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Bosques amazónicos colombianos: ¿una oportunidad frente al cambio climático?

  • ¿Cómo puede un bosque adaptarse y resistir a una temporada intensa de sequía?
  • ¿Cuánto carbono están capturando algunos de los bosques del Parque Nacional Natural Amacayacu?

5000 especies de plantas viven en el Parque Nacional Natural Amacayacu, según Parques Nacionales Naturales de Colombia. Esta área protegida, ubicada en la parte sur del departamento del Amazonas, es la única del sistema de parques que conserva el bosque inundable del río Amazonas o várzea, presta servicios ecosistémicos fundamentales para las comunidades indígenas Ticunas, Yaguas y Cocamas que habitan allí, representa el 0,6 % de todo el Amazonas colombiano y, además, se ha convertido en el centro de buenas noticias para el país.

Parque Nacional Natural Amacayacu. Foto: Sara Pineda.

Investigadores de la Universidad Nacional con el apoyo del Instituto Amazónico de Investigaciones científicas Sinchi, Parques Nacionales Naturales de Colombia y el Instituto de Investigación Tropical del Smithsonian encontraron que algunas especies de árboles ubicadas en una parcela del parque se han adaptado y han logrado resistir las intensas temporadas de sequía que afectan a los bosques.

Para entender mejor la dinámica y el funcionamiento de los árboles en temporada seca, los investigadores de la Universidad Nacional realizaron un censo de 14 000 árboles y 800 especies, y monitorearon el antes y después de la sequía de 2010. Los resultados confirmaron que la tasa anual de mortalidad de los árboles aumentó, pasando del 1,4 % antes de la sequía al 3,3 % después de ella.

Sin embargo, la pérdida de estas especies no fue homogénea. Mientras los árboles localizados en los valles del Parque fueron los más afectados, aquellos que crecen en las colinas perecieron a escalas inferiores. La razón es que en los valles se concentra la mayor humedad del bosque y, por lo tanto, los árboles que viven allí dependen de esta condición para su normal funcionamiento. Al ser más fuerte la sequía, se reduce la humedad y los árboles empiezan a sufrir de estrés hídrico.

Trabajo de campo en la parcela. Foto: Paola Jaramillo.

Este resultado llevó a preguntarse a los investigadores por las características de los árboles que habían sobrevivido. Daniel Zuleta, ingeniero forestal y autor principal del estudio, señala que la densidad de la madera podría ser la clave para entender este resultado porque “las especies de madera más liviana tienden a morir en mayor proporción, puesto que tienen menos soporte y su capacidad para transportar agua se ve reducida en temporada seca. En consecuencia, los árboles de estas especies mueren de ‘hambre’ debido a que cierran sus estomas para evitar la deshidratación impidiendo así la absorción de dióxido de carbono”.

Los investigadores explican que, aunque el macro clima del lugar es el mismo, es decir, que a escala del Parque este no ha cambiado, la respuesta diferente entre el valle y la colina en el mismo ecosistema representa una clara variación en el funcionamiento de los bosques a escala local.

Pero los científicos quedaron sorprendidos cuando hicieron un balance del almacenamiento de carbono entre los años 2007 y 2013. Entonces descubrieron que el bosque ha estado acumulando más carbono de lo esperado. El bosque encontró un mecanismo de compensación que lo hizo resiliente a la temporada de sequía y superó la barrera de absorber 0,9 toneladas por hectárea, que es lo que se espera de este tipo de bosques, a 1,6 toneladas por hectárea anualmente.

Esta forma de analizar el bosque forma parte de la llamada ecología funcional. Se trata de un nuevo enfoque científico que encara con mayor facilidad el estudio de espacios naturales complejos que albergan una gran variedad de especies de fauna y flora, y lo hace centrando la investigación en el análisis de una característica, en este caso, la densidad de la madera.

Entradas al bosque de Várzea por el río Mata Mata en el Parque Nacional Natural Amacayacu. Foto: Sebastián Ramirez.

“Amacayacu es uno de los sitios más biodiversos del mundo, tenemos más o menos 1200 especies identificadas. Aquí no se hace un análisis especie por especie como en el análisis taxonómico, debido a la complejidad que ocasiona tener tantas especies en lugares reducidos, sino que todo se reduce a la densidad de la madera para facilitar la interpretación de los datos y hacer análisis estadísticos”, afirmó Duque.

La investigación cobra relevancia si se tiene en cuenta que los periodos de sequía que se experimentan en las regiones tienen a los bosques amazónicos en jaque. Actualmente, la región del Amazonas ha reducido a la mitad su capacidad para absorber dióxido de carbono, por la rapidez con la que mueren los árboles por causas asociadas a elevadas concentraciones de carbono en el ambiente, el aumento en la temperatura y la prolongación de la temporada seca. De hecho, científicos de la Universidad de Leeds en Inglaterra demostraron que mientras en 1990 el bosque amazónico podía absorber 2000 millones de toneladas de CO2, hoy apenas esta cifra llega a la mitad.

Árbol caído en la Parcela permanente Amacayacu. Foto: Sebastián Ramirez.

Así mismo, los expertos de la Universidad de Leeds estimaron que las sequías de 2005 y 2010 causaron una pérdida de carbono en la cuenca amazónica que equivaldría a la disminución del 33,4 % de los bosques naturales del país. De esta manera en términos del carbono emitido a la atmósfera tan solo en la sequía de 2005 este bosque liberó cerca de 5000 millones de toneladas adicionales de carbono.

La deforestación juega también un papel crítico en la vulnerabilidad del bosque de esta región. Según un reporte de 2016 de Forest People Programme, organización dedicada a trabajar en pro del desarrollo de los bosques y comunidades que los habitan, 20 % de los bosques de la Amazonía colombiana han sido talados y en promedio se han perdido desde el año 2000, 75 200 hectáreas de bosque al año, lo que equivale a desaparecer siete estadios Maracaná anualmente. Además, el informe reporta que las causas de la deforestación no están solo atadas a conflictos ambientales sino a un cóctel de débiles economías locales, poblaciones campesinas e indígenas marginadas y la negación de derechos territoriales.  Actualmente, de acuerdo con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la organización Patrimonio Natural, Amacayacu es el parque con la mayor área deforestada en la zona, la cual bordea el 4,4 %.

El informe destaca que la implantación de modelos de agronegocios enfocados en monocultivos como la soya, la palma africana, el maíz y la caña de azúcar han generado la pérdida de bosque primario y, en consecuencia, los suelos se ven empobrecidos en nutrientes, ya que quedan desprotegidos ante la radicación solar, las fuertes lluvias, la contaminación por causa de pesticidas con ingredientes tóxicos y el desvío de las fuentes de agua.

Otro de los puntos álgidos para frenar la deforestación es el trabajo conjunto con las comunidades y el respeto al derecho a la consulta previa. El informe rescata testimonios de varios habitantes de la zona que reclaman mayor información y transparencia con las comunidades, “como nosotros no sabemos de los proyectos no los entendemos y no hacemos parte de las comisiones de Estado, nos engañan y nadie nos informa sobre lo que están haciendo. A veces después de que ya llevan haciendo un proyecto 10 o 15 años y quieren que nosotros demos respuesta de un día para otro”.

Parcela permanente Amacayacu. Foto: Carol Mendoza.

Desde el gobierno nacional se espera que a través de la estrategia bautizada Visión Amazonía se logre parar la tasa de deforestación en los departamentos de Caquetá, Guaviare, Putumayo, Meta, Guainía, Amazonas, Vichada y Vaupés a partir de un nuevo modelo, “el cual contiene una visión de desarrollo sostenible, bajo en deforestación, que permita mejorar las condiciones de vida de las poblaciones locales mientras que se mantiene la base natural que sustenta la vida y la productividad en la región”, afirma el Ministerio de Ambiente. El objetivo del proyecto es conservar la biodiversidad y prevenir la deforestación en 9,1 millones de hectáreas, a la vez que se aseguran los medios de vida de las comunidades campesinas e indígenas, principalmente en los departamentos de Caquetá, Guaviare y sur del Meta donde se concentra la deforestación. Todo esto se espera hacer con la participación y apoyo de otros gobiernos.

Igualmente, Visión Amazonía es una de las alternativas que implementa el país para cumplir las metas fijadas durante la COP de París, dentro de las cuales está reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de Colombia en un 20 % con relación a las emisiones proyectadas a 2030. Según estimaciones del Ministerio de Ambiente que abarcó el período comprendido entre el 2010 y 2050, se identificó que para 2030 el país podría aumentar sus emisiones en cerca del 50 %, es decir, hasta 335 millones de toneladas de CO2 eq/hab. Pero si Colombia cumpliera con la meta propuesta, podría estar cerca de mantener el mismo nivel de emisiones actuales por persona: 4,8 toneladas de CO2 eq/hab.

Aunque los resultados de la investigación de la Universidad Nacional dan una voz de aliento en medio del panorama de consecuencias negativas que conlleva el cambio climático, los investigadores son prudentes y advierten que las variaciones climáticas podrían modificar el equilibrio natural de los bosques y así en lugar de capturar más carbono se vea todo lo contrario.

Frente este escenario, los hallazgos de los investigadores de la Universidad Nacional son alentadores tomando en cuenta las consecuencias negativas del cambio climático, sin embargo los científicos son prudentes y advierten que las variaciones climáticas podrían modificar el equilibrio natural de los bosques y alterar la dinámica, es decir, pasar de capturar carbono a liberarlo. Esta investigación es solo la primera entrega de cuatro capítulos en la que los autores esperan darle al país una investigación sólida sobre cómo funciona el bosque amazónico, las relaciones entre las especies de fauna y flora y alternativas para mejorar su manejo.

Foto de portada: Sebastián Ramirez.

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