A la presencia de monocultivos en los lindes de la ciudad se suma un abanico de factores que configuran un escenario ideal para grandes incendios forestales de rápida expansión: el viento que sopla con fuerza desde el Océano Pacífico –se registraron ráfagas de hasta 70 km/hora el 2 de enero–, los depósitos ilegales de basura en las laderas de difícil acceso –uno de los grandes desafíos sanitarios de la nueva administración municipal–, inviernos secos y altas temperaturas en temporadas estivales.

Los riesgos que supone el monocultivo forestal

La composición vegetal de las colinas de Valparaíso se ha transformado drásticamente con el paso de los años. Los ejemplares nativos han retrocedido frente al sembrado de especies foráneas que alteran las condiciones del suelo, específicamente su humedad y propiedades hídricas. Por cierto, la flora nativa es mucho menos inflamable que aquellas introducidas sistemáticamente por la industria forestal, como el  pino, el eucalipto y la acacia.

Para el director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), Lucio Cuenca, la plantación de monocultivo forestal es uno de los elementos determinantes en relación con los incendios que regularmente afectan a la ciudad puerto: “el monocultivo genera un importante deterioro del suelo. Prácticamente no existe competencia contra el árbol productivo y se elimina la diversidad. Es uno de los impactos que más agrava la situación”.

A juicio de Cuenca, la zona no sería tan proclive a siniestros destructivos si se mantuvieran las condiciones ecosistémicas y climáticas naturales. Se trata de un clima templado de tipo mediterráneo costero, donde originalmente se desarrolla el bosque esclerófilo que se caracteriza por albergar especies resistentes a las sequías del verano.

“Al perder la vegetación natural y reemplazarla por monocultivo cambian todas las condiciones naturales de humedad, agua y tipos de vegetación. Se transforma en combustible de fácil explosión: hoja perenne, alta captación de humedad y poca liberación de agua. Las condiciones base para incendios serían mucho menores con bosque natural”, agrega el director del OLCA.

El 14 de febrero de 2013 el fuego devastó 284 casas en el puerto. Y si bien el director de la Corporación Nacional Forestal (CONAFE) afirmó que el 99 % de los siniestros se producen por negligencia humana, existe un abandono por parte del Estado para enfrentar estas emergencias con una mirada integral.

Prueba de lo anterior son los hechos ocurridos el 12 de abril de 2014, tan solo a un año del desastre de Rodelillos: alrededor de las 16 horas, un incendio se originó en el sector alto de La Pólvora. En pocas horas, ese chispazo se transformó en el mayor incendio urbano en la historia de Chile. 2900 casas quedaron reducidas a escombros y cenizas, más de 12 000 personas damnificadas, 15 fallecidos y más de 500 heridos.

El viento propagó las lenguas de fuego con una rapidez mortal, quemando cerca de 800 hectáreas de vegetación durante la jornada, incluyendo matorrales chilenos, pastizal y gran número de eucaliptos. Este último es una de las especies más pirofíticas del mundo, lo que quiere decir que tiene una mayor propensión a quemarse porque de una vez encendida, la corteza se desprende y genera focos adicionales de fuego.

De acuerdo a datos de Bomberos de Chile, Valparaíso presenta entre 15 y 18 puntos de alto riesgo, la mayoría asociados a presencia de monocultivo en quebradas de difícil acceso.

Cambio climático: presente y futuro

El cambio climático también contribuye a la peligrosa fórmula del fuego que se da en la capital regional. Sus efectos, diferentes a lo largo del territorio nacional, se presentan en forma de complejas amenazas durante las emergencias en Valparaíso: fuertes y prolongadas sequías, sumada a una inusual regularidad de marejadas.

La magnitud del cambio global a nivel regional fue trabajado el año pasado por el Comité Regional de Cambio Climático, organismo que llevó sus conclusiones al informe de “Elaboración de Base Digital del Clima Comunal en Chile: línea base (1980-2010) y proyección al año 2050”, desarrollado por las Universidad de Chile.

El estudio procesó una importante cantidad de información para proyectar las características climáticas de la comuna bajo las alteraciones producidas por el calentamiento global. Valparaíso, según sus resultados, será una de las localidades más perjudicadas.

Las temperaturas tenderán a aumentar en todas las comunas de la región, disminuirán las precipitaciones en toda la zona central y, por tanto, se incrementará el riesgo de incendios forestales. Hacia el año 2050, señala el documento, todas las comunas de la quinta región registrarán aumentos en promedio de 1,9° C para el período estival, llegando hasta los 2,2° C de máxima promedio durante el mes de enero.

Hoy en día se habla de la sequía prolongada de Valparaíso. Un estrés hídrico generado por las bajas precipitaciones en comparación con períodos anteriores. En 2016 llovieron 321 milímetros, muy por debajo de los 400 milímetros promedio anuales que se registran históricamente.

“Se supone que las condiciones ambientales de la zona son temperaturas no muy altas, alto nivel de humedad durante todo el año y un período con abundantes precipitaciones. Eso de acuerdo a sus características climáticas naturales. Sin embargo, los cambios globales también influyen en el origen de estos eventos”, señaló Cuenca.

El jueves 3 de noviembre de 2016, la región de Valparaíso registró 12 focos de incendios activos. Las altas temperaturas hicieron de aquel día una verdadera chimenea en los puntos críticos en la ciudad puerto, además de otros ubicados a lo largo y ancho de la región, también con características similares: expansión del monocultivo bajo el argumento económico y productivo, sin considerar factores ecosistémicos.

Recuperación de la biodiversidad perdida

Los incendios han afectado históricamente a los sectores más desfavorecidos de la población. A aquellos que habitan en la periferia del puerto y no reciben los beneficios económicos que genera una ciudad que mueve millones de dólares diarios por concepto de exportación e importación marítima.

También han afectado gravemente a la biodiversidad de la zona, cuestión que pone en peligro la vida humana.

El alcalde Sharp ha sido enfático durante los últimos días en debatir sobre soluciones de corto, mediano y largo plazo: “los sectores altos se encuentran infectados de eucaliptus, que es una especie introducida y no nativa. Lo que han hecho es básicamente transformar el ecosistema de los sectores altos de la ciudad haciéndolos secos y no húmedos como han sido históricamente. Lo que tenemos que hacer es reforestar con especies nativas para prevenir incendios”, afirmó horas posteriores a la emergencia del 2 de enero.

Ha costado generar consenso en torno a esa idea. Si bien es de sentido común, los intereses económicos involucrados son muy grandes, por lo que se requiere de una firme voluntad política y habilidad para sacar adelante la medida.

A pesar de que hay pérdida de biodiversidad difícil de recuperar, la clave está es plantearse objetivos de largo plazo que apunten en esa dirección. Es lo que propone el director del OLCA: “Hay que mirar más allá, ir reconstruyendo el ecosistema natural de la zona, un camino que te da sostenibilidad en el tiempo”.

“El bosque esclerófilo no tiene una fauna de gran tamaño, normalmente encuentras aves, roedores y zorros. Eso puede recuperarse en el tiempo, se pueden establecer corredores de biodiversidad para que la flora y la fauna se puedan ir restituyendo. Es un tema de visión y voluntad política”, agrega.

La importancia de sacar lecciones de experiencias similares es una piedra angular para enfrentar las emergencias futuras. La doctora Mary Kalin Arroyo, Premio Nacional de Ciencias 2010 y directora del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Chile, dio algunas luces luego del megaincendio de 2014, a través de una carta al medio La Tercera: “Similares tragedias se han vivido en California (Estados Unidos), donde también se encuentra mucho eucalipto, pino y acacia. Por ejemplo, un incendio en la vecindad de Oakland en 1991 destruyó más de 3000 casas, con 25 vidas perdidas.  Hoy está en marcha un programa para remover eucaliptos, pinos y acacias de 1000 hectáreas, con la idea de reemplazar dichas especies por especies nativas. El costo del programa es de 5,6 millones de dólares, monto que evidentemente es mínimo comparado con los 1,5 billones de dólares (1,5 mil millones) de daño físico causado por el incendio, sin hablar del incalculable impacto emocional”.

Foto de Portada: Sebastián Cisternas.


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