- ¿Cuáles son las amenazas contra estas tortugas de río?
- ¿Qué se está haciendo para preservar estas especies?
El comercio ilegal de su carne, huevos e incluso de los tortuguillos –con la finalidad de tenerlos como mascotas– se ha convertido en la principal amenaza para la tortuga charapa (Podocnemis expansa) y la tortuga terecay o taricaya (Podocnemis unifilis) en Colombia.
En febrero fueron recuperadas 970 tortugas charapa vivas y 237 huevos en Tres Esquinas, a dos kilómetros del municipio de Solano (departamento de Caquetá). De ellas, 700 fueron liberadas el 3 de marzo, Día Mundial de la Vida Silvestre. Las restantes están en la unidad operativa de la llanura amazónica esperando ser reubicadas.
El año pasado la Policía Nacional realizó siete incautaciones y rescató 1133 tortugas y 922 huevos de terecay, así como 50 huevos de tortuga charapa en Puerto Leguízamo (departamento de Putumayo), informó a Mongabay Latam Corpoamazonia, autoridad ambiental del Amazonas.
Por su parte, “en el departamento del Casanare, en la Orinoquía, se rescataron 2058 huevos de tortuga charapa en el año 2016 y a través del proceso de incubación nacieron 1511 tortuguillos que fueron liberados. En el departamento del Vichada se incautaron 32 tortugas charapa y seis terecay entre el año 2016 y lo que va del 2017”, explica a Mongabay Latam la oficina de prensa de Corporinoquia.
El artículo 12 de la Resolución 2064 del 21 de octubre de 2010 señala que la liberación se hace siempre y cuando las especies y el ecosistema en el que son liberadas no sufran mayor daño. La liberación es realizada por las autoridades ambientales competentes, según lo establecido en el capítulo I Decreto 1608 de 1978, señala el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible.
La tortuga charapa habita en Vichada, Meta, Casanare, Guainía, Vaupés, Guaviare y Amazonas. La terecay o taricaya lo hace en Putumayo, Caquetá, Guaviare, Meta, Casanare, Arauca y Amazonas.
En la Orinoquía las tortugas son capturadas en la cuenca media del río Meta y llevadas a través de rutas ilegales hacia Cravo Norte, Arauca y Puerto Carreño en el Vichada. Algunas las llevan a Venezuela.
La charapa pasa la mayoría del tiempo bajo el agua y prefiere los cauces principales de los grandes ríos. Habita en las cuencas de los ríos Orinoco, Meta, Amazonas y Caquetá. Recorre grandes distancias pero siempre regresa al lugar donde nació, y se alimenta de frutos, insectos y a veces de carroña. En los Llanos colombianos (Orinoquía) las hembras salen a desovar entre diciembre y marzo.
La terecay habita las cuencas de los ríos Orinoco, Amazonas y Meta. Se alimenta de pequeños animales, flores, frutos y semillas. Desova en la época de verano y anida solitariamente en los barrancos y áreas con vegetación.
Los nacimientos de los tortuguillos, de la charapa y la terecay, se dan en la estación seca de las cuencas del Amazonas y del Orinoco en un lapso de tres meses.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la tortuga charapa está clasificada como una especie en Riesgo Bajo, y la terecay en estado Vulnerable.
Mónica Morales, bióloga del Humboldt, explica el grado de riesgo en que se encuentran estas dos especies: “La categoría UICN es a nivel global, es decir en toda el área donde se distribuye la especie, para el caso de estas dos tortugas en las cuencas del Orinoco y del Amazonas”.
Adicionalmente, cada país tiene sus propias evaluaciones que son los libros rojos donde se evalúa la situación de cada especie, pero solo en el territorio nacional. En este caso la referencia que se debe utilizar para las categorías de amenaza a nivel nacional es la del Libro Rojo de reptiles 2015, en el cual la charapa está En Peligro Crítico y la terecay o taricaya En Peligro.
“El consumo de esta especie se acentúa en la época del verano, que en la región es entre diciembre y marzo. Son más apetecidas en Semana Santa por ser considerada como carne blanca y permitida por la Iglesia Católica durante la cuaresma”, explica Mongabay Latam la ecóloga Sindy Martínez de la Fundación Omacha.
La normatividad existente no es suficiente para protegerlas. “Aunque en el país existe una veda desde el año 1964 y unas especificaciones acerca del consumo permitido de estas tortugas para la subsistencia, como por ejemplo una talla mínima de 80 cm de largo de caparazón, este decreto a nivel regional (Orinoquía) tiene poca regulación. Esto ocurre debido a la gran extensión del territorio y al poco alcance de las autoridades ambientales para llegar a zonas alejadas como Santa María de la Virgen o Nueva Antioquia, donde hay mayor extracción de estas especies para comercializarlas”, agrega.
Morales, por su parte, explica que “la terecay es la especie más capturada actualmente y le sigue la charapa. Esta tendencia está dada por un fenómeno de sustitución, ya que debido a la escasez de charapa, la presión de captura se ejerce sobre la que le sigue en tamaño, que es la terecay. En épocas anteriores la charapa era la más capturada”.
No hay estudios recientes sobre el número de tortugas charapa y terecay en Colombia, pero se están delimitando áreas de importancia para su reproducción.
Guardianes de tortugas
Desde el año 2015, el Instituto Humboldt viene realizando investigaciones en el río Bita y el Orinoco –en este último en la Reserva Natural Bojonawi, en asociación con Fundación Omacha– sobre los desplazamientos y migraciones de la terecay, tomando información molecular para futuros estudios sobre estructura poblacional.
Por su parte, en el departamento de Caquetá existe un proyecto –en el Parque Nacional Cahuinarí– de manejo de las tortugas con las comunidades indígenas del Resguardo Pani desde hace más de 10 años.
En el departamento del Vichada se llevan a cabo procesos similares. Allí se recoge información sobre la anidación. Pero identificar el tamaño poblacional de las tortugas no es fácil porque migran entre los ríos, los caños y las lagunas. Al vivir en áreas tan extensas como los ríos Meta, Orinoco, Caquetá y Amazonas, son necesarios estudios de mayor duración para determinar cantidades.
“En el Meta hay una población cercana a las 2000 tortugas y en Caquetá más de 4000. En comparación con la época de la Conquista esta cantidad es pequeña teniendo en cuenta lo descrito por el botánico Alexander Von Humboldt, durante sus viajes en el Orinoco donde contó más de 100 000 tortugas por playa. Estas dos especies han disminuido debido al consumo y tráfico ilegal”, señala Martínez.
La Fundación Omacha trabaja en la Orinoquía colombiana desde hace más de 20 años, donde lleva a cabo programas de conservación de especies.
Omacha dirige un proyecto en la cuenca media del río Meta, entre los departamentos de Arauca y Vichada, donde miembros de la comunidad Santa María de la Virgen son capacitados en registro y datos de los nidos, hembras adultas y playas de mayor anidación. Se les denomina guardianes o padres adoptivos de estas tortugas.
Los guardianes utilizan Sistemas de Posicionamiento Global (GPS) y palos largos para marcar los nidos ubicados en las playas que se forman en verano –entre diciembre y marzo– en las riberas del río Meta.
Cuando las tortugas salen en grupos a anidar en las playas, los guardianes establecen zonas de cuidado. En las noches evitan que las hembras o los nidos sean saqueados, y durante el periodo de nacimiento ayudan a que los tortuguillos lleguen al agua sanos y salvos. Actualmente protegen un sector de más de 30 kilómetros durante la etapa reproductiva de ambas tortugas.
Los habitantes de la cuenca del río Meta consideran a las tortugas como las guardianas del río, ya que contribuyen a mantener su cauce moviendo los sedimentos, rocas y hojas que arrastra la corriente.
Omacha ha dictado más de 50 talleres a las comunidades sobre usos y conflictos relacionados con las tortugas y tienen un centro de manejo con 87 tortuguillos, cuyo fin es educativo. En la fundación esperan continuar con su programa de conservación de tortugas en el río Meta, sobre todo en la cuenca media, donde confluyen más de 13 ríos y es el eje central que conecta la Orinoquía con el centro del país.
“Conservar las tortugas es importante para el país pues cumplen un papel fundamental a nivel ecosistémico, ya que son consumidoras de semillas y ayudan a la dispersión y propagación de especies vegetales, y contribuyen al control de poblaciones de invertebrados o animales pequeños que habitan en el agua”, explica Diana Acosta, veterinaria de Corpoamazonia.
Corpoamazonia realiza capacitaciones y jornadas de sensibilización para miembros de las fuerzas militares y las comunidades donde hay mayor extracción de tortugas durante el mes que inician las posturas de huevos.
Por su parte, Corporinoquia hace un trabajo pedagógico con los pescadores y la Fundación Palmarito en Orocué (departamento de Casanare). A los primeros les enseña a recolectar los huevos de las playas y entregarlos a Palmarito, donde crean nidos artificiales que permiten a los huevos formarse y a los tortuguillos nacer en condiciones aptas y seguras.
Además, Corporinoquia desarrolla la campaña Lejos de Casa Cerca de la Extinción, que incluye cuñas radiales y piezas gráficas sobre estas dos especies, y diseñó la guía para la identificación de especies, socializada para intentar convencer a las personas de no tener a estas tortugas como mascotas.