Un campesino que lucha

Demetrio Pacheco es teniente gobernador de la Asociación de Productores Agropecuarios San Juan, vicepresidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata y presidente de la Asociación de Concesiones Forestales de Reforestación de Madre de Dios. Padre de cuatro hijos y casado por más de 30 años. Tiene las manos ásperas como lijas y duras como una pala. Demostraciones de su vida con las manos en la tierra. En la actualidad tiene una Concesión Forestal para Reforestación de un poco más de 800 hectáreas, a la altura del kilómetro 70 de la Interocéanica. Y ahí, a tan solo una hora de Puerto Maldonado, la vida se está volviendo una ruleta rusa.

 

A sus más de 60 años sigue caminando a paso firme y parece estar analizándote en todo momento. Su etapa en el Ejército trabajando temas de inteligencia lo hizo así. Más curioso, atrevido y frontal. Pero también desconfiado y muy analítico. Se acuerda de todo. Lo anota todo. Le toma foto a todo. Durante su vida ha hecho muchas cosas. Nació en las alturas de la región Moquegua, en Carumas, un distrito ubicado a más de 3000 metros sobre el nivel del mar que  tiene un poco más de 5000 habitantes, según muestra el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) en estudios sobre población proyectada y ubicación geográfica. Son agricultores o ganaderos que viven entre cerros verdes, profundas quebradas y aguas cristalinas. De chico, Pacheco ayudaba a sus padres en la chacra donde tenían principalmente papa, cebada y maíz. También se volvió un experto ganadero cuidando ovejas, cabras, vacas, burros y caballos que tenían en casa. Con 18 años recién cumplidos se enroló en el Ejército. Cuando terminó el servicio militar obligatorio se mudó a Arequipa para estudiar administración en un instituto local. Fue ahí, con apenas 20 años, que se dio cuenta de que tenía que hacer de todo si quería progresar. Le ofrecieron trabajo para leerle el periódico a un enfermo terminal y asumió el reto sin tartamudear. Luego fue  jardinero de una casona colonial en uno de los distritos más acomodados de la ciudad.  Si antes cuidaba papas, no tendría problemas con el césped y algunas flores. Cuando sintió que necesitaba más dinero para seguir estudiando, se dedicó también a coser zapatos y llaveros de cuero en las noches. Hasta que un domingo cualquiera, se encontró con un compañero de estudios que de pronto había dejado de ir al instituto y nadie había visto en los últimos seis meses. Una casualidad que marcó completamente su destino.

Un viaje a la selva

En Madre de Dios hay varios defensores de la tierra dispuestos a luchar y no rendirse. Víctor Zambrano, presidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Tambopata, es otra de las personas que lucha por la vida en la Amazonía sur del Perú. Cuando le pregunté sobre el miedo, respondió firme. “Yo también soy caserito de San Pedro. Me buscan para amenazarme, pero a estas alturas de mi vida, ¿qué puedo hacer? No puedo retroceder. Ya tenemos una línea de vida definida. No vamos a claudicar jamás. Somos un grupo de gente luchadora”, dice para Mongabay Latam. Zambrano fue reconocido  en 2016 por National Geographic Society como líder anónimo de la conservación, y además ha recibido  reconocimientos, por ejemplo, en el Congreso peruano por su compromiso con el país, la niñez y la conservación. “El miedo está en un segundo plano. Más pesa el valor de lo que defendemos. El ambiente. Los recursos naturales. Defendemos la vida, a las generaciones que están por venir y que tienen que beneficiarse. No podemos tener miedo. Ese sentimiento no cabe en nosotros. Y a Demetrio lo conozco desde hace décadas, desde que empezamos a trabajar por Madre de Dios. Es una persona que nunca se va a rendir”, añade.

Demetrio muestra la bala que apareció sobre la mesa de su campamento. Imagen cortesía de Demetrio Pacheco.

A fines de noviembre de 2015, a unos 25 kilómetros de la concesión de Demetrio, fue asesinado Alfredo Ernesto Vracko Neuenschwander, un concesionario forestal y activista ambiental que se enfrentó a mineros ilegales que invadían su área a la altura del kilómetro 93 de la Interoceánica.

Pacheco cuenta que a su hijo Carlos le han puesto una escopeta en el pecho en marzo de este año, hecho que señalaron en una denuncia en Puerto Maldonado.  Días después, añade, dentro de la concesión  encontraron una bala sobre la mesa que usan como comedor. Ha pedido garantías para sus vidas.

Demetrio Pacheco llegó de casualidad a Madre de Dios. Su amigo en Arequipa le contó el motivo de su ausencia. Sacó de sus bolsillos una roquita y varias láminas de oro. “Con esto podré terminar de estudiar”, pensó Pacheco sin saber que nunca más volvería a las aulas. Era finales de los años 70 y Puerto Maldonado era una pequeña ciudad llena de tierra que se iba poblando con cusqueños, arequipeños, puneños y moqueguanos que iban a un lugar donde “no había nadie”. Se demoró más de una semana en llegar y pisar por primera vez la selva. Así empezó a trabajar con los socios de su amigo. Cuenta Pacheco, para Mongabay Latam, que en esas épocas los mineros artesanales eran más conscientes. No tumbaban el bosque, solo trabajaban en las playas que se formaban al lado del río Madre de Dios, de forma tranquila, pacífica y sin hacer daño al medio ambiente. Después de un tiempo, en 1982, motivó a sus padres a mudarse a la selva. Tiempo después pidieron al Estado una Concesión para Reforestación, que es la que administra hasta hoy, y dejó la minería. “Ver crecer a los árboles y trabajar la tierra me atraía más”, dice Demetrio mientras camina en su concesión de 835 hectáreas y empieza a mostrar chacras de plátano, árboles de 30 metros quemados y restos de campamentos que han dejado personas a las que define como invasores. Con los ojos desbordados en lágrimas me señala un árbol de castaña tumbado y quemado. Busca desesperado los frutos. “Mira lo que han hecho”, me dice con rabia.

¿Quién pone orden?

Desde 2012, Demetrio Pacheco ha denunciado invasiones y amenazas en siete ocasiones, indica. Por tala ilegal y quema de bosque primario en su concesión. Por afectación al bosque por tala de árboles de castaña, considerada un producto bandera de Madre de Dios. Por depredación de bosque secundario y destrucción de la regeneración del bosque. Por usurpación de derechos. “Tengo todos mis papeles en regla, pero parece que las autoridades apoyan a los que comenten delito. No hacen caso a las denuncias. Esta mafia sigue amenazando, invadiendo y destruyendo todas las concesiones. Y lo peor de todo es que van a Osinfor (Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales) a denunciarnos por cambio de uso, como si nosotros fuéramos los que estuviéramos destruyendo el bosque. Viene Osinfor, constata el desorden y cambio de uso, y sanciona a los concesionarios con multas millonarias. ¡Y les hacen caso en lugar de hacer una investigación! Lo mismo pasa con la dirección agraria, que reconoce a estas asociaciones falsas. Entran a mi concesión y destruyen hasta mis herramientas de trabajo. ¿Puedes creer que me han denunciado dos veces por supuestamente tumbar mi propio bosque?”, cuenta con desesperación Demetrio Pacheco.

En la oficina de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) en Puerto Maldonado, Eddy Peña, ingeniero agrónomo, especialista en conservación y comunidades nativas, y parte del equipo técnico de la SPDA en Madre de Dios, dice a Mongabay Latam: “la fiscalización no se realiza de la mejor forma. ¿Osinfor, qué hace? Llega al lugar, hace las inspecciones y, sin contemplación alguna,  mete multas extremadamente desproporcionadas de 30 o 100 UIT. Es normal que la gente se sienta desanimada e impotente”.

En la oficina central de Osinfor ubicada en Lima dicen también estar muy preocupados por esta situación. “Hay una inacción de parte de la Fiscalía y del Gobierno Regional. Por tema de competencias, así nosotros identifiquemos al invasor, no podemos sancionar. Pero la Fiscalía y el Gobierno Regional sí lo pueden hacer. En el caso del señor Pacheco, lo denunciaron en dos ocasiones. Fuimos en 2013 y 2016 a constatar. Y nos dimos cuenta rápidamente de que él no estaba incumpliendo con su contrato, sino que eran otros los que estaban haciendo los daños al bosque. Es por ello, que en su caso, no aplicamos ninguna multa”, declara para Mongabay Latam Ildefonzo Riquelme,  Director de la Dirección de Supervisión Forestal y de Fauna Silvestre de Osinfor.

Riquelme señala que las multas a los concesionarios que no cumplan con el cuidado del bosque pueden ascender hasta las 5000 UIT (cada UIT es de S/4050), y añade que la falta de presupuesto en los gobiernos regionales es la principal excusa para no ser efectivos. “Como no tienen dinero, caen en actos oscuros que evitan que las cosas mejoren. No es un tema de normas, tenemos demasiadas y muy buenas, el tema es de personas y de voluntad. Todo se justifica por el dinero. Los mismos policías nos cuentan que hay efectivos que también se han contaminado con todo esto. Somos conscientes de todo lo que pasa y que las multas pueden ser desproporcionadas en muchos casos, pero estamos trabajando para hacer cada vez más justas las sanciones y demás”, dice.

A esto último, Carlos Alberto Salazar, responsable del área de planeamiento  y presupuesto de la Dirección Regional Forestal y de Fauna Silvestre del Gobierno Regional de Madre de Dios, indica a Mongabay Latam, que “lamentablemente cuando le transfirieron las funciones de materia agraria para control forestal al Gobierno Regional, nunca vino acompañado de presupuesto. No tenemos recursos y nuestra labor es escasa. Sin embargo, tratamos de hacer alianzas con otras organizaciones para poder trabajar, no nos queda otra. Tratamos de trabajar bien, pero imagínate, hace unos días también invadieron el centro ganadero del gobierno regional. Nadie se salva. Estamos detrás de las asociaciones que menciona el señor Pacheco pero se nos hace muy complicado poder estar detrás de todos”.

En la concesión de Demetrio Pacheco hay achiguas, misas, moenas, pashacos, tornillos y castañas de gran tamaño, pero lamentablemente vienen siendo quemados y tumbados desde antes de 2012. Años de constante lucha, en la que este bosque se ha ido debilitando.

En la oficina del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) en Lima, organismo del Estado que se encarga de combatir la deforestación y el tráfico ilegal de los recursos del bosque, responden por correo electrónico: “Entendemos la importancia y compartimos la preocupación en la atención a estas denuncias, las cuales deben gestionarse e impulsarse a través del Ministerio Público con el debido apoyo de las fuerzas del orden y de la autoridad regional, más aún que a pesar de existir un proceso iniciado en la mencionada fiscalía se reclama la sentencia”.

Además, añaden que “por ello, también se puso en conocimiento al Gobierno Regional de Madre de Dios del proceso abierto en fiscalía y mediante un oficio se le solicitó que en virtud de las competencias forestales transferidas, informe de las acciones implementadas en este caso, dado que se hicieron las diligencias de constatación y, que si bien se han dictado medidas cautelares, esto no ha tenido efecto y no se ha realizado el desalojo de las áreas ocupadas”.

Mongabay Latam se contactó con el fiscal ambiental de Puerto Maldonado Américo Bautista para consultarle sobre las denuncias de Pacheco y de los demás concesionarios en esta parte de la carretera Interoceánica, pero después de algunas llamadas de coordinación no se pudo concretar una entrevista pese a los intentos por hacerlo.

En Osinfor, Riquelme dice que con casi todos los gobiernos regionales se tienen convenios para fluir información y compartirla. En el caso de Madre de Dios, cuenta Riquelme, el gobernador Luis Otsuka les respondió que no firma convenios con pliegos, sino con ministros.

“El estado de derecho está al revés, no ayuda al ciudadano. Cuando los ilegales denuncian a los concesionarios, las autoridades corren inmediatamente a constatar el supuesto delito. Cuando los concesionarios denuncian, el papel se lo termina llevando el viento. Sentimos frustración por las cosas que están pasando pero no tenemos a donde más ir. La lucha continúa firme”, sentencia Víctor Zambrano, que tiene la primera Área de Conservación Privada (ACP) de Madre de Dios y la bautizó con el nombre de su hija K’erenda. En este predio ha plantado más de  20 000 árboles, convirtiendo lo que era un pastizal en un bosque sano.

Las afirmaciones de Zambrano y la situación que vive esta región de Perú llaman la atención de las autoridades en el Gobierno Regional de Madre de Dios. “Hay una inoperancia de las autoridades, pero no solo aquí, sino desde el nivel central. Todos señalan, ¿pero qué están haciendo? Está bien, tal vez la autoridad regional de turno tiene otras prioridades, pero hay una política forestal nacional que no se cumple”, indica Salazar cuando se le pregunta si considera que Luis Otsuka tiene una visión minera que influye en la actitud del gobierno regional frente a estos problemas.

La gente en ese sector donde está Pacheco está bastante vulnerable. Están cerca de La Pampa y están cercanos a la zona permitida para minería. El problema más grande es que vienen siendo sistemáticamente invadidos por una mafia de traficantes de terrenos que se constituyen en seudoasociaciones de agricultores, se registran, les dan la personalidad jurídica y van a estos sitios, sorprendiendo a la gente. Se meten, parcelan todo, hacen chacras, principalmente de plátano —porque crece rápido—, toman posesión y la solicitan a las direcciones agrarias. Sobre un derecho dado, han estado otorgando más derechos. El daño ya está hecho. Y cuando se meten ya no los saca nadie. Las respuestas y reacciones de las autoridades son muy pobres. Tienen que escuchar a estos concesionarios que ya no saben qué hacer. Algunos ya se cansaron de luchar, y han abandonado sus concesiones o han empezado a tranzar con las mafias, porque no les queda otra”, dice Eddy Peña. Una realidad que, según Pacheco, Peña y Zambrano, está afectando a 43 concesionarios solo en los alrededores de la carretera Interoceánica entre los kilómetros 65 y 80.

“Para evitar estas superposiciones que son consecuencia del desorden que existe, vamos a lanzar 14 unidades de aprovechamiento forestal maderable para darle mayor seguridad a los concesionarios. Estamos conversando con Osinfor para que sus supervisiones sean más rápidas. Tenemos actualmente muchas limitaciones”, afirma  Salazar, de la Dirección Regional Forestal y de Fauna Silvestre del Gobierno Regional de Madre de Dios.

La Pampa es el nombre de un centro minero a 30 kilómetros de la concesión de Demetrio. La cuna de la ilegalidad y el caos. Está ubicada a un lado de la misma carretera Interoceánica, y se puede ver, sin mucho esfuerzo, el desastre social y ambiental. Un lugar donde pocos pueden entrar y donde las mafias hacen lo que quieren. Hay basura por todos lados, prostitución, barriles de combustible y vistas espeluznantes de un desierto que, hasta hace poco tiempo fue un bosque.

Diario de carretera

Postrado dentro de mi mosquitero, vi cómo el sol iba alumbrando este pedazo de bosque que me asustó toda la noche. Luego del desayuno, salimos a dar una vuelta para ver, con pena, árboles de castañas rostizados, chacras de plátano que se pudren  y también el extenso bosque que todavía no ha sido invadido y en donde te puedes encontrar con árboles del tamaño de edificios de ocho o nueve pisos. En su interior, nos cruzamos con huellas de animales silvestres. Cuesta creer que estando a tan solo una hora de camino de Puerto Maldonado todavía se puedan ver sajinos, huanganas y hasta otorongos. Por este lugar, ubicado entre los ríos Inambari y Malinowski, cruza la carretera Interoceánica, construida, entre otras razones, para beneficiar el intercambio comercial entre Perú y Brasil.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en su estudio Migraciones Internas en el Perú (2015), menciona que una “atención especial merece el crecimiento poblacional de la provincia de Tambopata, en Madre de Dios, con su capital la ciudad de Puerto Maldonado, la llave de entrada en zonas de extracción minera, tras el oro aluvial que arrastran los ríos, cientos de pobladores han tugurizado la zona, con problemas sociales, y daño al medio ambiente”.

“Los problemas en esta zona de Madre de Dios, se acrecentaron cuando se inauguró la carretera. Un gran regalo que no hemos sabido cómo manejar. En los últimos cinco o seis años, la población ha crecido mucho. Y tiene que ver con el incremento de la pobreza en las zonas altoandinas. Arriba las heladas están más fuertes, los animales se mueren, las cosechas están mal. Pero acá todo está bien. Se puede hacer minería, se puede sacar madera con mucha facilidad, y nadie te dice nada. Eso ha hecho crecer la población y también las mafias, la informalidad y el temor”, dice Eddy Peña de la SPDA.

Son las 11 de la mañana. Saliendo de la concesión nos cruzamos con un anciano cargando plátanos en lo que todavía es el predio de Demetrio. No puedo negar que volví a tener miedo, pero Demetrio fue firme: “esta es mi casa, no te preocupes”.

Unos metros más allá, había dos construcciones de madera. “A ese señor ya lo he botado montón de veces y ya lo ves. Siempre regresa pero ya estoy cansado de echarlo. Estoy esperando a que vengan las autoridades y expulsen a todos de una vez por todas. Esas construcciones de ahí se las hemos quemado y botado, y a la semana siguiente vuelven a estar en pie. La defensa de nuestros recursos naturales debe ser prioridad para el gobierno, pero no lo es”, sentencia Pacheco, que no pierde la esperanza de que en todo Madre de Dios vuelva la paz y todos puedan disfrutar de la oscuridad de la selva, en lugar de estar temblando de miedo.

 

Foto de portada: Jack Lo Lau. 

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