- Los científicos determinan cómo el cambio climático afecta a los bosques mediante el control de los ciclos de carbono a través de los árboles.
- Las mediciones realizadas por avión muestran que cuando los árboles en la Amazonía occidental pierden sus ramas, liberan casi tanto dióxido de carbono a la atmósfera como cuando mueren.
- La caída de ramas es ahora un factor importante en la contabilización de cómo el carbono se mueve dentro y fuera de los bosques.
Los bosques del Amazonas evocan visiones de doseles frondosos, no de ramas gigantes que se estrellan contra el suelo. Pero según un estudio reciente, publicado en Environmental Research Letters, las ramas muertas caen con frecuencia de las copas de los árboles en el Amazonas y liberan a la atmósfera una cantidad sorprendente de dióxido de carbono.
Esta liberación es comparable a la cantidad de carbono que se pierde cuando todo el árbol muere, lo que sorprendió a los autores David Marvin y Greg Asner de la Institución Carnegie para la Ciencia en Stanford, California. Los investigadores, que estudian el dióxido de carbono para determinar la salud del bosque, creyeron que la caída de ramas no afectaría significativamente los niveles de dióxido de carbono que regresan a la atmósfera de los bosques.
Los árboles actúan como esponjas de dióxido de carbono, absorbiéndolo y convirtiéndolo en madera a medida que crecen. Cuando mueren, la madera se descompone, y el dióxido de carbono fluye de nuevo a la atmósfera. Los científicos están interesados en medir este ciclo a lo largo del tiempo, ya que ayudará a controlar cómo las sequías, las tormentas, y el cambio climático afectan a los bosques, especialmente a los hábitats de la selva tropical amenazados.
Los ecologistas miden los ciclos de carbono determinando primero el carbono de “reserva permanente”, es decir la cantidad de carbono almacenado en los árboles vivos. Preparan parcelas sobre el terreno de unas 10 hectáreas de tamaño, cuentan el número de árboles y amplían la escala para estimar las existencias permanentes de un bosque. A continuación, con el tiempo actualizan ese número según mueren los árboles y otros nuevos brotan.
Hasta ahora, nadie había determinado si la caída de ramas alteraría el ciclo del carbono.
“¿Cómo se miden las ramas que se caen de los árboles? Es como la medición de los dientes que se desprenden de la boca de una ballena”, dijo Asner. “No puedes hacerlo”.
Marvin y Asner desarrollaron un enfoque novedoso para analizar la caída de ramas, inspeccionando enormes áreas de bosques desde el Observatorio Aéreo de Carnegie, un avión con un laboratorio en su interior. Sobrevolaron la Amazonía y escanearon con láseres el bosque que se extiende debajo, configurando una imagen tridimensional del mismo. Marvin y Asner escanearon 12 regiones de Perú y Colombia con un total de más de 100 000 hectáreas. Para comparar la caída de ramas y la muerte de los árboles, volaron sobre cada región dos veces, la primera en 2011 y luego uno o dos años después.
Debido a la caída de ramas o a los árboles muertos se forman grandes calvas en el dosel, Marvin y Asner buscaron brechas emergentes en sus imágenes. Los espacios más pequeños mostraron dónde habían caído las ramas; los más grandes marcaban los lugares donde los árboles muertos se habían desplomado. Después convirtieron estos espacios a una medida de liberación de carbono por hectárea al año para cada zona. Por término medio, anualmente, la caída de ramas en una hectárea liberaba 0,65 toneladas de carbono de vuelta a la atmósfera. Descubrieron que los árboles muertos, liberaban 0,72 toneladas de carbono al año.
“Se trata de grandes números”, dijo Jeffrey Chambers, científico del cambio climático en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, Berkeley, California, que no participó en el estudio.
Chambers se pregunta por qué el carbono liberado por la muerte de los árboles parece menor de lo predicho por estudios de campo. Asner y Marvin se dan cuenta de que no contaron los árboles que habían muerto, que aún no habían caído, lo que podría explicar esta discrepancia. Su próximo paso es dirigirse al suelo del bosque para confirmar sus hallazgos a través de mediciones directas.
Los científicos descubrieron que, si bien la muerte de los árboles varió a través de sus zonas de estudio, la caída de ramas fue sistemáticamente alta independientemente de la ubicación. Según Asneer , esto tiene sentido porque todos los árboles pierden las ramas a largo de su vida.
“La caída de ramas resulta un símil a peinarse el cabello y que se quede algo de pelo en el peine”, afirmó. El sol y el viento son los principales culpables, agregó: “Todo eso provoca el desgaste de las ramas”.
Citas:
Marvin, D. C., & Asner, G. P. (2016). Branchfall dominates annual carbon flux across lowland Amazonian forests. Environmental Research Letters, 11(9), doi: 10.1088/1748-9326/11/9/094027.
Sarah McQuate es una estudiante de posgrado en el Science Communication Program, Universidad de California, Santa Cruz. Se pueden leer aquí otras historias de Mongabay realizadas por estudiantes de la UCSC en inglés.