- La bahía de Jiquilisco alberga aproximadamente la mitad de los manglares restantes de El Salvador. Sin embargo, muchas áreas de manglares fueron casi eliminadas por el huracán Mitch en 1998. La sedimentación causada por la deforestación y las inundaciones dañaron al resto de los manglares.
- En respuesta, las comunidades locales formaron una alianza llamada Asociación Mangle para ayudar a proteger y expandir los manglares de la región.
- Cerca de 80 comunidades participan en la Asociación Mangle. Ellas trabajan para restaurar las áreas dañadas y han replantado cientos de hectáreas.
PROVINCIA USULUTÁN, El Salvador – “Sin manglares no podríamos vivir aquí”, dice José Antonio Hernández. “No tendríamos agua”.
Él se encuentra sentado en un pedazo de tierra seca en medio de un bosque de manglar en la costa oriental de El Salvador. Aunque Juan lleva puesta una camisa verde con el logotipo del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN), él trabaja como voluntario patrullando diariamente los manglares.
José Horacio Soriano acompaña a Hernández en la patrulla. Ambos trabajan como Guardianes de Recursos Naturales para la Asociación Mangle, una alianza de 80 comunidades que protege los manglares de la provincia Usulután.
El río Lempa divide a Usulután de la vecina provincia de San Vicente. A las comunidades del extremo sur del río —que desemboca en el Océano Pacífico— se las conoce como el Bajo Lempa o Lempa inferior.
Hernández explica que llegó al Bajo Lempa al final de la Guerra Civil de El Salvador. En los Acuerdos de Paz de 1992, el gobierno se comprometió a redistribuir tierras a las guerrillas del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y a miembros de la Guardia Nacional y el Ejército.
Hernández fue parte de la Guardia Nacional durante la guerra, y cobró tres hectáreas en el Bajo Lempa. La mayoría de sus vecinos son guerrilleros del FMLN reasentados.
Hoy, la única arma de Hernández es un machete, el cual esconde en su mochila.
Su compañero Soriano se agacha y señala en el suelo fangoso diminutas burbujas en la superficie.
“Ahí es donde se esconde el punche [especie de cangrejo]. Cuando empezamos la restauración de manglares apenas había punche aquí; sin embargo, ahora están por todas partes”, dijo. El punche es una importante fuente de alimento local.
Estamos parados en el medio de una extensión de 80 hectáreas (200 acres) de manglares que casi desaparecieron por completo después del huracán Mitch en 1998. La Asociación Mangle comenzó a restaurar la zona en el 2013 y utilizó la técnica de Restauración Ecológica de Manglares (REM). La primera etapa es restaurar la hidrología normal de la zona, la cual cambió debido a inundaciones en años anteriores. Ahora que el agua puede recorrer los manglares de nuevo, los árboles recién plantados están prosperando.
El Salvador es el país continental más pequeño de América Latina. Con 21 040 kilómetros cuadrados (8100 millas cuadradas), El Salvador es del tamaño del estado estadounidense de Massachusetts y tiene la densidad poblacional más alta de las Américas. También es el segundo país más deforestado de la región, después de Haití.
Los manglares son un amortiguador natural de las tormentas que se originan en el océano, y son el hábitat de pájaros, cangrejos, pescados y otra fauna. También actúan como sumideros de carbono; de acuerdo con investigaciones los manglares almacenan hasta cuatro veces más carbono que otros bosques tropicales. Sin embargo, el avance de la agroindustria, la sobrepesca y la erosión han afectado a los manglares del país.
El MARN ha registrado una reducción del 60 % en la cubierta de manglares desde 1950. Hoy en día, hay aproximadamente 40 000 hectáreas (98 800 acres) de manglares en El Salvador. La bahía de Jiquilisco abarca aproximadamente la mitad de ese total, y fue designada un sitio de RAMSAR en 2005.
Durante años, el gobierno descuidó la región, pero los esfuerzos de la Asociación Mangle y las comunidades locales han ayudado a cambiar la tendencia contra la degradación.
Desde barones de plantación hasta agricultores locales
Antes de la Guerra Civil Salvadoreña en los años ochenta, el Bajo Lempa era una importante zona agrícola con grandes plantaciones de algodón y caña de azúcar. Durante la guerra, la mayoría de los habitantes huyeron mientras ocurrían intensos combates entre el FMLN y las fuerzas armadas.
Los grandes terratenientes se vieron obligados a abandonar sus propiedades cuando el FMLN tomó el control de la región. Los salvadoreños que estaban exiliados en Honduras, Panamá, Nicaragua y Costa Rica comenzaron a repoblar el Bajo Lempa a finales de los años ochenta a medida que los combates disminuían.
La guerra terminó en 1992 y los refugiados restantes regresaron gradualmente a El Salvador. Los combatientes del FMLN y exmiembros de las fuerzas armadas cobraron parcelas en la reforma agraria posterior a los Acuerdos de Paz. Pero su nuevo hogar presentó desafíos únicos. Mientras tanto, a nivel nacional, el partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista se mantuvo en la presidencia.
Luis Ramos, tesorero de la Asociación Mangle, explica que la mayoría de los nuevos residentes del Bajo Lempa no estaban familiarizados con el ecosistema costero.
“La gente venía de otras provincias, como Morazón, las cuales son áreas montañosas”, dijo Ramos. “No sabíamos que aquí había inundaciones cada año. Nos enteramos una vez que empezamos a plantar”.
Según Ramos, sin avisar a las comunidades, la comisión hidroeléctrica nacional libera cada año el agua de su sistema de presas a lo largo del río Lempa.
“Se inundaba cada año”, dijo. “Pero el gobierno nunca nos ayudó, porque sabían que la mayoría de la gente aquí era del FMLN y de la izquierda”.
El Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de El Salvador rechazó las solicitudes de comentarios.
En 1995, Ramos y otros formaron un pequeño grupo que comenzó a reunirse para tratar estos problemas. Junto con otras siete comunidades, formaron la Cooperativa del Bajo Lempa y la bahía de Jiquilisco. Mientras que la mayoría de los miembros fueron refugiados reasentados o combatientes del FMLN, antiguos miembros del ejército comenzaron a unirse también.
Los primeros miembros de la Cooperativa construyeron un espacio para reuniones en la Ciudad Romero, que había sido fundada por familias que regresaban del exilio en Panamá y que fueron nombradas por el obispo Oscar Romero.
En el 2001, la cooperativa fundó la Asociación Mangle para servir como su entidad legal. Hoy, la Asociación Mangle trabaja con organizaciones internacionales, incluyendo Ecoviva, con sede en California, para apoyar actividades locales.
En el 2009, Mauricio Funes obtuvo la presidencia, y el FMLN tomó el poder ejecutivo por primera vez. Finalmente repararon la pared que contenía el río Lempa y así se redujeron las inundaciones anuales en el Bajo Lempa.
Actualmente, la Asociación Mangle cuenta con 80 comunidades agrupadas en entidades denominadas Grupos Locales de la Cooperativa. Estos grupos reúnen a las comunidades vecinas, que luego se comunican con el comité organizador central.
Viviendo de los manglares
Ceiba Doblada celebró su tercer festival gastronómico anual durante la visita de Mongabay. Los participantes prepararon decenas de platos para mostrar la riqueza culinaria de la zona. Además de los platos tradicionales salvadoreños como pupusas, atole, elote y yuca frita, hubo un plato de arroz con el cangrejo punche, estofado de pescado y almejas frescos, todos cosechados en los manglares.
Adela del Carmen Palacios del Cid, de 32 años, es presidenta de la Asociación de Desarrollo Comunitario (Adesco) en Ceiba Doblada. Adesco es una organización miembro de la Asociación Mangle.
“En los manglares habitan cangrejos, tortugas marinas, peces, almejas y aves. Es un ecosistema tan lleno de vida y de naturaleza”, explicó Palacios en una entrevista. “Y eso es lo que nos permite mantener a nuestras familias”.
La Asociación Mangle ayuda a las comunidades locales a diseñar planes de manejo de recursos y establecer límites de captura para cangrejos, peces y almejas.
A fines de la década de 1990, Palacios participó en esfuerzos locales para educar a la gente sobre las tortugas marinas y desalentar la venta de huevos de tortuga. En lugar de recolectar huevos para venderlos, los residentes de Ceiba Doblada ahora los traen al criadero de tortugas que se construyó cerca.
En el 2014, los miembros de la comunidad incubaron 125 000 huevos y liberaron 100 000 tortugas verdes bebé (Chelonia mydas) y tortugas golfina (Lepidochelys olivacea) —clasificadas respectivamente por la UICN como En Peligro de Extinción y Vulnerables— en la cercana isla de Montecristo. El Fondo de la Iniciativa para las Américas con sede en San Salvador brindó apoyo técnico y financiero para el proyecto.
Palacios explica que ella estaba motivada para involucrarse en su comunidad después de que el huracán Mitch arrasara con el área en 1998.
Palacios se convirtió en la primera mujer en tener una posición de liderazgo en el Adesco.
“En ese entonces las organizaciones estaban conformadas por puros hombres. Ellos decían que las mujeres no eran capaces de dirigir”, Palacios dijo con orgullo. Hoy es la presidenta de Adesco en Ceiba Doblada.
FIAES Ecoviva y la Asociación Mangle enseñan a las comunidades locales cómo conservar y restaurar sus manglares.
El proyecto de restauración de manglares, cerca de La Canoa, conocido como “El Llorón”, es el más extenso que ha realizado la Asociación Mangle hasta el momento. El proceso de Restauración Ecológica de Manglares (REM) incluye un diagnóstico de cada área de manglar, junto con un plan de restauración.
En el caso de La Canoa, fuertes tormentas como el huracán Mitch y el desbordamiento anual de la presa del río Lempa contribuyeron a la degradación de los manglares. Aunque que los manglares están adaptados para prosperar en una mezcla de agua dulce y salada, las grandes inundaciones pueden tener efectos perjudiciales en la salud de estos ecosistemas. En La Canoa, las inundaciones obstruyeron los canales con sedimento, lo que bloqueó las aguas de las mareas que salían de los manglares.
La calidad del agua del río Lempa es otro factor que afecta a los manglares. La cuenca hidrográfica del Lempa es compartida entre El Salvador, Honduras y Guatemala. En los últimos años se han hecho avances; sin embargo, la escorrentía de fertilizantes, las aguas residuales y otros residuos contaminan el río.
Como parte de la técnica REM, los voluntarios despejaron los residuos de los canales para restaurar el flujo de agua. Una vez que los canales fueron despejados comenzaron a sembrar nuevos manglares. Actualmente existen cuatro variedades de manglares en El Llorón y los nuevos árboles crecen rápidamente. Algunas de las especies de manglar pueden crecer hasta 30 metros (100 pies). Sus raíces aéreas son tan altas como nosotros. El mangle negro (Avicennia germinans), el mangle blanco (Laguncularia racemosa), el mangle botón (Conocarpus erectus) y los árboles de Rhizophora racemosa crecen en la bahía de Jiquilisco. La Asociación Mangle también ha restaurado manglares en las comunidades de Salinas del Portrero, Sisiguayo y Puerto Parada. Ellos esperan replicar este éxito en otras áreas.
Desafíos ambientales y sociales
A pesar de importantes avances en la conservación, la región enfrenta nuevas adversidades ambientales y sociales.
La preocupación inmediata es un aumento de delitos violentos en el Bajo Lempa que comenzó en el 2014. A pesar de que este año se celebró el aniversario número 25 de los Acuerdos de Paz, El Salvador en los últimos años ha sido uno de los países más peligrosos del mundo fuera de las zonas de guerra activa.
Las pandillas Mara Salvatrucha 13 y Barrio 18, que tienen sus raíces en Los Ángeles, están en el corazón del conflicto. En los últimos años, estas pandillas han luchado para controlar el territorio en el este de El Salvador. El Bajo Lempa se encuentra en la mira. La mayoría de los envíos de cocaína llegan a lo largo de la costa del Pacífico, y aunque las pandillas no son narcotraficantes, buscan controlar el territorio por donde pasan los traficantes.
Muchas familias abandonaron sus hogares durante la peor etapa de la violencia. Los viajes entre comunidades eran peligrosos, pero ahora han mejorado. El aumento de las operaciones policiales en la zona ha reducido la delincuencia, pero muchos residentes están incómodos con las frecuentes patrullas policiales.
“Las cosas se han calmado, pero por un tiempo hicieron [las patrullas policiales] que nuestro trabajo sea difícil”, dijo José María Argueta, coordinador del proyecto de la Asociación Mangle.
La Asociación Mangle solía recibir grupos regulares de voluntarios internacionales pero las visitas se desvanecieron cuando la violencia aumentó. El asesoramiento de viajes del Departamento de Estado de los Estados Unidos para El Salvador también disuade a los visitantes internacionales.
“Podemos volver a recibir voluntarios, pero no es fácil cambiar la reputación del país”, lamentó Argueta.
En el camino de tierra que salía de los manglares los guardias de recursos naturales Hernández y Soriano señalaron una choza de cemento donde solían reunirse los pandilleros. En la pared de la choza pintaron “MS 13”.
Ellos dijeron que los miembros de la pandilla robaron dos botes con los que solían patrullar a lo largo de la costa, y no han tenido fondos para reemplazarlos.
El cambio climático es otra de las fuerzas que afecta a la región, y el índice de vulnerabilidad para el cambio climático sigue incluyendo a El Salvador como uno de los países más vulnerables. El Bajo Lempa y otras regiones costeras son las más vulnerables a la elevación del nivel del mar. El MARN estima que el país perderá entre el 10 y el 28 % de su territorio costero este siglo debido al aumento del nivel del mar.
Las tormentas costeras más fuertes han golpeado duramente la región desde los años 90. El huracán Mitch en 1998 fue seguido por la depresión tropical E12 en el 2011, el cual tuvo impactos devastadores en el Bajo Lempa.
Las sequías también afectan a la agricultura local y se han vuelto más comunes y pronunciadas en los últimos años. Las lluvias inconsistentes hacen que los agricultores pierdan sus cosechas si calculan mal el comienzo de la temporada de lluvias.
A pesar de los desafíos que enfrenta el Bajo Lempa, los miembros de las organizaciones locales siguen siendo optimistas.
“No tenemos muchos recursos económicos”, dijo Palacios, mientras los participantes del festival esperaban por los platos locales en Ceiba Doblada. “Pero si trabajamos juntos, podemos avanzar un poco más cada día”.
Esta historia fue publicada por primera vez en la web en inglés el 23 de mayo de 2017.