Empujando a todos

A mediados de 2003, durante un par de semanas, Hugo Vásquez Torrejón tuvo que dejar su chacra de maíz por problemas con su vesícula. Cansado de mirar las paredes de su habitación, decidió ir a pasar esos días a la casa de su primo que tenía televisión por cable. Se enamoró de Discovery Channel. Conoció a través de la pantalla lugares en Asia, África y Sudamérica que a las justas podía pronunciar. Pero también vio el hielo de la Antártida desaparecer, los bosques de Indonesia ser devastados por la quema de bosques, el aumento de la temperatura en todas partes del mundo, y cómo dejó de llover en lugares de África donde ya no había bosque. Calentamiento global, fueron las dos palabras que se le quedaron grabadas.

A medida que fueron pasando los días y mientras sus dolores se diluían, más preguntas sobre su forma de vivir lo agobiaban. “Sin bosque no hay lluvia. Sin lluvia no crece el maíz. Sin maíz, no comemos. Y si seguimos así, ¿qué va a quedar para nuestros hijos?”, pensaba en esos días, confrontándose con la tradición de tumbarse el bosque para sacarle provecho. Cuando Hugo volvió a su campo de maíz sin sus dolores, llegó con una propuesta para sus colegas. “Dejemos de talar y veamos otras formas para buscar dinero. Si seguimos así, los únicos que se extinguirán somos nosotros”, recuerda que les contaba todo lo que vio en la televisión y cómo en todo el mundo la gente está sufriendo por el mismo problema: el calentamiento global.

Cuando estaban terminando de conversar, una camioneta apareció cargada de troncos en la tolva. Recuerda que los detuvieron para preguntar lo que hacían por ahí, en lo que Hugo Vásquez y sus amigos consideraban su bosque. Los extraños les hablaron de la futura construcción de una carretera para facilitar el transporte de la madera y que convendría a todos. Apenas arrancaron la camioneta, Hugo presionó a sus amigos. “Ellos se están tumbando árboles que tienen cien, doscientos, trescientos años. Si siguen talando, no habrá lluvia, no habrá cultivos, y ¿nosotros a dónde vamos a ir?”, les dijo. A la semana siguiente ochenta productores de maíz se reunieron en asamblea y la mitad de los presentes aceptaron la creación de una asociación dedicada a conservar. Su idea era seguir trabajando las tierras que ya estaban produciendo y evitar cortar el bosque. ¿Cómo vamos a vivir así?, le decían sus amigos que no creían en poder vivir del bosque sin talarlo.

En 2006 crearon otra asociación a la que pusieron Asociación Bosque del Futuro Ojos de Agua. Y se fueron haciendo conocidos en todo San Martín por sus proyectos de conservación. Pero los madereros no se irían, sino todo lo contrario. En 2007, “nos denunciaron por robo agravado. Decían que habíamos robado 30 000 dólares a unas personas en el bosque. Y no, pues, imposible. Nos querían cansar para que los dejemos pasar al bosque para destruirlo. Pero a pesar de todos los problemas que tenía, no pudieron con la verdad”, dice con pena Hugo Vásquez Torrejón, que por esos días del año su padre falleció y todo su dinero se fue en un absurdo juicio. Ese mismo año, con la ayuda de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), empezaron el proceso de pedido de Concesión para Conservación al Estado peruano. Recién en el 2010 le dieron la concesión por los siguientes cuarenta años de este especial bosque que lucha por mantenerse en pie.

“Ojos de Agua presenta una elevada presión antrópica de deforestación y caza. El incipiente cultivo de maíz para la alimentación de granjas de pollos de empresas de renombre absorbe los límites del área. Las comunidades aledañas no muestran sensibilidad hacia el área, aprovechando el recurso hídrico que el bosque de Ojos de Agua provee pero privándolo continuamente de su biodiversidad a través de la colección de especies o la caza para la obtención de carne de monte”, cuenta para Mongabay Latam, Antonio Bóveda, Gerente del proyecto BioCuencas – Recursos Hídricos y Biodiversidad Andino Amazónicos de la ONG Conservación Internacional Perú, y que trabajó durante varios años en este bosque cuando era coordinador del Proyecto Mono Tocón, que se encarga de ayudar en la protección y conservación del hábitat de uno de los primates más representativos del país.

Buscando opciones para conservar

Hugo Vásquez Torrejón comenzó a hacerse amigo del Internet y la televisión. Fue buscando fondos de dinero para concursar como asociación. Es así que desde el 2008 hasta el 2011 ganaron tres fondos entregados por la Embajada de Finlandia que sumaron más de 40 000 euros, además del Fondo Semilla entregado por la SPDA. Todo el dinero lo fueron invirtiendo en capacitación y equipamiento. Compraron una furgoneta, mesas, computadora y equiparon una pequeña oficina que sería su base. Se metieron a cursos de administración, computación, manejo de GPS, de delimitación y colocación de hitos. Fueron dándose cuenta que la conservación de los bosques es un sueño que necesita de mucho trabajo y creatividad.

“Ojos de Agua es uno de los últimos relictos de bosque seco tropical que se encuentran en el margen izquierdo del río Huallaga. En el área de la concesión se encuentran especies tan importantes como el helecho epífito más grande de América, la corona de los ángeles (Platycerium andinum) o especies endémicas y críticamente amenazadas como el mono tocón de San Martín (Plecturocebus oenanthe)”, sentencia Antonio Bóveda, que resalta la capacidad y pasión de la asociación que lidera Vásquez Torrejón. “Sin la energía e involucramiento de la asociación ABOFOA, estos bosques secos tropicales habrían desaparecido, convirtiéndose en campos de maíz y comprometiendo el acceso al recurso hídrico. Las poblaciones de mono tocón de San Martín en bosque seco tropical habrían desaparecido por completo, limitando la adaptabilidad de la especie a diversos ecosistemas. El hecho que todos los integrantes sean agricultores representa un excelente vector de comunicación para los pobladores aledaños, siendo los principales embajadores del bosque seco tropical y sensibilizadores para el desarrollo de buenas prácticas ambientales”.

Roy Vail es un científico estadounidense que estudia los helechos y está obsesionado con la corona de los ángeles o Platycerium andinum, el más grande helecho de América. Publicó el libro Platycerium Hobbyist’s Handbook en 1984 y en la actualidad se puede encontrar esta publicación a doscientos dólares en Amazon. Sin embargo, desde que conoció el bosque de Ojos de Agua en 2009, no deja de venir a Perú ni de preocuparse por la sostenibilidad de los emprendimientos de este grupo de personas que conserva el único bosque bajo una herramienta de conservación donde se puede encontrar esta especie en el Perú. “Y solo se puede encontrar en San Martín”, resalta Vásquez Torrejón para Mongabay Latam. La primera vez que Vail llegó a esta parte de la Amazonía, su bus tuvo un accidente, dio tres vueltas de campana camino a Pucacaca y este no tuvo ni un rasguño. “Ellos están, con mucho trabajo e incluso peligro, salvando los extraños bosques tropicales secos del lado Amazónico de los Andes. Estos bosques son el hábitat del único Platycerium en las Américas, el Platycerium andinum, un género de helechos tropicales”, comenta Vail, quien ha donado dinero para la construcción del auditorio en Pucacaca que bautizaron con su nombre, para levantar la torre de observación y los puentes colgantes, y también para labores de mantenimiento del bosque. Sin embargo, “sabemos que esta ayuda no será para siempre, nosotros tenemos que seguir buscando la sostenibilidad financiera de nuestro proyecto de vida”, afirma nuevamente un entusiasta Vásquez Torrejón, actual presidente de ABOFOA.

Produciendo en el bosque

ABOFOA quiere promover el turismo y las visitas a su bosque, para así contagiar su pasión por la vida y mostrar lo especial que es este rincón del Perú. Por ello están construyendo unos puentes colgantes para conocer la vida en la copa de los árboles, miradores y una casa sobre un árbol de quinilla destinado para investigadores y turistas avezados. Sin embargo, juegan sus fichas en otros rubros. “Ecoturismo va a ser un gran soporte para nosotros, pero creemos que con los productos le vamos a dar sostenibilidad financiera que queremos”, afirma Vásquez Torrejón, quien nos dice que todavía se pueden encontrar otorongos, añujes, venados, paujiles, perdices, erizos, y distintas especies de monos, como el tocón, pichico, negro, cotomono y nocturnos.

Los que conocen a los miembros de ABOFOA reconocen su ingenio para vivir. Hace más de ocho años, uno de ellos, el actual vicepresidente de la asociación, William Rodríguez Trigoso, se dio cuenta que podía hacer algo más con los restos de los frutos, semillas, ramas, que deja el bosque naturalmente. Y creó el carbón hecho con los restos del coco y hoy ya los hace con todo lo que encuentra. “Es una tontería que habiendo tanta biomasa para ser aprovechada aquí en la selva, sigamos cortando árboles para hacer leña que es usada como carbón”, dice Rodríguez, que también está investigando sobre las propiedades del árbol de manchinga, al que atribuyen propiedades medicinales y hasta como potenciador sexual natural. “Tiene calcio, potasio, hierro, proteínas y vitaminas A, E, C y B. Estoy seguro que será en el futuro uno de los alimentos más importantes del mundo”, dice Rodríguez Trigoso, que vende alrededor de 3000 kilos de carbón al mes y tiene a uno de sus principales compradores en Lima, el famoso cocinero Pedro Miguel Schiaffino, dueño del restaurante Malabar, que está en la lista de los 50 Mejores Restaurantes de Latinoamérica, elaborada por la revista Restaurant.

Los esfuerzos de este grupo de personas cada vez son más reconocidos en todo el país. En este 2017 acaban de ganar el fondo Innovate Perú del Ministerio de la Producción, con el que esperan implementar su fábrica de carbón con un nuevo molino, una máquina briquetadora y un mejor sistema de secado para sus briquetas. Además, producirán boletines para difundir en todo el país con información de técnicas para la creación de carbón a base de biomasa del bosque, como semillas y cáscaras. “El proceso es muy sencillo. Hay que moler todos los restos y luego introducirlos a la máquina briquetadora que unirá el material gracias al almidón de yuca que le agregamos. Miles de toneladas de pepas y cáscaras de aguaje, coco, duraznos, caña, palmeras, se echan a la basura sin ser aprovechados. Tenemos un potencial muy grande para replicar en todo el país. Solo Tarapoto gasta 200 toneladas de carbón al mes producto del bosque. ¿A dónde vamos a ir a parar con todo esto? Tenemos que promover más alternativas”, dice Rodríguez Trigoso, que pudo convencer a la pollería Super Gordo en Tarapoto para que use sus briquetas en lugar de comprar carbón que se produce de la tala de árboles.

Confianza y optimismo es lo que contagia este grupo de agricultores. En la actualidad, están comenzando a producir aceite de coco que ya es vendido en Lima gracias a la alianza que ha realizado ABOFOA junto a Conservamos por Naturaleza, una plataforma de la SPDA que apoya a iniciativas de conservación voluntaria en el Perú, y Shiwi, una empresa social que trabaja en el aprovechamiento sostenible de los bosques de castaña de Madre de Dios. “Empezamos a trabajar en esta alianza con Conservamos por Naturaleza y distintas áreas de conservación para apoyarlos en la venta de sus productos, como miel, panela, artesanías, quinua, barras energéticas. Fue un gran reto que poco a poco está tomando más fuerza. Iniciamos juntos en el 2015 y el crecimiento ha sido brutal. Hemos crecido más de 114 % en ventas solo en aceite de coco. La ventaja que tiene este producto es que es extraído en frío, sin químicos y está compuesto entre un 80 y 90 % de grasas saturadas. Es perfecto para cocinar y también para aplicarse en la piel como crema hidratante y en el cabello como máscara reparadora y anticaspa, entre tantas otras cosas. Cada vez más la gente se está enterando de las increíbles propiedades del aceite de coco”, afirmó Sofía Rubio, Gerente general de Shiwi, para Mongabay Latam.

El dolor de Hugo

Cada vez que Hugo Vásquez Torrejón se aleja de su bosque se siente pésimo. Quiere estar ahí todos los días y siempre está pendiente de cómo mejorar su trabajo y las instalaciones. Sin embargo, han pasado casi cinco meses desde que no pisa la concesión. El 20 de agosto de 2016 tropezó con una cuerda en medio de Ojos de Agua y activó un arma utilizada por cazadores ilegales para capturar todo tipo de animal de monte, como grandes otorongos o sajinos. La bala le destrozó la pierna derecha que felizmente no perdió pero que en las últimas celebraciones de Navidad lo siguió obligando a usar andador para poder caminar. Las tramperas son ilegales pero lamentablemente no están penadas en Perú. Tampoco existen cifras de ataques con estas. Y nadie se preocupa por eso.

“Han pasado cinco meses y este caso sigue en etapa de investigación preliminar contra Adriano Fernández Torres, el denunciado por ser el presunto dueño de la trampera que casi mata a Vásquez. El Ministerio Público de San Martín estuvo de huelga y todavía no se restablecen del todo los trabajos en las oficinas estatales, por eso se está demorando mucho esto. Esperamos que todo llegue a buen puerto”, declaró para Mongabay Latam, Jenny Zeña, Directora del estudio de abogados Zeña Neyra & Asociados, que está apoyando a Vásquez en este caso.

“Nos pasan estas cosas, de las tramperas, y ¿quién nos protege? Nadie. Me ha pasado a mí, le pasa a mis colegas, y, como en todo, no pasa nada. Ese es el problema. Nuestras autoridades no nos defienden, no tenemos plata para abogados, pero igual ponemos buena cara. Tenemos que seguir”, sentencia Vásquez, que confía en poder caminar tranquilamente y visitar su bosque en febrero. Tiene que terminar la casa sobre el árbol de quinilla para que Roy Vail pueda celebrar su cumpleaños al lado de los monos y sus helechos.

Foto de Portada: Conservamos por Naturaleza.

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