- En diciembre del año pasado, 178 naciones prometieron reducir sus emisiones de carbono lo suficiente para evitar que las temperaturas globales suban más de 2 grados Celsius —con el ambicioso objetivo de mantenerlas en 1,5 grados—. Un estudio en la revista Nature ha descubierto que las promesas han sido insuficientes hasta ahora para evitar que el mundo sobrepase la línea de los 2 grados, incluso con los científicos reunidos esta semana en Ginebra para considerar planes para alcanzar el objetivo.
- Aunque hace tiempo que los científicos saben que los aumentos extremos de la temperatura en el Ártico presagiaban la desolación del ecosistema, creían que los aumentos menos extremos de la temperatura en los trópicos podían tener consecuencias más pequeñas y menos graves para la biodiversidad.
- Descubrimientos recientes, sin embargo, muestran que los principales ecosistemas tropicales, desde arrecifes de coral y manglares a bosques nubosos y pluviselvas ya están seriamente amenazados por el cambio climático, con repercusiones probablemente peligrosas para la vida silvestre.
- Mientras las naciones trabajan, y cumplen, sus compromisos de París, los científicos dicen que es vital que los países tropicales sigan protegiendo amplios tramos en el corazón de la tierra silvestre que estén relacionados con corredores silvestres para conservar el máximo de biodiversidad —que permitan el movimiento libre y sin barreras de las especies en este despliegue del cambio climático.
El Acuerdo de París marcó el primer hito político importante para combatir el cambio climático desde que los científicos nos hablaran por primera vez, a finales de los 80, de la mayor crisis existencial de la humanidad.
El pasado diciembre, 178 naciones prometieron hacer lo posible por evitar que las temperaturas medias aumentaran más de 2 grados Celsius (3,6 Fahrenheit) por encima de los niveles preindustriales —y añadieron el objetivo aún más difícil y ambicioso de mantener esas temperaturas 1,5 grados Celsius (2,7 Fahrenheit).
Con este fin, cada nación hizo la promesa de reducir sus propias emisiones de carbono, con todos los frentes en el punto de mira, desde la quema de combustibles fósiles a la deforestación o la agricultura.
Parece una tarea Hercúlea, destinada, según los optimistas, a conseguir resultados positivos.
Aun así, menos de ocho meses después, un estudio en la revista Nature descubre que esas promesas ni se acercan a la ambición que deberían tener para evitar que las temperaturas suban más de 2 grados Celsius, mucho menos 1,5 grados. En agosto, científicos británicos informaron de que el fenómeno de récord de El Niño de este año ya nos ha acercado peligrosamente a ese límite de 1,5 grados.
Mientras tanto, las temperaturas no aumentan al mismo ritmo en el planeta, el Ártico se está calentando mucho más rápido que los trópicos. Eso hizo que, al principio, los científicos manejaran la hipótesis de que los ecosistemas polares sufrirían impactos más graves por el cambio climático antes que los hábitats tropicales.
Sin embargo, en los últimos años, los investigadores empezaron a ver que algunos ecosistemas tropicales se están viendo diezmados por el cambio climático mucho más rápido de lo esperado —por ejemplo, los arrecifes de coral— mientras que otros muchos hábitats podrían verse castigados con el tiempo —por ejemplo manglares, bosques nubosos y pluviselvas— si los esfuerzos humanos y la voluntad política no surgen pronto.
Hacia un mundo más cálido
El líder del estudio, Joeri Rogelj, dijo a Mongabay que no le sorprendía que sus descubrimientos mostraran que las promesas actuales de reducción nacional del carbono harían que se supere el objetivo de 2 grados y llevarían a un calentamiento global de entre 2,6 y 3,1 grados Celsius.
“Las promesas que hay sobre la mesa en estos momentos son el primer paso en un proceso continuo de compromisos, revisión y balance para ver qué se ha conseguido”, dijo Rogelj, investigador del Programa de Energía del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA por sus siglas en inglés). “Este proceso se ha definido con el Acuerdo de París y se espera que, por lo tanto, las naciones revisen y ajusten sus promesas según lo que sea mejor científicamente en los próximos años”.
El Acuerdo de París se estructuró de forma ascendente, de modo que los compromisos nacionales se revisen cada 5 años (empezando en 2020) para asegurarse de que los objetivos de reducción de carbono se potencian con el paso del tiempo.
De todos modos, avisa Rogelj, si los compromisos no se impulsan lo suficiente —y se siguen— el objetivo de mantenerse en los 2 grados Celsius será “significativamente más ambicioso” después de 2030.
Aunque puede que un aumento de 1,5 a 2 grados Celsius en lugar de 2,6 a 3,1 grados no parezca mucho en términos numéricos, muchos científicos han marcado la barrera de 2 grados como el límite que, si se superara, haría que el mundo se enfrente a un cambio climático peligroso.
Muchos dicen que los impactos serían catastróficos si se permite que las temperaturas se acerquen a los 3 grados Celsius (5.4 Fahrenheit).
Para algunos ecosistemas, un aumento de dos grados Celsius en la temperatura ya es una catástrofe. Los ecosistemas tropicales, como los ecosistemas del Ártico, parecen particularmente vulnerables porque las especies allí han evolucionado en rangos de temperatura muy específicos y limitados. Como muchas especies que se enfrentan al aumento de las temperaturas, podrían no sobrevivir.
El aumento de las temperaturas no es el único impacto del calentamiento global a tener en cuenta: las condiciones climáticas extremas, la acidificación de los océanos y el aumento del nivel del mar son efectos que se notan en los trópicos y que seguirán viéndose.
El Armagedón del coral
“Nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que el aumento global de 2 grados Celsius es seguro para los arrecifes de colar y la gente que depende de ellos, teniendo en cuenta los daños que ya se están viendo”, dijo abiertamente Terry Hughes en una entrevista con Mongabay.
“La mayoría de arrecifes ya se han blanqueado tres o más veces en los últimos 20 años”, explicó Hughes, Director del Centro de Excelencia para los Estudios de Arrecifes de Coral del Consejo de Investigación de Australia.
Señala a una catástrofe del calentamiento global en su propio país: la Gran Barrera de Coral. Las aguas supercalientes de este año han hecho que aproximadamente la mitad del coral en la sección norte de la Gran Barrera de Coral muera. En algunos lugares no quedan más que fantasmas blancos del coral. Estos enormes cambios han llegado antes de lo que se preveía según los modelos climáticos.
Los corales tropicales —pequeños animales que construyen arrecifes con el paso del tiempo de los exoesqueletos de sus ancestros— viven en una relación compleja y simbiótica en la que intercambian nutrientes con un alga unicelular llamada zooxantela. Estas zooxantelas dan al coral su espléndido y brillante colorido y gran parte de su energía.
Cuando las temperaturas en los arrecifes de coral suben demasiado, el coral expulsa a las zooxantelas y la relación simbiótica se rompe, al menos durante un tiempo. Este fenómeno es conocido como blanqueamiento del coral y no significa que el coral esté muerto —aún— sino que se está muriendo de hambre.
Los corales se pueden recuperar de estos eventos de blanqueamiento, pero no si suceden demasiado a menudo o si las aguas son demasiado cálidas para que vuelvan las zooxantelas. Si eso sucede, se llega a un punto de inflexión en que el coral se muere con la necesidad de energía, y todo el arrecife corre el riesgo de morir y ser ocupado por algas —estableciendo un nuevo ecosistema marino menos biodiverso.
“Este es el tercer evento global de blanqueamiento de coral desde 1998, desencadenado por el aumento global de las temperaturas en solo un [grado] Celsius”, dijo Hughes de forma sombría.
Lo que le ha pasado a la Gran Barrera de Coral por el aumento de un grado Celsius va casi más allá de la comprensión —un aumento de dos grados podría hacer que el arrecife de coral más grande, y uno de los mayores ecosistemas del planeta, se desvanezca, algo que podría suceder en unas décadas.
Mientras que casi el 50 por ciento de la parte norte de la Gran Barrera de Coral se ha perdido este año la parte sur también ha sufrido daños. En total, cerca de un 90 por ciento del ecosistema se ha visto afectado por el actual blanqueamiento, un evento relacionado con las altas temperaturas de El Niño, sobrecargado por el cambio climático.
La Gran Barrera de Coral no es el único caso: lo que ha pasado allí es parte de un extenso evento de blanqueamiento global que empezó en 2014 (el más largo registrado) que está afectando a muchos de los arrecifes del mundo con una desolación similar. Es posible que no se conozcan las consecuencias totales hasta dentro de meses o incluso años.
Este evento masivo de blanqueamiento, combinado con otros recientes, plantea una seria pregunta: ¿pueden los arrecifes de coral sobrevivir más cambio climático? ¿O ya han llegado al límite de su supervivencia?
Jan Lough da su opinión y afirma que el “único nivel aceptable” para los arrecifes de coral es el ambicioso objetivo de 1,5 grados Celsius de París. Sin embargo, algunos científicos creen que ya hemos pasado esa temperatura o que, inevitablemente, la pasaremos pronto —habiendo ya demasiado calor en el sistema climático para revertir este aumento de las temperaturas.
Añadamos a eso el hecho de que aunque las emisiones de carbono empiecen a caer, es muy improbable que caigan lo suficientemente rápido para conservar el conjunto de los arrecifes de coral del planeta.
Lough dijo que aunque se consiguiera el objetivo de 1,5 grados Celsius, algunos arrecifes de coral “probablemente cambiaran en cuestión de composición de la comunidad, a medida que las especies fuertes sobrevivieran y las vulnerables se perdieran en futuros eventos de blanqueamiento”. Esto haría que los arrecifes supervivientes fueran “ecosistemas mucho más simples”.
La ciencia nos dice que los ecosistemas más simples suelen ser menos robustos y más vulnerables a factores de estrés. Entre esos factores se encuentra la acidificación de los océanos —causada cuando el océano absorbe altos niveles de carbono atmosférico. La acidificación en niveles elevados podría acabar por hacer que los corales y moluscos se disolvieran en el océano.
Los arrecifes tropicales de coral son, con toda probabilidad, el ecosistema más importante de los océanos. Son, con diferencia, el hábitat marino más biodiverso: aunque cubren solo el uno por ciento de la superficie del océano, se calcula que albergan un asombroso 25 por ciento de las especies marinas del mundo en algún momento a lo largo de su vida.
Esto también son malas noticias para los humanos: los arrecifes de coral son vitales para muchas de las industrias pesqueras del mundo y proporcionan comida y trabajo a cientos de millones de personas.
“Trágicamente, estamos perdiendo corales desde los lugares más remotos y prístinos donde no hay otro tipo de presiones humanas”, dijo Hughes. “Simplemente tenemos que reducir las emisiones si queremos que nuestros hijos puedan ver los arrecifes con sus propios ojos”.
“Sorprendente” muerte de los manglares
También hay buenas noticias sobre el cambio climático en cuanto a los arrecifes de coral tropicales. El año pasado, científicos informaron que habían encontrado un refugio donde se crean arrecifes: se esconden de las altas temperaturas y la acidificación extrema creciendo a la sombra de las raíces de los manglares. Ahora las malas noticias: otros científicos han descubierto que los bosques de manglares se están viendo gravemente afectados por el calentamiento global y el aumento del nivel del mar.
Norman Duke, experto en manglares de la Universidad de James Cook, sufrió una terrible conmoción en junio cuando voló en helicóptero sobre el Golfo de Carpentaria al norte de Australia para presenciar una muerte masiva de bosques de manglares de la que se había informado en una región remota y sana de no ser por eso.
“No había visto cosa semejante en ningún sitio”, dijo a the Australian Broadcasting Corporation (ABC). “Trabajo en muchos lugares del mundo y veo manglares dañados como parte de mi trabajo constantemente. Estas son las imágenes más sorprendentes de degeneración que nunca haya visto”.
Duke calculó que la muerte masiva de manglares cubría unas 7000-10 000 hectáreas (17 297-24 710 acres). Al observar imágenes de satélite del pasado, pudo confirmar que los manglares murieron solo durante el año pasado.
Cree que las temperaturas superaltas combinadas con una estación lluviosa perdida son las responsables.
Los manglares no pudieron resistir contra el golpe de la sequía extrema combinada con el cambio climático. Duke cree ahora que el ecosistema de manglares del Golfo de Carpentaria podría cambiar con el tiempo y convertirse en marisma salada y saladares.
“Cuando hay más lluvia, estos humedales están dominados por los manglares, y cuando hay poca lluvia, están dominados por marismas de sal y saladares”, explicó.
La muerte de este año, enfatizó Duke, fue “una respuesta extrema en oposición al cambio gradual que se había observado en los ecotonos de la zona”. El cambio climático se presenta en los medios como algo que sucede lentamente a lo largo de las décadas, con un cambio gradual en las temperaturas y los regímenes de precipitación. Sin embargo, la realidad que estamos viendo en los trópicos y en otras partes es a veces muy diferente, con algunos años (como 2015-2016) que traen aumentos repentinos y abruptos de la temperatura acompañados de cambios drásticos en los niveles de lluvia por todo el mundo.
Del mismo modo que los arrecifes de coral en un mundo más caliente se podrían ver forzados de repente hasta el punto de ser un nuevo ecosistema dominado por algas, los bosques de manglares podrían convertirse en marismas de sal, saladares u otro tipo de ecosistema menos biodiverso y menos productivo.
El doble golpe del cambio climático con el aumento de las temperaturas y la sequía podría incluso acabar siendo un golpe cuádruple: los manglares también están amenazados por el aumento del nivel del mar y eventos climáticos extremos, como las supertormentas derivadas del cambio climático.
Los manglares ya representan algunas de las mejores zonas de amortiguamiento contra los acontecimientos climáticos extremos de las costas en todo el mundo, pero verse golpeados por demasiadas tormentas extremas puede cobrarse su precio y debilitar los manglares que ya sufren por las altas temperaturas y las lluvias erráticas. Los estudios han demostrado que los mares más calientes dan lugar a huracanes más intensos, una realidad que aumentará a medida que suban las temperaturas atmosféricas y oceánicas.
Los niveles del mar también seguirán aumentando —debido tanto a la expansión del agua del océano a medida que se caliente como al deshielo de los glaciares en tierra. Cuando eso pase, las aguas marinas inundarán muchos bosques de manglares y probablemente acaben por matarlos.
Hay un rayo de esperanza para los manglares: el aumento del nivel del mar podría hacer que estos ecosistemas se trasladaran al interior y se instalaran en los pantanos a medida que se vieran inundados con agua salada —pero eso depende de muchos factores. El potencial para la expansión de los manglares tampoco tiene en cuenta la rápida degradación y tala de los manglares para las operaciones de acuicultura de pescado y gambas para alimentar a la población humana, que crece a toda velocidad.
La selva en llamas
Predecir los efectos del cambio climático en la selva tropical es difícil, pero los científicos esperan algunos cambios importantes y posibles sorpresas.
Una forma de la que se espera que el cambio climático afecte a la selva es cambiando los niveles de lluvia, probablemente con un aumento en la duración y la intensidad de las sequías, y por lo tanto más riesgo de incendios.
Las sequías duraderas y los grandes incendios eran poco habituales y casi inexistentes en los bosques tropicales, y ahora son habituales en lugares como el Amazonas e Indonesia. (Aunque es importante apuntar que estos grandes incendios suelen avivarse o estar causados directamente por culpa de una deforestación poco cuidadosa y las políticas de la industria agrícola. En Indonesia, por ejemplo, es habitual desbrozar las tierras con un sistema de quema.)
Sin embargo, la Nasa avisa que la continua sequía de este año ha dejado el Amazonas más seco que ningún año desde 2002. Doug Morton, científico terrestre del Goddard Space Flight Center de la NASA, dijo en un comunicado de prensa que la sequía regional ha “preparado el escenario para un riesgo extremo de incendios en el sur del Amazonas en 2016”. El riesgo de incendios de julio a octubre supera los niveles de 2005 y 2010, cuando ardieron grandes áreas de la selva amazónica.
La intensidad de las sequías y los incendios dañan claramente la vida salvaje y las plantas en los trópicos, donde las especies no se han adaptado al fuego como en los bosques templados. Esos acontecimientos también tienen otra consecuencia: empeoran el cambio climático.
Los incendios del año pasado en Indonesia, por ejemplo, emitieron más carbono que toda la economía de los Estados Unidos durante el periodo en que el país estuvo en llamas. En el Amazonas, la extrema sequía de 2010 impidió que crecieran los árboles y aumentó su mortalidad, lo cual cerró el importante sumidero de carbono del Amazonas de forma temporal e impidió que se almacenara carbono en la región. Por supuesto, el paro en los sumideros de carbono de los bosques tropicales podría significar más carbono en la atmósfera y, por consiguiente, peores efectos del cambio climático en las selvas tropicales.
Aun así, Lucy Rowland, investigadora posdoctoral en la Universidad de Exeter, dijo que los impactos futuros del cambio climático en la selva tropical siguen siendo “muy difíciles de predecir”.
“Podemos decir que el aumento de las temperaturas, particularmente acompañado por la sequía, podría limitar la captura de carbono atmosférico y, seguramente, derivar en la mortalidad de los árboles”. No obstante, parte de lo que hace que las previsiones sean difíciles, según Rowland, es que las temperaturas altas y la sequía en la selva también se contrarrestan con el aumento en los niveles de fotosíntesis causados por el aumento en el nivel de CO2.
Por desgracia, las especies no vegetales no recibirán esa compensación. Un estudio reciente en Scientific Reports descubrió que incluso con un calentamiento de 2 grados Celsius, algunas poblaciones animales (y muchas poblaciones humanas) podrían tener que desplazarse hasta 1000 kilómetros (621 millas) en menos de un siglo para poder permanecer en su régimen de temperatura actual.
Por supuesto, las especies de árboles, arbustos o plantas con flores específicas con las que se asocian esos animales, y de las que dependen para recibir alimento y cubrir otras necesidades, deben del mismo modo trasladarse con ellos.
Si no se mueven, escriben los autores del artículo, “simplemente cargarán con el coste de las altas temperaturas ambientales”.
Las especies que no sean capaces de trasladarse o adaptarse se extinguirán.
Los bosques nubosos avanzan demasiado despacio
Aunque las incertidumbres científicas hacen que sea difícil predecir los efectos del cambio climático en los ecosistemas de la selva, los impactos en los bosques nubosos son más directos. De hecho, “los bosques nubosos están entre los ecosistemas terrestres más vulnerables al cambio climático”, según un estudio de Nature.
Como las selvas, los bosques nubosos prosperan en un rango de temperaturas muy particular y requieren un nivel importante de humedad. No obstante, los bosques nubosos también se encuentran en altas montañas, coronan cimas en altitudes muy específicas en grandes anillos luminiscentes de verde y necesitan una cubierta nubosa casi constante —de ahí su nombre— para sobrevivir.
Los científicos predicen que a medida que el mundo se caliente, las especies de plantas y animales de los bosques nubosos se verán obligados a emigrar a zonas más altas para mantenerse en rangos de temperatura saludables y aptos para la vida. De hecho, los investigadores ya han documentado plantas de los bosques nubosos que intentan moverse hacia arriba. Sin embargo, los científicos han observado que aunque algunas plantas están migrando hacia la cima de las montañas, no lo hacen lo suficientemente rápido para seguir en sus temperaturas.
Esos bosques que migran podrían encontrar barreras. Un estudio presentado en PLOS ONE descubrió que los bosques nubosos en Perú tenían dificultades para avanzar en el hábitat ocupado por las praderas de puna que tenían por encima.
Muchos bosques nubosos también se encontrarán con paisajes dominados por los humanos, como pastos de ganado o agricultura montana cuando intenten avanzar hacia arriba.
Además, a medida de que las temperaturas suban por la montaña, se abrirá la puerta al movimiento a gran escala de especies de tierras bajas hacia lo más alto, lo cual podría derivar en conflictos con las especies que viven en las zonas altas. En Costa Rica, un investigador informa de que 25 especies de murciélago de las tierras bajas ya han avanzado hacia el famoso Bosque Nuboso Monteverde.
El cambio climático también podría llevarse la cubierta nubosa y esas lluvias que dan la vida de los bosques nubosos tropicales. Sin nubes, es poco probable que los bosques nubosos y la singular vida silvestre y plantas a las que ayudan a subsistir, se mantengan. El Bosque Nuboso Monteverde ya está siendo testigo de esa sequía.
Si las temperaturas mundiales aumentan sin cesar, los bosques nubosos acabarán viéndose obligados a retirarse más y más arriba en las pendientes de las montañas, hasta que lleguen a las cimas y no tengan a donde ir. Sin una ruta de escape a climas más frescos y sumergidas en el calor, las especies de los bosques nubosos serán arrasadas.
Norman Duke dijo que es importante recordar que ninguno de estos cambios climáticos ni los impactos son estrictamente lineales. “Aunque puede que a largo plazo haya una tendencia ascendente, el nivel del mar no aumenta a un ritmo constante, también sube y baja. Esto se aplica a la mayoría de factores [del cambio climático], incluyendo la temperatura”.
Sin embargo, a medida de que la temperatura aumente, no hay duda de que los impactos también lo harán. “Cuanto más aumente la temperatura, peores serán las consecuencias”, apuntó Duke.
Potencial para una extinción masiva
Mark Urban, de la Universidad de Connecticut, en un estudio del año pasado observó los riesgos de extinción para las especies relacionados con el cambio climático. Para conseguir la mejor estimación posible, Urban analizó los descubrimientos de 131 estudios.
Descubrió que en la actualidad el 2,8 por ciento de especies se enfrentan a la extinción debido al cambio climático —eso con un calentamiento de unos 0,9 grados Celsius. Si ese calentamiento salta hasta el límite prometido de 2 grados de París, los índices de extinción podrían aumentar a un 5,2 por ciento de las especies del planeta.
¿Y si llegamos a los 3,1 grados Celsius este siglo, como ha proyectado el estudio de Joeri Rogelj, que sumaba los compromisos actuales de París y el máximo aumento de la temperatura que podrían conllevar?
En ese caso, perderíamos el 9 % de especies del planeta a causa del calentamiento global.
Eso significaría que casi una de cada diez especies se enfrentaría a la extinción por culpa del cambio climático —y por supuesto, estos números no tienen en cuenta otras amenazadas provocadas por los humanos como la degradación y destrucción de hábitat, la deforestación, la contaminación, la sobreexplotación de recursos, la caza furtiva, las especies invasoras o una combinación de dos o más de ellas con el cambio climático.
También es importante darse cuenta de que las consecuencias del cambio climático, entre ellas la extinción, no desaparecerán de golpe en 2100. Si no se emprenden acciones seguirán avanzando rápidamente en el próximo siglo.
“Con cada incremento en las temperaturas globales, los riesgos de extinción no solo aumentan, también aceleran”, explicó Urban. “Por lo tanto, incluso pasar un poco de ese límite de 2 grados Celsius aumenta considerablemente los riesgos para la biodiversidad de la Tierra”.
Por eso “las naciones tienen que empezar a aplicar sus promesas [de París] sin demora”, dijo Rogelj.
Añadió que espera que estudios como el suyo “ayuden a los países a aumentar la ambición de sus promesas incluso antes de 2020”. Ese es el año en que los países deben ofrecer su segunda ronda de compromisos.
Aumentar las apuestas, evitar el final
Reducir las emisiones es solo una parte de la respuesta. El calentamiento ya está sucediendo y así seguirá a causa del forzamiento del clima que ya se ha introducido en el sistema climático. Los ecosistemas ya sufren sus consecuencias, al igual que muchas poblaciones humanas.
Como resultado, William Laurance, ecólogo de la selva para la Universidad de James Cook, afirma que los conservacionistas también deberían considerar una herramienta antigua, pero probada, para combatir el cambio climático: las zonas protegidas.
“En cuestión de medidas de mitigación [del clima], las mejores estrategias consisten en conservar las zonas protegidas grandes, topográficamente y climáticamente complejas e interconectadas”, dijo. “Esto dará a las especies la mejor oportunidad a las especies de trasladarse o encontrar refugios durante acontecimientos climáticos extremos”. Esas grandes zonas núcleo podrían estar unidas con grandes y amplios corredores que permitan migraciones masivas de animales y plantas para ajustarse al cambio climático.
En el caso de las especies y ecosistemas en situación desesperada, los humanos tendrán que decidir si intervienen o no. ¿Deberíamos elegir y trasladar especies para ayudarlas a permanecer en el clima adecuado? ¿Deberíamos tener a las especies especialmente sensibles al clima en cautividad para crear poblaciones de seguro —refugios cautivos— contra la extinción? ¿Podrían sobrevivir algunos ecosistemas solo en instalaciones cuyo clima está controlado por los humanos, con la esperanza de ser reintroducidos en la naturaleza algún día?
Al mismo tiempo, Laurance dijo que los conservacionistas no pueden ignorar otras amenazas “como caza furtiva, incendios ilegales y fragmentación del hábitat” que podrían acabar con las especies que ya sufren en un mundo que se está calentando.
Además, podrían hacer falta investigaciones rápidas y equipos de respuesta científica para responder a las emergencias de los ecosistemas provocadas por el cambio climático que ya afectan a las especies amenazadas y los puntos calientes de biodiversidad.
París fue el primer paso, pero fue un paso que llegó tarde —el mundo ya se ha calentado en 0,9 grados Celsius. Ahora los países deben esforzarse por conseguir cumplir con las promesas individuales de reducción del carbono que se sumarán al esfuerzo general. Luego, en 2020, —o si puede ser, antes— tendrán que aumentar y redoblar sus esfuerzos para cumplir con objetivos más exigentes. El plan siempre ha sido eso, pero no será fácil.
Sin embargo, los arrecifes de coral y los bosques nubosos no tienen tiempo para esperar, y la naturaleza no negocia, ni el objetivo establecido en París de 2 grados Celsius ofrece ninguna garantía real para la supervivencia de muchos ecosistemas y especies tropicales.
“Sigo siendo optimista y creo que aún podemos limitar el calentamiento”, dijo Urban. “Pero incluso si conseguimos cumplir los objetivos [de París], seguimos teniendo el desafío de mantener los sistemas naturales y humanos intactos durante una era de calor larga y prolongada como resultado de siglos de emisiones”.
Citas:
Hsiang, Solomon M., and Adam H. Sobel. (2016) “Potentially Extreme Population Displacement and Concentration in the Tropics Under Non-Extreme Warming.” Scientific Reports 6: 25697.
David A. Lutz, Rebecca L. Powell, Miles R. Silman. (2013) Four Decades of Andean Timberline Migration and Implications for Biodiversity Loss with Climate Change. PLoS ONE 8(9): e74496 DOI: 10.1371/journal.pone.0074496
Norris, J. R., Allen, R. J., Evan, A. T., Zelinka, M. D., O’Dell, C. W., & Klein, S. A. Evidence for climate change in the satellite cloud record. Nature.
Rogelj, Joeri, Michel den Elzen, Niklas Höhne, Taryn Fransen, Hanna Fekete, Harald Winkler, Roberto Schaeffer, Fu Sha, Keywan Riahi, and Malte Meinshausen. (2016) “Paris Agreement climate proposals need a boost to keep warming well below 2 C.” Nature 534, no. 7609: 631-639.
Urban, Mark C. “Accelerating extinction risk from climate change.” (2015) Science 348, no. 6234: 571-573.