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Río Doce: el asesinato de un río que ya estaba muerto (artículo de opinión)

  • El 5 de noviembre de 2015, una represa de residuos, propiedad de la empresa Samarco, aliada comercial de Vale y la empresa austro-británica BHP Billiton, colapsó en Brasil, causó la muerte de 19 personas y vertió una afluencia de sedimentos tóxicos al río Doce que contaminó su extensión hasta el Océano Atlántico.
  • El Dr. Fabiano de Melo reconoce esta tragedia histórica, pero manifiesta que el río Doce ha muerto dos veces. La primera vez fue una muerte lenta, a lo largo de cientos de años, mientras la gran cuenca del río era deforestada y la vida salvaje masacrada para atender las necesidades y deseos de los seres humanos. La catástrofe de Samarco estableció su segunda muerte.
  • “Muchas medidas pueden y deberían tomarse para recuperar el río y su biodiversidad”, dice en esta crónica de Mongabay. “Los programas de recuperación de bosques, seguidos de proyectos para reintroducir la fauna nativa, en particular la acuática, deberían ser la prioridad. [U]n esfuerzo intensivo para implementar los proyectos de sanidad en áreas urbanas” también es necesario.
  • “Sin ninguna medida, estamos frente al último funeral de la cuenca [del río Doce]”, concluye. “En unos años, con las políticas de gobierno actuales y las intervenciones negativas, no quedarán más que memorias de un río imponente”. Esta publicación es un artículo de opinión. Las opiniones expresadas son las del autor, no necesariamente de Mongabay.
Rio Doce at Galiléia, Minas Gerais, Brazil, August 2008. While the river looks peaceful, the river valley had already endured at least a century of abuse, with nearly all of the Atlantic Forest there replaced by croplands and development. Photo by Eurico Zimbres licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license
Río Doce en Galiléia, Minas Gerais, Brasil, agosto 2008. Mientras el río parece pacífico, el valle ya había padecido por lo menos un siglo de abuso, con gran parte de la mata atlántica presente reemplazada por campos de cultivo y desarrollo. Fotografía de Eurico Zimbres, autorizado por Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license

Cuando la represa colapsó y liberó residuos mineros hacia el campo de Minas Gerais, Brasil, en noviembre de 2015, las escombreras tóxicas también contaminaron el cauce principal del río de 800 kilómetros. La catástrofe fue el comienzo de otro capítulo trágico —pero no el último— de esta historia.

La muerte lenta de la cuenca del río Doce ocurre desde hace al menos un siglo. Es el resultado de un proceso engorroso de la administración de tierras en un país que permite que grandes áreas se despejen para los cultivos y el desarrollo urbanístico, incluso junto a los ríos.

Las consecuencias fueron la devastación forestal y graves incendios forestales; la utilización intensiva del suelo, lo que conllevó su deterioro en gran parte de la cuenca; la ocupación irregular de las orillas del río; la extracción excesiva del agua —sea para saciar la sed humana o para utilizarla desconsideradamente junto con la agricultura intensiva en las últimas décadas— que contribuye al desbarajuste urbano y a la contaminación directa de sus cuencas.

Al final de un intenso siglo Antropoceno, el río estaba básicamente sin vida. Quedó solo con un 13 por ciento de la cobertura vegetal original de la mata atlántica y las tierras restantes enfrentan un proceso casi irreversible de recuperación junto con tramos de suelo desnudos, expuestos y muy escasos.

Rio Doce at the town of Bento Rodrigues, November 2015, just after the toxic sludge spill caused by the Samarco company tailings dam failure — Brazil’s largest environmental disaster. Photo by Romerito Pontes licensed under the Creative Commons Attribution 2.0 Generic license
El río Doce en la ciudad de Bento Rodrigues, noviembre de 2015, justo después del derrame del fango tóxico provocado por la falla del dique residual de la empresa Samarco, la mayor catástrofe medioambiental de Brasil. Fotografía de Romerito Pontes, autorizado por Creative Commons Attribution 2.0. Generic license

Para dar una idea de lo ocurrido a lo largo de estos años, las cuencas de todos los afluentes del río Doce, incluido el cauce principal, perdieron el 80 por ciento de su cobertura vegetal nativa en áreas de preservación permanentes (diseñadas por el antiguo Código Forestal), de acuerdo a los mapas de SOS Mata Atlântica Foundation, una organización sin fines de lucro dedicada a preservar la mata atlántica en Brasil.

La zona montañosa, representada por municipios como Mariana, Guanhães, y Conceição do Mato Dentro, actualmente tiene más cobertura forestal debido al historial ocupacional que continuó con distintos ciclos de deforestación seguidos de la recuperación forestal. Un proceso similar ocurrió en otras áreas de drenaje, particularmente los afluentes principales de los ríos Suaçuí Pequeno y Suaçuí Grande. Sin embargo, las zonas afectadas radicalmente por la deforestación, centradas entre las ciudades de Governador Valadares (MG) y Linhares (ES), no se han recuperado.

Para exacerbar la historia de degradación, la caza incesante e indiscriminada provocó la extinción local de varias especies diversas. A principios del siglo pasado, por ejemplo, al manatí antillano (Trichechus manatus) se lo podía encontrar en la desembocadura del río, pero no se ha visto ninguno por varias décadas. Hay dos registros que confirman la presencia de la nutria gigante (Pteronura brasiliensis), la Mustelidae más larga en la mata atlántica, y ambos fueron en la cuenca del río Doce, una en el siglo diecinueve y otra a principios del siglo veinte. Aparte de estos registros, la especie nunca se avistó en los estados de Minas Gerais y Espírito Santo. La ausencia de ambas especies demuestra el estado caótico (la severidad de destrucción, ya que los grandes mamíferos eran fáciles de identificar para los cazadores y requerían más hábitat) que el río Doce ha alcanzado luego de varias décadas de deterioro, ruina y abuso.

La fauna piscícola nativa del río es rica y exuberante, pero incluso ésta era amenazada por la constante contaminación del agua —a través de minerales pesados y la contaminación doméstica e industrial— y por la introducción de animales exóticos.

Manatees once played at the mouth of the Rio Doce, but are long gone. The toxic mud sludge mining spill threatens coastal nesting sea turtles. Photo by Galen Rathbun courtesy of US Fish and Wildlife Service
Los manatíes solían jugar en la desembocadura del río Doce, pero hace tiempo que se han ido. El derrame minero de sedimentos tóxicos amenaza la anidación costera de las tortugas marinas. Fografía de Glaen Rathbun, cortesía de US Fish and Wildlife Service

Esta es la historia de la primera muerte del río Doce y con este deterioro biológico se han evidenciado consecuencias económicas y sociales. Por ejemplo, la ausencia de los espesos bosques que solían formar parte de la cuenca es la causa principal de escasez de lluvia en la región. A su vez, esto está directamente relacionado con la crisis del agua en el estado de Espírito Santo. Desde la masacre del río Doce y su cuenca, las personas que viven en las ciudades que dependen de esa agua están sufriendo severas sequías y están acumulando pérdidas agrícolas en la región.

Otro ejemplo es que la región es más vulnerable a sufrir efectos adversos por el continuo cambio climático. Áreas como las del Parque Estadual do Rio Doce (MG) y la reserva biológica de Sooremata (ES) han sufrido sequías prolongadas e incendios forestales constantes. Todo esto genera pérdidas innumerables y disminuye el potencial económico junto con una gran parte de la cuenca. Mientras los bajos ingresos de la población sufren una reducción mayor, los recursos naturales, que ya son escasos, se acentúan aún más.

Como si esto no fuera suficiente, llegamos a la tragedia del 2015 donde el drenaje inadecuado de la represa “Fundão”, en Bento Rodrigues, un municipio de Mariana, provocó la muerte de 19 personas y sofocó al río Doce con todo el lodo del reservorio de Samarco. Según un informe técnico del Ministerio de Trabajo de Brasil, el lodo afectó todas las partes de la cuenca y se propagó aproximadamente 700 kilómetros desde el lugar del accidente hacia el Océano Atlántico. A comienzos del siglo XXI, este desastroso quiebre de la represa “mató” al río Doce una vez más.

The iron mining toxic sludge arrives at the Atlantic Ocean. Photo by Arnau Aregio licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International license
El lodo tóxico de las minas de hierro llega al Océano Atlántico. Fotografía de Arnau Aregio, autorizado por Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International licence

Esta tragedia podría haber sido prevenida. Este accidente está repleto de incontables pérdidas naturales. La pérdida de la biodiversidad solo será calculada efectivamente luego de décadas de estudios.

Muchos afluentes importantes del río Doce no fueron afectados por el accidente y todavía conservan especies de peces nativas, endémicas y poco comunes. Si formáramos parte de un país más decente y serio que respetara sus recursos naturales, tal vez podríamos recuperar la fauna junto con el cauce principal que fue asesinado por el lodo tóxico.

Sin embargo, con la aprobación e implementación de los cambios recientes en el nuevo Código Forestal (aún en debate en el Supremo Tribunal Federal de Brasil), además de la falta de conocimiento entre la población brasilera sobre el impacto de estos cambios y la escasez de movilización por parte de la sociedad civil y organizada, las expectativas se agravan sistemáticamente como del estado general del río Doce. Con esto en mente, no existen prácticamente esperanzas de resucitar la cuenca del río, cuya muerte ya ha sido declarada dos veces. Además, el recrudecimiento de las discusiones académicas relacionadas con el control de la fauna y el desmantelamiento de nuestra legislación medioambiental crea un futuro muy sombrío para toda la fauna afectada en el río Doce.

https://www.youtube.com/watch?v=F5hsNj6u-mA

 

Muchas medidas se pueden y se deberían tomar para recuperar el río y su biodiversidad, incluso como una forma de ponerse al día luego de varias décadas de abusar del agua y la vida de este río tan importante para el pueblo brasilero, especialmente aquellos que residen en Minas Gerais y Espírito Santo. Los programas de recuperación forestal, seguidos de proyectos para reintroducir la fauna nativa, en particular la fauna acuática, deberían ser la prioridad. Asimismo, el esfuerzo intensivo para implementar proyectos de sanidad en áreas urbanas, como el tratamiento de las plantas de depuración de aguas, debería priorizarse a través de políticas públicas a nivel municipal, estatal y federal.

Sin ninguna medida, estamos frente al último funeral de la cuenca. En algunos años, con las políticas de gobierno actuales y las intervenciones negativas, no quedarán más que memorias de un río imponente con aguas torrenciales que fluían limpias y llenas de vida, de bosques espesos junto a la orilla del río y de las personas y sus historias, todo antes de que el río fuera “asesinado” dos veces.

 

Dr. Fabiano Rodrigues de Melo

El Dr. Fabiano Rodrigues de Melo se crió en Governador Valadares, una de las ciudades más importantes del valle del río Doce. Recibió su título universitario en Ciencias Biológicas de la Universidade Federal de Viçosa (1995), una maestría en genética de la Universidade Federal de Viçosa (1999) y su doctorado en ecología de la Universidad Federal de Minas Gerais (2004). El enfoque de su trabajo hoy se centra en biología de conservación, principalmente en especies en peligro, en particular en la Amazonía y la mata atlántica.

The Rio Doce Valley at the city of Governador Valadares in April, 2015, just months before the mining disaster. Photo by Rafa Tecchio licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license
El valle de río Doce en la ciudad de Governador Valadares en abril, 2015, justo meses antes de la catástrofe minera. Fotografía de Rafa Tecchio, autorizado por Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license
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