- ¿Cuáles son sus principales conflictos con las poblaciones que bordean su hábitat?
- ¿Qué tan óptima es la región sur andina para la conservación del oso de anteojos?
Para la familia Tapia-Castro y para una centena de niños que asisten a la escuela Amauta, que funciona dentro de la Reserva privada El Madrigal del Podocarpus, los osos de anteojos (Tremarctos ornatus) tienen especial significado. No solo porque son una especie emblemática de la provincia del Loja –sur de los Andes ecuatorianos– también porque son sus vecinos cercanos. A partir de un estudio desarrollado por la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), saben a ciencia cierta que al menos seis ejemplares viven dentro de las 300 hectáreas que conforman el área protegida. “Es algo que nos compromete a seguir cuidando la reserva, que es hábitat del oso y de otras especies”, sostiene Rodrigo Tapia en diálogo con Mongabay Latam. Tapia, sus hermanos y su madre, adquirieron en 2003 la hacienda El Madrigal del Carmen, ubicada en los límites del Parque Nacional Podocarpus. El objetivo era conservar las 180 hectáreas de bosque nublado nativo que se mantenían intactas y reforestar otras 120 hectáreas que habían sido arrasadas por la ganadería. Y así la trasformaron en la reserva natural El Madrigal del Podocarpus.
Ubicada a siete kilómetros de la ciudad de Loja –en la provincia de igual nombre–, que se recorren por un camino angosto y empedrado, la reserva El Madrigal forma parte de una microcuenca de 800 hectáreas asentada al norte del Parque Nacional Podocarpus, a unos 2200 ms.n.m. Es un laboratorio viviente donde se han identificado 80 especies de orquídeas y que tiene abiertas sus puertas a estudiantes universitarios e investigadores. Por ello el sitio fue uno de los elegidos por un grupo de biólogos de la UTPL para realizar un estudio en profundidad del hábitat y los aspectos biológicos del oso de anteojos, con el ánimo de que sirva de referencia para la implementación de medidas de gestión y conservación a nivel local y regional. El primer estudio de su tipo en la región sur del Ecuador, que se valió del uso de circuitos de cámaras trampa y muestreos genéticos no invasivos.
“El oso es un animal paraguas, que ocupa el lugar más alto de la pirámide y su presencia determina el buen estado de conservación del ecosistema”, comenta Rodrigo Tapia, quien siguió de cerca el estudio. Tapia habla de las características del oso de anteojos y de algunos peligros que enfrenta. Explica que es un mamífero que camina largos trechos y que va plantando árboles con su excremento. “Hay semillas que solamente se activan cuando han sido digeridas por el tracto intestinal de los osos”, indica. Pero la caza furtiva, la presencia de perros cimarrones –canes que se escapan o son abandonados y se vuelven silvestres– la pérdida de hábitat por la deforestación, el cambio del uso del suelo e incluso por los incendios forestales, acrecientan la vulnerabilidad de la especie. Cita por ejemplo el flagelo que se suscitó en noviembre pasado y que arrasó con 60 hectáreas de bosque de la reserva El Madrigal, incluidos seis puntos donde registraron la presencia de osos durante el estudio de la UTPL. Pero la familia Tapia no se da por vencida. Ahora trabaja con el apoyo de voluntarios, en repoblar de árboles la sábana negra que dejó el incendio y que Mongabay Latam pudo observar durante un recorrido por los senderos de la reserva.
Cinco puntos para estudiar a los osos
El Madrigal formó parte de un circuito de cinco localidades ubicadas en el interior y las proximidades del Parque Nacional Podocarpus, donde se movió un set de 20 cámaras trampa procurando que permanecieran durante dos meses en cada uno de los sitios. “Son datos que están siendo analizados por el equipo y que no solo sirven para el oso, sino para hacer un estudio de la riqueza de los mamíferos en la región”, dice en conversación con Mongabay Latam Rodrigo Cisneros, docente de la UTPL e investigador principal del estudio que se desarrolló por un periodo de dos años y finalizó en 2015. En ese lapso colocaron cámaras trampa que registraron fotos y video, no solo de osos, también de otras especies como el lobo de páramo (Lycalopex culpaeus), el tapir de montaña (Tapirus pinchaque) y el jaguar (Panthera onca). Además realizaron muestreos genéticos a partir de excretas, pelos y saliva que los osos dejaban en los árboles. Por la cantidad de información recolectada, los datos continúan procesándose. Ahora existe la intención de expandir las zonas de muestreo.
La provincia de Loja solo tiene un 5 % del Parque Nacional Podocarpus (PNP), el resto está en la vecina provincia de Zamora y corresponde a una estribación que se va metiendo hacia la Amazonía. Entre los lugares seleccionados para el estudio también estuvieron Imbana, al norte del PNP; la Reserva Tapichalaca, en la cordillera de Sabanilla al sur del parque; Cajanuma, ubicada dentro de los límites del Podocarpus; y Nangaritza, en la zona baja de la reserva nacional. Y no en todos se encontraron osos. Por ejemplo, en Nangaritza captaron a otros mamíferos grandes como jaguares. En Imbana se identificó “mucha fragmentación del hábitat y conflictos del oso con la gente”. En otros sitios como El Madrigal, Cajanuma y Tapichalaca, “tuvimos frecuencias de registros de osos elevadas, más de lo que se esperaría por información previa”, señala Cisneros, quien se explaya tanto en el fenómeno de pérdida del hábitat en el Parque Nacional Podocarpus como el otros hallazgos más bien positivos, que los lleva a pensar en que la región sur del Ecuador tiene unas características particulares que permiten una mayor presencia de osos.
Una de las grandes preocupaciones, según refiere Cisneros, es que un 10 % del Parque Nacional Podocarpus –compuesto de 146 280 hectáreas– está invadido. “Hay mineros metidos en el parque, hay ganaderos metidos en el parque, y ¿por qué ocurre eso?, por la presión social, pero no solo por eso, también porque no hay un buen ordenamiento dentro del territorio”. Cisneros dice que las incursiones se hacen “al estilo hormiga”, es decir, que campesinos ingresan por sitios recónditos y los convierten en potrero. Esto provoca que “núcleos, santuarios –como les dicen–, para que los osos se reproduzcan y tengan poblaciones viables, sean cada vez menos. Y el otro gran problema es que estas áreas no están conectadas. Los parques nacionales de Loja (el Podocarpus y el Yacuri) no tienen casi ningún hilo conductor a áreas más grandes… si estuviesen conectados se podría establecer esta dinámica poblacional y el flujo genético. Ese es el reto de todos”, asegura Cisneros y añade que es una tarea difícil controlar y recorrer el área con no más de 20 guardaparques.
Por otro lado, el biólogo destaca la buena interacción que mantiene la UTPL con el Ministerio de Ambiente, que les facilita el acceso al parque y el apoyo del personal en el monitoreo. Por eso, una de las metas que se ha propuesto es establecer una alianza permanente entre la Universidad y la Reserva, que pueda servir de soporte para sistematizar el enorme conocimiento que tienen los guardaparques. Esto, con el objetivo de crear nuevos registros que puedan servir de precedente para tomar decisiones enfocadas en proteger a las especies que allí habitan.
Ambiente descarta incursiones en el Podocarpus
Vladimir Placencia, coordinador zonal del Ministerio del Medio Ambiente que abarca las provincias de Loja, El Oro y Zamora, asegura que los guardaparques del PNP siguen una hoja de ruta para mejorar el hábitat de las especies de la reserva, y que además de la UTPL, colaboran con otros centros de estudios y organizaciones ambientalistas. Placencia indica que han tratado de fortalecer los recorridos y patrullajes. “Siempre en la zona de amortiguamiento de áreas protegidas hacemos charlas de concientización, de capacitación a la gente, dando a conocer la normativa ambiental vigente que está prohibido tratar de atentar contra cualquier espécimen de vida silvestre y que no son sanciones de carácter pecuniario sino penal”. Asegura que las cifras de infractores son bajas y que a lo largo de 2016, no se descubrió a ninguna persona talando el bosque.
“En años anteriores, la extensión de la frontera agrícola era bastante fuerte. En la actualidad ha cambiado totalmente, se han implantado estrategias de reforestación”, sostiene el director zonal de ambiente y añade que son como 1000 hectáreas las que se han recuperado. Placencia discrepa con el biólogo Rodrigo Cisneros sobre la irrupción de ganaderos y otras amenazas al Parque Podocarpus. “No hemos tenido una amenaza o un porcentaje para decir que 10 % del área protegida pertenece a pastizales o minería, eso está prohibido y no se puede dar en un área protegida”, apunta. En total, son 24 personas entre técnicos y guardaparques los que trabajan en el PNP, indica Placencia, y hace mención a los incendios que se presentaron los últimos meses en Loja. Dice que se quemaron aproximadamente 700 hectáreas, pero que de esas, solo el 10 % correspondía a bosques.
Finalmente, Placencia se refiere a un tema de mucha expectativa entre investigadores y ambientalistas de la zona: los corredores biológicos. “Se está trabajando de una investigación para que se puedan unir el PNP y el Parque Yacuri a través de un corredor de conservación. “Tenemos algunos estudios que están en aplicación para poder trabajar bajo este enfoque de corredores de conservación que es fundamental para poder enriquecer el espacio geográfico para estos especímenes”, dice a Mongabay Latam.
El asunto es apremiante.
Conflictos por ataques de osos al ganado
La reducción del hábitat de los osos está causando estragos en poblaciones aledañas al Parque Podocarpus, como la parroquia Timbara, ubicada en la provincia de Zamora, cuenca del río Jampoe. A lo largo del 2016 se realizó un levantamiento de información en esa zona, en el que también participó Rodrigo Cisneros. Esto, por pedido de la población, que denunció reiterados ataques a su ganado por parte de osos. Consultado por Mongabay Latam sobre el número de casos, Cisneros dice que recabaron registros de más de 30 cabezas de ganado muertas y que le inquieta que no tengan identificada la realidad en su conjunto, sino una pequeña ventana a este problema que ha costado la vida a algunos osos de anteojos. “El dato de osos muertos no es fácil de extraer, la gente no anda con una etiqueta diciendo: ‘Yo maté un oso’. Pero extraoficialmente comentan: ‘Parece que le han metido un tiro’; ‘ya han cesado los ataques’… Lo que se entiende como que al oso conflictivo lo mataron”, señala y añade que en ocasiones los ataques pueden ser perpetrados por pumas o jaguares, pero que en su gran mayoría, son atribuidos a los osos.
Al reducirse el hábitat de los osos, comienza a escasear su alimento, que está compuesto por al menos 18 especies herbáceas entre las que destacan las bromelias, mortiño, palmito y puyas (una especie de piñas silvestres), además de algunos invertebrados. Esto lleva a que el oso de anteojos cambie sus patrones normales de dieta, que demandan entre 13 y 31 kilos de alimento diario, y que empiece a comer ganado. “No es un animal cazador, es un animal que tiene hambre”, señala Cisneros. Explica que no tiene una estrategia de cacería y que un factor que desata esa práctica es la disponibilidad del recurso. “Los campesinos dejan solo a su ganado de 15 días a un mes y no hay control de partos. Muchos ataques ocurren a terneros o animales pequeños”, apunta y añade que los osos no matan ni degüellan a su presa, simplemente empiezan a morderla. Por eso, en ocasiones se ha encontrado al ganado aún vivo, con el lomo carcomido y los huesos expuestos.
Pero no todas son malas noticias.
‘Puede haber más osos de los que se cree’
A pesar de conflictos como la cacería, la fragmentación y destrucción del hábitat del oso de anteojos, el estudio de la Universidad Técnica Particular de Loja determinó que las características de los ecosistemas del sur dan la impresión de proporcionar buenas condiciones para que la especie se desarrolle. “En los sitios en los que hemos estado, hay señales de buena cantidad de osos y además, buenos indicios en cuanto a su diversidad genética. Esto es una buena señal pero tenemos que seguir profundizando”, asegura el Cisneros.
El investigador de la UTPL explica que el oso está catalogado En Peligro según el libro rojo de mamíferos en Ecuador, que esa clasificación corresponde a número de osos que se ha inferido en función de su hábitat, y que la especie ronda los 2500 ejemplares en el país. “Lo ideal es que la especie sea evaluada en su estado poblacional y en el Ecuador casi ninguna especie tiene esa información”, asegura Cisneros y añade que “es casi seguro que ese dato es errado” y que “a pesar de esas amenazas que siguen activas, las poblaciones todavía tienen una cierta capacidad de recuperación, unas densidades que aparentan ser buenas, al menos en algunos territorios”. Rodrigo Cisneros hace énfasis en que durante la investigación que dirigió, hicieron un rasgo de información en un área de 500 hectáreas y encontraron 15 osos, cada uno identificado tanto por ADN y por sus machas únicas, que son como huellas digitales. “La pregunta que queremos ir cerrando es: ¿Cuántos individuos hay en total?”, dice Cisneros.
Según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el oso de anteojos está en la categoría Vulnerable.
El investigador asevera que el oso de anteojos es una especie que se estudia a largo plazo, y que desde que en 2006 se creó la carrera de Biología de la UTPL, ha sido una de sus líneas de investigación. “Tenemos claro que no está todo hecho, más bien todo lo contrario”, asevera Cisneros y añade que se necesitan más familias como la Tapia-Castro, de la reserva El Madrigal, para que ayuden a cuidar el parque y su biodiversidad.
Video cortesía de la Reserva Natural El Madrigal.