cerca las operaciones de esas ‘empresas verdes’ para ver que las mejoras en su huella ambiental son minúsculas en comparación con sus impactos negativos totales”, concluyó en el libro de 2008. “Estas relaciones casi nunca llevan a cambios sustanciales”.

Se puede decir que los grupos de conservación se han unido aún más al sector privado en los últimos años.

Apple de WWF apuntó al trabajo de su grupo con el aceite de palma como uno de los éxitos clave en el tema de las asociaciones con empresas. “Estamos particularmente orgullosos de nuestro trabajo con el aceite de palma”, dijo. “El trabajo está aún en proceso, pero me siento alentada por el progreso que hemos hecho hasta ahora. Por ejemplo, hemos trabajado con Cargill para definir mejores prácticas de gestión en el comercio y la producción de bienes. Las implicaciones de su esfuerzo tienen el potencial de causar beneficios reales en la deforestación y la biodiversidad.

El trabajo de WWF con el aceite de palma tardará en dar sus frutos y puede que aún sea demasiado pronto para juzgar su éxito. Aun así, si los incendios del año pasado en Indonesia tienen que servir de indicativo —se quemó un área del tamaño de New Jersey a causa de la quema de terrenos de aceite de palma y pasta de papel— el progreso en el terreno sigue siendo esquivo. A medida que el aceite de palma avanza hacia lugares como Guatemala, Papúa Nueva Guinea y Camerún, lleva los mismos problemas que lo han convertido en un parásito en el sureste asiático: destrucción de selvas, conflictos con los grupos indígenas y reducción de la biodiversidad.

Plantación de aceite de palma en Costa Rica. Foto de Rhett A. Butler.

Al final, puede ser que en este caso solo la industria tenga suficiente peso para forzar al gobierno de Indonesia a acabar con el aceite de palma. No obstante, los grandes grupos de conservación, como WWF, se meten en problemas una vez tras otra al reivindicar progresos antes de que aparezcan e intentar dar la vuelta a una historia para que sea positiva cuando la realidad en el terreno es muy diferente. Por ejemplo, el gigante de la conservación anunció recientemente que las poblaciones de tigres estaban aumentando por primera vez en 100 años, pero en cuestión de horas se echaron atrás. Ahora, varios de los principales expertos en tigres del mundo han dicho que la afirmación de WWF era “científicamente poco convincente”.

Parece que los grandes grupos de conservación hayan tomado a veces ejemplo de las empresas: autopromoción feliz a expensas de la realidad. Aunque esto puede ayudar a recaudar dinero, también es arriesgado porque puede borrar la confianza cuando la sociedad se ve disparada de noticias positivas a realidades más complicadas y oscuras una y otra vez. Estos zigzags —¡Hemos triunfado! Ah, no— claramente encienden una desesperación profunda acerca de la capacidad de la conservación de conseguir algo.

Que lo demuestren

¿Hay manera de dejar el debate sobre las asociaciones con empresas? Probablemente no mientras haya ONG que acepten dinero de compañías con historiales ambientales negativos.

Varias fuentes afirman que la mejor manera de avanzar sería que las grandes ONG presentaran pruebas de que esas asociaciones acumulan beneficios reales para la naturaleza en lugar de buena publicidad para las empresas y dinero para los grandes grupos de conservación.

“Puedo hablar desde la experiencia si digo que hubo muchas dudas sobre lo efectivas que eran estas colaboraciones y cómo se estaban midiendo”, dijo Bottrill en cuanto a su tiempo como empleado de WWF. La aceptación de mundo corporativo sin “mirar los hechos” hizo que algunos de los científicos de WWF acabaran “frustrados” añadió.

“Creo que hubo algo de desconexión entre la conversación de los líderes y la conversación de las bases sobre este tema. Era algo sensible”, me dijo. “Había una reputación en riesgo, muchos fondos sobre la mesa”.

Nel dijo de las asociaciones corporativas de WWF que “[esto] no se trata de hacer que ambos tengan mejor imagen sino de hablar abiertamente sobre los desafíos a los que nos enfrentamos”.

Rana verde de ojos rojos en el anverso de una hoja de banana en el Parque Nacional Manuel Antonio de Costa Rica. Foto de Rhett A. Butler.

De todos modos, puede que lo que falte en este debate sobre la influencia de los donantes y el movimiento de la nueva conservación sean hechos concretos y análisis. Los críticos afirman que lo que hace falta son datos que demuestren que las colaboraciones con empresas, los sistemas de certificación, los programas de pagos por los servicios del ecosistema y otras iniciativas de la nueva conservación cumplen las promesas que hacen a la vida silvestre y la biodiversidad —y no solo a las empresas y la gente— y que valen las décadas de trabajo y los cientos de millones de dólares que les han destinado los grupos de la vida silvestre. A pesar de que entrar en este escrutinio y cuestiones de transparencia podría acabar por cerrar el grifo de las donaciones corporativas e incluso de algunas grandes fundaciones, también podría reinstaurar la confianza y el entusiasmo por la conservación de hoy.

Quizás sería mejor buscar más zonas protegidas, programas de conservación para especies amenazas y gastar en necesidades menos atractivas como guardabosques y formación para agentes de cumplimiento de la ley. O quizás sería mejor si hubiera una combinación más equilibrada de las dos filosofías —los grupos de vida silvestre trabajando en proyectos para la vida silvestre y los grupos ambientales colaborando con grupos humanitarios en trabajos de nueva conservación. Lo que sabemos seguro es que la conservación es caótica, complicada y difícil, y que en una era de extinción masiva, bosques vacios, mares de plástico y un clima sobrecalentado no hay respuestas fáciles.

Obviamente, los grupos conservacionistas —grandes y pequeños— no pueden sobrevivir sin dinero, y el poco dinero de la paga de un niño no pagaría ni el sueldo de un día de un empleado. Los grupos de conservación necesitan a las fundaciones y los gobiernos, puede que incluso a las empresas, pero también necesitan independencia y espacio para adoptar una postura. El dinero soluciona muchas cosas, pero no cuando la confianza y la independencia son el precio.

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