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Minería al límite: la pesadilla del mercurio en la Sierra Gorda de México

  • En el 2015 se reportó la intoxicación de casi todo un pueblo por su exposición a metales pesados en un municipio de Querétaro. Cerca de la localidad hay una minera que extrae artesanalmente mercurio y más cerca, en los traspatios, los pobladores tienen hornos para obtener el mercurio líquido.
  • ¿A dónde va el mercurio que se extrae de la Reserva de la Biósfera más diversa del país? ¿Está preparado México para dejar de producir mercurio?

Querétaro, México.- A contraluz, sobre el sendero, se ve la silueta de tres niños que vienen caminando a paso rápido. Han dejado 300 metros atrás la única escuela primaria que hay en el Llano de San Francisco, una localidad del municipio de Pinal de Amoles, uno de los cinco que conforman la Reserva de la Biósfera “Sierra Gorda”, la reserva más biodiversa de México.

Los niños saludan, y en un intercambio de líneas cortas me atrevo a preguntarles sobre sus intenciones profesionales, ellos solo ríen. Nos despedimos. Aún deben caminar cerca de media hora a paso normal para llegar a sus casas.

 

En el Llano hay también un centro preescolar y una secundaria comunitaria. Si los niños quisieran continuar sus estudios, tendrían que bajar a la cabecera municipal de Pinal de Amoles para estudiar el bachillerato, esto en taxi, de ride o caminando cerca de tres horas por la “vía corta”. No hay asistencia de transporte escolar y, a decir verdad, es de una suerte del diablo encontrar taxi por estos rumbos.

Ojalá hubiera obtenido una respuesta en lugar de risas: aquí no es común convertirse en profesional. Menos común es ver adolescentes en el bachillerato de Pinal de Amoles. En cifras de la Comisión Nacional de Pobreza, el 20 % de la población mayor de quince años del Llano San Francisco es analfabeta y solo el 45 % terminó la primaria.

En su mayoría, en el Llano de San Francisco las mujeres se dedican a labores domésticas —con o sin remuneración económica— y los hombres a la minería, a la extracción artesanal de mercurio.

Sendero en el Llano de San Francisco. Foto: Karen de la Torre.

Arsénico en el cuerpo

El 13 de junio del 2015, la Secretaría de Salud del Estado de Querétaro comunicó haber atendido a 120 personas intoxicadas con arsénico en el Llano de San Francisco, “pacientes que no presentaban riesgo para la vida” —destaca el comunicado—. Aún con los análisis en mano, la Secretaría de Salud estableció de diagnóstico: sospecha de intoxicación crónica por arsénico. “Sospecha”.

Tiempo atrás, antes de llegar a ese diagnóstico, la unidad médica de la comunidad de San Gaspar había atendido paulatinamente a los vecinos del Llano, todos se quejaban de síntomas similares que no cuadraban con las enfermedades que estaban acostumbrados a tratar. Lesiones en la piel: ronchas, manchas, descamaciones y comezón. Infecciones respiratorias agudas, agotamiento, debilidad y pérdida de la fuerza en brazos y piernas.

Trabajos en el paisaje del cerro San Gaspar. Foto: Karen de la Torre.

Tras estos reportes, el 26 de mayo del 2015 la Subdirección de epidemiología localizó ocho casos agudos de intoxicación y trasladó a estas personas al Centro de Salud de Pinal de Amoles para hacerles unas muestras. Conforme a los registros de la Secretaría de Salud la sospechosa intoxicación crónica se encontró en 120 de 172 habitantes, los cincuenta y dos restantes fueron catalogados como asintomáticos. La mayoría de los afectados fueron niños de cinco a catorce años de edad.

Hoy, un año y nueve meses después, me encuentro con un grupo de serranas que niegan los hechos como si se tratara de un mito:

—¡No, no les crea! Aquí nada pasó, nada. Muchos nomás hicieron argüende porque ya no hallan ni qué inventar.

Argüende: así le dicen al escándalo, al chisme. Pregunté a mis interlocutoras si entonces había sido mentira que muchos se intoxicaran con arsénico. Su respuesta fue todo un eslabón:

—Mire ese viejito que viene caminando allá, es el señor José, él lleva toda su vida trabajando en la mina, tiene como ochenta años y está muy sano ¡Pregúntele para que vea!

En México desde 1994 no hay cifras oficiales sobre la producción de mercurio, por lo que no es posible ni determinar el número de minas activas. En 2011, al evaluar los suministros de mercurio en el país, la Comisión para la Cooperación Ambiental publicó el dato de que en el año de 1968 se tenían registrados al menos 1119 proyectos de explotación de mercurio por la Comisión del Fomento Minero. En 2010, con información de la Secretaría de Economía, solo se reportaron 314.

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Para hablar sobre el mercurio mexicano los municipios de la Reserva de la Biósfera Sierra Gorda son claves: según los registros del Servicio Geológico Mexicano en la década de 1970 dos de estos —entre ellos Pinal de Amoles—, colocaron a Querétaro como primer productor de mercurio a nivel nacional.

La extracción del cinabrio (sulfuro de mercurio) existe desde antes de la conquista española en el municipio de Pinal de Amoles, la prueba ideal para demostrarlo, de acuerdo con el Servicio Geológico Mexicano, es la existencia de minas de azogue.

Hasta el 2007 el mismo Servicio Geológico Mexicano identificó solo en Pinal de Amoles 11 mineras que se han dedicado por ciertos periodos a la extracción de mercurio como producción primaria, es decir, se han dedicado a extraer mercurio como actividad principal. Esto sin tecnologías novedosas, más bien con métodos artesanales.

Le pregunté al señor José Hernández Aguas su edad, y me pidió que la calculara porque no la sabía, lo que me dijo fue que nació en el año de 1936.

—¿Tiene ochenta y un años?

—Así me dijeron.

—¿Usted no se ha enfermado por la minería?

—Sí me enfermo, pero de otras cosas.

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Es mediodía y casi todos los hombres del pueblo están “abajo”, en la mina la Soledad, una minera con potencial geológico de reserva de 9500 toneladas, estimación calculada por el Servicio Geológico Mexicano en el 2006. La Soledad es la minera más importante de extracción de mercurio del municipio de Pinal de Amoles, y es ahora la empresa que da trabajo a casi todos los hombres del Llano de San Francisco.

En el Llano de San Francisco me encontré con las mujeres y con el señor José Hernández Aguas porque se habían reunido para hablar sobre los programas de asistencia social del Gobierno de la República: “Prospera” y “65 y más”, dos programas que, en términos prácticos, ofrecen ayuda en dinero a grupos vulnerables. La reunión estuvo presidida por Natalia Hernández, una joven dotada de autoridad por haber hecho familia con el delegado del Llano de San Francisco.

A simple vista, creí que Natalia era una niña, calculé seis años menos de los que tiene; este año cumplirá 22. Natalia fue una de las intoxicadas por arsénico, pero al igual que las mujeres que nos rodean, le resta importancia:

—Pues es que algunos dijeron que les salieron granos, a mí no me salieron granos, ni nada, solo se me desmayaban las manos y los pies y me caía, no me salieron granos ni nada de eso, a la demás gente sí y se les puso la piel como negra. Pero a mí no.

Aún sin confirmarlo, se cree que la sospechosa intoxicación crónica de arsénico que sufrió la población del Llano tiene que ver con la mina la Soledad, con posibles vertidos de esta en el Cedral, un manantial que tiene ubicación muy cercana a la mina.

Afluente de agua derivada del Cedral. Foto: Karen de la Torre.

Le pregunté a Natalia si sabía la causa de su intoxicación y ella me contestó que sabía que tenía altos niveles de arsénico en su organismo, pero que no podía culpar a la minera la Soledad porque el personal de la Secretaría de Salud les dijo que también podía haber causado esa intoxicación el contacto con los hornos de calcinación de cinabrio que hay en los patios de sus casas, a unos cuantos metros, a unos cuantos pasos de sus habitaciones. Aunque la Secretaría de Salud solo difundió que la población estaba contaminada por arsénico, este no es el único metal en sus organismos; también tienen mercurio.

“Aquí todas las familias están trabajando con el mercurio, porque es una zona de ese mineral”, dice una mujer. “Es zona minera aquí, todo. Y sale mercurio por donde quiera”, interrumpe otra. “Todas las aguas están infectadas, entonces no podemos decir que es de la mina porque no”, una mujer más se suma a los argumentos de sus vecinas y sucede el remate: “Aparte, la mina está lejos, y nuestros señores ni se enfermaron, no les pasó nada a ellos”.

La defensa a la mina la Soledad por parte de las mujeres que se toman el tiempo de hablar conmigo es impecable. Incluso la población, en un aspecto generalizado rechaza la presencia de medios de comunicación por temor a que sigan ejerciendo presión para que cierren esa minera. Y es que en septiembre del 2015, tres meses después de la exposición pública del caso del Llano de San Francisco, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, clausuró las instalaciones de la Soledad por no tener almacenamiento seguro de combustibles, no tener estructura segura para depositar los residuos de la extracción —la mayoría expuestos, propensos a dispersarse, a trasladarse por ejemplo, con las lluvias—; y por no tener estructura para evitar contaminar las cuencas de agua cercanas.

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A decir de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la mina la Soledad representaba un riesgo inminente de desequilibrio ecológico para la región.

Antes de la intoxicación, los pobladores del Llano de San Francisco consumían agua directamente del manantial del Cedral, pero no solo ellos: el Cedral se conecta con las cuencas Poza Verde y Golondrinas, y estas abastecen de agua a 17 comunidades, 16 de Pinal de Amoles y la restante del municipio vecino Arroyo Seco, también parte de la Reserva de la Biósfera Sierra Gorda.

Una de las principales notas del 19 de agosto del 2015 en los medios locales fue la reunión que tuvo el personal de la Secretaría de Salud con la mayoría de autoridades de esas 17 comunidades afectadas, más que nada por preocupación de los pobladores, ya que veían gente de la Comisión de Aguas realizando estudios. En la reunión, el personal de la Secretaría de Salud les pidió a los presentes extremar precauciones al consumir esa agua. Ya habían pasado casi dos meses después de dar a conocer la intoxicación en la localidad del Llano de San Francisco.

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El director de Minería del Ayuntamiento de Pinal de Amoles, Leonardo Herrera, precisa que desde la intoxicación, hay pipas (camiones cisterna) que llevan agua a la comunidad del Llano, y además fueron colocados seis filtros para metales pesados en algunas de las otras comunidades. Hay una obra en proceso que abastecerá de agua potable a la región, sin embargo, ésta apenas concluyó su primera etapa por lo que todavía muchas comunidades consumen agua de las cuencas que se conectan con el Cedral.

Entre sus documentos bien ordenados, el director de minas tiene copia de solicitudes de información que ha hecho a la Secretaría de Salud del gobierno del Estado de Querétaro y a la Comisión Estatal de Aguas. A ambos organismos, les ha pedido —sin obtener respuesta, aún— información sobre los estudios hechos en el Llano de San Francisco a raíz de la intoxicación; tanto en la población como en las cuencas hidrológicas del Cedral, Poza Verde y Golondrinas.

—Ellos creen que es un dicho —me explica Leonardo Herrera, director de Minería del Ayuntamiento de Pinal de Amoles— uno les dice: es que el mercurio te va a hacer mal, y ellos responden que sus papás, que sus abuelitos, que todos siempre han trabajado el mercurio y que si no se mueren de eso, se mueren de hambre, y dicen “no pues le sigo”. Ahorita al fin estamos en el punto de poder decirles: mira, aquí están los análisis de tus niños, de su orina, ¡estás mal!

Reserva de la Biósfera

Pinal de Amoles, Arroyo Seco, Jalpan de Serra, Landa de Matamoros y Peñamiller son los cinco municipios que abarca la Reserva de la Biósfera Sierra Gorda. El problema de la extracción artesanal de mercurio no está solo en el Llano de San Francisco, sino en otras localidades tanto de Pinal de Amoles, como de Peñamiller, principalmente.

En 1997 estos cinco municipios de la Sierra Gorda que conforman un área biogeográfica relevante a nivel nacional por sus ecosistemas no alterados, fueron nombrados Reserva de la Biósfera, y por Ley, deben ser conservados.

De acuerdo al inventario del Programa de Manejo de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, existen siete tipos de vegetación entre bosques, selvas y matorral xerófilo. Es el hábitat de 131 especies de mamíferos, 23 especies de anfibios, 72 de reptiles y 363 de diferentes tipos de aves. También es el hábitat de casi 2000 especies de plantas. De cada categoría se cuentan especies en peligro de extinción, amenazadas, raras y endémicas.

Tomas panorámicas dentro del municipio de Pinal de Amoles. Foto: Karen de la Torre.

Aquí está el ocelote (Leopardus pardalis), la martucha (Potos flavus), la tuza real (Cuniculus paca), el jaguar (Panthera onca) , el oso negro (Ursus americanus), la nutria (Lutra longicaudis), el puerco espín (Coendou mexicanus), el tucán esmeralda (Aulacorhynchus prasinus), la guacamaya verde (Ara militaris); la pava cojolita (Penelope purpurascens), la pava moñuda (Penelope purpurascens), el chivizcoyo (Dendrortyx barbatus), la mariposa de Humboldt, la boa constrictor y la rana montezumae, entre otros animales en peligro de extinción o catalogados con otra categoría especial.

Sobre flora, también con categoría especial, hay magnolia, ocotillo, espada, maguey, cardón, biznaga, palo escrito, zapote, aguacatillo, cilantrillo, oyamel o guayamé, granadillo y cedro rojo.

De acuerdo al inventario del Programa de Manejo de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, existen siete tipos de vegetación entre bosques, selvas y matorral xerófilo. Foto: Karen de la Torre.

El profesor Gilberto Hernández Silva, investigador del Instituto de Geociencias de la Universidad Autónoma de México, ha estudiado a lo largo de ocho años, los niveles de mercurio en suelos de la Sierra Gorda Queretana, principalmente en los municipios cuya geografía tiene implicaciones con la cuenca del río Lerma, un río que se caracteriza por su extensión: atraviesa cinco estados de la república. El municipio que ha encontrado más contaminado por mercurio hasta ahora es San Joaquín, parte de la Sierra Gorda pero excluído de la Reserva de la Biósfera. El profesor aún no entra a estudiar los suelos en las bocaminas de Pinal de Amoles.

Gilberto Hernández Silva me explica que de forma natural en la zona hay alta concentración de mercurio, que se volatiliza por los cambios de temperatura en el transcurso del día, y este se transporta por el viento a largas distancias, así lo respiran las personas.

A esta dosis natural, se le suma la contaminación causada por la actividad minera y así es como hay algunas zonas en la Sierra Gorda tan contaminadas que llegan a las 50, 100 o 300 partes por millón incluso en suelos agrícolas, cuando la norma establece que los suelos pueden ser cultivables si es que tienen al menos 23 partes por millón.

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Leonardo Herrera, el director de Minería del Ayuntamiento de Pinal de Amoles, complementa el panorama:

—Te voy a platicar, ese día que estuvimos en México, una doctora de la UNAM, que estaba monitoreando los gases de mercurio en toda la zona, documentó la ironía del mundo: ¿de alguna manera la autoridad en México,se puede sustraer de lo que pasa en la mina de la Soledad y en la Sierra Gorda?, ¿qué crees? No. En una época del año hay una corriente de aire que pasa por aquí y se va directamente a la ciudad de Querétaro, y en otra época del año, se va para la ciudad de México. Inclusive se hablaba de marcar contingencias ambientales por superar la norma de mercurio en el aire.

Los hornos caseros

—Hasta hace diez años, incluso cinco —explica el profesor Fernando Díaz Barriga— en algunos lados en lugar de que les pagaran con dinero, a los trabajadores les daban material. Todavía eso se usa, llevarse el mineral a sus casas y quemarlo ahí, entonces acuérdate: el mercurio no se destruye, se transforma, pero no se destruye.

Fernando Díaz Barriga es toxicólogo especialista en la evaluación de riesgos para la salud en sitios contaminados, toda una referencia en el planteamiento de soluciones para comunidades vulnerables y afectadas por contaminación. En el 2016 su equipo de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí realizó estudios de mercurio en la orina de una muestra de 60 personas del Llano de San Francisco, mujeres y niños, principalmente.

—En algunos sitios, el mercurio se presentó muy, muy por arriba, y en otros un poquito arriba, pero siempre es arriba.

Horno de mercurio en el traspatio de una casa del Llano. Foto: Karen de la Torre.

Los niveles más altos de mercurio en las mujeres y niños evaluados en el muestreo del equipo de Fernando Díaz Barriga, tienen 10 veces por arriba de la norma. El contacto con mercurio no es exclusivo de quienes trabajan en la minera la Soledad; el problema de la extracción de mercurio en el Llano de San Francisco es aún más profundo.

Desde un punto alto y despejado del Llano, se ve un montón de madera apilada y unos árboles tumbados alrededor. Camino hacia ese punto y al estar cerca me es fácil notar que los árboles no estaban secos. De cerca, los olores son inconfundibles: la madera apilada es de pino.

Madera de pino cortada por los mismos lugareños. Foto: Karen de la Torre.

Hay una persona que descansa sus brazos sobre el pino cortado, lo saludo y él responde. Dice que la madera es para las hornillas, para calentar las tortillas, me comparte que la madera de encino es la más sabrosa para cocinar barbacoa.

—¿Huele bonito, verdad?

—Sí. ¿Usted solito hizo todo esto?

—Ya me habían venido a ayudar, es que ya se estaba secando de las patas. Como se rodaron unas peñas y lo golpearon, lo pelaron. Este es bien delicado, con poquito que se raspe luego se seca.

Bastaba caminar unos metros más para ver el uso de esa madera: la tala ilegal de árboles va de la mano con la producción de mercurio.

Tala de árboles evidente desde el cerro de San Gaspar. Foto: Karen de la Torre.

Cinco hombres estaban trabajando en el patio de una casa, les pregunté qué horneaban, uno, el mayor, me respondió que pan. Ante su respuesta me reí y le pregunté si era mercurio. Se quedó callado. Le pregunté si ya habían reabierto la Soledad y me dijo que no sabía. Le pregunté si él trabajaba en la Soledad y me dijo que sí, ante la insistencia, supongo. Cuando se sinceró, el hombre me contó que tomaban algunas rocas de la mina para traerlas a casa y ganar un poco de dinero extra, por su cuenta. No precisamente con el consentimiento de la minera.

El kilo del mercurio hoy se vende a 700 pesos, los compradores fijan el precio de acuerdo a la oferta y la demanda, 700 pesos son cerca de 34 dólares. Una botella de coca cola de 600 mililitros, llena de mercurio, puede pesar ocho kilos.

—¿Y nomás mercurio?

—Pues sale más mineral, pero uno no sabe cómo fundir lo otro. El mercurio es lo fácil.

—¿Quién le enseñó a usted el oficio?

—Está refácil —se ríe—, nomás es meterle lumbre.

Las botellas que utilizan los pobladores para vender el mercurio líquido. Foto: Karen de la Torre.

Él era el capataz, les daba órdenes a los muchachos que estaban alrededor del horno, avivando el fuego durante cinco, seis, siete y a veces ocho horas. Muchachos demasiado jóvenes, adolescentes. Con sus caras, manos y ropas ennegrecidas, sin un cubrebocas siquiera, totalmente expuestos. El capataz estaba a metros de distancia, no se acercaba al horno.

El cuadro es un escenario común, me lo dice el doctor Fernando Díaz Barriga:

—El capataz está lejos del horno, los chicos son los que más están expuestos, son los que van desde chiquitos y consiguen el empleo, conforme van creciendo, van teniendo otras tareas en la mina. El trabajo infantil nada más lo vimos en la mina de San Gaspar (La Soledad). Menores de catorce años.

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El Ayuntamiento de Pinal de Amoles ha documentado que los hornos caseros no tienen una eficiencia del 100 %, sino del 70 %. Nadie alrededor de uno se salva de ser contaminado. Estos hornos artesanales dejan residuos de mercurio en el suelo y en el aire.

El profesor Gilberto Hernández, del Instituto de Geociencias, me dice que es importantísimo tener ubicados los puntos de mayor concentración del mercurio, que en parte de eso se trata el Convenio de Minamata. La meta del profesor es conseguir los recursos para colocar dos estaciones de monitoreo de emisiones de mercurio en la atmósfera.

Horno artesanal funcionando. Foto: Karen de la Torre.

El Convenio de Minamata

En el año de 1956 se detectaron los primeros casos de “Minamata”, la enfermedad del mercurio: ataxia, debilidad, alteraciones sensoriales en manos y pies, deterioro del sentido de la vista, del oído, parálisis e incluso muerte.

La enfermedad lleva el nombre de la ciudad japonesa Minamata, en donde más de 150 personas perdieron la vida al intoxicarse con metilmercurio. El origen del problema fue que la empresa petroquímica Chisso vertió en la bahía sus desechos, contaminando así pescados y mariscos que la comunidad consumió.

El Convenio de Minamata se firmó en el 2013 por 140 países, entre ellos: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y México.

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—Firmar el Convenio de Minamata es una decisión que se toma en la Ciudad de México —enfatiza el profesor Díaz Barriga— y los mineros de mercurio jamás fueron consultados sobre la firma del Convenio. La gente en México se tiene que enterar que hay cerca de 200, 300 familias que van a estar afectadas por esta decisión y claro que tú dices 300 familias en la punta del cerro pues ¿a quién le importan? El gobierno debería estar generando desde ya un programa de acción para las alternativas a la minería de mercurio, y limpiar los sitios contaminados.

—La producción de mercurio —asegura el profesor Gilberto Hernández Silva— es una de las grandes preocupaciones en materia ambiental a nivel mundial, por eso se creó el Convenio Minamata, y en el 2017 se va a firmar el protocolo de este convenio. México va a tener que aplicarlo. Cuando entre en vigor habrá un plazo de 15 años para explotar, pero después de esos 15 años, todos los países firmantes se comprometen a eliminar la minería de mercurio como producción primaria. La consecuencia será que en estos 15 años se explote el mercurio de manera masiva para cubrir con la demanda de la industria que aún dependa de este mineral.

En México, el mercurio todavía es utilizado para los servicios dentales y hospitalarios, para la fabricación de equipos eléctricos y electrónicos. Sin embargo, una gran parte del mercurio que se produce en el país es exportado.

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Del 2005 al 2008, según un estudio elaborado por la Comisión para la Cooperación Ambiental —fuera de cifras oficiales, que no se tienen desde 1994—, el país ha incrementado exponencialmente sus exportaciones de mercurio para el consumo de Colombia, Brasil, Argentina y principalmente Perú, esto por la producción de oro artesanal, el mercurio es necesario para la recolección de oro por amalgamiento. En el 2008, el Perú recibió cerca de 33 toneladas de mercurio proveniente de México.

Desde la presidencia municipal, el director de Minas, Leonardo Herrera, teme que al pasar unos cuantos años luego de la aplicación del Convenio, en Pinal de Amoles se produzca un mercado negro por el alza posible del precio del mercurio:

—Yo cuando estuve en la ONU México, les dije: no solo la oferta, chequeen la demanda en Sudamérica. No es descabellado que pasando unos cinco años luego de que entre en vigor el Convenio lleguen y digan: “oye, te voy a dar cinco mil pesos por kilo”. Cinco millones de pesos por tonelada. Habrá mercado negro y ya no podremos entrar a las minas como lo hacemos ahora porque tendrán mermados sus intereses.

En el Llano de San Francisco la economía de las familias es sostenida por la venta del mercurio líquido.

Frente al Convenio de Minamata se estructuró el “Plan de Desarrollo Humano y Tecnológico, sostenible para la zona minera de Mercurio de Querétaro 2015-2030”, un plan que deberá ser implementado por el Ayuntamiento de Pinal de Amoles, el Ayuntamiento de Peñamiller, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, y la Secretaría de Salud y la Secretaría de Desarrollo Sustentable del Gobierno del Estado de Querétaro.

A corto plazo, el plan tiene como objetivos la implementación de nuevas tecnologías para reducir la contaminación de suelo, aire y agua; la remoción de la contaminación del suelo en áreas de mayor riesgo de exposición, y el desarrollo de programas para fomentar la educación en niños y jóvenes.

De acuerdo al inventario del Programa de Manejo de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, existen siete tipos de vegetación entre bosques, selvas y matorral xerófilo. Foto: Karen de la Torre.

Estamos curados

Antes de salir del Llano de San Francisco, le pedí a Natalia Hernández que me llevara con su esposo, el delegado de la localidad. Azael es un muchacho de 22 años que tiene un hijo de un año y unos meses con Natalia.

—¡Aza!, ¡te hablan!

Cuando llegamos a su casa, había música regional a todo volumen. Le pregunté si había regresado apenas de la mina y él me respondió que hace unos añitos que ya no le hacía a eso, pero que conocía bien la actividad: había trabajado el mercurio desde sus dieciséis años.

—¿Y qué haces ahora?

—Estoy clavando unos cartoncitos para que no nos pegue el frío.

—Pero ¿para ganar dinero?

—Ah pues, le ayudo a unas personas con su campo, como ya es temporal, andan buscando gente.

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Él me contó que hace tiempo que no los visitan, que la última vez que subieron los expertos a la comunidad fue para darles unos filtros de metales y sales para el agua que consumen. Ahí, Azael me dijo que la enfermedad ya había pasado, que los del pueblo ya no tenían nada porque ya nadie tomaba agua del manantial contaminado.

La casa de Azael no tiene piso, su hijo gatea por la tierra del patio y regresa a la habitación. “Acuérdate: el mercurio no se destruye, se transforma, pero no se destruye”, al ver la exposición del chiquillo, en mi mente escucho la voz del doctor Fernando Díaz Barriga, colaborador para la Organización Mundial de la Salud.

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