- ¿Por qué los científicos consideran vital la recuperación de la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá?
- ¿Por qué los científicos se sorprendieron al registrar la presencia del tigrillo lanudo (Leopardus tigrinus)?
Bogotá, ciudad colombiana de casi 10 millones de habitantes, está rodeada por una gran barrera de 14 000 hectáreas de bosque altoandino y especies introducidas como pinos, eucaliptos y acacias. Estos árboles se elevan sobre una cadena de cerros que alcanzan entre los 2575 y 3575 metros sobre el nivel del mar, que forman parte de la Cordillera Oriental de Colombia y que atraviesan la ciudad de sur a norte.
La franja de Cerros Orientales, situada en la periferia de la ciudad, fue declarada en 1977 como Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá. Este corredor ecológico y zona de recarga acuífera, forma parte de las áreas de conexión para la conservación de los ecosistemas de los páramos de Chingaza, Sumapaz y Guerrero, zonas fundamentales para asegurar la oferta hídrica y la sostenibilidad ambiental de la región, integrando como parte de este importante corredor ecológico a la Reserva Forestal de la Cuenca Alta del Río Bogotá.
En los últimos años, se ha trabajado en la elaboración de un Plan de Manejo Ambiental de la Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá, más conocida como Cerros Orientales. Además, este espacio natural ha sido objeto de investigaciones recientes y procesos de restauración encaminados a la recuperación de los Cerros y sus servicios ecosistémicos.
Bogotá Biodiversa: una herramienta para la conservación
Los estudios sobre los Cerros Orientales, como parte del proyecto Bogotá Biodiversa —liderado por la organización Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras de Colombia (ProCAT), con el apoyo de la Universidad de Arizona, el Zoológico de Phoenix, la organización S.P.E.C.I.E.S. de Estados Unidos, la UNAM de México y la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia— se iniciaron en el 2013 y, tras cuatro años de estudios, se concluyó que la reserva es un refugio de fauna silvestre única, con una presencia importante de mamíferos que permiten el mantenimiento y la prestación de servicios ecosistémicos.
José Fernando González-Maya, Doctor en Ciencias e Investigador Principal del proyecto, le explicó a Mongabay Latam en una entrevista reciente que se trata de “uno de los proyectos más grandes de monitoreo con cámaras trampa en el país, y el más grande en un ecosistema periurbano, resaltando su esfuerzo de muestreo en una zona urbana, incluso para Latinoamérica”.
Los resultados del monitoreo realizado en el año 2014 fueron publicados en mayo de 2017 en la Mammalogy Notes (Notas Mastozoológicas), bajo el nombre de “Listado de los mamíferos medianos presentes en la Reserva Protectora Cerros Orientales de Bogotá D. C.”. En el documento científico indica que durante ocho meses y valiéndose de 50 cámaras trampa, ubicadas en 800 hectáreas de la zona norte de los Cerros, lograron registrar 11 especies de mamíferos medianos de un total de 3020 imágenes obtenidas.
El grupo de carnívoros es uno de los más valorados por este estudio, sobre todo la oncilla o tigrillo lanudo (Leopardus tigrinus), catalogado en estado de conservación vulnerable. El registro del tigrillo lanudo sorprendió a los investigadores, quienes pensaban que la histórica intervención en los Cerros, la expansión urbana, las presiones como la cacería y la deforestación desde el siglo XIX, habían limitado la presencia de cierta fauna típica de los ecosistemas altoandinos.
Gracias a esta investigación se pudo obtener por primera vez información del estado de conservación de algunas de las especies que habitan los Cerros Orientales y en general los alrededores de Bogotá. Las imágenes de las cámaras trampa confirmaron que el zorrillo o mapurito (Conepatus semistriatus) vive en el área y las imágenes constatan por primera vez la presencia del mamífero en un área periurbana de Bogotá. La publicación del Grupo Especialista de Carnívoros Pequeños ( Small Carnivor Specialist Group) describe en su primer número del 2017 la presencia del carnívoro en los Cerros Orientales de Bogotá.
También mamíferos como el cusumbo mocoso (Nasuella olivacea), roedores dispersores de semillas como la guagua (Cuniculus taczanowskii), la ardilla de cola roja (Notosciurus granatensis), la comadreja (Mustella frenata), el zorro cangrejero (Cerdocyon thous), el conejo de montaña (Sylvilagus andinus) y especies que suelen adaptarse a ecosistemas intervenidos como la zarigüeya (Didelphis pernigra), que se sabía estaba presente en los Cerros Orientales, fueron registrados en una publicación que documentaba por primera vez la presencia de los 11 mamíferos en zonas cercanas a Bogotá.
Aunque la aparición de estas especies en el área de estudio es una muestra del buen estado y de la salud de los ecosistemas periurbanos, las cámaras trampa también confirmaron que perros y gatos asilvestrados amenazan a las especies silvestres.
En la revista Notas Mastozoológicas (Mammalogy Notes), revista oficial de la Sociedad Colombiana de Mastozoología, de especifica que “el contacto entre especies domésticas y silvestres puede potenciar enfermedades zoonóticas como la rabia, parvovirus, garrapatas, distemper o moquillo canino, pulgas, piojos y sarna; al igual que acarrea problemas a nivel de conservación, ya que ocasiona un desplazamiento de la fauna silvestre por aspectos competitivos debido a su dieta carnívora”. Es decir que los perros y gatos asilvestrados no solo representan una amenaza porque pueden depredar a las especies e introducir enfermedades, sino también porque compiten por la oferta alimenticia de los Cerros.
La historia de devastación de los cerros tutelares de Bogotá.
Los daguerrotipos antiguos dan cuenta de la devastación de los Cerros Orientales dos siglos atrás. Las crónicas de la colonia muestran cómo la sabana y los Cerros fueron deforestados en toda su amplitud.
La Fundación Cerros de Bogotá hace un recuento de la historia de los Cerros y Germán Camargo Ponce de León, biólogo y especialista en gestión ambiental urbana, explicó cómo, según un visitador real de Carlos V —emperador de Alemania y rey de España con el título de Carlos I— que llegó a Santa Fe a principios del Siglo XVII, “no existía un árbol desde Tunja hasta Santa Fe”, refiriéndose al recorrido que existía desde la capital del departamento de Boyacá a la ciudad de Bogotá. Al parecer, según lo que cuentan las crónicas en 70 años del proceso colonial, los bosques fueron devastados para dar paso al desarrollo.
“A través de la Colonia y la temprana República, Santa Fe de Bogotá creció y concentró la población regional, al mismo tiempo creció la demanda de madera y minerales para construcción, leña y tierra para los desposeídos, y los Cerros Orientales fueron una de las principales fuentes para surtir todo esto”, aclaró Camargo.
Esa parte de la historia de Bogotá da cuenta de la razón por la cual los Cerros Orientales fueron devastados por el desarrollo de la urbe.
Para Wilson Ramírez, investigador del Instituto Humboldt y doctor en Biología con énfasis en ecología de la restauración, “el material parental original de los Cerros, es una arenisca clave para la construcción y por eso los Cerros se convirtieron en canteras tal y como lo muestran las imágenes antiguas”.
Germán Camargo Ponce de León explicó que “en los años 50, comenzó a gran escala el esfuerzo reforestador de las instituciones, con especies foráneas como pinos, cipreses, eucaliptos y acacias, que entonces se pensaba tendrían un efecto protector sobre cuencas extensamente deforestadas como las del río San Francisco y el San Cristóbal”, que actualmente forman parte de Reserva Forestal Protectora de los Cerros Orientales.
Los retos de la restauración
La Reserva Forestal Protectora Bosque Oriental de Bogotá está cubierta con especies nativas en un 63.16 % según el Plan de Manejo Ambiental de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR). Bosques, rastrojos, matorrales y especies de páramo todavía cubren parte de los Cerros Orientales especialmente en la zona norte. El 36.84 % restante está ocupado por asentamientos urbanos, pastizales, zonas de explotación minera y plantaciones con especies introducidas como pinos y eucaliptos.
Hoy, en la zona central de los Cerros y otras adicionales, un grupo de instituciones han unido esfuerzos para restaurar el área: organizaciones como la Fundación Cerros de Bogotá, la Fundación Alma, los colectivos urbanos que recuperan las quebradas que nacen en los Cerros Orientales y las instituciones que se han volcado hacia esos ecosistemas.
Sin embargo, según lo explica Wilson Ramírez, investigador del Instituto Humboldt, “no se debe borrar del todo la historia de los Cerros”, refiriéndose a que la restauración ecológica debe respetar un porcentaje de las especies introducidas, así como de las especies nativas presentes antiguamente en los Cerros Orientales de Bogotá.
Para Ramírez restaurar significa recomponer y reparar: “La restauración ecológica busca la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado por diferentes factores, recuperando en él los servicios que antes prestaba y cambiando a futuro el uso que se hace de los recursos”.
En los Cerros Orientales hay ecosistemas en buen estado que permiten entender cómo era un bosque altoandino y qué especies tenía, “con esa referencia tratamos de reemplazar parches de especies como el pino y el eucalipto por especies nativas”, explicó Wilson Ramírez, sobre el proyecto piloto de restauración que actualmente realiza el Instituto Humboldt en seis hectáreas del sector Venado de Oro ubicado en los Cerros Orientales.
Actualmente en esas seis hectáreas se está haciendo una reincorporación gradual de especies nativas, que un grupo de investigadores ha rescatado de exploraciones en las que se buscan pequeñas plantas nacientes en los bosques altoandinos de los Cerros.
Para Mateo Hernández, naturalista que participa en el proceso de restauración del Instituto Humboldt y en el rescate de especies, “las expediciones se hacen en diversos puntos de los Cerros Orientales que aún conservan vegetación nativa, ubicada en cercanía de cuerpos de agua, zonas con alto grado de humedad y buena calidad de suelos, en los que se encuentran pequeñas plantas nacientes de especies como cedros (Cedrela bogotencis) nogales (Juglans neotropica), encenillos (Weinmannia sp.) y cordoncillos (Piper bogotense)”.
Wilson Ramírez confirma que han llegado a encontrar plantas de 15 centímetros como es el caso del aguacatillo, una laurácea que había desaparecido de los Cerros y que nuevamente se encontró en ellos. Las especies que han encontrado y que antiguamente eran sagradas para los indígenas se llevan al vivero del Instituto Humboldt, ahí crecen y luego se reintroducen al medio, sembrándose en la zona piloto que se está restaurando. “Hoy se tienen más de 150 especies en el predio y se han sembrado más de 1500 individuos y eso es significativo, porque se tienen genes locales, de especies genéticamente adaptadas a la zona que no vienen de un vivero”, sostuvo el experto.
Los primeros resultados
La aparición de aves confirma que el proceso de restauración está funcionando, aunque todavía se necesita más tiempo para observar el impacto real de la recuperación del ecosistema.
“Seguramente tendremos que esperar unos cinco años más para tener un bosque más conspicuo que nos permita medir esos resultados”, afirmó Wilson Ramírez.
Los científicos han podido identificar 70 especies de aves en la zona, entre ellas algunos colibríes endémicos y el colibrí con el pico más largo del mundo. También han avistado en el área del proyecto piloto a la pava andina, que siempre estuvo en los Cerros, pero que ahora llega con mayor frecuencia al sector de Venado de Oro. Un dato importante es la presencia de seis especies de quiches o bromelias (especies de plantas que viven sobre los árboles), una de ellas incluso ha sido identificada como nueva para la ciencia, aunque aún se encuentra en estado de descripción.
El Jardín Botánico de Bogotá se ha unido a las labores de restauración ecológica y se ha concentrado en recuperar una zona que fue afectada por los incendios forestales del año 2016.
Este desastre, que se prolongó por varios días, dañó 157 hectáreas de los Cerros Orientales y específicamente la zona del cerro El Aguandoso, así lo confirma el informe de investigación de causas realizado por la Unidad Administrativa Especial del Cuerpo Oficial de Bomberos Bogotá.
Para restituir las coberturas de los Cerros, el servicio de los ríos y quebradas de la zona, además de disminuir el riesgo sobre las localidades cercanas ubicadas en las faldas y sobre los mismos Cerros, se inició un plan de restauración ecológica sobre 200 hectáreas con especies como: encenillos, Gaque, Canelo de Páramo, Raque, Tuno, Siete Cueros, Laurel de Cera, entre otros.
El proceso de restauración comenzó con la siembra de 3913 individuos y en lo que va del año ya se han colocado 3000 nuevas plantas nativas, especies propias de los bosques altoandinos de los Cerros tutelares de Bogotá.
“Reparar es recomponer lo que nos entregaba servicios claves”, afirmó Wilson Ramírez, para explicar que a largo plazo la restauración ambiental que se está dando en diversas zonas de los Cerros Orientales permitirá que se recupere la oferta de agua en quebradas y nacimientos. El investigador agregó que “los Cerros siempre han sido muy estratégicos en la oferta de servicios y hay que entender que la provisión de servicios claves para la ciudad viene de ahí, por eso la importancia de restaurar las cuencas”.
José Fernando González-Maya, director científico de Bogotá Biodiversa, fue más allá y señaló que los Cerros Orientales cumplen una misión muy importante en “la captura y almacenamiento de gases de efecto invernadero, además de ser una barrera que ha limitado la deforestación de otros ecosistemas estratégicos como los páramos y es clave conservarlos para mantener la continuidad hasta los bordes de la ciudad”.
Hoy siguen apareciendo especies que permitirán que la población entienda la importancia de la conservación de los Cerros de Bogotá, concluyó José Fernando González-Maya, aludiendo a los hallazgos de las cámaras trampa que estudian la biodiversidad en la reserva.
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