- Miles de millones en préstamos del BNDES han impulsado la meteórica subida de las Cuatro hermanas — un cuarteto de empresas de megaconstrucción que ha dominado la política brasileña durante décadas. Estas empresas han sido implicadas en sobornos, comisiones clandestinas, licitaciones amañadas, contratos inflados, daño social y ambiental. Esta corrupción brasileña abrumadora llevó a una protesta el 13 de marzo de 2016, en la que más de un millón de personas salieron a la calle en todo el país.
- A medida que el banco de desarrollo ha ido experimentando un rápido crecimiento, también lo hicieron las Cuatro Hermanas, en las que vertió préstamos subvencionados de bajo interés para gigantescos proyectos de infraestructuras, tanto en Brasil como en el resto de Sudamérica —incluyendo las presas de Amazonas, carreteras, ferrocarriles, puertos y más.
- Las Cuatro Hermanas —Odebrecht, OAS, Camargo Corrêa y Andrade Gutierrez— han sido acusadas de delitos financieros desde hace tiempo, con Marcelo Odebrecht, el exdirector general de Odebrecht, condenado a 19 años por corrupción la semana pasada. El BNDES, aunque ha prestado miles de millones a las empresas, no ha sido acusado de ningún delito.
En este, el tercero de seis artículos, Sue Branford traza el auge de las Cuatro Hermanas y señala cómo los préstamos del BNDES ayudaron a dotar de poder a las empresas influyentes.
Las “Cuatro Hermanas”, como se conoce a las empresas de construcción más grandes de Brasil, son consideradas por muchos como las que promulgan una de las historias de éxito económico más impresionantes y espectaculares de la nación de las últimas décadas. Las cuatro empresas —Odebrecht, OAS, Camargo Corrêa y Andrade Gutierrez— son nombres muy conocidos en Brasil hoy en día y se encuentran entre las principales empresas de construcción del planeta.
Si bien una gran parte del sector industrial de Brasil ha ido encontrando dificultades a la hora de competir con los productos chinos baratos de importación, las Cuatro Hermanas, por el contrario, han ido ganando grandes contratos en el extranjero.
De acuerdo con la AEB (la Asociación de Comercio Exterior de Brasil), las empresas trajeron 13 mil millones USD a Brasil en 2014, ayudando a compensar el grave déficit contable actual del país de 105 mil millones USD.
La AEB también dice que esos contratos en el extranjero proporcionan empleo a 1,2 millones de brasileños, muchos de los que trabajan para las miles de pequeñas empresas que suministran bienes y servicios a los gigantes de construcción.
Cuatro Hermanas con antecedentes familiares polémicos
Desde el principio, la controversia ha perseguido a las Cuatro Hermanas, cuyo notable crecimiento no habría sido posible sin los torrentes de dinero y tasas de interés baratas, proporcionadas por el BNDES (Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social), el mayor banco de desarrollo en las Américas y una institución pública construida en gran parte con el dinero de los contribuyentes brasileños.
A lo largo de su historia, las gigantes empresas de construcción han sido acusadas de corrupción, intermediación de poder y evasión de impuestos. Los casos abundan. Un notorio ejemplo proviene del período de gobierno militar del país de 1964-1985. En 1973, un general brasileño mostró al presidente (también un general) documentación de que el ministro de finanzas Antônio Delfim Netto le dijo a una empresa francesa que la brasileña Camargo Corrêa sería la que construiría la presa hidroeléctrica Agua Vermelha —con un único problema: ¡el contrato de licitación todavía no había comenzado!
La misma documentación reveló que el ministro de finanzas habría obtenido una comisión por sellar el acuerdo (6 por ciento del valor total). Sobornos como este se pagaron regularmente para declarar a los intermediarios, según Pedro Henrique Pedreira Campos, profesor de historia y relaciones internacionales en la UFRRJ (Universidad Federal Rural de Río de Janeiro), quien ha investigado profundamente las empresas de construcción de Brasil.
Con tanto dinero del BNDES fluyendo a través del gobierno a los contratistas y sin un control apropiado, no solo los políticos se hicieron espectacularmente ricos. Un hombre de negocios respetado, Bruno Nardini, se quejó en 1987: “¿En qué tipo de capitalismo vivimos, en el que, en un período de 20 años una persona como Sebastião Camargo puede amasar una fortuna personal de mil millones de dólares? Es un sistema que —como resultado de la concentración del poder político y económico— ha beneficiado a un puñado de personas. Nuestro Estado nunca ha servido a la clase ejecutiva, sino a los monopolios y a las empresas estatales”.
Las acusaciones de enriquecimiento ilícito han continuado hasta el día de hoy. A esto se le añaden cargos de explotación laboral y daño ambiental. Por ejemplo, en 2010, los fiscales de MPF (Ministerio Público Federal) acusaron a Camargo Corrêa y otras empresas de construcción de mantener a los trabajadores en condiciones análogas a la esclavitud en las obras de construcción para las presas hidroeléctricas de Jirau y Santo Antônio en el río Madeira, en el Amazonas. En un caso más reciente, los críticos denunciaron que los contratistas y el gobierno ignoraron el daño ambiental potencial que causaría la presa de Belo Monte recién terminada en el río Xingú —un proyecto financiado en gran parte por el BNDES.
Las consultas enviadas a cada una de las Cuatro Hermanas por este artículo quedaron sin respuesta, salvo por Andrade Gutierrez.
Políticas y grandes préstamos fomentaron las megaempresas
Las Cuatro Hermanas —y el poder que ejercen— no existían hasta que el gobierno federal tomó un papel activo en la promoción del desarrollo económico; en cambio, los trabajos de construcción en todo Brasil se llevaban a cabo por empresas locales de pequeño tamaño.
Esto cambió a mediados del siglo XX, cuando el presidente Juscelino Kubitschek llegó al poder. Interesado en promover un crecimiento rápido (su lema era “50 años en 5”), el presidente decidió construir una nueva gran capital federal —Brasilia— en el corazón del área interior, en gran medida desocupada. Las constructoras brasileñas, dispuestas a ganar contratos inimaginablemente grandes, cultivaron estrechas relaciones con el gobierno. Es una lección que ellas nunca olvidaron: como dijo un escritor: “las constructoras hicieron Brasilia y nunca más salieron de allí”.
Un pequeño grupo de empresas favorecidas comenzó a ganar contratos en toda la nación. En 1968, un consorcio que incluía Camargo Corrêa y Mendes Júnior (otra gran empresa), ganó el contrato para un puente que uniría Río de Janeiro con su vecina Niterói —a 13 kilómetros (8,25 millas), el puente más largo del hemisferio sur.
En 1975, Camargo Corrêa, Andrade Gutierrez y Mendes Júnior comenzaron a trabajar en la enorme presa hidroeléctrica de Itaipú, una empresa conjunta con Paraguay. La presa fue controvertida porque llevó a la demolición de una maravilla natural: la mayor concentración de cascadas del mundo. En uno de sus poemas más conocidos —publicado en letras grandes a dos páginas en uno de los principales periódicos de Brasil—, el reconocido poeta, Carlos Drummond de Andrade, lamentó “el asesinato de las aguas, muertas por la mano del hombre, el señor del planeta”.
A medida que las Cuatro Hermanas crecieron en riqueza, comenzaron a distribuir los fondos electorales a todos los principales partidos políticos, asegurando sus asociaciones estrechas con el gobierno —sin importar quién estuviera en el poder. Los partidos y los candidatos se volvieron cada vez más dependientes de estas donaciones, mientras que las empresas se volvieron dependientes de los contratos de infraestructuras gubernamentales de gran tamaño, entregados cuando las elecciones se terminaron.
Este proceso introdujo un elemento peligrosamente irracional en la planificación de la infraestructura nacional, según los críticos. El gobierno aprobó habitualmente y emprendió grandes proyectos de construcción que beneficiaron a las Cuatro Hermanas, sin tener en cuenta inversiones más modestas en proyectos más pequeños que pudieran haber resultado más rentables, menos dañinos para el medio ambiente y de mayor beneficio para el bien público.
Esta estrecha relación entre el gobierno y las empresas de construcción, junto con la cada vez mayor cantidad de fondos utilizados por el BNDES para fundar megaproyectos, lleva preocupando mucho tiempo a los analistas. Un estudio de la ONG IBASE advirtió: “Sin transparencia, sin vigilancia social, el riesgo de que se hagan préstamos sin criterios democráticos se hace grande. La situación se agrava aún más cuando se tiene, por un lado, grandes corporaciones y, por el otro, el sistema frágil brasileño de financiación electoral, haciendo posible que el “gracias” por los préstamos sea expresado en las financiaciones de campañas”.
Las empresas de construcción, sin embargo, han negado por mucho tiempo que hayan recibido favores especiales del gobierno. En 1978, Sergio Andrade, por entonces un joven director en Andrade Gutierrez, dijo que “la experiencia y la capacidad técnica son necesarias para llevar a cabo proyectos grandes y complejos” y que “solo las grandes empresas de construcción tienen esas cualidades”.
Con los años, las empresas se hicieron más hábiles a la hora de adaptarse a los regímenes políticos cambiantes: ganaron prominencia nacional durante la época del crecimiento económico vertiginoso, bajo el democráticamente elegido presidente Kubiteschek, adaptaron rápidamente sus operaciones al clima político de la represiva dictadura militar de 1964-1985 (que proporcionó a las Cuatro Hermanas grandes oportunidades de crecimiento), y después se adaptaron una vez más al clima político más liberal que tuvo lugar a continuación.
El periodista Samuel Wainer escribió insignemente en sus memorias, publicadas en 1980: “Durante ese período [los años más duros de la dictadura], me di cuenta de que una figura era indispensable para desentrañar los secretos del poder en Brasil: el jefe de una empresa de construcción”.
A juzgar por el escándalo de corrupción de Lava Jato, los comentarios de Wainer siguen tan relevantes hoy en día como cuando los escribió. En su estudio de las constructoras brasileñas, Pedro Campos apunta a un único factor que puede haber dado forma a la relación entre las empresas y el Estado: “Si la dictadura fue un momento decisivo para la ascensión de las empresas constructoras como poderosos grupos empresariales, la continuación de su poder se debe precisamente a esos vínculos, la presencia y el control que este capital monopolista tenía sobre el estado de Brasil en el período posterior a la dictadura y que todavía tiene hasta el día de hoy”.
Con los investigadores examinando, y en ocasiones encontrando, evidencias convincentes de corrupción que rodea a las grandes empresas constructoras de Brasil y contratos de construcción para grandes proyectos de infraestructuras, el BNDES hasta ahora ha sido absuelto de cualquier causa penal. “Es un error, por lo tanto, intentar asociar el BNDES con actos ilícitos solamente porque proporciona financiación a empresas bajo investigación de la policía federal”, le dijo el banco a Mongabay. “Recientemente, el propio BNDES se sometió a una serie de investigaciones, incluyendo una investigación del Congreso (CPI – Comisión Parlamentaria de Investigación), que se pasó más de un semestre verificando las supuestas irregularidades en las prácticas de la institución”, un proceso con el que el banco dice que cooperó plenamente. “Ninguna de estas investigaciones dieron lugar a una acusación contra el Banco, ni había indicación alguna de que nuestros ejecutivos o empleados hayan participado en ningún delito”.
Las conexiones políticas benefician a las Cuatro Hermanas
Una mirada más cercana a las Cuatro Hermanas ilustra cómo llegaron a dominar la vida y la política brasileñas. La empresa más antigua, Camargo Correa, fue fundada en 1936 por un trabajador empobrecido, Sebastião Ferraz de Camargo, cuyo primer trabajo fue el transporte de arena con un carro y caballo para la construcción de carreteras en el interior del estado de São Paulo.
Él amplió su empresa durante la construcción de Brasilia, bajo el presidente Kubitschek, pero su empresa no despegó realmente hasta la dictadura. “Camargo Correa fue la preferida del régimen militar, la que tenía los vínculos más cercanos con el proyecto de la dictadura”, dijo Pedro Campos. Sebastião Camargo reconoció abiertamente su simpatía por los generales gobernantes y, según Campos, ayudó a financiar la notoria Operación Bandeirantes, un aparato represivo creado por los militares para combatir la resistencia armada al gobierno militar. A cambio, el empresario fue galardonado con un doctorado honorario por la Escuela Superior de Guerra, aunque apenas sabía firmar con su nombre.
Camargo Correa ganó su primer contrato en el extranjero en 1978, dirigiendo un consorcio internacional para la construcción de una central hidroeléctrica en Venezuela. Fue en esta época cuando la empresa comenzó a diversificarse más allá de la ingeniería, comprando cementeras, astilleros, fabricantes de ropa y más. Ha sido durante mucho tiempo particularmente fuerte en Río de Janeiro, donde ha proporcionado fondos para políticos, incluyendo 1 millón de R$ (250 000 USD) para la exitosa candidatura de Sérgio Cabral a gobernador del estado en 2010. También ha ganado numerosos contratos allí, muchos financiados por el BNDES.
La empresa también tuvo la precaución de mantener vínculos estrechos con políticos brasileños en otras partes del país, una relación que le sirvió bien en 2009, cuando se le acusó de formar un cártel con otras constructoras en relación con la licitación para construir el metro de Salvador en el estado brasileño de la Bahía. Con un gigantesco gasto, la empresa contrató a un exministro de justicia, Márcio Thomaz Bastos, para que la defendiera. La batalla legal finalmente terminó en 2011, cuando el Tribunal Superior de Justicia suspendió el caso, diciendo que algunas pruebas se habían recogido ilegalmente.
Otro caso en el que la empresa estuvo profundamente involucrada fue la llamada Operación Castillo de Arena (en portugués, Castelo de Areia), en el que la Policía Federal monitoreó envíos ilegales de dólares al extranjero e identificó tales delitos como evasión de impuestos, conspiración, blanqueo de dinero y fraude en licitaciones públicas. En un momento dado, cuatro directores de Camargo Correa fueron detenidos temporalmente. En noviembre de 2010, la operación se suspendió por razones que nunca se explicaron adecuadamente.
Más que las otras empresas, Camargo Correa también ha sido el blanco de las revueltas de trabajadores sin cualificar en sus emplazamientos de construcción. Se ha ganado una reputación de maltratar a sus trabajadores, algo que Pedro Campos vincula a su larga relación con la dictadura y su apoyo a los duros métodos usados a la hora de combatir a la oposición. Especialmente notables fueron las revueltas llevadas a cabo por los trabajadores de la presa de Tucuruí en 1980 y en la presa de Jirau en 2011. Campos señala que ambos emplazamientos de construcción se encontraban en áreas aisladas de la selva amazónica e involucraban a decenas de miles de trabajadores.
Odebrecht, un gigante de la construcción a día de hoy, tuvo un comienzo titubeante. Su historia comenzó en 1856, cuando Emil Odebrecht, un ingeniero alemán, llegó al sur de Brasil. Trabajó en la construcción de carreteras y su nieto creó una empresa de construcción, que quebró. En 1944, su bisnieto, Norberto Odebrecht, puso en marcha la empresa actual.
Ha sido muy favorecida por el BNDES. Entre 2007 y 2015, el banco proporcionó 11,9 mil millones USD para financiar obras de ingeniería en el extranjero, incluyendo grandes proyectos en Cuba y Angola, de los cuales Odebrecht sola recibió el 70 por ciento.
La empresa ha sido acusada durante mucho tiempo de fijación de precios y manejo de cárteles. Particularmente notoria fue la acusación de que contribuyó al fondo ilícito operado por Paulo César Farias, un cercano colaborador del presidente Fernando Collor de Mello, quien dimitió en 1992 unas pocas horas antes de ser acusado de corrupción por el Congreso brasileño.
Fue durante este período que Emilio Odebrecht, que se convertiría más tarde en el director ejecutivo de la empresa, dio su primera entrevista de prensa. Al preguntarle si alguna vez había pagado algún soborno, dio una respuesta incoherente: “Bueno, vamos a analizar primero qué es la corrupción. Creo que el total de la sociedad está corrupto y que corrompe. Para resolver cualquier cosa, usted tiene que dar un pequeño regalo y eso se considera corrupción… Lo que me impresiona es que esto lo hacemos en el extranjero y allí no hay ningún problema. Todo lo que hacemos en Brasil, lo hacemos en el extranjero”.
Odebrecht se ha beneficiado especialmente de los contratos del gobierno en los últimos años; ganó las licitaciones en 8 de los 10 grandes proyectos para el Mundial del 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 en Brasil. Hoy en día emplea más de 175 000 personas en 25 países de América Latina y en todo el mundo. Como Camargo Correa, Odebrecht se ha diversificado, con grandes inversiones en el mercado inmobiliario y el refinado del petróleo.
Odebrecht también ha tenido su dosis de controversia: está profundamente implicada en el reciente escándalo de Lavo Jato (Operación lavado a presión), que derivó de las investigaciones policiales sobre la petrolera estatal Petrobrás. En junio de 2015, el director general Marcelo Odebrecht fue detenido y acusado de encabezar una trama de soborno de 8,5 mil millones R$ (2,1 mil millones USD). En diciembre de 2015, dimitió de su puesto como director general y en el mes de marzo fue condenado a prisión por soborno, blanqueo de dinero y crimen organizado.
Otávio Marques Azevedo, el jefe de Andrade Gutierrez, la segunda mayor constructora de Brasil, fue detenido al mismo tiempo que el director general de Odebrecht. Andrade Gutierrez es casi tan antigua como Camargo Correa. Se estableció en la década de 1940 por los hermanos Roberto y Gabriel Andrade y su amigo Flávio Gutierrez. Una vez más, los contratos gubernamentales fueron cruciales en el ascenso meteórico de la firma: otro hermano Andrade, José Maurício de Andrade, prefirió la política a la construcción y fue un aliado cercano de Juscelino Kubitschek, quien fue gobernador del estado de Minas Gerais al principio de la década de 1950.
Cuando Kubitschek fue elegido presidente, prometiendo grandes inversiones en infraestructuras para promover el crecimiento, la empresa familiar se benefició. A finales de los años 50, Andrade Gutierrez ganó un importante contrato para construir una autopista desde Río de Janeiro a Belo Horizonte, el capital del estado Minas Gerais. Como con todas las Cuatro Hermanas, Andrade Gutierrez adquirió el gusto por las obras públicas: la revista de negocios más importante de Brasil, Exame, informó que el 98 por ciento de los ingresos de la empresa vino de los contratos gubernamentales de 1985-1990, durante el gobierno de José Sarney, el primer gobierno civil tras la dictadura.
Esta dependencia de las obras públicas significó que muchos de los contratos que Andrade Gutierrez ganó fueron financiados por el BNDES. Los críticos sospechan que los crímenes, tales como la fijación de precios, fueron cometidos por la firma durante la negociación de alguno de esos contratos, pero hasta hace poco la información era incompleta. Por ejemplo, una investigación de la Policía Federal en 2010 reveló que en 2008 Andrade Gutierrez realizó un acuerdo de sobrefacturación con Odebrecht y Queiroz Galvão, y juntas estas empresas se dividieron varios contratos grandes. La porción del premio de Andrade Gutierrez fue un contrato de 232 millones R$ (59 millones USD) para la construcción de carreteras bajo el marco de PAC, un gran programa de infraestructuras del gobierno financiado por el BNDES.
La más joven de las Cuatro Hermanas, OAS, se puso en marcha en 1976 por tres exejecutivos de Odebrecht, que iniciaron su empresa al ganar subcontratos de Odebrecht. Pronto se trasladaron a ofertas más grandes y en 10 años, OAS entró entre las 10 empresas constructoras más grandes de Brasil. Aun así, hasta los años 90 OAS solo ganó contratos en el noreste, donde uno de los fundadores —Cesar Araújo Mata Pires, la “A” en el nombre— estaba casado con la hija del político más poderoso de la región, Antônio Carlos Magalhães, que jugó un papel clave en la política nacional como el gobernador del estado de la Bahía. Como las otras Hermanas, OAS se expandió con los préstamos del BNDES, ganando contratos lucrativos en todo el país.
Perseguidas por la polémica
Las Cuatro Hermanas han estado envueltas en algunos de los proyectos de infraestructuras más polémicos de la historia de Brasil. Como ya se ha demostrado, han sido declaradas culpables de mantener a los trabajadores en condiciones “análogas a la esclavitud”, para usar el término empleado por el Ministerio de Trabajo de Brasil. Un caso notorio fue el de 111 hombres traídos del empobrecido noreste por la OAS para construir el nuevo aeropuerto de Guarulhos a las afueras de São Paulo. Los hombres fueron alojados en barracas inhabitables y algunos se morían de hambre. La noticia fue particularmente sorprendente, ya que esto estaba pasando muy cerca de la ciudad más grande y rica de Brasil.
Durante la construcción anteriormente mencionada de la presa de Jirau en el río Madeira, algunos de los 15 000 trabajadores del proyecto llevaron a cabo una huelga, quejándose de que se les había dado comida en mal estado, alojado en condiciones inseguras y que no se les había proporcionado tratamiento médico cuando contrajeron malaria. Camargo Correa fue un miembro del consorcio que construía esta presa, aunque la empresa principal fue la multinacional francesa, Suez — mostrando que las violaciones de las leyes laborales se llevan a cabo por empresas de todo el mundo, no solo Brasil.
Comenzando notablemente con la destrucción de las cataratas Sete Quedas, las Cuatro Hermanas también han sido periódicamente acusadas de connivencia con las autoridades en formas de desarrollo altamente destructivas para el medio ambiente. Uno de los casos entre los numerosos que existen implicó la demolición de un sitio indígena sagrado a lo largo del río Tapajós para allanar el camino para la central hidroeléctrica São Luiz do Tapajós —destrucción que se llevó a cabo incluso antes de que la central fuera autorizada. Esta, la primera de las seis presas que se construirán en la cuenca de Tapajós, se construirán por un consorcio formado por Camargo Corrêa y la francesa EDF, entre otras. La financiación provendrá del BNDES, aunque el Banco ha anunciado que para estas futuras presas proporcionara, a lo sumo, el 50 por ciento de la inversión.
Las Cuatro Hermanas se hacen internacionales
Dados los vínculos cercanos de las Cuatro Hermanas con la dictadura militar brasileña en el pasado, uno podría esperar que las relaciones sean tensas cuando el Partido de los Trabajadores de centro izquierda (PT) llegó al poder en enero de 2003. No fue así, posiblemente porque PT fue entonces tan fuertemente dependiente de la generosidad electoral de las empresas constructoras como los otros partidos. Según los datos del Tribunal de Cuentas Electorales de Brasil, los cuatro mayores contribuyentes a las campañas electorales entre 2002 y 2012 fueron empresas de construcción.
Los críticos dicen que el PT, en lugar de buscar reformas para frenar a las empresas constructoras, trató de utilizarlas para promover sus propios objetivos geopolíticos. Deseosos de aumentar la influencia internacional de Brasil, el gobierno instruyó al BNDES para financiar generosamente las empresas para obtener contratos en el extranjero.
La empresa más grande, Odebrecht, se llevó la mayor parte, obteniendo contratos en muchos países, especialmente en América Latina. Ilustrando la estrecha relación entre el gobierno y las constructoras, en 2012 el entonces director general, Marcelo Odebrecht, hizo un comentario mientras viajaba con la presidente Dilma Rousseff a Cuba para anunciar un nuevo proyecto de casi mil millones USD para la modernización del puerto de Mariel. “Actuamos en alianza con la política exterior de Brasil”, dijo el director general sin rodeos, un comunicado reportado por Robert Simon en la revista Foreign Affairs.
Dondequiera que las Cuatro Hermanas fueran en América Latina, les seguía la controversia.
Marcelo Antono Delfino de Almeida, fiscal del Ministerio Público Federal (MPF) en Mato Grosso do Sul, indicó en un estudio de presas hidroeléctricas en América Latina que no hay “normas claras, debidamente publicitadas, para garantizar la fiel observancia de los parámetros socioeconómicos” en los trabajos financiados por el BNDES. “Esta observación es especialmente relevante en relación con los préstamos concedidos por el BNDES en el extranjero”. (En cursiva en el original).
Entre estos proyectos internacionales de construcción propuestos están las grandes presas en los Andes del Perú, en el río Marañón, el tramo principal del Amazonas. Las presas previstas Rio Grande 1 y 2 están bajo de dirección de Odebrecht Energía Perú, una filial de la Odebrecht brasileña, mientras que la muy discutida presa Chadin 2 está bajo los auspicios de AC Energía, otra filial de Odebrecht.
Odebrecht ha enfurecido a los locales a lo largo del Marañón, que la acusan de intimidación y criminalización de la protesta, diciendo que la empresa ha estado reservada, difundió información falsa y llenó las reuniones comunitarias sobre la evaluación del impacto ambiental con empleados de Odebrecht y partidarios traídos de otros sitios.
Los científicos también están preocupados por las presas de Odebrecht de los Andes, ya que temen que eviten que los sedimentos ricos en nutrientes vayan corriente abajo, posiblemente matando el río Marañón y afectando severamente la biodiversidad de la cuenca amazónica. El gobierno peruano y Odebrecht han respondido con silencio y negación a las repetidas solicitudes de transparencia de los periodistas, incluidos aquellos que escriben artículos para Mongabay.
Al igual que ocurre con sus operaciones en Brasil, el BNDES mantiene sus nuevos préstamos de desarrollo internacional en gran parte en secreto. Fue solo después de que un juez en Brasilia determinara que revelar detalles sobre las operaciones de un banco con empresas privadas “no violaba los principios de impuestos y secreto bancario”, que el Ministerio Público Federal fue capaz de descubrir que desde 1998, el BNDES ha realizado más de 2000 préstamos a las constructoras brasileñas, financiando infraestructuras extranjeras, tales como presas, puertos, carreteras y aeropuertos.
Los criterios utilizados por el BNDES para seleccionar los países para los proyectos de infraestructuras siguen siendo un misterio. Algunas naciones para las que se aprobaron los préstamos para la construcción no gozan de estrechas relaciones con Brasil ni tienen importancia geopolítica para Brasilia. Por ejemplo, el BNDES ha financiado la construcción de un metro ( mil millones USD) y una carretera (152,8 millones USD) en Panamá, un país con el que Brasil no tiene relaciones comerciales ni diplomáticas cercanas.
El año pasado, un periodista brasileño descubrió las condiciones bajo las que el BNDES había financiado a Andrade Gutierrez para construir un embalse y una presa hidroeléctrica en la República Dominicana: el banco otorgó un préstamo de 249,6 millones USD, por el que le cobró al gobierno de Santo Domingo solamente el 2,3 % más el LIBOR, convirtiéndolo en uno de los tipos de interés más bajos en el mundo. El periodista no obtuvo esa información del BNDES, que mantuvo la boca cerrada, sino de una página web del gobierno dominicano.
Andrade Guiterrez le dijo a Mongabay que el BNDES financia proyectos extranjeros como este porque “tales bienes y servicios generan empleos e ingresos en Brasil” y que el precio pagado por la República Dominicana es “compatible con las normas vigentes en el mercado internacional”. Añadió que “todos los países, desarrollados o en vías de desarrollo, cuentan con mecanismos de apoyo a la exportación para desarrollar la industria local y la industria”.
La pregunta de por qué esas inversiones extranjeras se han hecho en general es importante, ya que los préstamos subvencionados del BNDES están fuertemente apoyados por los contribuyentes brasileños —y la misión del banco es apoyar la economía y la sociedad brasileña, a los ricos y a los pobres.
El BNDES le dijo a Mongabay que sus proyectos internacionales “no solo son parte de una estrategia destinada a mejorar la infraestructura regional, sino que también juegan un importante papel, en particular, en la economía de Brasil. Esto es porque la financiación de las exportaciones es una política federal y parte de la estrategia de desarrollo de Brasil… Las exportaciones financiadas por el BNDES tienen un impacto extremadamente positivo en nuestros segmentos de producción, beneficiando, en especial, a las empresas más pequeñas”. El banco informó que entre 2007 y 2013, la producción local asociada a las exportaciones extranjeras financiadas por el BNDES, implicó una cadena de producción que incluyó 3500 empresas, de las cuales 2700 son MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas).
Aun así, muchos economistas cuestionan la sabiduría de enormes inversiones internacionales en infraestructuras. Sérgio Lazzarini, profesor en Insper (el Instituto de Enseñanza e Investigación en São Paulo), ha afirmado en repetidas ocasiones que, en lugar de enviar dinero al extranjero, el BNDES debería financiar directamente a “las empresas locales que necesitan recursos, lo que generaría impactos positivos para la economía”. Además, ha dicho que es esencial que el banco sea transparente sobre lo que está haciendo en el extranjero.
Una cuestión de cambiar prioridades o aquí no pasa nada
Posiblemente una pregunta aún más importante hace referencia al tipo de proyectos que el gobierno brasileño y el BNDES están eligiendo para financiar con sus enormes préstamos a las Cuatro Hermanas, tanto en casa como en el extranjero.
Los críticos preguntan si los proyectos están realizando una verdadera contribución al desarrollo de Brasil y los países de acogida. ¿Están tomando en consideración las necesidades de las personas y la protección del medio ambiente? ¿O son proyectos caros que proporcionan infraestructuras para que las multinacionales las utilicen para exportar minerales y otros productos a China y otros lugares, al mismo tiempo que fallan la prueba de fuego de promover la economía y sociedad brasileñas y salvaguardar el medio ambiente?
Con el gobierno y la economía actualmente en un estado de gran fluctuación, muchos críticos creen que el cambio está llegando, pero tal vez no el tipo de cambio que se necesita. En enero de 2016, la presidente Dilma Rousseff usó sus poderes presidenciales para permitir que las grandes constructoras firmaran nuevos contratos con el gobierno, a pesar de que sus directores estuvieran siendo investigados por corrupción. La presidente dijo: “No podemos pensar que la destrucción de las empresas es la forma apropiada de combatir la corrupción.” Desde que lo dijo, el exdirector ejecutivo de Odebrecht ha sido condenado a prisión por corrupción.
A finales de febrero de 2016, el gobierno dijo que iba a gastar más en infraestructuras para reactivar la economía en dificultades de Brasil. Anunció un nuevo proyecto, estimado en 10 mil millones R$ (2,8 mil millones USD), que implicaba la construcción de una vía férrea llamada Ferrogrão para unir la ciudad de Sinop, en el norte de Mato Grosso, con el puerto de Mirituba, en el oeste de Pará. La razón: hacer más barata la exportación de soja al extranjero. El acuerdo también otorgó a las constructoras los derechos, en el interés público, de expropiar tierras en las zonas del proyecto —una extraordinaria extensión del poder corporativo.
Los críticos dentro de algunas ONG, aunque puedan estar de acuerdo con que la vía férrea Ferrogrāo y otros proyectos no sean perniciosos en sí mismos, están preocupados porque el gobierno está simplemente siguiendo con su viejo modelo.
Márcio Santilli, un cofundador del Instituto Social y Ambiental (ISA), lo expresó de la siguiente manera: “Mientras la economía y la política sigan operando en torno a las mismas bandas criminales, la economía no se recuperará. Por el contrario, el siniestro consenso a que siga adelante con más obras públicas —antes de concluir las que están ya en marcha, antes de investigar los contratos sobrefacturados y las licitaciones manipuladas, antes de castigar a los responsables— es una clara demostración de que no existe la voluntad política de encontrar nuevos caminos. Por esta razón, no existe la más mínima posibilidad de que la crisis subyacente se resuelva”.
El BNDES es un banco público y, en gran medida, el gobierno federal determina las políticas que adoptará. Los acontecimientos de las últimas décadas sugieren una conclusión fundamental: que hasta que la administración decida realizar una reforma fundamental en la manera en la que el banco se relaciona con sus clientes, incluyendo a las Cuatro Hermanas, los problemas graves probablemente persistirán.