- El mayor de los grandes simios, el gorilla de Grauer (Gorilla beringei graueri) prácticamente ha desaparecido en las dos últimas décadas. Las cifras han caído en un 77 por ciento; quizás queden unos 3800. Este animal, llamado “el gorila olvidado” porque se ha estudiado poco y ha estado ausente en la mayoría de zoos, está en grave peligro de extinción.
- Su matanza se vio precipitada por la sangrienta guerra civil de la República Democrática del Congo y a causa de la minería de coltán y estaño, “minerales de conflicto” que se utilizan en los teléfonos móviles, ordenadores y otros aparatos electrónicos. Los gorilas sufren la amenaza de la caza por parte de milicias armadas, mineros, y en menor medida, refugiados: se están comiendo este animal hasta casi llevarlo a la extinción.
- Los gorilas podrían sufrir más daños de los señores de la guerra y los mineros si el presidente estadounidense, Donald Trump, firma un memorando presidencial propuesto que se ha filtrado a Reuters. También permitiría que las empresas estadounidenses compraran minerales de conflicto libremente, sin revelarlo públicamente, lo cual probablemente aumentaría la minería en la cuenca del Congo (y la caza).
- El plan de Trump anularía la actual Norma de Minerales de Conflicto de EE.UU., que se aprobó con el apoyo bipartidista en 2010 y se ejecutó como parte de la Ley Dodd Frank de la Comisión de Valores y Bolsa. Mientras tanto, los conservacionistas esperan que se pueda salvar al gorila de Grauer, pero solo con una respuesta en la RDC y el resto del planeta.
Durante semanas, los primatólogos habían seguido a un grupo de gorilas de Grauer por un terreno agreste abriéndose camino en la densa selva, siguiéndolos por afilados barrancos y cruzando un paisaje montañoso casi impenetrable en la parte este de la República Democrática del Congo (DRC).
Stuart Nixon, Chryso Kaghoma y su equipo de campo congoleño hicieron un seguimiento del Gorilla beringei graueri con GPS. Recopilaron información sobre los lugares donde se asentaban los animales cada noche, qué comían y otros hábitos. No obstante, los investigadores mantuvieron la distancia, rezagándose un día para no influir en el comportamiento del grupo y evitar que normalizaran a las personas.
O eso pensaban los científicos. Un día, sentado tranquilamente en el bosque, Nixon oyó que los arbustos se movían a unos tres metros de distancia. Al mirar se encontró con la cara negra azulada de un gran macho de espalda plateada. Mantuvieron el contacto visual durante varios segundos hasta que el gorila se dio la vuelta y volvió con el resto de su familia a la densa maleza.
Fue un avistamiento poco habitual de un gran simio al que una vez se llamó “el gorila olvidado” porque se había estudiado poco y estaba ausente en la mayoría de zoos del mundo.
En dos décadas, solo una generación, los números del gorila de Grauer se han desplomado en un 77 porciento. Solo quedan unos 3800 en la naturaleza, según un importante estudio publicado en 2016.
Las razones: guerra civil y minería para extraer “minerales de conflicto”, entre ellos estaño y coltán, ambos utilizados para fabricar teléfonos móviles, ordenadores y otros aparatos electrónicos. Los gorilas son cazados por milicias armadas, mineros y, en menor medida, refugiados, hasta el punto en que se están alimentando de ellos hasta casi extinguirlos.
“La caza ilegal para conseguir carne es la mayor amenaza”, dice Liz Williamson, investigadora de la Universidad de Stirling en Escocia y miembro del Grupo Especialista en Primates de la UICN.
Una política propuesta por Trump amenaza al gran simio
Tanto el gorila de Grauer como las comunidades locales podrían estar en peligro por los señores de la guerra, las milicias y los mineros si el presidente Donald Trump firma un memorando presidencial que se filtró a Reuters a principios de febrero.
La nueva política permitiría que las empresas estadounidenses compraran minerales de conflicto libremente —como oro, estaño, tántalo, coltán y tungsteno— sin revelarlo públicamente. Es probable que eso aumentara las actividades de minería en la cuenca del Congo, lo cual supondría más trabajadores que cazarían animales para sobrevivir.
La orden de Trump anularía la Norma sobre Minerales de Conflicto durante dos años. La norma se aprobó con apoyo bipartidista del Congreso en 2010 como parte de la Ley Dodd Frank de la Comisión de Valores y Bolsa. En aquel momento, los intereses empresariales se opusieron, mientras que los grupos de derechos humanos y ecologistas mostraron su apoyo.
La normativa, como existe en la actualidad, requiere que las empresas publiquen qué minerales de conflicto provienen de la RDC o países colindantes. Cuando se aprobó, la entonces presidenta de SEC, Mary L. Schapiro dijo: “Al adoptar este estatuto, el Congreso expresó su esperanza de que informar de los requisitos de las leyes de valores ayuden a reducir la violencia en la parte este de la República Democrática del Congo”.
El razonamiento tras el memorando de Trump para proponer la suspensión de la norma es que ha llevado a “la pérdida de algunos trabajos” en el pasado. La administración no respondió a las peticiones de comentarios de Mongabay.
Los países africanos, sin embargo, expresaron su preocupación de inmediato: “Esto podría acabar llevando a la proliferación generalizada de grupos terroristas, blanqueo de capitales transfronterizo y flujos financieros ilegales en la región”, declaró para Reuters la Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos (ICGLR por sus siglas en inglés). La ICGLR incluye a 12 estados miembro africanos.
Contar gorilas de Grauer
En un estudio de 2016 —el más grande que se ha llevado a cabo para el gorila de Grauer—, el personal del parque, lugareños y científicos de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS) y Fauna & Flora International rastrearon 7450 kilómetros cuadrados (casi 3000 millas cuadradas) para contar los animales en la parte este del Congo, el único lugar donde viven. Los investigadores utilizaron un análisis estadístico y modelos informáticos para calcular el tamaño de la población.
Su descubrimiento inspiró cobertura internacional de noticias y una reacción de intervención en la comunidad de la conservación.
En meses, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cambió el estado de gorila de Grauer (UICN) a la última etapa de alerta roja antes de la extinción en la naturaleza: En Peligro Crítico.
El gorila de Grauer se unió a otras tres subspecies de gorila en la lista de la UICN: el gorila occidental de llanura (G. g. gorilla), el gorila del río Cross (G. g diehli), y la otra subespecie oriental mucho más conocida, el gorila de montaña (G. b. beringei), que atrae a turistas de todo el planeta para verlo en las montañas Virunga.
En la actualidad todos los gorilas están En Peligro Crítico.
“La mayoría de gente nunca ha oído hablar de él [gorila de Grauer], y [aun así] podría ser el primer gran simio en extinguirse”, dice Sonya Kahlenberg, que dirige el Centro de Rehabilitación y Educación en Conservación de Gorilas (GRACE), el único santuario del mundo para gorilas de Grauer huérfanos.
Descenso catastrófico
En 1994 cuando la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre estudió a los gorilas de Grauer (en lo que en aquella época era Zaire), los investigadores estimaron una población de 17 000 ejemplares.
Pero en abril de 1994, la mayoría étnica Hutu en la vecina Ruanda lanzó una campaña criminal contra la minoría Tutsi, un genocidio que empujó a unos dos millones de refugiados a través de la frontera al Zaire y Uganda. Muchos se refugiaron en parques nacionales y bosques, y las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda y otras milicias establecieron sus operaciones allí. Muchos sobrevivían con la carne de caza, provocando lo que se ha convertido en un “ecocidio” del gorila.
El gobierno de la RDC distribuyó armas a las comunidades locales para que se defendieran. Mucha gente huyó. Los bosques se convirtieron en una gran víctima —talados de forma ilegal para los mercados de combustible y madera. La caza estaba desenfrenada por la combinación mortal de gente con hambre y la disponibilidad de armas. Los guardabosques y otros cuerpos de seguridad se vieron obligados a abandonar los parques nacionales y otras zonas protegidas. Los bosques se convirtieron en tierra de masacres.
El robusto gorila de Grauer se convirtió un objetivo popular. Son fáciles de rastrear, se mueven por tierra en grupos, y ofrecen mucha carne por cada bala: son el primate más grande del mundo, de media, un macho pesa unos 180 kilos. Los más grandes miden casi dos metros y pesan 270 kilos.
Los minerales de conflicto aumentan la tensión
Para cuando se declaró el final de la guerra en 2003, unos 5.4 millones de personas habían muerto. El conflicto sigue reinando en la RDC oriental —el hogar del gorila de Grauer— encendido por una la búsqueda de los abundantes minerales de la región.
Aunque el país tiene el segundo PIB más bajo del mundo, se considera el más rico en recursos naturales, con depósitos minerales de hasta 24 billones de dólares, según la organización sin ánimo de lucro World Without Genocide. Eso incluye los $28 mil millones que se calculan en oro y una amplia reserva de columbita-tantalita, o coltán, codiciados por su uso en la electrónica.
La explotación de estas riquezas ha atraído a oleadas de mineros artesanales, empresas sin escrúpulos, al ejército y a funcionarios corruptos del gobierno. La inseguridad ha florecido. Sin embargo, la mayor amenaza proviene de las más de 70 milicias fuertemente armadas, afirma Damien Caillaud, director de investigación del programa del gorila de Grauer del Dian Fossey Gorilla Fund en la RDC y profesor de la Universidad de California en Davis.
Muchas de las milicias controlan minas de “minerales de conflicto” que se han convertido en el equivalente de feudos que existen más allá del control de gobierno, a veces utilizando mano de obra esclava y aprovechando los beneficios para comprar armas y apoyar la continua lucha armada.
Los mineros trabajan en lo más profundo de los parques nacionales de la RDC y en bosques sin protección —los lugares donde algunos grupos de gorilas han conseguido sobrevivir a la guerra civil, y algunas de las últimas zonas con gorilas de Grauer. El International Peace Information Service (servicio de información para la paz internacional) con sede en Bélgica ha documentado más de 1000 minas en la región, casi todas ilegales.
Los mineros delictivos son los que presentan una mayor amenaza para la supervivencia de los gorilas de Grauer.
Es ilegal según las leyes nacionales e internacionales matar, capturar y comerciar con gorilas vivos o con partes de su cuerpo y productos. Sin embargo los grupos armados y mineros cazan gorilas a un ritmo sorprendente y, al mismo tiempo, dejan residuos en la tierra, reduciendo las ricas selvas para dejar paso a paisajes fangosos.
La gente que vive cerca de los grandes simios también plantea una amenaza patógena: los gorilas son tan cercanos a los homo sapiens que son susceptibles a infecciones respiratorias y otras enfermedades humanas. Un resfriado común puede matar a un gorila.
Gorilas capturados
Una organización con sede en Estados Unidos, Gorilla Doctors ofrece cuidados, cuando es posible, para gorilas atrapados en trampas. Una nota de esperanza en medio de la carnicería: más estudiantes de veterinaria Congoleños que nunca se forman en medicina para los grandes simios, una disciplina que requiere unas habilidades especializadas casi tan complejas como para el cuidado de humanos.
Matar un gorila puede causar graves daños colaterales, hasta llegar a causar la muerte de cuatro o cinco más, afirma Caillaud, que nos explica por qué. El noventa por ciento de los gorilas de Grauer viven en grupos dominados por solo un macho, el líder de espalda plateada. Los cazadores suelen ir a por él, porque es el más grande, por lo tanto tiene más carne, y porque atacará para proteger a su familia. Si muere, el grupo de disuelve. No nacerá ningún bebé hasta que las hembras encuentren otro grupo al que unirse. Para las que ya tienen un bebé, puede que no consigan que sobreviva: un espalda plateada podría matar la descendencia de otro macho, como hacen los leones.
Rescatar huérfanos
No había ningún lugar para ocuparse de los jóvenes huérfanos de gorila de Grauer que las autoridades de la vida silvestre incautaban hasta 2010. Entonces se fundó el santuario GRACE en la RDC con el objetivo de criar a los gorilas huérfanos y enseñarles las habilidades que necesitan para sobrevivir en el bosque como una nueva familia. Los primeros cuatro gorilas se llevaron a GRACE en un helicóptero operado por las fuerzas de la paz de las Naciones Unidas en la RDC.
Los huérfanos necesitan cuidados importantes y suelen sufrir una variedad de traumas psicológicos y físicos. En 2011, por ejemplo, un macho de 17 meses fue descubierto en una aldea donde lo habían ofrecido a la venta de forma ilegal. Era demasiado joven para dejar la leche materna, pero no le daban nada de leche y durante meses se alimentó solo de tapioca, que no es comida para gorilas. Cuando “Lubutu” llegó a GRACE, estaba gravemente desnutrido, había perdido mucho pelo y estaba débil y deshidratado. Pero tuvo suerte; sobrevivió y está en buena forma.
En la actualidad, GRACE se ocupa de 14 gorilas de Grauer, que van de una cría de dos años a un adulto de 16. Los simios viven en un hábitat boscoso en un grupo familiar sustituto donde los gorilas de más edad adoptan roles maternales al llevar y proteger a los recién llegados. El contacto humano se mantiene al mínimo.
“Los gorilas son animales sociales y vemos cómo los huérfanos se recuperan rápidamente una vez vuelven a conectar con gorilas. Se necesitan los unos a los otros tanto como necesitan cuidados de emergencia”, dice Kahlenberg.
Una razón por la que GRACE tiene tanto éxito en el salvamento de huérfanos, explica, es que el grupo cuenta con socios de los mejores zoos del mundo, cuyos expertos en gorilas forman y aconsejan al personal congoleño del santuario. Los zoos reciben consultas en frecuentes llamadas a través de Skype y los expertos han realizado 63 viajes a GRACE desde 2010.
La región sufrió algunas de las peores atrocidades durante la guerra y casi todos los miembros de GRACE perdieron algún familiar durante el conflicto o después de este.
Sin embargo, la comunidad local quiere avanzar y está muy comprometida con la conservación. GRACE abrió una granja para plantar comida para los gorilas, dice Kahlenberg, y cada semana aparecen unos 40 niños después del colegio para ayudar con la maleza y cuidar los cultivos. “¡La gente de aquí me da mucha esperanza!”, dice.
Ahora que quedan menos gorilas en la naturaleza, el nivel de llegada al santuario está cayendo. El año pasado solo recibió uno. El objetivo es reintroducir al menos a algunos de los gorilas en la naturaleza y ayudar a las poblaciones aisladas en los bosques. GRACE ha marcado un posible lugar para la liberación, pero es territorio desconocido: nadie ha enviado a gorilas de Grauer de vuelta a la naturaleza nunca.
Los gorilas salvajes aceptan cambios en sus grupos familiares, revela Kahlenberg, “pero no sabemos cuánto se aprende en los grupos. No sabemos cómo reaccionarán [los animales criados en el santuario] delante de un espalda plateada salvaje. Nos quedan muchas preguntas”.
Protección e investigación: un trabajo arriesgado
Defender la vida silvestre en la RDC es un trabajo extremadamente peligroso. El acceso a estas áreas remotas por parte de agencias de organismos policiales, como guardaparques del servicio de parques nacionales o personal del ministerio de medioambiente, es muy difícil y arriesgado. Las dos víctimas más recientes son Oscar Mianziro y Munganga Nzonga Jacques, que fueron atrapados por las milicias armadas en incidentes diferentes en el Parque Nacional Kahuzi-Biega en 2016.
Muchos de los que han perdido la vida luchando para conservar gorilas, elefantes y otros animales tenían sus propias familias, con ocho, nueve o hasta diez hijos, dice Stuart Nixon. Los asesinatos no solo afectan a las familias, sino a las pequeñas y unidas comunidades donde vivían los hombres. “Es una lección de humildad”, afirma Nixon. “No se suele ver esa dedicación en occidente, mucho menos en el mundo desarrollado”.
La ilegalidad y la violencia en la RDC han hecho que sea casi imposible estudiar al gorila de Grauer. Como resultado, mucho de lo que los científicos “saben” se ha extrapolado de medio siglo de investigación de los gorilas de montaña que viven en las cercanas montañas Virunga en la RDC, Ruanda y Uganda.
El G. b. graueri recibió su normbre por Rudolf Grauer, zoólogo austriaco que trabajó en África a principios del siglo XX. Fue el primero en reconocer este gran simio como una especie distinta. Aunque estos animales se parecen a sus parientes, los gorilas de montaña, sus extremidades son más largas, tienen el pelo más corto y viven en altitudes más bajas, de 580 metros a 2900 metros sobre el nivel del mar.
Esta última distinción es importante, apunta Caillaud, porque el hábitat modifica el comportamiento de forma significativa. Eso significa que la investigación en los gorilas de montaña no es 100 por cien próxima: el tamaño y el uso de hábitat, por ejemplo, pueden ser diferentes entre las especies de gorila de tierras altas y bajas. También lo puede ser la dieta; los investigadores saben que los Grauer dependen más de la fruta que sus primos de las altas montañas. Estas diferencias pueden afectar de forma pronunciada los sistemas sociales y hábitos de los grandes simios.
A pesar del constante riesgo de violencia, los investigadores, entre ellos Andy Plumptre (biólogo de WCS). Williamson, Nixon y otros han seguido trabajando en la selva de la RDC durante años.
Nixon contactó con el eminente biólogo de campo George Schaller antes de un importante viaje para preguntarle por su investigación, un trabajo de campo que empezó en 1959 —el primer estudio sobre el terreno de los gorilas de Grauer. Utilizando los mapas que Schaller había compartido con él, Nixon localizó unos 15 grupos que vivían en el mismo punto donde habían estado más de medio siglo antes. “Estaban rodeados por miles de millas cuadradas de bosque, pero no había expandido su rango”, cuenta Nixon. “No sabemos por qué”.
El estudio de 2005 de Nixon produjo unos resultados inquietantes: “Nos empezamos a dar cuenta de que había grandes zonas [donde los gorilas de Grauer habían estado] en los 60 y se habían ido”, afirma. Nuevas poblaciones que su equipo descubrió habían sido exterminadas para 2010. “Teníamos la sensación de que el declive era catastrófico, pero hay que pensar en lo que queda”, dice.
Los que trabajan para conservar al gorila de Grauer —funcionarios del gobierno, guardaparques, conservacionistas y miembros de la comunidad local— se unieron en 2012 para diseñar un Plan de Acción de Conservación. Identificaba las estrategias cooperativas para construir sustentos sostenibles en las comunidades y definía los papeles y colaboraciones para los constituyentes que tienen la tarea de proteger la vida silvestre de la RDC, como el Ministerio del Ambiente y la Autoridad Congoleña para la Vida Silvestre con escasos recursos.
El consorcio se dio cuenta de la necesidad de cuantificar la severidad del descenso en los gorilas de Grauer con un estudio amplio. De 2013 a 2015, grandes equipos, de entre 10-15 personas, rondaban por la selva en expediciones físicamente desafiantes. Muchos grupos supervivientes de gorila viven en lugares casi inaccesibles, algunos hasta a 30 de la aldea más cercana o carretera en condiciones de circular. Llevaban todo el equipo y la comida a sus espaldas y la seguridad era una preocupación constante.
Esa investigación exhaustiva confirmó el drástico y continuado declive del gorila de Grauer y llevó a la reclasificación directa en de la subespecie en la UICN a En Peligro Crítico.
Puntos de luz
“Es posible que este periodo terrible se esté acabando lentamente”, dice Liz Williamson con un optimismo sorprendente. “En algunos lugares los guardaparques [nacionales] han retomado el control.
Apunta a un éxito relativo en una zona clave para la supervivencia de los gorilas: el sector de las tierras altas del Parque Nacional Kahuzi-Biega, lugar donde empezó el turismo para ver gorilas en los 70. Antes de la guerra civil, el área era hogar de unos 270 gorilas de Grauer, una población que se vio reducida a la mitad por la masacre.
Las zonas del parquet que ahora están relativamente estables se han asegurado mediante esfuerzos dedicados y cooperatives entre el gobierno congoleño, la autoridad de parques del país (ICCN), Fauna & Flora Internacional, WCS y otras organizaciones no lucrativas, guardaparques (que trabajan con el ejército) y las comunidades locales. Kahuzi-Biega ha visto cierto nivel de protección desde 2003, dice Nixon. Hoy en día la población de G. b. graueri en una parte del parque ha remontado hasta unos 200 individuos.
También queda esperanza para los gorilas en las regiones remotas como el bosque Usala, en el corazón de la región Maiko-Tayna de 30 000 kilómetros cuadrados al este del Congo. El equipo de Nixon investigó casos anecdóticos de Schaller y confirmó la presencia de gorilas de Grauer en 2007. Como el área está lejos de carreteras y asentamientos, es posible que los grandes simios puedan sobrevivir allí a largo plazo.
“A pesar de la presion, esto demuestra que con orientación y recursos con finalidad específica, estos éxitos son posibles”, afirma Nixon.
El Dian Fossey Gorilla Fund dirige una estación de campo en el corazón del territorio aislado de los Grauer desde 2012, en una zona desprotegida entre reservas. El personal congoleño patrulla y recopila información sobre los gorilas, y trabaja estrechamente con ocho familias que poseen amplios tramos de territorio. Juntos conservan a los gorilas y otras especies de vida silvestre. Las familias son aldeanos pobres, no ricos propietarios, pero han elegido controlar y reducir las actividades humanas en su terreno. Como resultado, la vida silvestre está aumentando lentamente. “En solo unos años, la protección ha tenido un impacto detectable”, informa Caillaud.
Alrededor de un 25 por ciento del hábitat del gorila de Grauer que George Schaller mapeó había sido arrasado para 2008. Pero hoy en día, aunque algunas poblaciones estén aisladas, aún queda mucha selva. Sin embargo, los conservacionistas señalan que con el aumento de la población humana, no va a ser así siempre.
Así que se están dando esfuerzos para proteger las zonas forestales clave, y el año 2016 fue un gran éxito en ese aspecto. Se creó una nueva zona protegida de usos múltiples que beneficia a la vida silvestre y las personas: la Reserva Natural Itombwe, que se alarga de las tierras bajas a las montañas y es una de las más biodiversas en África.
Las elecciones de los consumidores pueden ayudar a salvar a los gorilas
Poca gente se da cuenta cuando compra productos electrónicos de que la cadena de suministro de esos productos puede llegar hasta lo más profundo de la selva africana. Partes de esos productos pueden venir de minas dirigidas por milicias despiadadas y contener “coltán sangriento”.
El hambre insaciable de Playstations, ordenadores y teléfonos móviles, si no se regula adecuadamente, contribuye a inseguridad, amenaza la seguridad de los habitantes locales y mata a gorilas y otros animales. Si el memorándum presidencial de la administración de Trump vuelve a permitir que las empresas estadounidenses compren minerales de conflicto libremente y sin hacerlo público, los gorilas —y muchas comunidades— se enfrentarán a incluso mayores daños a medida que se expandan las minas.
“Espero que esto haga a la gente pensar sobre la cadena de suministro de este material”, dice Williamson, comentando el coste real de los minerales de conflicto. Al final se reduce a la elección de los consumidores: si a la gente le importan las comunidades africanas y los grandes simios, “deberían presionar a los productores para descubrir si sus materiales provienen de fuentes creíbles y legítimas, lo cual es difícil en la RDC”. Incluso cuando las operaciones mineras son legales, la cadena de suministro puede depender de las milicias como intermediarios, avisa.
Los conservacionistas recuerdan que los consumidores pueden ayudar si cambian de modelo en aparatos electrónicos menos a menudo.
Hay mucho en juego: existen pocos gorilas de Grauer en cautividad, concluye Kahlenber, y si este gran simio se extingue en la naturaleza, se habrá perdido realmente para siempre.