- El proyecto Relictos beneficia a 399 personas y sus familias en el Guaviare.
- Cuyubí, cedro achapo y abarco son algunos de los árboles sembrados por habitantes de la región.
- Los relictos tienen la ¨capacidad de captar 57,57 % del agua lluvia y de almacenar 117,9 toneladas de CO2 por hectárea”, explica Jaime Alberto Barrera, investigador del Sinchi.
Nilson Medardo Ruiz Vergara llegó a El Retorno Guaviare a los 9 años. Tiene ahora 52 y pertenece a una familia de fundadores –colonizadores, los denomina la academia– de cuatro generaciones. Ha sido protagonista de la transformación del territorio. Su padre llegó en 1968 cuando Guaviare era parte de la Comisaría del Vaupés, de la que se separó en 1977. Guaviare se convirtió en departamento en 1991.
Los Ruiz Vergara se asentaron cuando el Estado incentivaba la llegada de pobladores a esta región[i] e incluso, recuerda Nilson Ruiz, se ofrecían pasajes en avión desde Villavicencio y Bogotá.
“Llegamos a trabajar, tumbar selva, crear potrero para el ganado y sembrar cultivos de yuca, plátano, y maíz para el sostenimiento. Luego trabajamos con coca, pero en este sector ya no hay esos cultivos. Ahora manejo ganadería a mediana escala, sistemas silvo-pastoriles, relictos y siembra de árboles para recuperar caños e implementar sombríos, pues antes no teníamos esa cultura”, afirma Nilson Ruiz.
Su padre, Manuel Ruiz, se estableció en Guaviare junto con el padre de Miguel Vergara, en cuya finca, en la vereda Chaparral Alto del municipio El Retorno, Mongabay Latam realiza esta entrevista. Apoyado en la chambrana de la casa de su pariente, Nilson Ruiz mira hacia el horizonte y recuerda que antes todo era un terreno poblado de árboles, selva sin trocha, inexplorada.
“Desde 1967 el gobierno nacional apoyó la colonización de El Retorno, conocido como Caño Grande, un poblado localizado a 30 kilómetros al sur de San José. Para publicitar este programa se recurrió al lema de una tierra sin hombres para hombres sin tierra, y lo promovió a través de programas radiales como El Retorno al campo de Radio Sutatenza, que gozaba de gran popularidad entre los campesinos del Altiplano”, explican los investigadores Carlos del Cairo e Iván Montenegro.[ii]
En esa época tomaban una, dos o tres fincas y marcaban sus terrenos a los que llamaban fundos, explica Nilson Ruiz. Lo que se marcaba se decía “es de Miguel”, “de Manuel”, “de Pedro”. Así formaron estos asentamientos en condiciones muy difíciles pues el apoyo del Estado era transitorio.
Nilson Ruiz vive en la vereda Chaparral Medio y se unió hace dos años al proyecto Relictos del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) motivado por el cambio de clima que afecta al ganado, el daño a los arroyos y su deseo de mejorar el medio ambiente.
Su familiar Miguel Vergara, nacido y criado en El Retorno, quien se dedica a la ganadería, se sumó a esta iniciativa al observar que todo está descumbrado sin árboles. “La idea es guardar el bosque que queda, sembrar, reforestar”, afirma. Él destinó una parte de su finca a la siembra de especies maderables como cedro achapo (Cedrelinga cateniformis), abarco (Cariniana pyriformis) cuyubí (Minquartia guianensis) y macano (Terminalia amazonica).
Beneficios de los relictos
Nilson Ruiz y Miguel Vergara siembran árboles en el proyecto Relictos del Guaviare. Jaime Alberto Barrera, investigador del componente de sistemas de producción sostenible para la Amazonía del Instituto de Investigación Amazónica, explica por qué surgió esta iniciativa.
“Cuando sucede la colonización de la selva amazónica, se convierten los bosques en pastos y dejan espacios de bosques que no tocan porque proveen servicios para las fincas: madera para postes, para las casas, para consumo, y espacio para la cacería. Esos parches o pequeños espacios de bosques que dejan son lo que se conoce como relictos. Pequeñas islas de bosques que conservan buena parte de su estructura original, pero que han sido desconectados del continuo de bosques por la praderización”, indica.
Esta iniciativa del Sinchi abarca 120 853 hectáreas y se lleva a cabo en 37 veredas –zonas rurales– de tres municipios del departamento del Guaviare: 12 en San José del Guaviare, 14 en Calamar y 11 en El Retorno. El programa es financiado con recursos de regalías [iii] del Guaviare para ciencia, tecnología e innovación.
El impacto de esta iniciativa ha sido positivo: 399 personas se sumaron a los acuerdos de conservación del bosque, recibieron capacitación para la siembra de árboles e insumos para sus fincas al inicio del programa.
Algunos beneficios que prestan los relictos son ¨su capacidad de captar 57,57 % del agua lluvia y de almacenar 117,9 toneladas de CO2 por hectárea”, explica Jaime Alberto Barrera.
Provenientes de Nariño y Boyacá llegaron hace años a El Retorno Donald Piarpuzan y Blanca. En su finca El Danubio –en la vereda Santa Cecilia– dedican parte de su terreno de 30 hectáreas a la siembra del abarco, cedro achapo y macano, entre otros.
Están orgullosos y contentos con sus árboles. “Los árboles necesitan que los estén limpiando, eso tiene un costo y lo asumimos. Estamos contentos porque es importante hacer este trabajo, mantener el medio ambiente”, afirma Donald Piarpuzan.
Mientras transcurre la entrevista entran cada vez más al bosque. Cada árbol sembrado está marcado con un pequeño distintivo de color negro. Los árboles están organizados en “calles”. Las calles son hileras de árboles, y entre las hileras debe haber ocho metros de distancia, también ocho metros entre cada árbol.
Al principio se desanimaron porque los árboles se morían, pero al ver que otros crecían, se entusiasmaron.
Con el machete en la mano, Blanca se abre paso y muestra orgullosa el resultado de su trabajo, unos pequeños abarcos y milpos de tres meses de sembrados. También hay cedro achapo y algarrobo de dos y tres años, respectivamente.
Ellos tienen un inventario, pues son ya 720 árboles sembrados, y le pagan a un trabajador que les ayuda a cuidarlos. Los árboles fueron sembrados utilizando abono orgánico, sólido, preparado con residuos vegetales, boñiga de vaca, sulfatos y harina que tarda entre 45 y 60 días en descomponerse.
“Hay que tener mucha paciencia –añade Blanca– y dedicarle jornadas de ocho horas para podar, limpiar y combinar esas tareas con el ordeño y demás labores de la finca”.
Preservar los relictos no solo mejora el medio ambiente, genera ingresos al vender las piezas de los árboles maderables y es una actividad que los relaja cuando están estresados.
Otros propósitos de los relictos son darle un manejo sostenible al bosque, aprender qué maderas sacar y cuáles no, por ejemplo no sacar el cedro porque tiene un valor importante debido a la calidad de su madera; o la palma de Asaí, de la que se obtiene una bebida refrescante de color rojo intenso.
En el momento de la presentación del proyecto de relictos en el año 2012, 565 personas eran posibles usuarias. Hoy permanecen 399 personas motivadas por el valor que da a sus fincas contar con bosques y agua ya que la pradera se degrada.
“La vocación de los suelos de la región no es para pastos. Los campesinos vieron el tiempo seco en la Amazonía, ya no podían predecir las cosechas (…) los campesinos tienen que hacer reservorios porque se les está acabando el agua. Esto no tiene sentido acá porque el agua mueve el bosque húmedo tropical, que está en el bioma amazónico”, explica Jaime Alberto Barrera del Sinchi.
El proyecto de relictos también surge como una alternativa económica sustentable. La demanda de abarco es considerable, pero se necesita que madure mínimo 20 años.
Un árbol en pie puede valer hasta un millón de pesos (unos 334 dólares aproximadamente) luego de 20 años de sembrado cuando el ciclo de corta determina que la madera está lista para ser aprovechada. Si luego de 20 años un productor tiene al menos 200 árboles en una hectárea, el valor en bruto que genera la plantación es de 200 millones de pesos por hectárea, es decir, 66 800 dólares al precio de hoy.
“Una finca agroforestal ideal debería ocupar al menos el 20 % de su área en agroforestería, que es aproximadamente 20 hectáreas en Guaviare. Ello depende de la Unidad de Agricultura Familiar (UAF). Así podría aprovechar una hectárea cada año y generar suficientes ingresos para vivir y para renovar la plantación. Si cada año aprovecha una hectárea y siembra otra mantiene el ciclo forestal [iv]”, explica Jaime Alberto Barrera.
Al dejar la finca de Blanca y Donald se avanza por una carretera sin pavimentar, de color rojizo, para llegar al municipio de Calamar, adonde están Yesenia Sánchez y su hermano Dumar.
Yesenia ayuda a su hermano con esta iniciativa de relictos y simultáneamente cuida los animales de la finca, cría a su hija y es tesorera en su vereda. “Este proyecto me llamó la atención porque se trata de la conservación del medio ambiente. Desde niña he amado el agua, quisiera no gastarla, no contaminarla. Tenemos dos hectáreas sembradas”, señala.
Para ella es gratificante sembrar árboles al lado de un caño, pero es retador concientizar a las demás personas y convencer a algunos vecinos de la importancia de no talar.
“Me llamó la atención este proyecto porque a largo plazo vas a tener unos árboles. Nos enseñan qué árbol es este, para qué es. Uno no sabe que tumba una medicina, por ejemplo. Me gustan las charlas que nos han dado en la estación experimental del Sinchi porque han sido enriquecedoras. Me sirvió, me quedé y me gusta”, agrega.
Yesenia Sánchez está convencida de la importancia de los relictos: “Uno en la ciudad no ve la riqueza que hay en el campo, pero en el campo sí se ve la pobreza de la ciudad en cuanto a oxígeno, contaminación. Personas que van anochecen, amanecen, pero nunca se preguntan: ‘¿Qué árbol sembraré? ¿Esto que contamina puede llegar a un río, a un caño?’”.
Al preguntarle qué mensaje le daría a las personas en las ciudades sobre los bosques dice: “Eso empieza por nosotros. ¡Por favor deténganse! Sus hijos ¿qué les vamos a dejar? La bendición de ahora no la tendremos en pocos años”.
NOTAS
[i] Institucionalidad estatal empezó a tomar forma en esta región del país, sobre todo de la mano de algunas de las primeras oleadas de colonización «dirigida» que ocurrieron simultáneamente con migraciones «espontáneas», es decir al margen de las que planeó el estado, de colonos empobrecidos y desposeídos del interior del país. En su mayoría, llegaron colonos que tuvieron que migrar por causa de la violencia generalizada en las zonas rurales de los Andes, y del fracaso de la reforma agraria que intentó tímidamente democratizar la posesión de la tierra en esa parte del país. Su origen le dio una connotación eminentemente política a algunas de estas vertientes de colonización «espontánea» que se dirigieron al Guaviare. Del Cairo, Carlos y Montenegro, Iván. “Espacios campesinos y subjetividades en el Guaviare.” (2015):53.
[ii] Ibidem.
[iii] Las regalías son una fuente importante de financiación para el desarrollo territorial que se deben administrar siguiendo los principios de transparencia, eficiencia, impacto, equidad y sostenibilidad.
[iv] Las unidades agrícolas familiares (UAF) aparecen en la Ley 135 de 1961 y luego en la Ley 160 de 1994, como un instrumento básico de distribución de tierras. Rey, Eladio. Lizcano, José y Asprilla, Yefer. “Las unidades agrícolas familiares (UAF), un instrumento de política rural en Colombia”. (2014):33.