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El cambio climático detrás de extinciones locales generalizadas: los trópicos presentan mayor riesgo

  • El cambio climático fuerza a las especies a tres destinos: adaptación, huida o muerte. Un nuevo metaanálisis recopiló datos de 27 investigaciones para ver cómo han cambiado las distribuciones de 976 especies en un período que va desde los 10 a los 159 años. Casi la mitad (47 por ciento) había visto desaparecer algunas poblaciones locales a lo largo de los bordes cálidos de sus hábitats.
  • Los trópicos fueron especialmente vulnerables a las extinciones locales causadas por el cambio climático. La información mostró que el 55 por ciento de las especies tropicales y subtropicales experimentaron extinciones locales, mientras que para las especies de zonas templadas fue solo del 39 por ciento. Aunque el conjunto de datos para los trópicos no era grande, este alto riesgo tropical concuerda con investigaciones pasadas.
  • Debido al cambio climático, las especies tropicales corren mayor riesgo porque viven en algunos de los lugares más calurosos del mundo, así que ya están en el límite superior de la adaptación a la temperatura conocida, están restringidas a áreas pequeñas, hábitats raros concretos y rangos de temperatura estrechos o tienen una escasa capacidad de dispersión y tasas de reproducción bajas.
  • Los científicos ven múltiples soluciones al problema: más allá de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, recomiendan conservar grandes áreas principales de hábitat y preservar la sólida conexión entre estas áreas centrales, así las plantas y los animales se pueden mover con más libertad entre ellas según las necesidades, a medida que el planeta se caliente.
Un mono aullador rojo (Alouatta seniculus), especie encontrada en la Amazonia occidental, una región en donde es probable que muchas especies de mamíferos no puedan mantener el ritmo frente al cambio climático. Foto: Rhett A. Butler

Las especies tienen solo tres opciones frente al cambio climático: trasladarse, adaptarse o morir. A medida que las temperaturas mundiales se incrementan, muchas especies van cambiando de ámbito, en especial hacia los polos más fríos y ladera arriba, hacia alturas mayores. Sin embargo, si no pueden adaptarse o trasladarse, se pueden perder las poblaciones de los bordes cálidos de sus hábitats. Estas extinciones de poblaciones locales podrían tener graves consecuencias para las especies individuales, los ecosistemas y la biodiversidad mundial.

Una nueva investigación, publicada en PLOS Biology, advierte que ya se expandieron las extinciones locales causadas por el cambio climático. El metaanálisis —realizado por John Wiens, de la Universidad de Arizona— recopiló datos de 27 investigaciones que reestudiaron los lugares para ver cómo las distribuciones de las especies habían cambiado con el tiempo. Estas investigaciones abarcaban una serie de escalas de tiempo de entre 10 y 159 años e incluían 976 especies. Casi la mitad de estas (47 por ciento) había visto desaparecer algunas poblaciones locales en el borde cálido de sus hábitats. Las extinciones locales prevalecieron en todos los grupos taxonómicos y regiones geográficas.

“Como dijo Yogi Berra, es difícil hacer predicciones, en especial sobre el futuro”, comentó Wiens, cuya investigación ha contribuido a un conjunto creciente de trabajo que intenta predecir cómo la biodiversidad responderá al cambio climático. “Y es difícil decir si tus predicciones son en realidad exactas o no, así que, para esta investigación, cambié el enfoque y me pregunté qué fue lo que ya sucedió [debido al cambio climático]”.

“La magnitud de las extinciones locales fue una sorpresa —dijo Wiens—, dado que el clima ha cambiado poco en comparación con los cambios, muchos mayores, predichos para el futuro”.

Stuart Butchart, director de Ciencias de BirdLife International, se mostró alarmado por los resultados: “Es llamativo el hecho de que las pruebas de semejantes extinciones poblacionales se encontraron para alrededor de la mitad de las especies y de que el patrón se mantuvo para animales y plantas, regiones tropicales y templadas y en sistemas marinos, terrestres y de agua dulce”.

Se ha registrado que, como consecuencia de las altas temperaturas, los tucanes pico iris (Ramphastos sulfuratus,) junto con otras especies de llanura, cambiaron el hábitat a una altura mayor —tan solo uno de los muchos impactos que produce el cambio climático sobre la biodiversidad—. En una investigación reciente se ha encontrado que el 47 por ciento de las especies analizadas han sufrido extinciones locales en el borde cálido de sus hábitats, con tasas de extinción local mayores en los trópicos que en las regiones templadas. Foto: Rhett A. Butler
Un resplandeciente quetzal (Pharomachrus mocinno) en el bosque nuboso de Costa Rica. Las especies tropicales de llanura y montaña están especialmente expuestas al aumento de temperaturas debido al cambio climático. Foto: Keith Carver en Flickr, bajo licencia de Creative Commons Atribucion-NoComercial-NoDeriv 2.0 Genérica.

Extinción local vs. global

Es importante destacar que la extinción local no significa necesariamente que una especie esté en peligro de extinción mundial: si expande el hábitat y puede trasladarse a tiempo, la especie podría estar reaccionando con éxito frente al cambio climático.

Por otro lado, la extinción de una población podría indicar problemas para las especies que no son capaces de trasladar sus hábitats a áreas con condiciones más adecuadas, ya sea porque no pueden moverse lo suficientemente rápido o porque no tienen otro lugar al que ir.

Así que, ¿cómo deberíamos interpretar las extinciones locales generalizadas que se han registrado hasta ahora?

Wiens está de acuerdo con que “es la gran pregunta: ¿se convertirán estas extinciones locales de poblaciones en extinciones mundiales de especies enteras?”.

“La respuesta corta es ‘no lo sé’”, pero en base a la prevalencia, “y a la predicción de que el calentamiento global se incrementará de dos a cinco veces, parece difícil pensar que no habrá muchas extinciones mundiales”.

Problema en los trópicos

Cuando Wiens comparó los grupos taxonómicos, encontró que el porcentaje de las extinciones locales era más alto en los animales que en las plantas y, además, en especies de agua dulce por sobre las terrestres y marinas. También se apreció una tendencia geográfica, en donde el 55 por ciento de las especies tropicales y subtropicales sufrió extinciones locales, mientras que la cifra fue mucho más baja —39 por ciento— para las especies de zonas templadas. Esto podría parecer contradictorio cuando las temperaturas aumentan con mayor rapidez en latitudes más altas —como se ha visto en el veloz calentamiento del Ártico—, pero es algo que los científicos han predicho en base a la biología y ecología de las especies tropicales.

Las especies tropicales viven en algunos de los ambientes más calurosos del mundo, así que ya están en el límite superior de la adaptación de temperatura conocida. Más calor significa más estrés, posiblemente más allá de la capacidad de adaptación.

Es más, los ambientes tropicales tienden a ser más estables durante todo el año, así que las especies tropicales están adaptadas a un intervalo de temperaturas mucho más reducido que las especies de zonas templadas.

Es preocupante el hecho de que las especies tropicales ya estén mostrando niveles más elevados de extinción local. “Creo que la consecuencia más importante de este patrón es que las extinciones relacionadas con el clima son más probables en la parte del planeta que tenga la mayor cantidad de especies: los trópicos”, dijo Wiens. “Por eso, el pronóstico es peor para la biodiversidad mundial a que si las extinciones se produjeran de manera aleatoria en el planeta”.

Sin embargo, otros advierten que se necesita más información para tener un panorama más claro de la variación geográfica en las tasas de extinción local. “Una importante limitación de la investigación de Wiens es la total falta de información de los trópicos”, dijo Kenneth Feeley, de la Universidad de Miami, quien señaló que, una vez excluidas las regiones climáticas subtropicales, tales como Arizona, solo cinco de los veintisiete estudios que Wiens analizó eran de los verdaderos trópicos, y solo uno se centró en las plantas. “Dada esta falta de información, es prematuro sacar conclusiones sobre las extinciones locales de especies tropicales y, en particular, de especies de plantas tropicales”, comentó.

Pese a esta advertencia, las conclusiones generales de Wiens coinciden con lo que vienen observando Feeley y colegas en las propias investigaciones en los bosques de América Central y del Sur. “Muchas especies de árboles tropicales de Costa Rica, Colombia y Perú están cambiando sus hábitats a alturas mayores y […] en muchos casos estos cambios se deben principalmente a que las especies están muriendo y extinguiéndose de manera local, a partir de las zonas más bajas y cálidas de sus hábitats”.

Los reptiles y anfibios, como el camaleón de Tsaratanana (Calumma tsaratananensis), que se encuentra en la montaña más alta de Madagascar, podrían quedarse pronto sin el límite frío de sus hábitats, que necesitan para expandirse. Foto: Christopher Raxworthy

El problema está en los detalles

Un gran número de variables hacen que un riguroso análisis de las extinciones locales sea potencialmente desafiante, pero la suma de muchos factores se inclina hacia tasas futuras de extinción local más altas. Para las especies en el medio de una vasta región tropical de planicie, como las cuencas amazónica o del Congo, por ejemplo, temperaturas más frías, y hábitats adecuados, pueden estar a cientos de kilómetros de distancia, lo que hace que un escape oportuno a lo largo de un gradiente de temperatura sea casi imposible.

Los rasgos comunes de las especies tropicales tampoco auguran nada bueno: “En general, las especies con ciertas características, como estar restringidas a áreas reducidas o a hábitats raros concretos o tener una escasa capacidad de dispersión o tasas de reproducción lentas, son más propensas a la extinción. Estas son características de muchas especies tropicales”, explicó Jane Hill, profesora de la Universidad de York (Gran Bretaña).

“Dados los largos intervalos generacionales y los estrechos nichos de muchas especies de árboles tropicales, existe una buena razón para predecir que muchas […] simplemente no serán capaces de tolerar temperaturas más elevadas y se extinguirán a nivel local”, dijo Feeley.

Naia Morueta-Holme, ecóloga de la Universidad de California (Berkeley), advierte que, aunque no veamos los impactos en lo inmediato, las especies que aparentarían tener un hábitat estable podrían estar acumulando una deuda de extinción —un retraso con el cual la extinción de una especie en el futuro se deberá a hechos del pasado—.

“Las plantas de larga vida, como los árboles, pueden sobrevivir con frecuencia en ambientes más extremos, mucho después de haber dejado de reproducirse”, señaló. “En tal caso, nos llevará más tiempo ver las extinciones locales causadas por el clima”.

Un valle en el Alto Amazonas, donde los bosques bajos comienzan a crecer hacia los Andes, al sur de Perú. Las especies tropicales de tierras bajas pueden ser desafiadas por distancias de cientos de kilómetros entre el hábitat actual y las regiones más frías que podrían ofrecer un medioambiente adecuado en el futuro. Las características típicas de muchas especies tropicales —como escasa dispersión y tasas de reproducción lentas— agravan la amenaza. Foto: Rhett A. Butler

¿Quién está en riesgo?

Además de los árboles en sí, las especies forestales de tierra baja con mayor riesgo de quedar rezagadas en la carrera por llegar a un hábitat adecuado incluyen aves del sotobosque, primates y mamíferos pequeños.

En una investigación de alrededor de 500 especies mamíferas del hemisferio occidental realizada por científicos de la Universidad de Washington se identificó la Amazonía occidental como la región con mayores dificultades, para la que se predice que el 14.5 por ciento de las especies no serán capaces de mantener el ritmo con los cambios de hábitat. Con la investigación se concluyó que los primates de América Central y del Sur enfrentan reducciones promedios del 75 por ciento para el próximo siglo. Muchas de estas especies ya se encuentran en peligro de extinción, como el macaco araña (Ateles belzebuth) y el sakí de nariz blanca (Chiropotes albinasus) —lo que plantea otra cuestión: el cambio climático es solo uno de los muchos factores estresantes causados por el ser humano en los trópicos, desde la expansión de la agroindustria del aceite de palma y de la soja hasta la explotación forestal y el tráfico de especies silvestres—.

En las montañas tropicales, las especies se pueden enfrentar a otro problema, aunque las temperaturas más frías son accesibles de manera más fácil e inmediata para la fauna silvestre y las plantas de más arriba en la ladera: se podrían simplemente quedar sin espacio en la cima. A medida que el planeta se calienta, las especies forzadas a ir más arriba se encuentran ellas mismas luchando por sobrevivir en espacios habitables cada vez más pequeños en la cima de la montaña.

Una investigación sobre las polillas del monte Kinabalu (Malasia Oriental) realizada por Hill y colegas reveló que la mayoría de los hábitats de las especies se había desplazado de forma notable hacia arriba durante 42 años, pero que la expansión hacia límites fríos se había desarrollado más rápido ladera arriba que la contracción del límite cálido. Aunque, por el momento, los tamaños de los hábitats permanecen estables, el movimiento ascendente a alturas elevadas probablemente esté limitado por la geología de la montaña, lo que hace que el hábitat no sea adecuado para las polillas. Como resultado, muchas especies endémicas podrían estar en riesgo de extinción con el calentamiento continuo.

Monte Karimui, Nueva Guinea. Las especies montañosas pueden ser capaces de cambiar el hábitat a alturas más elevadas —como se ha visto con una variedad de especies, incluidos aves, árboles e insectos—, pero estas alturas no siempre ofrecen un hábitat adecuado y las especies pueden terminar también siendo “empujadas” a la cima de la montaña. Foto: Benjamin Freeman
La petroica aliblanca (Peneothello sigillata), capturada como parte de una investigación sobre las respuestas al cambio climático de las aves de Nueva Guinea e identificada como una de las cuatro especies del monte Karimui con probabilidad de extinguirse para el 2100. Foto: Benjamin Freeman.

Las aves del monte Karimui, Nueva Guinea, enfrentan un problema similar. En una investigación llevada a cabo por Benjamin Freeman, de la Universidad de Columbia Británica, se encontró que 40 de 64 especies de aves habían sufrido contracciones de sus hábitats a alturas más bajas, con 4 especies de altura superior que probablemente desaparezcan de la montaña para el año 2100.

Hasta ahora, “no hay muchos casos documentados de estas extinciones en la cima”, dijo. “Por ejemplo, las dos especies de aves que [el reconocido investigador] Jared Diamond encontró que vivían solamente en la cima del monte Karimui en los años 60 todavía seguían viviendo en dicha cima en 2012”.

Freeman, cuyo trabajo fue incluido en la investigación de Wiens, también enfatizó que “lo que Wiens denomina extinción local podría ser una población que se traslada 50 metros arriba, y en una ladera empinada esto podría no ser lo que típicamente consideramos una extinción”.

Çağan Şekercioğlu, de la Universidad de Utah, ha estudiado, mediante proyecciones de cambio climático, cómo afecta el rango de altura de las aves la posibilidad de extinción de estas. En una investigación sobre las aves terrestres del mundo, “el colibrí tijereta (Hylonympha macrocerca), en peligro de extinción, resultó ser una de las especies más vulnerables —dijo—, ya que solo vive en el sotobosque tropical de las montañas de la península de Paria (Venezuela) y en alturas de entre 530 y 1200 metros”. La población es de apenas 3000 – 4000 individuos y la conversión del hábitat para la agricultura, unida a la relativa baja altura de la montaña (solo 1371 metros), implica que la especie se está quedando rápidamente sin espacio. En suma, la investigación predijo que cientos de especies de aves se extinguirían y que miles estarían en riesgo de extinción para el 2100 debido a la interacción entre el estrecho rango de altura, la pérdida de hábitat y el cambio climático.

“En los Andes peruanos, el panorama para algunas especies de aves es más alentador gracias a la disponibilidad de un hábitat protegido de alta calidad”, dijo Germán Forero-Medina, de la Wildlife Conservation Society de Colombia.

La investigación de Forero-Medina sobre las aves de los cerros de El Sira (Perú central) también apareció en los análisis de Wiens. Él encontró que, aunque los cambios hacia alturas más elevadas eran evidentes, resultaron ser más pequeños de lo que se predijo debido al calentamiento global. “El área está protegida por la reserva comunal El Sira y la vegetación está en buenas condiciones, así que [la mayoría de las aves] deberían tener espacio para moverse”. Sin embargo, destacó la endémica tangara del Sira (Tangara phillipsi), con un estrecho rango de altura, como una especie que necesita un seguimiento cercano para las declinaciones poblacionales.

Los únicos datos africanos en la investigación de Wiens son sobre las ranas y los reptiles de la montaña más alta de Madagascar. Para estas especies, que viven en el macizo de Tsaratanana, en el norte del país, las perspectivas no son buenas. “Les queda muy poco hábitat frío disponible para expandirse”, explicó Christopher Raxworthy, curador de herpetología del Museo Americano de Historia Natural, quien dirigió la investigación. “Básicamente, el calentamiento global podría empujarlas hacia arriba y sacarlas de la cima, y lo mismo les sucede a las especies endémicas de al menos nueve sistemas montañosos de Madagascar”, comentó.

Rana arbórea gigante de Madagascar (Cophyla alticola). Las especies endémicas de al menos 9 sistemas montañosos de Madagascar también están en peligro. Foto: Christopher Raxworthy.

Impactos medioambientales

La potencial pérdida de especies tropicales individuales no es el único motivo de gran preocupación. Las interacciones entre especies también se verán afectadas a medida que las plantas y animales se muevan, adapten o mueran, lo que irremediablemente alterará las complejas interrelaciones dentro de los hábitats, ecosistemas e incluso biomas. “Es probable que veamos una notable alteración en las comunidades ecológicas, con cambios en las dinámicas entre predadores y presas, competidores, enfermedades y parásitos y anfitriones”, dijo Butchart.

“La otra preocupación es qué sucede con los bosques tropicales a nivel del mar”, comentó Freeman. Al no llegar a las regiones bajas las especies de lugares aún más calientes, estas zonas biodiversas pueden sufrir una despoblación. “¿Se moverán las plantas y animales de llanura a una altura mayor y dejarán empobrecidos los bosques tropicales a nivel del mar (denominado ‘agotamiento biótico’) o no? Todavía no sabemos la respuesta”.

Las extinciones locales, con agotamiento biótico o sin él, “producirán cambios en la composición, estructura y función forestal”, dijo Feeley. “Dada la profunda interconexión de las especies forestales tropicales y los sistemas, estos cambios pueden provocar más y más extinciones”.

Sumado a todas estas amenazas, los animales tropicales probablemente se encontrarán con que los traslados a causa del cambio climático estarán bloqueados por cosas humanas: vallas nuevas y viejas, carreteras, vías, plantaciones de soja y aceite de palma, ciudades y pueblos, todos impiden el movimiento y podrían aumentar la extinción.

El bosque solo sobrevive junto a un río en un entorno agrícola de Costa Rica. Mantener el hábitat conectado mediante la protección de los corredores, en particular, aquellos que abarcan gradientes de altura, es una prioridad urgente para mitigar los impactos climáticos sobre la biodiversidad. Foto: Rhett A. Butler

Prioridades de conservación

Ya sea en las montañas o en las llanuras, los crecientes obstáculos para el desplazamiento —resultante de la pérdida del hábitat y la deforestación, del desarrollo de infraestructura y de la agricultura industrial— harán más difícil seguirle el ritmo al cambio climático.

Cuando se trata de tomar acciones para mitigar estos impactos, el acuerdo entre los científicos es generalizado: asegurarse de que ese hábitat permanezca conectado. “En suma, diría que la máxima prioridad es proteger los corredores de hábitats intactos que van desde las llanuras hasta las elevaciones más altas”, dijo Wiens.

Hill concuerda: “En los entornos más conectados, las especies pueden alcanzar nuevas áreas y, por ende, mantener el tamaño general del hábitat (aun cuando hayan cambiado de lugar)”, dijo. “Los bosques intactos juegan un papel importante al amortiguar los efectos negativos del cambio climático sobre las especies forestales, así que, en este contexto, la clave es conservar grandes tramos de bosque bien conectados”.

Proteger el hábitat beneficiará tanto a la gente como a la biodiversidad: “Las extinciones locales de especies vegetales podrían tener impactos devastadores para las poblaciones humanas de los países en vía de desarrollo”, comentó Wiens. “Mucha gente depende de unas cuantas especies vegetales para prevenir la hambruna”.

“En algunos casos, conservar el bosque montañoso también puede tener mucho sentido para las personas centradas en la conservación”, concordó Freeman, quien agregó que “la protección de las cuencas y la conservación forestal van de la mano”.

Morueta-Holmes cree que estos argumentos son especialmente relevantes en los trópicos, donde “millones de personas dependen en buena medida de los recursos naturales locales”.

Los científicos preguntan: ¿Qué sucede con los bosques tropicales a nivel del mar? Al no llegar las especies de lugares aún más cálidos a las tierras bajas, estas regiones biodiversas, como esta área costera de Brasil, podría despoblarse a medida que el cambio climático avanza. La pregunta sigue, en gran parte, sin estudiarse, pero tales problemas necesitan ser tratados de manera urgente, dado que las temperaturas aumentan. Foto: Rhett A. Butler

Otros científicos enfatizan la importancia de controlar mejor los mecanismos específicos con los que las especies están respondiendo al cambio climático, en particular, porque no todas las especies responden de la misma manera o a los mismos desencadenantes ambientales. Para algunas, por ejemplo, las precipitaciones determinan la idoneidad del hábitat más que la temperatura. La susceptibilidad a diferentes factores ambientales puede explicar por qué, contra toda lógica, se han registrado algunas especies moviéndose hacia abajo, en vez de hacia arriba, o manteniendo sus hábitats estables a pesar del cambio climático.

“Lo primero es establecer programas de seguimiento, así los cambios de altura pueden ser detectados cuando ocurren”, dijo Raxworthy.

Feeley coincide: “En mi opinión, la prioridad número uno en cuanto a la conservación de los trópicos es recopilar y cotejar más datos. No podemos pretender proteger los bosques del futuro cambio climático si no conocemos cómo ya están respondiendo al cambio climático actual.

“Existe una necesidad urgente por comprender mejor los mecanismos que intervienen en la respuesta al cambio climático de la especies más amenazadas”, dijo Forero-Medina. “Es hora de pasar de los patrones a los mecanismos. Esto ayudará a guiar las decisiones sobre la conservación de esas especies”.

“Pienso que la máxima prioridad es reducir el calentamiento global, además de mitigar sus efectos. Las potenciales consecuencias para la biodiversidad mundial y para los humanos son simplemente demasiado graves”, concluyó Wiens. “Dos de las más grandes amenazas a la biodiversidad mundial son la destrucción del hábitat y el cambio climático, y parecen tener efectos sinérgicos”, dijo.

Sin embargo, la sinergia podría ser también beneficiosa si se toman acciones apropiadas a tiempo. “Preservar los hábitats puede ayudar a reducir los impactos negativos del cambio climático”, explicó Wiens. “Y los bosques intactos y otros hábitats pueden ayudar a succionar el carbono que, para empezar, causa el calentamiento global”.

 

Citas:

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