La Reserva Natural Barba Azul es una reserva de 11 mil hectáreas creada exclusivamente para resguardar los sitios de alimentación del ave.
64 pichones de Barba Azul han volado exitosamente de nidos artificiales desde el año 2010.
Más de 6000 guacamayos de diferentes especies (incluyendo la Barba Azul) se han salvado de que los cacen para extraerles las plumas, gracias al uso de plumas artificiales en danzas autóctonas.
“Cuando le coloqué por primera vez un anillo a un pichón de Barba Azul pude sentir la fragilidad de esta especie. Fue como tener un niño indefenso en brazos. Podría decir que fue una experiencia increíble que me ha tocado vivir”, describe con la voz entrecortada Gustavo Sánchez, quien es coordinador del programa Barba Azul que lleva adelante la Asociación Civil Armonía, una ONG que trabaja por la conservación de las aves amenazadas de Bolivia.
Esta hermosa ave conocida localmente como la paraba Barba Azul, es una especie endémica de Bolivia catalogada en Peligro Crítico de extinción, según la Lista Roja de la UICN. Fue precisamente su belleza lo que la puso en peligro. Durante finales de los años setenta y principios de los ochenta fue destinada al tráfico ilegal, fue a parar a zoológicos y a las casas de varios coleccionistas de aves vivas, además, fue cazada para extraerle las plumas y usarlas como adornos en danzas autóctonas, sin contar con que su hábitat se encontraba amenazado por la ganadería. Estos factores, según algunos estudios científicos, empujaron al límite a esta especie, llegando a reducirse a 54 individuos la población en vida silvestre hacia el año 1994.
Guacamayos barba azul volando en la Reserva. Foto cortesía de Sebastian Herzog / Armonía
Hoy en día, gracias al esfuerzo de organizaciones de conservación, las probabilidades que tienen las futuras generaciones de ver uno de estos guacamayos surcar el cielo boliviano se han incrementado. Es así que ahora, la población de esta especie en vida silvestre fluctúa entre los 200 y 250 individuos, según las estimaciones recientes de la ONG Armonía, realizadas por el ornitólogo Sebastian Herzog.
Plumas artificiales: una salida necesaria
Antes de la colonia española, los indígenas Moxeños no practicaban ninguna religión y danzaban en agradecimiento a la madre selva, rindiendo honores al jaguar, al ciervo, al sol, la luna, las estrellas y los árboles. Los consideraban guardianes de la naturaleza. Pero luego, con la influencia de las misiones jesuítas, la religión católica su sumó a sus creencias.
Esta población se las ingenioó para resistir y mantener viva su cultura. “Si bien fue enriquecida por una nueva fe y las tradiciones católicas, su esencia en la danza del Machetero se ha mantenido a través de los siglos”, comenta Gumercindo Molino Telmo, quien es Cacique del Conjunto Macheteros del Cabildo Indigenal Santísima Trinidad.
La danza tradicional de El Machetero es parte central de una gran mayoría de fiestas como la Chope, FiestaMovima e Ichapequene Piesta, que se celebran en los municipios de la Santísima Trinidad, Santa Ana de Yacuma y San Ignacio de Moxos del Departamento del Beni. Esta danza ha sido declarada como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de Bolivia, con el fin de proteger y conservar las culturas originarias.
En esta danza ancestral, los Macheteros exhiben vistosos tocados de plumas naturales de guacamayos que usan sobre sus cabezas, mientras danzan solemnemente al ritmo del pífano (flauta hecha de hueso de una cigüeña), y los bongos. Estos coloridos tocados están artísticamente ordenados de acuerdo a la intensidad de colores de las plumas. Pero lo impactante es que para su elaboración se necesitan entre 30 a 35 plumas de guacamayos, y para ello, es necesario cazar entre 15 a 18 de estas aves para extraerles las dos plumas más largas de la cola. Las especies que originalmente se cazan para ello son el guacamayo rojo Ara chloroptera, el escarlata Ara macao, el azul y amarillo Ara ararauna y también la Barba Azul Ara glaucogularis. Este hecho generaba una gran presión sobre la población de Barba Azul de Bolivia.
Danza autóctona de los Macheteros. Foto cortesía de Armonía.
Hoy el panorama ha cambiado. Las diversas campañas educativas desarrolladas han ayudado a que las diferentes asociaciones de bailarines y comunidades locales de Moxeños opten por el uso de plumas artificiales. Esto ha permitido reducir en un 80 % el uso de las plumas naturales. En una evaluación cuantitativa elaborada por la organización Armonía se evidenció que en las principales festividades de los municipios de Trinidad, Santa Ana de Yacuma y San Ignacio de Moxos se utilizaron más de 12 752 plumas artificiales y 5636 plumas naturales en los tocados tradicionales de los Macheteros.
“Hemos logrado salvar 6376 guacamayos de las cuatro especies que comúnmente eran cazadas, entre los que se encuentra también la Barba Azul”, comenta emocionado Gustavo Sánchez, coordinador del programa Barba Azul de Armonía, al describirme como las plumas artificiales que se elaboran a base de tela de colores están logrando reemplazar en gran medida el uso de las plumas naturales.
Reserva Natural Barba Azul, el único refugio
En el corazón de las sabanas del Departamento del Beni, en el municipio de Santa Ana de Yacuma, se encuentra la Reserva Natural Barba Azul, una antigua área ganadera de 11 000 hectáreas con sabanas inundables, humedales, pasturas e islas de bosques dominadas por la palmera de Motacú(una especie de palmera típica de las sabanas de esta ecoregión). En el año 2008 este área natural protegida fue reconocida como un santuario natural exclusivo para el guacamayo. Este lugar es un sitio de alimentación vital para las poblaciones de la especie que se encuentran en Peligro Crítico de extinción. En septiembre de 2015, el Consejo Hemisférico de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP), en su reunión en Washington D.C., aprobó por unanimidad la Reserva Barba Azul como un sitio RHRAP de importancia regional, el primero en Bolivia y el número 92 de esta lista, considerando también la importancia del área para especies claves de aves playeras migratorias como el Tibibi Tryngites subruficollis, entre otras más.
Tjalle Boorsma es un holandés apasionado por la naturaleza y la causa de proteger especies en peligro, especialmente aves. Tjalle es el coordinador de la Reserva Barba Azul desde mayo de 2015. ‘’Estamos perdiendo distintas especies en el mundo a causa de la invasión humana a los ecosistemas, a una velocidad demasiado rápida para que las especies se adapten a estos cambios”, describe. Mientras, me explica que en la Reserva están protegiendo el ecosistema del guacamayo por medio de la reforestación de islas de bosques que se encontraban completamente vacías, la implementación de 60 nidos artificiales para ayudar en la protección de todo el ciclo de vida del ave, la construcción de cortafuegos para disminuir el riesgo de incendios, y la ganadería sostenible y el turismo de observación de aves como actividades amigables con la reserva.
Los datos de Armonía indican que desde marzo hasta noviembre, un número importante de guacamayos se congregan en la reserva para alimentarse y aparearse. Después de su apareamiento, a comienzos de noviembre, dejan el área durante la época de cría, que dura de tres a cuatro meses, para retornar luego con sus polluelos.
Pichones de barba azul en uno de los nidos artificiales. Foto cortesía de Armonía
Los pastizales tropicales de la reserva albergan importantes extensiones de palmares con Motacú principalmente, que forman parte importante de la dieta de la Barba Azul. “En los lugares donde hemos visto el guacamayo, el Motacú es diferente. La calidad de las islas de bosque de Motacú son reconocidas por la especie y ellas a la vez, están ayudando a mejorar la calidad del ecosistema de los Llanos de Moxos (palabra del idioma Moxeño, en donde Muj´i significa pasto o paja)”, señala Sánchez y agrega que la especie es un elemento paisajístico importante, y un atractivo para desarrollar el ecoturismo en la región.
La mayor congregación de guacamayos Barba Azul se registra en esta reserva, pero también se reúnen aquí otras de las 17 especies de guacamayos que existen en el mundo. Los investigadores de Armonía avistaron en el 2010 aproximadamente 110 individuos del ave en una de las islas de palmeras de la reserva, cerca del 44 % de la población global estimada. En otros años se registraron 70 individuos, pero el 2016 se identificó un grupo de 118 individuos, el cual incluía varios juveniles. “Los sitios de alimentación son de prioridad alta en términos de conservación de la especie. La Barba Azul es más selectiva al escoger sus frutos para alimentarse, ella busca frutos de mejor calidad a diferencia de otros guacamayos que son más generalistas, por eso la reserva es tan importante”, comenta el experto.
Una pareja de barba azul sobre uno de los nidos artificiales. Foto cortesía de Armonía
Para Bennett Hennessey, Director Ejecutivo de Armonía, la Reserva es un paraíso natural y una joya para el hábitat natural de las sabanas del Beni, además que es importante también para la conservación de otras especies amenazadas como el oso hormiguero gigante, el ciervo del pantano, jaguares, pumas, lobo de crin, mono aullador negro, entre otros. Según Hennessey, a este grupo hay que sumarle también más de 300 especies de aves, entre las que se encuentran aves acuáticas, cuyo hogar se está resguardando gracias a la existencia de esta área. La Reserva forma parte de las casi siete millones de hectáreas del sitio Ramsar Llanos de Moxos. Su variedad de hábitats y fauna han permitido que sea posible el desarrollo del ecoturismo como una alternativa para su manejo.
Nidos artificiales, ayudando a las poblaciones silvestres
“Cuando por primera vez vi salir a un pichón de un nido artificial realmente marcó mi vida como biólogo. El ejercicio de la madre ayudando a su cría a salir del nido y el momento exacto del primer vuelo fue algo que definitivamente añoraba presenciar”, describe Gustavo Sánchez.
Los guacamayos Barba Azul anidan principalmente en las palmeras de Motacú, Totaí y los árboles de Sujo, siendo la palmera de Motacú su favorita, según estudios científicos. Para lograr su anidamiento, la especie necesita de árboles con cavidades grandes en sus troncos, pero lamentablemente 150 años de ganadería intensiva en la región han acabado con la mayoría de los árboles viejos y grandes. Según Tjalle Boorsma, esto sucedió debido a una falta de regeneración de los árboles en las islas de bosques, ya que las vacas se comían todo y pisoteaban el suelo, evitando la regeneración de la Palma de Motacú.
Pichón de barba azul en nido artificial. Foto cortesía de Rolan Seitre /Armonía
Es así que el programa desarrollado por la Asociación Armonía, utiliza nidos artificiales con una estructura y medidas que se asemejan a los nidos naturales para ayudar a la especie en su anidamiento. Además de realizar un seguimiento especial del crecimiento saludable de los pichones y el desarrollo normal de la nidificación de la especie. De esta manera, se toman datos periódicos que sirven para ayudar en lo posible al éxito reproductivo. Todas estas tareas las deben realizar sin intervenir en el comportamiento natural de los padres y sus crías. “Cuando manipulamos a los pichones en los nidos debemos usar siempre guantes, para evitar que las aves sientan olores diferentes que los padres puedan percibir”, explica.
Según los datos de Armonía, 10 pichones volaron de estos nidos artificiales en el 2015, y otros seis lo hicieron el 2016. En total, desde la implementación del programa en el 2010 han sido 64 pichones los que han volado con éxito de estos nidos. La Barba Azul es un ave muy inteligente y gran parte del aprendizaje se lo deben a sus padres y al ambiente que las rodea. Por ello, la organización tiene confianza en que una vez que un par de guacamayos anide con éxito en los nidos artificiales, sus crías y el resto individuos de la especie lo aprenderán y reproducirán.
Pero al mismo tiempo se trata de un ave bastante sensible. “La Barba Azul es tan sensible, que en los nidos artificiales en donde algunas personas han extraído pichones, la especie no ha vuelto a anidar al año siguiente. Yo pienso que se trata de una de las especies de guacamayos más sensibles que existe”, comenta Sánchez.
Empresarios ganaderos, nuevos aliados de la conservación
El hábitat de la Barba Azul en el Beni se encuentra prácticamente dentro de las propiedades de los empresarios ganaderos, quienes son dueños de grandes extensiones de territorio. Por eso los especialistas han tenido que establecer alianzas innovadoras con este sector para garantizar la conservación de la especie. En agosto de 2016 se llevó a cabo el primer Congreso de Ganadería Sostenible de los Llanos de Bolivia y asistieron cerca de 30 ganaderos, además de expertos internacionales en conservación de Argentina, Bolivia, México y Paraguay. El evento estableció una plataforma de trabajo conjunto. “Este tipo de acuerdos es el primer paso hacia soluciones sostenibles de larga duración, algo importante para trabajar en conservación. Ahora el sector ganadero es un aliado importante del programa”, asegura Sánchez.
La ganadería es la principal economía del Departamento del Beni, produce más del 50 % de la carne de Bolivia, según la Federación de Ganaderos del Beni (Fegabeni). Los acuerdos descritos por Sánchez consisten en brindar apoyo al sector ganadero en el mejoramiento de sus prácticas para hacerlas más sostenibles, como por ejemplo optimizar el uso de sus pasturas para la producción de carne y el manejo del fuego, entre otros. Ellos a su vez se comprometen a conservar las diferentes especies de palmeras que son alimento de los guacamayos y en las cuales también anidan.
Nuevos registros generan expectativas
En enero de 2016 científicos del laboratorio de ornitología de Cornell, la Fundación Loro Parque y Armonía celebraron el descubrimiento de un nuevo dormidero con 15 individuos de Barba Azul. Este nuevo registro tuvo lugar a 40 kilómetros de la reserva, en una zona donde no se tenía conocimiento de la existencia de la especie.
Tras una extensa búsqueda de varios meses, los investigadores de la Fundación Conservación Loros Bolivia (CLB), en noviembre de 2016, registraron la presencia de otros 10 individuos adultos en el Área Protegida Municipal de los Grandes Lagos Tectónicos de Exaltación, un área natural creada hace un año en el municipio de Exaltación de la Santa Cruz, en la Provincia Yacuma del Departamento del Beni. El hecho fue considerado muy valioso para el futuro de la especie, ya que abre oportunidades para establecer acciones de conservación, según José Antonio Díaz Luque encargado del proyecto.
Hoy la Barba Azul es un orgullo para la población del Beni. Esto ha llevado a que la especie sea declarada Patrimonio Natural del Estado Plurinacional de Bolivia, según la Ley N° 548.
Guacamayos barba azul en un árbol en la Reserva Natural creada para conservar la especie. Foto cortesía de Sebastian Herzog / Armonía
“En mi trabajo de biólogo, una vez debí seguir durante cinco meses a un grupo de Barba Azul para estudiar su comportamiento social, que es bien fuerte. Luego de un tiempo, percibí algo increíble, este grupo comenzó a aceptarme como parte de su familia. Siempre y cuando uno guarde distancia y las respete, ellas se sienten cómodas en su proceso de nidificación y alimentación. Creo que estamos avanzando bien en su conservación, pero aún necesitamos alcanzar un compromiso mayor para evitar su extinción”, confiesa Gustavo Sánchez antes de salir hacia una nueva expedición en busca del guacamayo.
Atardecer en los Llanos de Moxos, Beni. Foto: Eduardo Franco Berton