- Cuando era joven en los 60, José Porfírio Fontonele de Carvalho decidió oponerse a la brutal dictadura militar de Brasil con un viaje al Amazonas para ayudar a los grupos indígenas en la lucha contra el asalto militar que estaba sufriendo su forma de vida.
- Pronto contactó con los indígenas guerreros Waimiri-Atroari, que se habían visto diezmados en sus esfuerzos por bloquear el paso de la carretera BR-174 por su territorio. Los indígenas hablan de numerosas atrocidades cometidas contra ellos por el gobierno durante ese periodo.
- Con la ayuda de Carvalho, se estableció una nueva reserva indígena que cubría 2,6 millones de hectáreas, además de una unidad de conservación, la Reserva Biológica de Uatumã. Con el paso de los años, Carvalho consiguió otras concesiones para los Waimiri-Atroari.
- En la actualidad, el grupo ha aumentado su número a casi 2000 aunque la tribu sigue peleando con el gobierno. El presidente Temer está decidido a instalar una gran línea de transmisión que pasa por sus tierras. La mayoría de observadores están de acuerdo: sin la ayuda de Carvalho, los Waimiri-Atroari probablemente se habrían extinguido y sus bosques habrían desaparecido.
A veces, una sola persona puede cambiar la historia. Una de esas personas fue José Porfírio Fontonele de Carvalho, que murió el 13 de mayo de cáncer a los 70 años. Sin él, los Waimiri-Atroari —grupo indígena de Brasil— su forma de vida y gran parte del bosque en el que viven habrían desaparecido.
Después del golpe de estado militar de 1964 en Brasil, se unió a otros jóvenes que, en lugar de participar en la resistencia armada, se trasladaron al interior de Brasil para ayudar a defenderse a las comunidades indígenas que sufrían intensamente el ambicioso plan de atravesar la región con carreteras, presas, asentamientos y otros grandes proyectos de infraestructura.
Unos 7000 indígenas de diferentes etnias murieron o “desaparecieron” durante los 25 años de gobierno de dictadura militar, según Maria Rita Kehl, coordinadora del grupo de indígenas y campesinos Comisión Nacional de la Verdad.
Oposición al gobierno militar
Carvalho se unió a la agencia indígena de Brasil, FUNAI, en 1967 y trabajó en varias partes de país antes de decidir, con otros compañeros, buscar contacto con los indígenas Waimiri-Atroari, que tenían fama de ser el grupo indígena más violento del país. En aquellos tiempos, el ejército estaba construyendo la BR-174, una carretera que iba de Manaos en el río Amazonas a la ciudad de Boa Vista en la parte más al norte del país; una ruta que la hacía pasar por el corazón del territorio Waimiri-Atroari.
Los indígenas se opusieron ferozmente y el gobierno respondió con una firmeza brutal. Más adelante, Carvalho contó su historia en el periódico Folha de S. Paulo “A principios de los 70, fuimos a ver al general Gentil Nogueira Paes [jefe del comando militar del Amazonas] para pedirle que detuviera la carretera. Nos dijo: ‘Voy a construir esta carretera, aunque tenga que matar a esos indios asesinos. He dado órdenes a los hombres para que disparen’”. El ejército brasileño no quiso hacer declaraciones para este artículo sobre el comentario del general.
Aunque una investigación oficial exhaustiva nunca se llevara a cabo, los Waimiri-Atroari dicen que fueron tratados de forma terrible. Tomás Tamerré, indígena Waimiri-Atroari, contó a la Comisión Nacional de la Verdad: “La carretera llegó con el ejército. Los indígenas dispararon flechas a un avión. Luego el avión voló sobre los pueblos y lanzó algo que quemó a la gente. Murieron rápido”.
Carvalho y sus colegas estaban desesperados por conseguir establecer un contacto pacífico con los indígenas para evitar que fueran exterminados. La tarea era peligrosa, ya que los Waimiri-Atroari no podían distinguir entre los “blancos” que iban a matarlos y los que querían protegerlos.
“Hicimos el pacto de que, aunque de nosotros fueron asesinados [por los indígenas], los supervivientes seguirían adelante hasta que cayera el último”, contó Carvalho. Y muchos más murieron, como su buen amigo, Gilberto Pinto Figuereido. Carvalho acabó siendo arrestado por el gobierno y acusado de incumplir la ley de seguridad nacional.
Se trasladó a otra región con la intención de emprender otra causa indígena, pero los Waimiri-Atorari, que seguían enfrentándose a graves problemas incluso después de la construcción de la BR-174, tenían otro plan. Mario Parwe, cuyo padre murió en un conflicto con “blancos” y uno de los principales líderes del grupo en la actualidad explicó lo que pasó: “Fuimos a Brasilia a preguntar a FUNAI dónde vivía [Porfírio Carvalho]. Lo encontramos, hablamos con él y dijo que volvería a ayudarnos.”
Esa decisión crucial fue lo que probablemente salvó a los Waimiri-Atroari. Carvalho se sorprendió con lo que vio a su vuelta: “Había llevado a cabo un censo [en 1969] y había contado unos 1500 indígenas en 15 pueblos. Cuando volví en 1986, solo había 374”. Para entonces, el general João Baptista Figueiredo, uno de los presidentes militares, había destrozado la reserva indígena de los Waimiri-Atroari para que una empresa minera, Paranapanema, pudiera abrir una mina de estaño.
En lugar de eso, con la ayuda de Carvalho, se estableció una nueva reserva, que cubría 2,6 millones de hectáreas (10 000 millas cuadradas), además de una unidad de conservación, la Reserva Biológica de Uatumã, para que actuara de amortiguación entre los indígenas y la frontera económica.
Victorias indígenas
Carvalho y los Waimiri-Atroari no consiguieron detener la construcción de la central de energía hidroeléctrica Balbina en su tierra a finales de los 80. La presa ha sido muy criticada por sus graves impactos ambientales y por su baja eficiencia, y fue particularmente desastrosa para los indígenas, ya que llevó a la reubicación de cerca de un tercio de los miembros supervivientes de la tribu.
Sin embargo, lo que sí que consiguieron los Waimiri-Atroari fue una compensación considerable de la empresa eléctrica del estado, Eletronorte. Fue la primera vez que se realiza un pago de esa magnitud a un grupo indígena. Con la orientación de Carvalho, los indígenas utilizaron el dinero para establecer el PWA (Programa Waimiri-Atroari) para financiar mejoras en las condiciones de vida y la protección de la tierra.
Otra victoria llegó a principios de 1995. Cuando el gobierno avanzó los planes de pavimentación de la carretera BR-174 sin consultar a los Waimiri-Atroari, los indígenas ocuparon la carretera. Márcio Santilli, que más adelante estableció la ONG Instituto Socioambiental, entró de pleno en la batalla de la BR-174 cuando tomó posesión de su cargo como presidente de FUNAI en septiembre de 1995.
Santilli supo inmediatamente con quién contactar: “La primera llamada que hice fue a Porfírio Carvalho”, recuerda. Los dos hombres prepararon una misión con representantes de alto nivel de distintos ministerios federales y el gobierno del estado para reunirse con los Waimiri-Atroari en uno de sus pueblos. Para muchos “blancos” la primera visita a una comunidad indígena era una idea aterradora.
Pero todo fue bien. Los Waimiri-Atroari accedieron a la pavimentación a cambio de más financiación para el PWA. Un punto conflictivo fue la petición de los indígenas de recibir financiación por adelantado para un periodo de diez años, una demanda que el representante del Ministerio de Planificación era reacio a aceptar. Según Santilli, los indígenas no querían decirlo al principio, pero finalmente reconocieron por qué esa concesión era tan importante para ellos: “No confiamos en vosotros”, explicaron.
Una vez se alcanzó un acuerdo, se decidió que cada uno de los participantes debería entregar una copia de las actas de la reunión para evitar disputas. Pero en aquellos tiempos no había ordenadores, así que Carvalho buscó una máquina de escribir Olivetti (a la que le faltaba la letra ‘n’) con la que se escribió una copia y de la que se realizaron siete duplicados. Hasta hace poco, el pacto había sido duradero.
El acuerdo funcionó bien para los Waimiri-Atroari, gastaron gran parte del dinero en la supervisión de la carretera para evitar ocupaciones ilegales por parte de ladrones de tierras, agricultores y colonos. Según Santilli, “el PWA es el programa oficial de acción indígena de más éxito que conozco”.
Los Waimiri-Atroari gozan ahora de buena salud y su número ha aumentado a 1935, un resultado del que disfrutó Carvalho. Poco antes de su muerte declaró: “Me siento la persona más feliz del mundo porque veo a los Waimiri-Atroari interactuar de forma pacífica con personas no indígenas y, a la vez, aquí en el bosque siguen con sus bailes y celebran sus marubás [celebraciones] sin interferencias del exterior”.
Problemas con Temer
Dicho eso, los Waimiri-Atroari, como otras comunidades indígenas en Brasil, siguen teniendo conflictos con las autoridades federales, particularmente con la administración Temer.
El gobierno quiere que la línea de transmisión Manaus-Boa Vista pase por la reserva de los indígenas. Los Waimiri-Atroari y el personal de FUNAI se oponen firmemente al plan. La línea podría pasar por una ruta alternativa, pero costaría más cara. Carvahlo apoyaba fervientemente a los indígenas en este asunto, que, por ahora, sigue sin resolverse.
Justo una semana antes de ser despedido de la presidencia de FUNAI a principios de mayo, Antonio Fernandes Toninho Costa (que duró menos de cuatro meses en el puesto), fue llamado por el Presidente Temer y se le ordenó que sacara a los Waimiri-Atroari de sus tierras a lo largo de la ruta de 125 kilómetros propuesta para la línea. Hay quien ha relacionado el despido de Toninho con su negativa a llevar a cabo esa acción.
Carvalho tenía confianza cuando murió en que los Waimiri-Atroari se las arreglarían perfectamente bien sin él. De hecho, era muy modesto con sus logros: “Yo era solo un animador, un soñador testarudo que llevó la utopía de un joven de 20 años a la Amazonía”.
Santilli cree que el papel de Carvalho fue mucho más importante: “Claro, el heroísmo, el espíritu luchador y la determinación de los Waimiri-Atroari contribuyeron al éxito del PWA… pero todos los que participaron coinciden de forma unánime en que el mérito es principalmente de Porfírio Carvalho, a quien doy mi más sincero agradecimiento”.
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