- En enero, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica publicó una norma definitiva por la que se permite la acuicultura en alta mar en el golfo de México.
- El plan incluye varias medidas que, según la Administración, ayudarán a proteger el ambiente del Golfo. Por ejemplo, los sitios de acuicultura estarán ubicado lejos de áreas ambientalmente sensibles y de aguas utilizadas para la pesca profesional. Y las empresas podrán criar solo peces nativos del Golfo y deberán limitar la cantidad de peces que crían.
- Hasta el momento ninguna empresa ha solicitado un permiso de acuicultura en el Golfo, pero los funcionarios de la NOAA afirman que es temprano y que las empresas podrían comenzar a solicitarlos pronto.
Sin importar si son croquetas de cangrejo en Maryland o tacos de pescado en L. A., los estadounidenses están comiendo más mariscos que nunca. En la mayoría de los casos, el pescado no proviene de aguas de EE. UU.: en la actualidad, hasta un 90 % de los mariscos que comen los estadounidenses se importa. Las malas prácticas de pesca en el exterior pueden agotar las poblaciones globales de peces, una tendencia que solo empeora a medida que los océanos se calientan y se vuelven más ácidos. Además, la pesca en el extranjero contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero. Mientras la demanda de mariscos por parte de los estadounidenses continúa aumentandolos expertos buscan nuevas maneras de criar (en lugar de pescar) más peces, en especial más cerca de casa.
En enero, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) publicó una norma definitiva por la que se permite la acuicultura en alta mar en el golfo de México. Los partidarios sostienen que el plan será un beneficio para las poblaciones globales de peces mientras que minimizará el daño al ambiente del Golfo. Pero tanto defensores como opositores de la acuicultura, por lo general, la han criticado, y el mes pasado algunos, incluso, demandaron a la Administración por esto.
“Las pautas nuevas de nutrición del Gobierno federal reafirmaron que debemos comer el doble de mariscos. ¿De dónde lo sacaremos?”, dijo Michael Rubino, director de la oficina de acuicultura en el Servicio Nacional de Pesca Marina de la NOAA, en una entrevista con Mongabay. Rubino y sus colegas esperan que la respuesta a esa pregunta sea de la acuicultura que ocurra en aguas estadounidenses.
Diferentes países en todo el mundo utilizan la acuicultura en alta mar para criar peces y mariscos comercialmente populares: desde salmones en Chile hasta tilapia en Sudáfrica. Hay empresas de EE. UU. que también lo hacen, pero, hasta el momento, solo en aguas estatales a algunas millas náuticas de la orilla.
El resultado es que los estadounidenses, a sabiendas o no, están comiendo una cantidad enorme de pescado de criadero; cerca de la mitad del pescado que comemos es de criadero, según la NOAA.
Después de una década de comentarios ciudadanos y opiniones de electores, el nuevo plan de la NOAA llevará la acuicultura a aguas federales, donde la Administración la denomina “acuicultura de alta mar”. Estas comienzan donde terminan las aguas estatales (en el Golfo, que suele estar a unas tres millas náuticas de la costa) y se extiende hasta 200 millas de la costa.
Rubino afirma que el plan se parece mucho a los que ya están implementados en otros estados y países. Sin embargo, otros expertos sostienen que pone más restricciones a la acuicultura de lo que hacen planes similares en el ámbito internacional.
Mediante este plan la agencia concederá a las empresas permisos para establecer criaderos de peces, en principio, por diez años y después permitirá que los permisos sean renovados cada cinco años. La NOAA determinará la ubicación exacta de cada sitio caso por caso, según explican los funcionarios, pero los sitios estarán lejos de áreas ambientalmente sensibles y de las aguas donde hay gran movimiento de pesca comercial.
Se les permitirá a las empresas criar solamente peces naturales del Golfo, tal como la corvina roja (Sciaenops ocellatus) o el pargo rojo (Lutjanus campechanus), y deberán limitar la cantidad de peces que crían.
La NOAA, junto con la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, y el ministerio de Agricultura de los Estados Unidos, establece límites respecto de los antibióticos y los pesticidas que las empresas tendrán permitido utilizar. Algunas de estas instituciones trabajarán juntas para examinar y supervisar periódicamente las aguas alrededor de los criaderos a fin de cerciorarse de que el impacto para el medio ambiente no es demasiado grande.
“Tenemos 30 años de experiencia sobre qué hacer y qué no hacer en acuicultura”, señaló Rubino.
La NOAA sostiene que un estímulo de la acuicultura en alta mar traerá muchas ventajas: menos dependencia de pescados importados, más empleo para pescadores del Golfo, más pescado para alimentar una demanda creciente.
“Como en cualquier actividad humana, hay riesgos”, reconoce Rubino. Por ejemplo, que los peces de criadero se escapen de los recintos y compitan o se reproduzcan con sus parientes silvestres.
Pero los científicos de la NOAA han pasado años estudiando los efectos ambientales de la acuicultura en alta mar y concluyeron que trae más beneficios que daños al medioambiente, según él. “No estoy seguro de que la idea haya captado al público general todavía”, agregó.
La declaración del impacto en el medio ambiente de la NOAA respecto del plan tiene una fuerte oposición por parte de un grupo de organizaciones medioambientales y de alianzas de pesquerías en el Golfo.
“El último análisis ambiental [que llevó a cabo la NOAA] no cubre lo que requiere la ley”, afirmó a Mongabay Sylvia Wu, abogada de Center for Food Safety, una entidad sin fines de lucro con sede en Washington, D. C., que se ocupa de asuntos relacionados con los alimentos y la agricultura. Ella es uno de los abogados que representan a doce organizaciones diferentes —que juntas abarcan cientos de miles de miembros— en una demanda colectiva que se presentó ante el tribunal de distrito para el este de Luisiana el 12 de febrero. Los demandantes están demandando a funcionarios importantes de la NOAA y de su Servicio Nacional de Pesca Marina, así como al ministro de Comercio de Estados Unidos.
“Nuestra opinión es que la NOAA atendió cada detalle, pero no examinó los factores ambientales con la debida atención”, señaló Wu.
La demanda presenta dos reclamos generales: primero, la NOAA no tiene la autoridad para implementar un plan de acuicultura en alta mar porque la industria de la acuicultura no es lo mismo que “pescar”. En su lugar, la demanda sostiene que es tarea del Congreso decidir qué agencia debe regular la acuicultura en alta mar, algo que no ha hecho hasta el momento.
Segundo, Wu y sus demandantes reclaman que la NOAA no llevó a cabo los análisis económicos y ambientales apropiados para determinar el impacto del plan propuesto antes de implementarlo. Los tiburones y las tortugas que buscan comida podrían llegar accidentalmente hasta los recintos, según Wu. Los aparatos de la acuicultura podrían impedir la migración de veinte o más especies de ballenas y de delfines, muchas en peligro de extinción, que nadan en aguas del Golfo. Los antibióticos y los desperdicios de los peces se dispersarán invariablemente por gran parte del Golfo, lo que podría dañar a los peces silvestres. Pero Wu sostiene que la Administración no consideró el impacto verdadero de estas y de otras posibilidades en sus análisis.
“La NOAA dice que considerará el impacto medioambiental de cada sitio con cada permiso en particular —indicó Wu—. Pero no hay razón por la que no podrían llevar a cabo esos análisis ahora, puesto que ya saben dónde estarán los sitios”.
Si los demandantes ganan, exigirán que la NOAA formule su plan desde cero, y esta vez tendrán que llevar a cabo más análisis ambientales.
No obstante, los problemas de los demandantes con la acuicultura son más profundos que los hechos de este caso: tienen problemas con la acuicultura en alta mar por otros motivos, según Wu. De acuerdo con sus dichos, la llegada de la acuicultura en alta mar al Golfo afectaría de manera negativa a pescadores, comunidades costeras y plantas procesadoras de pescado. A su vez, los consumidores quedan atrapados en medio de la cuestión, según sostiene Wu.
“Para aquellos consumidores que no desean comprar pescados con químicos, soja transgénica, o antibióticos, se elimina esa opción”, comenta ella.
Kevin Hopkins, profesor de Acuicultura en la Universidad de Hawái en Hilo, ha oído esta clase de discusión antes. “La oposición a cosas como la acuicultura o los organismos genéticamente modificados expresan los argumentos en términos científicos, pero en realidad no es así”, le dijo a Mongabay.
De hecho, según él, las restricciones de los grupos que se oponen a la acuicultura están evitando que los científicos realicen exactamente el tipo de pruebas que exigen para probar que la práctica no es peligrosa para el medioambiente. El mejor plan para el manejo del sector pesquero, según sostiene Hopkins, es aquel que utiliza la información disponible para comenzar, luego supervisa las condiciones resultantes y se adapta a ellas.
“No tenemos información perfecta. Si no la tenemos, entonces consigámosla. Si descubrimos que la operación resulta mala, se cancela”, señaló Hopkins.
Hopkins es un firme creyente en las ventajas de la acuicultura. “Pienso que, si tenemos en cuenta la totalidad de los impactos medioambientales, criar peces en alta mar es más benigno para el medioambiente que otros métodos que tenemos”, opinó él.
Si los estadounidenses van a comer pescado, tenemos la obligación de intentar producirlo nosotros mismos, según argumenta Hopkins. Criar peces en la orilla requiere más energía para bombear agua del mar o para purificar agua dulce de lo que se requiere en alta mar. Y compite con otros seres humanos y con animales por tierra y agua fresca.
El plan de acuicultura en alta mar de la NOAA no es perfecto, según ha dicho Hopkins. Incluso aquellos que están más a favor de la acuicultura en alta mar están quejándose porque el límite sobre la cantidad de peces que pueden criarse en cada recinto es demasiado bajo y el permiso por diez años, demasiado corto. Definitivamente es un compromiso, pero es mejor tener un plan imperfecto que se pueda mejorar que no tener ningún plan, según su opinión.
“Esto es un comienzo en aguas federales. Nos da un camino para avanzar”, sostuvo Hopkins.
Hasta mediados de marzo, ninguna empresa había solicitado un permiso de acuicultura antes la NOAA, según informa Rubino. Pero es temprano todavía, y las empresas podrían comenzar a solicitarlos pronto.