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El mejor lugar que nos queda en la tierra: ¿Quién salvará el gran arrecife de coral caribeño?

  • El arrecife Lighthouse en Belice es parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano del Mar Caribe, el segundo más grande del mundo. Es obstinadamente resistente y uno de los mejores lugares que nos quedan en el Atlántico occidental en necesidad de una conservación total. Sin embargo, no se está haciendo prácticamente nada para conservarlo.
  • Para salvarlo, todo el arrecife necesita ser una “zona de exclusión”, que permita a las familias del lugar una mínima pesca de subsistencia, pero que prohíba la pesca a los pescadores guatemaltecos a los que el gobierno de Belice les ha dado una licencia para pescar tiburones legalmente –exportados a China para hacer sopa de aleta de tiburón a 100 dólares el plato–.
  • Lo único que puede salvar este Patrimonio de la Humanidad es una protección total: una prohibición a toda la pesca comercial a gran escala y el fomento del turismo ecológico para ayudar a la población del lugar económicamente y generar los fondos necesarios para la ejecución y la monitorización de alta tecnología.
  • Belice no puede, y no es probable que pueda, hacer el trabajo solo. Si este tesoro acuático va a ser preservado para el futuro, la comunidad de conservación internacional necesitará despertar a su posible pérdida y movilizarse vigorosamente por la causa de protegerlo permanentemente –ahora, antes de que sea demasiado tarde–.
Giant brain coral and elkhorn coral on the Lighthouse Reef. Photo by Justin Catanoso
Coral cerebro gigante y coral cuerno de alce en el arrecife Lighthouse. Fotografía de Justin Catanoso

Les Kaufman me dejo claro la paradoja que es el Atolón del Arrecife Lighthouse, una agrupación de cinco islas a unas 50 millas de la costa de Belice en las aguas azul esmeralda del Caribe.

“El Arrecife Lighthouse es la mayor oportunidad pérdida en el Atlántico tropical para una conservación significativa de un paraje marino”, me dijo Kaufman. El biólogo marino de la Universidad de Boston ha estado estudiando el remoto arrecife de coral beliceño desde 1996. “Es un lugar de narcotraficantes, pescadores desesperados y pescadores furtivos de aletas de tiburón. Ahí afuera es como el Lejano Oeste”.

También es una maravilla.

Por segundo año consecutivo, estuve pasando un tiempo en el atolón, buceando con tubo tanto en aguas profundas como poco profundas. Sus islas —parte del sistema de arrecife Mesoamericano, el segundo más grande del mundo— abarcan 26 millas de norte a sur. Y en el corazón del atolón está el Agujero Azul, una espectacular caverna de un azul oscuro, envuelta en coral y un tanque de tiburones que hizo famoso el oceanógrafo francés Jacques Cousteau.

“El Arrecife Lighthouse es un activo global para entender la interacción entre la acción climática y los impactos de la población humana del lugar”, explicó Kaufman. “Es una especie de observatorio climático regional. Estás lo bastante alejado de la costa donde los impactos humanos están suficientemente reducidos y tienes una buena oportunidad para recuperar la comunidad de coral [de periódicos episodios de blanqueamiento provocados por el cambio climático] y volverse bastante exuberante”.

Miles Silman examines a stressed portion of Lighthouse Reef. Photo by Justin Catanoso
Miles Silman examina una porción estresada del Arrecife Lighthouse. Fotografía de Justin Catanoso

Cada vez que buceaba con tubo obtenía un entendimiento más profundo de las percepciones de Kaufman y vi con mis propios ojos que este arrecife, vitalmente importante, está en peligro.

Algunos impactos pueden ser controlados más fácilmente que otros, como la sobrepesca, el cercenamiento de aletas de tiburón y el daño creado por una reglamentación y ejecución de pesca insuficiente y la indiferencia gubernamental. Algunos no se puede, como el intenso proceso de blanqueamiento que estaba teniendo lugar cuando estuve allí —el resultado de El Niño más fuerte registrado y del calentamiento global— el tercer mayor proceso de blanqueamiento global desde 1998. El blanqueamiento está matando inexorablemente los arrecifes del mundo y se teme que muchos puede que no sobrevivan el siglo o incluso la marca del medio siglo.

La magia del arrecife

Los arrecifes de coral a menudo se les denomina las selvas tropicales del mar. Proporcionan refugio, alimento y protección a un 25 por ciento de toda la vida acuática. Proporcionan un hábitat más tranquilo que el mar abierto y así sirven como unas zonas de criaderos vitales. Además son una fuente de alimento para una amplia gama de especies marinas.

Aun así el daño acumulado deja a mucha de la vida submarina en una lucha por sobrevivir. El efecto domino en la cadena alimenticia desde el alimento del pescado hasta el pescado que alimenta al mundo va hacia el desastre.

The Great Blue Hole, a World Heritage site recently opened to licensed and unlimited shark fishing by the Bilizean government. shark fishing. Photo courtesy of USGS
El Gran Agujero Azul, Patrimonio de la Humanidad, se ha abierto recientemente a la pesca ilimitada de tiburones con licencia por parte del gobierno beliceño. Pesca de tiburones. Fotografía cortesía de USGS

“Aquí la presión pesquera es intensa”, me dijo Ann Marie McNeil. Una expatriada jamaicana que ha sido la profesora de submarinismo Arrecife Lighthouse durante la última década. “Las zonas de agregación de desove han sido destruidas”.

Mis fuentes me dicen que la explicación es simple: la sobrepesca más cerca de tierra firme envía a más pescadores cada vez más mar adentro, próximos al Arrecife Lighthouse. Sin nadie que vigile, cogen primero los peces más comerciables, incluso si son demasiado pequeños. McNeill se estremece cuando me cuenta que los pescadores están empezando a coger peces loro –comedores de algas que son cruciales para la salud de los arrecifes de coral–. Dice que, al haber cada vez menos de los peces comestibles comunes como el mero y el pargo, otros peces de tamaño mediano se convierten en objetivo.

Aun así, a pesar del daño y la pérdida, en algunos de los buceos con tubo que he realizado me he encontrado con una belleza incomparable.

Coral cerebro de un brillante color dorado, cada uno del tamaño de un sofá. Esponjas blandas con multitudes de ramificaciones que ondulan de manera surrealista en la corriente marina como candelabros líquidos. Calamares que cambiaban fantásticamente de color mientras nadaba detrás de ellos. Y una variedad de peces pequeños multicolor arremolinándose —lábridos de cabeza azul, roncos condenados, peces mariposa de cuatro ojos— que se mantienen cerca del arrecife por protección y alimento.

Lettuce coral. Its rapid growth after bleaching episodes has made the reef more resistant to damage. Photo by Justin Catanoso
Coral hoja de lechuga. Su rápido crecimiento desde de episodios de blanqueamiento ha hecho al arrecife más resistente al daño. Fotografía de Justin Catanoso

Mira, pensé mientras planeaba bajo el agua, hay un tímido pez ardilla que nada velozmente, anaranjado y quizás mirándome con sus ojos sobredimensionados. Esa reina pez ballesta con sus ribetes verdes y azules ¡debería ser llamada una pez drag queen! Bancos de peces cirujanos azules que se mueven apretándose unos contra otros mientras nadan, como su propia mini corriente de chorro. Y si escuchas con atención, puedes oír a los peces loro, con sus lunares blancos y su vientre negro y rojizo, que mastican en el arrecife mientras comen.

“Los arrecifes de coral son, probablemente, los mayores concursos de belleza de la vida animal en el mundo”, me dijo Carl Safina, el legendario conservacionista marino y autor. “No hay ningún otro sitio donde puedas ver animales que a esa densidad de tan descontrolada diversidad que se fundan completamente en una escena de diseño divertido y llena de color”.

Colorear fuera de las líneas

Sin embargo, este marzo, estuve más afectado por lo que no vi en el Arrecife Lighthouse.

Por ejemplo, tiburones.

Vi muchos hace un año en marzo 2015, que planeaban por debajo de mí, delineados contra el cobalto profundo del Agujero Azul, y también en otros arrecifes.

¿Este año? Encontré un tiburón nodriza o dos. Vi dos tiburones de arrecife a una distancia considerable. Pero ninguno durante la hora que pasé en el Agujero Azul. Ninguno en las aguas frente a Cayo Largo en el sur del atolón. Ninguno alrededor de Cayo Norte. Más tarde, me enteré que unos 500 tiburones habían sido capturados por pescadores extranjeros con licencia y les habían cortado las aletas hacia solo unas semanas.

Snorkeling amid the rubble of Lighthouse Reef. Photo by Justin Catanoso
Bucear con tubo entre los escombros del Arrecife Lighthouse. Fotografía de Justin Catanoso

El coral también estaba en peligro. El floreciente coral cuero de ciervo y el coral cuerno de alce, las majestuosas especies ramificadas de corales que son cruciales para unos sistemas de arrecife saludables han desaparecido en uno solo año. Vi muchas ramas muertas esparcidas por la arena. Vi montañas de coral de mar pudriéndose. Y vi un trozo fantasmal de coral blanqueado en las aguas occidentales poco profundas del Cayo Half Moon, un Área Marina Protegida. Muchos corales estaban tan cubiertos con algas carnosas y con tan pocos peces que mi corazón se hundió.

Hemos llegado a esperar este tipo de degradación en inmensas franjas de la Gran Barrera de Coral en Australia y por todo el Pacífico, donde el calentamiento del océano, El Niño y el blanqueamiento están resultando ser una combinación mortal. Pero no en estas aguas beliceñas más frías en el hemisferio occidental. Al menos de momento. Pero parece que el 2016 va a cambiar la situación.

Al final de cada día, mientras los submarinistas y los practicantes de buceo con tubo se relajaban en el albergue ecológico en Cayo Largo, compartía un ron con coca cola con mi colega de la Universidad Wake Forest, Miles Silman, un ecologista tropical que ha llevado a sus estudiantes de biología al Atolón de Arrecife Lighthouse durante los últimos seis años como parte de una clase de conservación del coral.

“Está claro que las cosas se están moviendo en la dirección equivocada”, me dijo Silman. “Creía que este era un lugar que se mantendría al menos estable. Está tan alejado [de la costa]. Solo hay 70 familias que pescan de manera regular en esta zona. Hay una gran Zona Marina Protegida [El Cayo Half Moon].

“Pero ahora te encuentras con que las familias están transgrediendo las líneas. De hecho, los guatemaltecos vienen con licencias gubernamentales. No se llevan unos pocos peces. Se llevan cientos de tiburones con redes de enmalle ilegales y palangres. Se llevan cualquier cosa que puedan vender. Y nadie está mirando”.

Es probable que las aletas de los tiburones capturados acaben en Asia, y especialmente en China, donde un cuenco de sopa de aleta de tiburón puede costar, fácilmente, 100 dólares —un plato de las clases altas que sirven las familias ricas en las bodas y otras celebraciones—.

Large schools of fish on the reef are in decline due to overfishing. Photo by Justin Catanoso
Grandes bancos de peces en el arrecife están en declive debido a la sobrepesca. Fotografía de Justin Catanoso

Cuando Silman empezó a bucear en el Arrecife Lighthouse en 2011, la hierba marina estaba repleta de caracolas vivas. Cientos de caracolas cada pocos pies, me dijo. Solo cinco años después, tenemos suerte si vemos una o dos caracolas vivas. Han sido pescadas hasta su extinción para ser usadas en la preparación del cebiche, las caracolas fritas y otros aperitivos deliciosos. Básicamente, los meros han desparecido, sus zonas de desove están completamente agotadas por la sobrepesca. Parece que la humanidad está comiendo rápidamente la biodiversidad de Belice.

A medida que se ponía el sol, Silman se volvía más melancólico: “Este es un arrecife verdaderamente importante que está colgando de un hilo y estamos haciendo todo lo que podemos para acabar con él. Las redes de enmalle que cogen tiburones. Más beliceños que pescan más peces”.

“Y tienes una reticencia, quizás incluso un rechazo de las pesquerías de Belice [oficiales] por poner las regulaciones necesarias para mantener este activo increíblemente valioso —no solo para su propia industria turística, pero para el mundo—. No tiene ningún sentido”, se lamentaba.

Políticas de indiferencia

Les Kaufman recuerda el Arrecife Lighthouse en 1996: “Era tan espectacular; tan vivo con la cobertura de coral”.

Pero un blanqueo masivo en 1998 destruyó mucho del coral beliceño, como hizo décadas de calentamiento de la temperatura de los océanos. “Imagina una lupa en el cielo que incinera un lugar después de otro”, dijo Kaufman.

Una enfermedad que se llama “banda blanca” ha arrasado la Cuenca del Caribe y casi destruyó todo el coral cuerno de alce y cuerno de ciervo unos pocos años más tarde. El Arrecife Lighthouse capeó ese impacto con una especie de crecimiento rápido llamada coral hoja de lechuga, que ayudó a mantener gran parte del arrecife intacto y vivo.

Kaufman dijo que el cuerno de alce y el cuerno de ciervo empezaron otra vez a crecer, sorprendentemente, a principios del siglo XXI.

Sea whip soft coral. Photo by Justin Catanoso
El coral blando abanico de mar. Fotografía de Justin Catanoso

“Ahora mismo estamos en medio de otro blanqueo pero, de alguna manera, el Arrecife Lighthouse todavía es uno de los puntos brillantes en el Caribe”, dijo. “Mientras todo el sistema tiene mala pinta, hay muchas zonas donde puedes encontrar lugares que van mejor”.

Le pregunté a Kaufman si era solo mi imaginación que podía sentir el Arrecife Lighthouse moverse en la dirección equivocada después de solo un año. Me respondió:

“Lo que no se mueve en la dirección correcta son las políticas. Ir a un lugar en el atolón donde esperas ver coral regenerándose y está —de manera muy agresiva e impresionante—. El muro de media luna [en el lado oeste] del Cayo Half Moon [que está protegido] se encuentra mejor que cualquier otro lugar que conozco en Belice”.

Cuando buceé con tubo ese muro de media luna, me asombró el tamaño y la buena salud del coral dendrogyra cylindrus y el coral orbicella annularis. Había bancos de peces loro tres veces más grandes que los que había visto en ningún otro lugar. Había peces en abundancia, sobre todo, peces barracuda. Todo parecía ilustrar lo evidente. Un arrecife protegido como Cayo Half Moon, incluso en aguas más cálidas, puede ser un arrecife sano.

Pero para mi asombro, y el asombro de todos, desde biólogos a operadores de buceo y a turistas, una gran parte del Atolón del Arrecife Lighthouse no ha sido reservado como una Zona Marina Protegida. Mientras tanto, la protección que ya existe en Cayo Half Moon y el Agujero Azul es escasa —unos pocos guardabosques desinformados que patrullan en pequeños barcos con motores fueraborda, pero solo durante las horas de luz—.

Article author Justin Catanoso has been diving on the reef for just two years, but has seen a noticable decline over that time
El autor del artículo, Justin Catanoso, es un recién llegado al arrecife, que llegó allí por primera vez en 2015, pero durante ese corto periodo de tiempo ya ha notado un declive en la salud del arrecife.

“Sabemos que las zonas protegidas funcionan”, me dijo Miles Silman una noche. “Proteges cosas y vuelven. Aquí tienes uno de los mejores lugares que quedan en el Atlántico occidental por preservar. Le das una oportunidad de pelear contra el cambio climático y responderá”.

Enfatizó la continuada muerte de los arrecifes por todo el mundo: “Necesitas un lugar que sea una aspiración. Necesitas un lugar que pueda demostrar lo que puede ser. Este es ese lugar. O lo era. Y si permites que se vaya al infierno, calcula, bueno, se va todo al infierno”.

Varios días después en una conversación telefónica, Les Kaufman enfatizó la misma observación: “Todo el Atolón del Arrecife Lighthouse debería ser una zona restringida”, dijo. “Pero el problema es que prohibir toda la zona es muy injusto para los beliceños que han vivido toda su vida en la zona y que lo usan. Sería más deseable establecerlo como un experimento, [para aprender] si podemos mantener un arrecife de coral en el siglo XXI sin desterrar a todo el mundo de él”.

Una reserva como esta sería algo así: Pesca limitada. No habría pesca comercial a gran escala. La protección total de todos los tiburones. No se recopilarían especies excepto para la investigación científica. Y suficiente eco-turismo para apoyar económicamente a la población local y para generar los dólares necesarios para reforzar las patrullas e instalar equipos de vigilancia de alta tecnología las veinticuatro horas del día, siete días a la semana para mantener las regulaciones del arrecife recientemente creadas

“Este es un argumento basado en una necesidad global”, declaró Kaufman, “no solo para Belice”.

Carl Safina, un genio miembro de MacArthur, se volvió filosófico cuando le pregunté sobre el valor real de un lugar como el Atolón del Arrecife Lighthouse:

“La pregunta es moral y ética. Gorroneamos y excavamos cada lugar en el mundo solo para arrancar otros pocos dólares y unas pocas comidas para unos pocos días. Estos lugares se las arreglaron solos durante cientos de millones de años y solo en los últimos 50 años ha surgido la noción de protegerlos. Estos arrecifes necesitan ser dejados en paz más que ser protegidos”.

La pesca con redes de enmalle y el cercenamiento de aletas de tiburón

Dos veces a mediados de febrero, Jim Cullinan, gerente del hotel Itza Lodge en Cayo Largo, oyó que había problemas en Cayo Sombrero, una pequeña isla de su propiedad a corta distancia que es usada por los pescadores del lugar para preparar sus capturas. Los macabíes muertos que vio flotando cuando se acercaba le dijo todo lo que necesitaba saber: pesca con redes de enmalle ilegales.

“Es realmente evidente”, dio Cullinan. “No había marcas de anzuelos”.

Los pescadores comerciales guatemaltecos habían colocado redes en la hierba marina de las aguas poco profundas alrededor de Cayo Sombrero. Atraparon sábalos, pargos, atún y tiburones —en total más de 500 peces de gran tamaño—. Cullinan estimó que la captura de tiburones superó los 250 ejemplares. Al menos ese número de tiburones fueron capturados y les cortaron las aletas la misma semana cerca del Cayo Norte, a unas 26 millas.

A stretch of beach at Lighthouse Reef. Photo by dronepicr licensed under the Creative Commons Attribution 2.0 Generic license.
Un tramo de playa en el Arrecife Lighthouse. Fotografía de dronepicr registrada bajo la licencia Creative Commons de Atribución 2.0 Licencia genérica.

“Tenían cubos llenos de aletas de tiburón y congeladores llenos de carne de tiburón”, dijo Cullinan, que asumía que la mayor parte de la captura iría a los mercados asiáticos. “Tenían tiburones martillo, de arrecife, toro, nodriza. Prácticamente, todos los tipos de tiburón. Los eché. Les dije que no volvieran. Llamé a la guardia costera. Vinieron, pero dijeron que no podían hacer nada. Una semana más tarde llamé [al departamento de] pesquerías. Tampoco ayudaron”.

Beverly Wade, la administradora de pesquerías para Belice, fue entrevistada por periodistas locales cuando se corrió la voz por la red sobre la matanza de los tiburones. No parecía preocupada.

“Donde se está produciendo la pesca de tiburones, la población parece estable”, dijo Wade a los periodistas en el continente. “No hay ninguna duda de que, probablemente, necesitamos examinar más regulaciones para nuestra pesquería de tiburones. Pero las regulaciones también tienen que estar basadas en información bien fundamentada”.

Wade dejó claro que no tenía ninguna intención de proponer nuevas regulaciones de pesca. ¿Los guatemaltecos que usan redes de enmalle ilegales en el Arrecife Lighthouse? Tienen licencias gubernamentales para matar.

Rachel Graham, una bióloga conservacionista que creció en Túnez, ha vivido en Belice durante 18 años. Debido a su trabajo de investigación y conservación con los tiburones, sobre todo el apacible tiburón ballena, has sido apodada “la Jane Goodall acuática”.

Struggling lettuce and brain coral. Photo by Justin Catanoso
Coral hoja de lechuga y coral de cerebro con dificultades para sobrevivir. Fotografía de Justin Catanoso

Como fundadora y directora ejecutiva de la ONG MarAlliance, Graham y su plantilla se centran en la conservación de las especies marinas, sobre todo tiburones y rayas. Trabaja estrechamente con las pesquerías de Belice. Fue ella la que alertó en febrero de la matanza de tiburones en las redes sociales, lo que presionó a Wade para defender la falta de normativas en la pesca de tiburones.

“Perdimos tantos tiburones [en febrero]”, me dijo Graham durante una entrevista por Skype. “Muchos eran jóvenes. Varias estaban embarazadas. Había tiburones marcados. Perdimos esos. No obtuvimos ninguna ciencia de ellos. La administradora de las pesquerías dijo que, basándose en nuestra información, la población de tiburones es estable, pero malinterpretaron nuestra información”.

Todo esto plantea, una vez más, la pregunta: ¿Por qué no todo el Atolón del Arrecife Lighthouse es una Zona Marina Protegida? El Cayo Half Moon y el Agujero Azul, ambos patrimonio de la humanidad, generan, anualmente, casi 4 millones de dólares gracias a las tarifas de visita y de buceo, una suma significante para un país con un índice de pobreza del 41 por ciento.

Y los tiburones son lo que los buceadores pagan por ver. Claramente, estos animales valen mucho más vivos y nadando en el Arrecife Lighthouse que suministrando los mercados de carne en Guatemala y los mercados de sopa de aleta de tiburón por todo Asia.

“Durante seis años hemos estado presionando para que se implanten prohibiciones a la pesca con palangre y a la pesca con redes de enmalle en el Arrecife Lighthouse”, me dijo Graham. “Hemos dado fundamentos. Y cuando volvemos al ministerio, nos piden más pruebas. Se las damos. Finalmente piden la opinión de los pescadores. Así que la Sociedad Audubon de Belice encuestó a docenas de ellos. Todos estuvieron de acuerdo [en la necesidad de una prohibición]. Entregamos la petición. Y ellos [los administradores de las pesquerías] dijeron que no. Les presionamos para que nos dieran un motivo. Nunca nos dieron uno”.

Graham está tan indignada como inflexible: “Si van a proteger un atolón, es el Arrecife Lighthouse. Trae los mayores ingresos por turismo para el país. Tiene el mejor coral, la mayor megafauna y dos lugares patrimonio de la humanidad. No sé a lo que esperan”.

Sunset over a Caye. If the reefs aren't saved neither will be the tourist-dependent economy of Belize. Photo by Samantha Beddoes licensed under the Creative Commons Attribution 2.0 Generic license
El atardecer en un Cayo de Belice. Si los arrecifes del país no son salvados, tampoco lo será la economía de Belice que depende del turismo. Fotografía de Samantha Beddoes registrada bajo la licencia Creative Commons de Atribución 2.0 Licencia genérica

Cuando uno intenta entender porque no pasa nada, es fácil pensar que la corrupción puede estar jugando un papel en la dilatación del gobierno y el fallo en la correcta aplicación de las protecciones en las porciones del arrecife ya conservadas.

A medida que los tiburones y otra vida marina se vuelven menos frecuentes, y sus precios en los mercados aumentan, su captura y venta se vuelve atractiva para los elementos criminales por todo el Caribe. Por ejemplo, en México, las vejigas natatorias del pez totoaba, en peligro de extinción, valen más que la cocaína, se venden hasta por 125 000 dólares el kilo en China. La captura ilegal de pepinos marinos, otro manjar asiático, también ha explotado a lo largo de la Península de Yucatán en México, donde las redes criminales, supuestamente, han dado el salto al negocio.

En 2014, los altos beneficios de los pepinos marinos llevaron a una violenta competición entre bandas rivales en Yucatán y Campeche. Y en 2015 Milenio publicó que hombres armados robaron 3,5 toneladas de pepinos marinos deshidratados en un robo de alto riesgo.

Los biólogos universitarios, Kaufman y Silman, dicen que la corrupción gubernamental puede que no sea la única explicación por lo que sucede y no sucede en las aguas frente a la costa de Belice.

“Mi corazonada sobre Belice”, dijo Kaufman, “es que las irregularidades más importantes tienen que ver con altos dirigentes que constantemente valoran los beneficios a corto plazo —a menudo por muy pocos individuos políticamente influentes con quien están endeudados— contra el bien para el país en su conjunto”.

Silman añadió: “Esto no es solo sobre criminales curtidos. Gente corriente que se enfrenta a este tipo de opciones elegirían equivocadamente una y otra vez”.

¿Quién salvará el Arrecife Lighthouse?

Ann Marie McNeil, la expatriada jamaicana que ahora vive en Belice, está entre las personas del lugar cuyo medio de vida depende de la salud del arrecife de coral. Ella es la gerente del hotel Itza Lodge en Cayo Largo; sus dos hermanos operan un negocio de buceo desde la isla. Saben que si los altos números de los peces grandes desaparecen del arrecife, también desaparecerán los dólares de los turistas.

A section of still healthy reef at the Blue Hole. Photo by Justin Catanoso
Una sección aún sana del arrecife en el Agujero Azul. Fotografía de Justin Catanoso

Podrías pensar que el gobierno de Belice participaría en una apreciación de ese mismo hecho, sobre todo porque el turismo es la principal actividad generadora de ingresos del país. Cabría pensar que el gobierno pesaría el valor multimillonario de los peces vivos por encima de la insignificante tarifa de las licencias pagada por la pesca comercial a gran escala —una actividad que está vaciando el arrecife de vida rápidamente—.

“No, no lo tienen en cuenta”, me dijo McNeil. “El pescado es una gran parte de la dieta de Belice. Siempre tuvimos suficiente. Ahora, con poblaciones latinoamericanas más grandes y la presión de Honduras y Guatemala, tenemos un problema serio. No creo que el gobierno comprenda el hecho de que tenemos que hacer grandes esfuerzos para proteger el dólar turístico tan importante. Ahora mismo, esto es una necesidad económica”.

McNeil explicó lo angustioso que es para ella que tantos tiburones fuesen sacrificados a mediados de febrero en el atolón y como “a nadie parece importarle en lo alto del gobierno”.

McNeil, que sonaba como una bióloga o una ONG, imploraba:

“El Arrecife Lighthouse no es solo un problema beliceño. Es un problema caribeño. Es un problema del continente americano y del mundo. Es uno de los pocos puntos brillantes que quedan —con coral y poblaciones de peces—. Pero todo desaparecerá en un par de años si no conseguimos está [total] protección”.

McNeil advierte contra lo que ella percibe como una actitud derrotista e indiferente por parte de muchos beliceños, quizás un remanente de la época colonial —incluso entre los propietarios de complejos turísticos, los operadores de submarinismo y los guías turísticos—. Paradójicamente, hay muy poca indignación por parte de la población local dirigida hacia la inacción del gobierno para proteger sus industrias relacionadas con el turismo.

“Somos un país pobre, un país del Tercer Mundo, y no nos sentimos cómodos luchando contra la autorizad”, me dijo McNeil. “Nuestra economía tiene problemas. Las ONG tendrán que implicarse”.

Les Kaufman y Miles Silman, y la ONG Rachel Graham conocen el valor incalculable de este tesoro natural y están de acuerdo. Es por lo que siguen regresando al Atolón del Arrecife Lighthouse o, como Graham, se establecen permanentemente en Belice.

“Si perdemos Lighthouse, te llevas el mejor lugar que nos queda en el planeta”, me dijo Silman. “Te llevas la esperanza y las aspiraciones de lo que podemos hacer con la conservación de los océanos”.

“Deberíamos estar viendo grandes peces por todas partes en Lighthouse”, dijo Graham. “Deberíamos ver un gran pez detrás de cada roca”.

“No me he rendido”, dijo llanamente Kaufman. Hubo una larga pause mientras esperaba la elaboración. Pero todo lo que añadió fue: “No me he rendido. Eso es lo que tengo que decirte. No me he rendido”.

 

Justin Catanoso es director de periodismo en la Universidad Wake Forest. Recibe apoyo para sus informes sobre el cambio climático de parte del Centro de Energía, Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Wake Forest y el Centro Pulitzer para la obertura Informativa de Crisis, con sede en Washington, D.C. Catanoso colabora frecuentemente con Mongabay.

Scenes on Lighthouse Reef. Photo by Justin Catanoso
Escenas en el Arrecife Lighthouse. Sin la acción international, este punto caliente de la biodiversidad global podría desaparecer en solo unos pocos años. Fotografía de Justin Catanoso
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