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‘Corriendo contra el tiempo’ para salvar al taguá y su hogar en el Chaco

  • El taguá es una de las tres especies de pecarí que vive en América y es endémica del Gran Chaco.
  • Los científicos dicen que el Chaco está desapareciendo a un ritmo alarmante —con casi un millón de hectáreas de pérdida de cubierta arbórea en el 2008— debido en gran parte al cultivo de soya y a la ganadería.
  • La destrucción del hábitat del taguá, junto con la caza, ha causado que sus números caigan muy por debajo de los 5000 estimados vivos durante los años noventa, dicen los científicos.

El taguá vive en pequeños clanes entre los arbustos densos del Gran Chaco en Sudamérica y parece un cruce entre un cerdo esbelto y un erizo gigante. Conocido también como el pecarí del Chaco (Catagonus wagneri), el animal ha creado una vida precaria en las llanuras secas y bosques que conforman su ecosistema con el mismo nombre en Bolivia, Argentina y Paraguay.

Pero en un lugar donde la vida ya es difícil, la desintegración de sus alrededores ha hecho aún más difícil la supervivencia. Científicos, conservacionistas y gobiernos luchan por salvar al Chaco y con él a esta inusual especie emblemática, la cual disminuye rápidamente.

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El taguá, o pecarí del Chaco, tiene una relación lejana con el cerdo doméstico. Es una de las tres especies de pecaríes encontradas en el Chaco y la única endémica del área. Foto de Juan Campos

“Es raro encontrar un animal tan grande que solamente se encuentre en una región en específico”, dijo Dan Brooks, curador de zoología de vertebrados del Museo de Ciencias Naturales de Houston, quien comenzó a estudiar animales en el Chaco hace casi 30 años. El taguá, catalogado como “En Peligro” por la UICN, es uno de los muchos animales endémicos de esta región.

Ligeramente más pequeño que Egipto, con 100 millones de hectáreas según la WWF, el Chaco es a menudo eclipsado por su vecino más húmedo y más densamente boscoso, la Amazonía. Pero sus encantos no pasan desapercibidos por los científicos.

“Me enamoré inmediatamente del lugar”, dijo Mariana Altrichter, bióloga de conservación del Colegio de Prescott y presidenta del Grupo de Especialistas en Pecaríes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. “Eso es algo difícil de entender, porque si estás allí, muy pronto te das cuenta que es muy difícil vivir allí”.

Originaria de Argentina, ella estudió los efectos de la caza en el taguá y sus primos el pecarí de collar (Pecari tajacu) y del pecarí barbiblanco (Tayassu pecari) a principios del 2000 en una parte del Chaco argentino con un nombre poco acogedor: ‘Impenetrable’.

“Es un lugar muy inhóspito. No hay agua. Hace mucho calor. El bosque es denso y espinoso y todo es hostil para los seres humanos”, dijo Altrichter en una entrevista con Mongabay. “Y, sin embargo, es hermoso”.

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Diversos paisajes caracterizan al Chaco, representado aquí en Paraguay, desde pastizales hasta bosques secos. Foto de Ilosuna/Wikimedia Commons

Altrichter está a la vanguardia de un movimiento multinacional para salvar al taguá de la amenaza de pérdida de hábitat. Los tres países que integran el Chaco están luchando para encontrar la mejor manera de desarrollar sus economías y al mismo tiempo proteger sus recursos naturales.

Altrichter está trabajando con otros ecólogos, incluido Brooks, así como con agricultores, gobiernos y comunidades locales, para evitar que el taguá y su ecosistema desaparezcan. A partir de un taller realizado a principios del 2016, el grupo publicó en octubre un plan para salvar la especie.

Mientras que el foco de atención en la Amazonía ha traído la pérdida de bosque, las tasas de destrucción también han estado en una trayectoria ascendente en los últimos 15 años en el Gran Chaco.

“[El Gran Chaco] es probablemente la ecorregión que desaparece más rápidamente en la Tierra”, dijo Anthony Giordano, biólogo de conservación y fundador y director ejecutivo de SPECIES (Sociedad para la Preservación de Carnívoros Amenazados y su Estudio Ecológico Internacional).

Un retorno temprano

Curiosamente, la extinción no sería algo desconocido para el taguá, ya que de cierto modo es una especie Lázaro. Hasta la década de 1970, los científicos solo lo conocían a partir de restos fosilizados. Después, un equipo de biólogos confirmó rumores locales de la existencia de una tercera especie de pecarí en el Chaco paraguayo, publicando su “descubrimiento” en la revista Science en 1975.

“La gente del lugar, por supuesto, lo sabía”, dijo Altrichter. “Siempre hablaban de tres especies de pecaríes”.

Los pecaríes solo tienen una relación lejana con los cerdos domésticos, aunque sus hocicos parezcan similares. Ellos se separaron hace unos 40 millones de años.

Desde que los taguá volvieron a entrar en ámbito de la ciencia occidental, un grupo pequeño, pero comprometido, de científicos ha desafiado las duras condiciones del Chaco para aprender más sobre él. En ese tiempo la zona ha pasado por muchos de cambios.

“Cuando viví en Paraguay, hace casi tres décadas, la mitad de la Carretera Trans-Chaco aún no estaba pavimentada”, dijo Brooks.

Investigaciones posteriores en el Chaco revelarían los peligros de las carreteras pavimentadas y el acceso que ofrecen a los cazadores del taguá.

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El Chaco seco en Argentina. Foto de Valerie Pillar/Wikimedia Commons

Comparado con lo que Brooks encontró originalmente, “la situación hoy es muy diferente”, dijo. “La industria ganadera es enorme en lo que solía ser el prístino bosque seco del Chaco, que tristemente se está convirtiendo en pastizales a un ritmo alarmante”.

Luego, alrededor del tiempo que Altrichter comenzó a trabajar en el Chaco, una crisis económica golpeó Argentina. Para compensar, el gobierno trató de devaluar su moneda, el peso. Además de las ondas de choque que ondulaban a través de la economía global, hizo que la tierra en Argentina fuera muy barata.

“Fue ridículo”, dijo Altrichter. “Era como $2 por hectárea”.

Eso llevó a una afluencia de rancheros, que despejaron el bosque, vendieron la madera y comenzaron a pastar el ganado. A medida que la amenaza de la ganadería se intensificaba, agravada por un auge en el cultivo de soya, las praderas abiertas dejaban menos lugares para que el taguá forrajee y se esconda de los depredadores.

Los datos de la Universidad de Maryland y visualizados en Global Forest Watch muestran que la pérdida de la cubierta arbórea en el Chaco se intensificó dramáticamente justo después del comienzo del siglo XXI, alcanzando un máximo de casi 1 millón de hectáreas anuales en el 2008. La región perdió más del 14 % de su cobertura arbórea entre el 2001 y el 2014.

Gran parte de esta pérdida se produjo dentro y alrededor de los restantes Paisajes Forestales Intactos (IFLs por sus siglas en inglés) de la región, que son áreas de bosques primarios suficientemente grandes e intactas como para conservar su biodiversidad nativa. En total, las IFLs del Chaco perdieron alrededor del 6.5 % de su cobertura arbórea del 2001 al 2014, lo que condujo a una reducción de su extensión de aproximadamente la mitad en el 2013. En otras palabras, la selva del Chaco, capaz de albergar a una gran cantidad de fauna, se redujo a la mitad en solo 13 años.

Gran Chaco
Entre el 2001 y el 2014 el Gran Chaco perdió cerca de 8.4 millones de hectáreas de cobertura arbórea, según datos de la Universidad de Maryland —más del 14 % de su cobertura total. (La extensión del hábitat del taguá es una aproximación basada en un informe del 2016 del Grupo de Especialistas en Pecaríes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza/SSC).

Un íntimo vínculo

No hay duda que la pérdida de bosque en el Chaco ha sido un golpe devastador para la vida silvestre. Además, el declive del taguá probablemente también ha tenido repercusiones sobre la salud del mismo ecosistema.

La investigación de la ecóloga Silvia Saldívar, que asistió al taller de Asunción, confirmó lo que muchos científicos habían sospechado durante mucho tiempo —y lo que la gente que vivía en el Chaco ya sabía: que la supervivencia de la especie y del ecosistema del Chaco está probablemente íntimamente ligada.

Saldívar llama a los pecaríes “ingenieros del ecosistema” en su tesis del 2014. Las comunidades vegetales brotan en donde las pezuñas puntiagudas del taguá han marcado el suelo y donde su nariz ha pasado en busca de raíces para comer, ella dijo.

“Donde no tienes pecaríes, el bosque es diferente”, dijo Saldívar a Mongabay. “Es menos diverso”.

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Un taguá fotografiado por una cámara trampa en el 2013. Parque Nacional Defensores del Chaco, Paraguay. Foto de Silvia Saldívar y Anthony Giordano

Una evaluación de la década de los 90 sobre la población determinó que el número de taguás en Paraguay era de unos 5000 y notó que poblaciones más pequeñas estaban viviendo en Bolivia y Argentina en ese momento. Los expertos están de acuerdo en que los números probablemente solo han disminuido desde ese entonces.

Para obtener un mejor control de los números actuales, Saldívar comenzó a estudiar la especie en el 2012, mientras que estaba en el Colegio de Ciencias Ambientales y Silvicultura de la Universidad Estatal de Nueva York, en Syracuse. Paraguaya por nacimiento, examinó las amenazas actuales que el taguá tiene en su país de origen.

Tradicionalmente, los miembros de la comunidad local matan a los taguá  cuando los encuentran en su camino. Dada la opción, tomarían un taguá sobre otros pecaríes ya que su carne sabe mejor, descubrió Saldivar a través de entrevistas con cazadores.

La caza, incluso cuando es practicada por los cazadores locales en niveles bajos, ha sido una preocupación para el taguá casi desde su regreso al escenario científico. A diferencia de los otros pecaríes, el rango del taguá no se extiende más allá de los límites del Chaco, por lo que los investigadores pronto especularon que era probablemente susceptible a la caza excesiva.

Altrichter y un colega publicaron un artículo en el 2004 en la revista Biological Conservation que descubrió que incluso la caza de subsistencia puede no ser sostenible, “no tanto por el número de animales que están cazando”, dijo Altrichter, “sino porque su hábitat ya era pequeño, y es una especie que es naturalmente rara”.

Los científicos creen que los programas para promover medios de vida alternativos, particularmente en Argentina, han reducido la caza de subsistencia del taguá quizás hasta la mitad.

Pero a medida que el desarrollo agrícola abrió El Chaco a presiones externas, conduciendo a nuevos caminos y más gente pasando por ahí, el número de animales cazados deportivamente se convirtió en un problema mayor.

Los monitoreos de Saldívar sobre el área presentaron muchos esqueletos de taguá a lo largo de caminos en el Chaco paraguayo —probablemente matados por conductores de camiones que transportan ganado o soya a través de la zona u otros forasteros con sus propios carros.

Investigaciones anteriores descubrieron que el comportamiento social del taguá fue lo que probablemente exacerbó los efectos de la caza en la especie.

“El comportamiento social altamente integrado del taguá no ayudó en nada desafortunadamente”, dijo Brooks. “Cuando un cazador disparaba a uno, el resto de la manada se dispersaba solo para volver momentos después donde el miembro de la familia caído el cazador disparaba a otro y a otro hasta que todo el grupo era eliminado”.

El trabajo de Saldívar confirmó esa evaluación.

“Los taguás son realmente curiosos”, le dijo a Mongabay. “Se quedan y miran lo que estás haciendo”.

Conocimiento local inexplorado

Saldívar llamó al “descubrimiento” del taguá en la segunda mitad del siglo XX “revelador”. La lección era que “debes prestar atención a lo que la gente local dice y lo que la gente local sabe, porque aunque no sea la manera occidental de ver las cosas, hay un montón de conocimientos que no se tienen en cuenta”.

Para Altrichter agregar esas voces a la estrategia de planificación para salvar el taguá ha sido crítico.

“Podemos llevar a cabo modelos de viabilidad poblacional o modelos de adecuación de hábitat, pero los indígenas son los que nos dicen, ‘Oh no, el taguá sólo tiene dos bebés en un año'”, ella dijo. “O podrían decirnos, ‘No, las hembras jóvenes no se reproducen'”.

Ese principio de inclusión ha guiado cómo Altrichter y sus colegas han aproximado su trabajo para salvar al taguá. Invitaron a “todos los que tenían algún interés en la conservación de la especie”, incluyendo agricultores y ganaderos, comunidades menonitas, comunidades indígenas y locales y agencias gubernamentales de Paraguay, Bolivia y Argentina.

En la reunión en Asunción, a pesar de las propuestas, “el sector o la parte interesada que faltaba —y que generalmente falta en todos estos talleres— son las grandes corporaciones internacionales”, dijo Altrichter. “Son ellos los que lideran toda esta deforestación, los que están comprando miles y miles de hectáreas, llegando con máquinas y en pocos días quitando cientos de miles de hectáreas para hacer ganadería o cultivos de soya”.

“No van a los seminarios”, agregó.

La Secretaría del Ambiente envió representantes. Altrichter dijo que la supervivencia del Gran Chaco depende de la participación de los gobiernos de Paraguay, Bolivia y Argentina. Además, tienen que equilibrar la conservación con otras prioridades.

Esa desintegración del hábitat es “posiblemente una amenaza más grande” que la caza furtiva, dijo Saldívar.

“No están tratando de detener el desarrollo. No pueden detener la expansión agrícola “, dijo Altrichter. “La idea es cómo hacerlo de una manera que no destruya por completo el medio ambiente”.

“El problema es que están corriendo contra el tiempo porque la deforestación está sucediendo tan rápido”.

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El Chaco es un lugar notoriamente difícil de estudiar, lo cual limita nuestra comprensión de los animales que viven allí, como el taguá. Foto de Silvia Saldívar y Anthony Giordano

Biología básica

La reunión reveló vacíos significativos en nuestra comprensión de la biología y ecología básica del taguá, aun cuando la comprensión de que la población está en descenso está clara.

Los participantes del taller decidieron trabajar más estrechamente con los programas locales de mejoramiento del taguá, como el Centro Chaqueño para la Conservación e Investigación (CCCI) que comenzó como una colaboración entre el gobierno de Paraguay, el Cuerpo de Paz de EE.UU. —llamado Proyecto Taguá— en 1985. CCCI amplió su misión en el 2010, pero aún tiene un programa de crianza en cautiverio con 97 taguás, el cual está dirigido por uno de los autores del plan de recuperación, Juan Campos.

El Proyecto Taguá, ahora ubicado en Fortín Toledo, Paraguay, y programas similares podrían proporcionar una ventana a los secretos de esta especie difícil de estudiar, además de proporcionar algún día animales para la reintroducción, dicen los autores del plan.

Impulsar las protecciones legales del rango geográfico del taguá también ayudaría, escribieron en un artículo en la revista Suiform Soundings. Pero actualmente, se calcula que solo el 12 % del hábitat “altamente adecuado” está protegido. Para llenar este vacío escriben que la participación de las comunidades locales será vital.

En una nota positiva, la pérdida de cobertura arbórea en el Gran Chaco se ha reducido en los últimos años —en el 2014 hasta cerca de la mitad de los niveles récord del 2008, cuando el área estaba sangrando cerca de un millón de hectáreas al año. Los datos del 2015 y 2016 indican nuevas reducciones de la deforestación.

Gran Chaco imag satélite
Los datos de la Asociación Guyra Paraguay muestran que las tasas de deforestación del Chaco cayeron ligeramente en el 2015, con una pérdida forestal de aproximadamente un medio por ciento menos que en el 2014. Los números preliminares de la primera mitad del 2016 (junio es la última fecha para la cual hay datos disponibles) indican una caída más pronunciada con una reducción de aproximadamente un 5 % de enero a junio durante el mismo período de tiempo en el 2015.

No está claro si esa tendencia continuará, o si habrá futuros picos en la pérdida del Chaco.

“El Chaco es el único lugar que queda. Fue dejado de lado por los productores, porque era más difícil llegar allí “, dijo Saldívar. “Ahora que no hay más espacio para crecer, y hay toda esta presión para ganar más dinero, así es cuando comenzaron a mirar al Chaco como una posibilidad”.

“Cuando se piensa en ello esto es tan espantoso como el infierno”, dijo Dan Brooks. “Simplemente no hay mucho Chaco para convertir”.

“Cuando el Chaco se haya ido, eso será todo”, dijo. “Lo mismo va para el taguá”.

REFERENCIAS:

Imagen de banner del Chaco Argentino por Valerie Pillar/Wikimedia Commons

Esta historia fue publicada por primera vez en la web en inglés el 5 de enero de 2017.

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