- En la actualidad, quedan cerca de 30 000 iguanas de Turcas y Caicos adultas, dispersas por 50 o 60 pequeñas islas o cayos, causa por la cual la especie figura en la lista de En Peligro Crítico de Extinción según la UICN.
- A pesar de su tamaño pequeño, estos reptiles cumplen un rol ecológico significativo: son una especie fundamental, se desempeñan como buscadores indispensables y dispersores de semillas en el hábitat de las dunas.
- Un equipo de científicos del Instituto de Investigación para la Conservación del Zoológico de San Diego (San Diego Zoo’s Institute for Conservation Research), liderado por el Dr. Glenn Gerber, desempeña un papel decisivo en el estudio de la especie y trabaja en conjunto con el gobierno, organizaciones no gubernamentales y la sociedad para su conservación.
Imagínese holgazanear sobre una playa de arena blanca, donde el agua celeste refleja el sol tropical y las crujientes hojas de palmito verdes y plateadas. La mayoría consideraría que son las vacaciones perfectas en la isla y un nicho ideal para el amante playero y comprometido.
Sin embargo, ese lugar ya está ocupado. Tu nicho ideal es el hogar perfecto para la iguana de Turcas y Caicos (Cyclura carinata). La más chica de las catorce especies de iguanas Cyclura es una nativa especialista de playa y duna del Caribe. Se pasa sus días absorbiendo la calidez tropical para ayudar a la digestión de una dieta vegetariana variada, antes de desempeñar su rol de arquitecto paisajista en un cayo remoto donde todavía se la puede encontrar.
En la zona donde se conoce como “guana”, el lagarto es endémico de las Islas Turcas y Caicos (TCI por sus siglas en inglés), un pequeño territorio británico de ultramar que es parte del Archipiélago de las Lucayas. Gran parte de esta hermosa cadena de islas está ocupada por las Bahamas.
A pesar de que esta iguana es el animal terrestre nativo más grande en las Islas Turcas y Caicos, es de tamaño pequeño, por lo que generalmente mide menos de 65 centímetros (26 pulgadas) de largo. Al ser residentes de la isla, los animales se desarrollaron sin prácticamente ningún depredador y no estaban preparados para defenderse ante la introducción de numerosas ratas, gatos y perros que acompañaron a la colonización europea.
Como resultado, las iguanas fueron desarraigadas de casi todas las islas habitadas de Turcas y Caicos y de algunos cayos inhabitados. Se perdieron por lo menos 15 poblaciones diferentes en los últimos 40 años, principalmente debido a depredadores invasivos y a la pérdida del hábitat. En la actualidad, la especie se encuentra en entre 50 o 60 de las 200 islas y cayos de Turcas y Caicos, donde quedan aproximadamente 30 000 iguanas adultas. Esta situación extrema llevó a que la especie figure como En Peligro Crítico de Extinción en la Lista Roja de la UICN.
Amenazas presentes
Las dos poblaciones de iguanas más grandes que exiten se encuentran en Big Ambergris Cay, una isla de 10 kilómetros cuadrados con un complejo residencial cuya construcción se encuentra interrumpida por el momento, y en los cayos inhabitados y protegidos del East Bay Islands National Park (Parque Nacional de las East Bay Islands). A pesar de que son relativamente estables, ambas poblaciones todavía se ven amenazadas por la presencia continua de las ratas. Las East Bay Islands están plagadas de gatos salvajes, además de la invasión del pino autraliano, Casuarina equisetifolia, que se propaga rápidamente y expele a las plantas nativas de las que las iguanas dependen para alimentarse. El reinicio probable de la construcción de viviendas en Big Ambergris Cay es otra amenaza seria e inminente, particularmente por el aumento del tráfico vehicular.
Un estudio realizado desde los años 70 en adelante documentó el destino de la población de las iguanas de Pine Cay, donde cerca de 27 000 Cyclura carinata se redujeron a un nivel de extinción funcional en cuestión de 20 años debido a la introducción de gatos en la isla.
Nuevos estudios relacionaron el 25 % de la reducción total de la población en las últimas dos décadas con los efectos de la introducción de mamíferos. En otras islas habitadas, las poblaciones restantes y funcionalmente extintas continúan sobreviviendo, donde los adultos que pueden vivir hasta los 50 años persisten, pero los depredadores matan a todas sus crías dentro del primer año de nacidas.
Los adultos restantes también están en riesgo debido a la pérdida del hábitat natural. Los bosques costeros y el hábitat de duna preferidos por las iguanas también son los escogidos para el desarrollo turístico. A pesar del inmenso esfuerzo en crear paisajes con centros turísticos y hoteles, muchos son desiertos de biodiversidad, en donde las pocas especies de plantas decorativas que llegan a plantarse también tienen un tratamiento frecuente con pesticidas y fertilizantes. Estas prácticas eliminan todo alimento disponible para las iguanas.
Los jardineros de la isla
A pesar de que las iguanas rechazan la alimentación escasa del centro turístico, no son comensales quisquillosos. El reptil se alimenta de cerca de 100 especies de plantas nativas. En un estudio realizado por el Zoológico de San Diego (San Diego Zoo) en el año 2005, se concentraron en encontrar sus favoritos, identificando las partes específicas de las plantas seleccionadas por las iguanas y analizando la composición de miles de heces recolectadas durante un periodo de cuatro años. Mientras que la mayor parte de su dieta está compuesta por hojas del perennifolio de hojas anchas (una especie de la duna), las iguanas también pastan bocados tan pequeños como el polen de palmito, los sépalos de euphorbia y glumas. Su comida favorita son las frutas.
Los animales realizan varias actividades ecológicas importantes con su dieta variada, ya que continuamente consumen del hábitat de arbustos y matorrales de la duna y, a su vez, esparcen las semillas. Los estómagos de las iguanas se comportan como un banco a corto plazo para las plantas, puesto que digieren la pulpa quitándole las semillas y depositándolas alrededor de las dunas. La Cyclura carinata también aporta el valioso servicio de eliminación de plagas, porque come varios insectos tropicales que atacan a las plantas y las semillas. Pese a su tamaño pequeño y su relajado hábito de tomar sol, la iguana resulta ser una jardinera de duna muy eficaz.
De hecho, en un estudio realizado por el Zoológico de San Diego se descubrió que las semillas que se encontraron en las heces perfeccionaron los programas la horticultura y la crianza de animales del establecimiento californiano. El equipo hortícola plantó las semillas que se cultivaron en los invernaderos del zoológico y, luego de identificarlas, se utilizaron para diseñar exhibiciones similares a las que hace una iguana de Turcas y Caicos. De ese modo, ofrecieron mejor forraje y hábitat para la colección más grande del zoológico.
Muchas de las plantas nativas de la isla dependen de las iguanas para esparcir sus semillas en el terreno. Las plantas de la duna varían desde el nopal hasta la uva de playa, de los cerezos de racimo hasta el mirto, del bejuco de San Pedro hasta el metel. Esta dispersión de semillas también ayuda a mantener y expandir las dunas y permite así que las raíces de las plantas mantengan la arena suelta en su lugar para resistir vientos y tormentas fuertes, un servicio valioso que puede proteger la apreciada propiedad de la isla cuando los niveles del mar aumentan y las tormentas se intensifican debido al cambio climático.
Para estos cuidadosos jardineros de dunas no es suficiente el simple movimiento de las semillas por los alrededores, debido a que estas necesitan plantarse. Las iguanas de Turcas y Caicos −que también cumplen ese rol– prefieren terrenos arenosos entre las orillas rocosas de los cayos, donde excavan madrigueras amplias para retirarse por la noche. El movimiento de tanta arena permite que las semillas que depositan se entierren para el proceso de germinación. A través de estos comportamientos continuos, las iguanas ayudan a propagar y perpetuar la fuente de comida sustentable para ellos y para sus descendientes, mientras que, al mismo tiempo, ayudan a mantener un hábitat saludable para otras especies.
Desafortunadamente, una vez que las plantas invasivas como el pino australiano y el arbusto Scaevola taccada tienen un punto de apoyo en las dunas, superan de manera rápida a casi cualquier otra especie de planta y crean un desierto nutricional que las iguanas ya no pueden utilizar. Este es un problema particularmente complejo en East Bay Islands, por lo que tanto las organizaciones de conservación gubernamentales como no gubernamentales dentro y fuera de las Islas Turcas y Caicos están buscando una solución.
Investigación en curso
En la actualidad, un equipo de investigadores del Instituto de Investigación para la Conservación del Zoológico de San Diego, dirigido por el Dr. Glenn Gerber, monitorea y estudia a las poblaciones de iguanas. El doctor trabaja con las iguanas de Turcas y Caicos desde 1995.
Gerber y su equipo fueron invitados a las Islas Turcas y Caicos luego del trabajo exhaustivo que realizaron sobre las iguanas endémicas en las Islas Caimán. Los investigadores analizaron las poblaciones de iguana de Turcas y Caicos en cerca 130 superficies. Los estudios que se encuentran en desarrollo se enfocan en la dieta y la nutrición, en la anidación e incubación, la dinámica de la población, la variante genética, el comportamiento y las características físicas de las iguanas.
El equipo del doctor también llevó a cabo un sistema de monitoreo original y único para las iguanas. Este está compuesto por cuentas de vidrio coloreadas y codificadas, que están enlazadas a un cable a través de un pequeño orificio en la cresta del cuello del animal, permitiendo así la identificación a simple vista. Esto reduce el estrés y posibles heridas que puedan ocasionarse al recapturarlas.
Gran parte del trabajo en el terreno, de cayo en cayo, se realiza en el buque oceanográfico R. V. Cyclura, la embarcación de investigación y tecnología actualizada del equipo. El Cyclura se acerca al medio siglo de edad y necesita un repuesto, cuyo valor desproporcionado es de un cuarto de millón de dólares.
La reintroducción brinda esperanza
El equipo de San Diego, que trabaja en colaboración con el gobierno de las Islas Turcas y Caicos y con Turks and Caicos National Trust (una organización sin fines de lucro que se encarga de proteger, conservar y promover el patrimonio cultural, histórico y natural de las islas), estuvo también involucrado en la reintroducción de las iguanas en los cayos de los que fueron históricamente separadas.
Esto requiere que la zona de trabajo científico sea complementada con la educación al público sobre la iguana de Turcas y Caicos, junto con el desarrollo de capacidades locales entre los isleños en varios de los cayos. Una reintroducción exitosa solo puede ocurrir con el apoyo de la población humana que permanece una vez que los científicos vuelvan a casa, asegurándose de que los depredadores mamíferos se aparten y se mantengan alejados.
Hasta la fecha, se establecieron cinco poblaciones nuevas y prósperas. Los reptiles coexisten pacíficamente con una gran cantidad de anidaciones de aves marinas en los cayos lejanos dentro de áreas protegidas; se planean aún más.
Las colonias de iguanas precursoras se establecieron utilizando adultos apartados de poblaciones originarias y estables, incluyendo algunos reubicados de las áreas en desarrollo en la isla Big Ambergris Cay. Una vez marcados y puestos en libertad en sus nuevos hogares, los reptiles se reprodujeron dentro del primer año. Sorprendentemente, se descubrió que la cría de poblaciones reubicadas maduró más rápido que la de las poblaciones estables, con un tamaño reproductivo que se alcanzó en apenas dos años. En general, se necesitan entre cinco y siete años para que una Cyclura carinata alcance la madurez.
Las poblaciones de iguanas reubicadas aumentaron con rapidez, ya que cada hembra pone entre cinco y diez huevos desde abril hasta mayo y la salida del cascarón ocurre solo dos meses después. La reproducción de la Cyclura carinata coincide con las lluvias antes de la temporada de huracanes, que garantizan el crecimiento ilimitado de nuevas plantas blandas y de pequeñas frutas abundantes para la generación de nuevos neonatos.
Las translocaciones se llevaron a cabo una vez realizado un análisis genético de todas las poblaciones. El resultado demostró su importancia, ya que la evidencia sugiere que podría haber una variante genética suficiente en la población total para separarla en dos subespecies más. Este es un avance que reforzará con seguridad la resistencia genética y que proveerá a los animales mejor adaptabilidad a los cambios del hábitat como aquellos causados por el cambio climático.
El precio del paraíso
La investigación ecológica de la iguana y los traslados consumen grandes recursos económicos, con cerca de medio millón de dólares que se destina al trabajo del Zoológico de San Diego desde el año 2000.
Las contribuciones y concesiones adicionales llegan de diversas fuentes, entre ellas se incluyen organizaciones como Offield Family Foundation, International Iguana Foundation, Mohamed bin Zayed Species Conservation Fund, Disney Wildlife Conservation Fund, Steve and Carole Weinberg Foundation, Fort Worth Zoo y la Universidad de Misisipi. En general, los costos operativos superan los $30 000 por año.
De acuerdo con Gerber, es dinero bien gastado. “Las iguanas de las Islas Turcas y Caicos son buscadoras y dispersoras de semillas esenciales, capaces de explorar densidades extraordinarias en hábitats imperturbables y son fundamentales para el mantenimiento y la perdurabilidad de las comunidades de plantas nativas. Desafortunadamente, debido al desarrollo humano cada vez mayor, la introducción de depredadores mamíferos y otros competidores, estas iguanas –que hace tiempo encontraban en las más de 200 islas que conforman Turcas y Caicos– ahora ocupan menos del 5 % de su alcance histórico.
El rol ecológico de las iguanas las convierte en una especie fundamental de la que dependen otras comunidades de animales y plantas. Su destino está directamente vinculado al de otras especies de animales dentro del ciclo de vida de las Islas Turcas y Caicos.
Un “ciudadano”
La iguana también tiene un lugar significativo en la cultura de las islas. Hace unas décadas, los reptiles eran presas del hombre, específicamente en tiempos difíciles. Por suerte para los reptiles, la tradición de comer iguanas perdió popularidad debido al cambio de la dieta del ser humano, a la concientización considerable del público y a los programas educativos centrados en estas lagartijas icónicas.
Una campaña de concientización muy exitosa en la que el tema central era “Las iguanas también son ciudadanos”, presentada en escuelas e iglesias, realzó la imagen de este reptil endémico como un ciudadano –término tradicional y legal para cualquier citadino de las Islas Turcas y Caicos– y como un símbolo nacional.
La construcción de pasarelas medioambientales en Little Water Cay, un área protegida y administrada por la fundación National Trust, también condujo al aumento de concientización pública. El proyecto galardonado es la atracción ecoturística más visitada en las Islas Turcas y Caicos.
La población de reptiles todavía se encuentra en peligro por la invasión de ratas y gatos, que llegaron recientemente con un huracán generado por los bancos de arena que conectan varias islas. La organización Royal Society for the Protection of Birds (RSPB, por sus siglas en inglés) –dedicada a la protección de la vida salvaje– colabora con National Trust y el Departamento de medioambiente y asuntos marítimos, encargado de asegurar la sustentabilidad de los recursos naturales en las Islas Turcas y Caicos, para controlar a los invasores. No es una tarea fácil.
No obstante, vencer a los invasores exóticos es extremadamente importante para las iguanas y para la miríada de empresas turísticas que acercan a los excursionistas en ferry a esta isla de 48 hectáreas (118 acres) para la experiencia. Las iguanas no solo son grandes jardineras de dunas, sino que también son inesperadas generadoras de trabajo, ya que ayudan a mantener los empleos de los guías locales dentro del sector turístico.
Los turistas de las Islas Turcas y Caicos que buscan tomarse un día fuera de la playa, una excursión o algo diferente al buceo, de repente se convierten en ávidos ecologistas y no pueden evitar sentirse cautivados cuando el buque desembarca y las iguanas los reciben en la playa. ¡Y qué buenas anfitrionas son! Están acostumbradas a los excursionistas que caminan por las pasarelas cuidadosamente construidas –así no perturban las madrigueras– y, gentilmente, les permiten acercarse de a poco para que las puedan observar de cerca y tomar una selfie ocasional.
El pequeño precio de entrada sostiene a la infraestructura exclusiva y paga los salarios de los guardabosques que realizan las visitas guiadas y responden las preguntas de los turistas. Unos cuantos afortunados incluso son testigos de la investigación de campo de cerca cuando el equipo de Gerber está en la isla. Sin embargo, el solo hecho de ver a las iguanas en su hábitat natural a menudo genera una nueva apreciación por el ecosistema y sus asombrosos habitantes.
Los comentarios típicos de los turistas incluyen referencias a la película Jurassic Park y expresiones de envidia ante la vida que llevan las lagartijas. Las iguanas habitan una de las propiedades más exclusiva del mundo, toman el sol sin prisa alguna luego de llenarse el estómago de las frutas tropicales más frescas y no tienen ninguna responsabilidad, además de la digestión y algún que otro pequeño trabajo de jardinería.
Estas playas aisladas seguirán ofreciendo servicios ecológicos esenciales y de larga duración a las Islas Turcas y Caicos en tanto los vecinos y los aliados que promueven la conservación continúen con el compromiso de asegurar la supervivencia de la especie. Se espera un resultado próspero, además de la esperanza de que nunca existirá una vacante para tener el trabajo soñado de la iguana de Turcas y Caicos, que holgazanea con el sonido del oleaje de fondo, trabaja como la embajadora de medioambiente y es una eximia jardinera de dunas.