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Humedales del Sur de Isabela: esenciales para mantener la biodiversidad de Galápagos

Los humedales del sur de la isla Isabela cubren una superficie total de 872 hectáreas (ha): 359 ha de humedal costero y 513 ha de humedal marino. Foto cortesía del Parque Nacional Galápagos.

  • Las 873 hectáreas de superficie de estos ecosistemas albergan unas 170 especies entre nativas y endémicas.
  • Las especies introducidas son una de las mayores amenazas de los humedales del Sur de Isabela.

Para el pingüino de Galápagos (Spheniscus mendiculus) y la gaviota de lava (Larus fuliginosus), los humedales del Sur de la isla Isabela (Ecuador) son importantes sitios de alimentación. Al lobo marino (Zalophus wollebaeki) no solo le representan áreas de alimento, sino de reproducción. Mientras que la tortuga verde (Chelonia mydas agassizi) y el flamenco de Galápagos (Phoenicopterus ruber glyphorhynchus) han hecho de ellos uno de sus principales lugares de anidación.

Resultan además esenciales para el patillo (Anas bahamensis var galapagoensis), el tero real (Himamtopus himantopus), el ostrero (Haematopus palliatus), la gallinula (Gallinula chloropus) y los cangrejos fantasma (Ocypode spp.) y violinista (Uca galapagoensis) debido a que estas especies dependen exclusivamente del humedal para poder completar su ciclo biológico.

En otras palabras, a estos ambientes  está sujeto el mantenimiento de parte de la diversidad biológica de Galápagos, una realidad que desglosada en un inventario abarca 45 variedades de plantas nativas y 20 de endémicas; 30 especies de aves, 10 aves migratorias, 55 tipos de peces, seis de reptiles y  un mamífero, de acuerdo a la Ficha Informativa que el Parque Nacional Galápagos (PNG) completó y actualizó en 2008 para la Convención de Ramsar, un tratado intergubernamental para la conservación y el uso racional de los humedales del que es parte.

El mismo expediente técnico indica que los humedales del Sur de Isabela acogían, al momento de entrega de ese informe,  a siete especies nativas y endémicas amenazadas: la iguana marina (Amblyrhynchus cristatus),  el gavilán de galápagos (Buteo galapagoensis) y las ya mencionadas gaviotas de lava, todas enlistadas como vulnerables. También a los ya nombrados pingüinos, flamencos y lobos, presentados como especies en peligro; y a las tortugas verdes, consideradas  en peligro crítico.

El pingüino de Galápagos (Spheniscus mendiculus) habita en las Isabela y Fernandina y en el censo que en 2014 se efectuó en estas islas se contabilizó a 223 individuos. Foto de Jonathan Green, cortesía del Parque Nacional Galápagos.

Con sus 872 hectáreas (359 correspondientes a humedal costero y 513 a humedal marino), estos humedales comprenden las pozas de Las Diablas, Los Tunos, Puerta del Jelí y Baltazar, al igual que las playas, manglares —de los que están rodeados— y aguas marinas someras de la bahía de Puerto Villamil, la única zona urbana de Isabela.

Fueron los procesos de erosión y los hundimientos de lava que se dieron en el sur de esta isla los que ocasionaron  la formación de un grupo de lagunas o pozas en los alrededores de Puerto Villamil y pasaron a convertirse en el humedal marino-costero más representativo de Galápagos.

Los humedales del sur de la isla Isabela cubren una superficie total de 872 hectáreas: 359 ha de humedal costero y 513 ha de humedal marino. Foto cortesía del Parque Nacional Galápagos.

En septiembre de 2002 la Convención de Ramsar los declaró sitio de importancia internacional y desde entonces han transcurrido ya 15 años. Para conmemorar este aniversario, la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG) promovió una serie  de actividades el mes pasado.

Una de ellas fue la reforestación de cien plántulas de mangle. Los humedales del Sur de Isabela contienen una de las áreas de manglar más extensas del archipiélago con presencia de mangle rojo (Rhizophora mangle), mangle negro (Avicennia germinans), mangle blanco (Laguncularia racemosa) y mangle botón o jelí (Conocarpus erectus).

“(El humedal) es la zona de transición entre el océano y la parte terrestre, y si hay elementos que han demostrado un altísimo nivel de adaptación son los humedales. Aquí en Galápagos albergan un cactus, que es una especie normalmente de ámbitos desérticos, con manglares que son ciertamente especies de ecosistemas húmedos y conviven, cohabitan, coexisten y se necesitan y generan simbiosis. Por eso nosotros damos particular importancia a los humedales en Isabela”, asegura a Mongabay Latam Walter Bustos, director del Parque Nacional Galápagos.

Flamencos en la poza La Salina, ubicada en medio de la población de Puerto Villamil, la única zona urbana de Isabela que se encuentra junto al sistema de los humedales y que incluso tiene lagunas y manglares dentro de su jurisdicción. Foto de Juan Chávez, cortesía Parque Nacional Galápagos.

El comienzo del camino

“Por su gran capacidad de captación de aguas de escorrentía y de lluvia, así como por sus comunicaciones directas con el mar, los humedales del Sur de Isabela representan un sitio importante para el control de inundaciones, especialmente cuando se presenta el fenómeno de El Niño. Asimismo, el área ocupada por los manglares contribuye significativamente a la estabilización costera y la retención de nutrientes, protegiendo la tierra contra las mareas, la fuerza del viento, las olas y las corrientes”. Así se explica su valor hidrológico en la web del Sistema Único de Información Ambiental del Ministerio del Ambiente de Ecuador.

En mayo de 2002, previo a la declaratoria de los humedales del Sur de Isabela como sitio de protección Ramsar, un grupo técnico impulsado por la DPNG recogió inquietudes y opiniones de los diferentes sectores sociales relacionados, como el pesquero y turístico, para los que son fuente de recursos.

A esto se sumó un levantamiento de información bibliográfica y una cartografía, elementos que integrados dieron origen al Plan de Acción para la Conservación y el Uso Sostenible de los Humedales del Sur de Isabela, que se publicó en 2003 con el objetivo de establecer los programas y acciones necesarios para su conservación y uso sustentable.

En este informe se detalla que pese a encontrarse  dentro del área del Parque Nacional  y la Reserva Marina de Galápagos —y por lo tanto estar legalmente protegidos—, diversas actividades habían afectado negativamente su calidad, una realidad que requería la urgente elaboración de un plan de acción estratégico que garantizara su preservación a largo plazo.

La poza Los Tunos es una de las que comprenden los humedales del Sur de la isla Isabela. Foto cortesía Parque Nacional Galápagos.

La entonces “situación actual” y los otrora “problemas de conservación” incluían “una serie de alteraciones generadas en mayor parte por acciones antrópicas”. La tala de manglar, por ejemplo, afectó a estas zonas húmedas que desempeñan un papel esencial como reservorio de biodiversidad, pero en años anteriores al 2002, ya que en el Plan de Acción se aseguraba que dicha actividad  ya no representaba una mayor amenaza para el humedal.

No obstante, un serio problema hidrológico que se detectó fue la presencia de coliformes en el agua de los humedales cercanos a la zona poblada, una problemática sanitaria para los habitantes y para los microinvertebrados que son el alimento de muchas especies de aves acuáticas.

En la Ficha Informativa de los Humedales Ramsar de 2008, este continuaba siendo un problema. Y nueve años después Walter Bustos reconoce que en este sentido falta trabajar. “Un tema pendiente que hay que terminar de resolver es el manejo de las aguas residuales de la población porque todas estas aguas pueden eventualmente afectar a los ecosistemas, humedales sobre todo. Hay deudas pendientes, esto no lo podemos negar porque los sistemas de tratamiento, de manejo, de captación del agua requieren de altísima tecnología. Yo creo que se ha avanzado bastante en el tema del ordenamiento del territorio pero falta todavía un paso más respecto a impulsar tecnología apropiada para evitar la contaminación de humedales. (…) Yo quisiera hablarte de unos niveles de cero contaminación y esto va a tomar un tiempo todavía”, advierte.

Sobre las amenazas actuales, el coordinador de Enlace en Isabela de la Fundación Charles Darwin (FCD), Ernesto Bustamante,  asegura a Mongabay Latam que las principales presiones para la biodiversidad son las especies invasoras, cuya presencia constituye —según el Plan de Acción— el mayor problema ambiental en los humedales del Sur de Isabela. Las autoridades del Parque han registrado 12 especies de fauna introducida en el humedal, entre aves, mamíferos y anfibios; y a cinco plantas introducidas invasoras.

Su erradicación es una de las líneas de trabajo del programa de conservación del Plan. “Ahorita hay un programa para combatir la escama blanca de la higuera, una plaga que se ha diseminado en parte de los manglares. Es un insecto que se alimenta de la savia de las plantas y no les permite tener una fotosíntesis y una respiración normal, y las debilita de tal manera que con el tiempo las puede matar”, explica Bustamante.

Se refiere al control que sobre esta plaga, de nombre científico Ceroplastes rusci, la Dirección del Parque Nacional Galápagos ejecuta  para la protección de los humedales. Walter Bustos dice que luego de casi dos años de investigaciones, este manejo “ha dado muy buenos resultados”. No da estadísticas ni porcentajes.

Además del actual control que se mantiene de la escama blanca de la higuera, otro caso emblemático vinculado a la problemática de las especies introducidas en los ecosistemas prístinos de las Galápagos es el del  pinzón de manglar (Camarhynchus heliobates). Está al borde de la extinción, de acuerdo a la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. “Ese es el caso icónico del problema de una especie invasora, la (mosca) Philornis (downsi) que encuentra en los pinzones un hábitat”, señala Bustos.

El pinzón de manglar (Camarhynchus heliobates) es una de las trece —de 15 que son en total— especies de pinzones de Darwin que habitan en el archipiélago de Galápagos. Foto de Liza Díaz Lalova, cortesía de la Fundación Charles Darwin.

Francesca Cunninghame, miembro de la Fundación Charles Darwin,  es la  coordinadora del Proyecto de Pinzón de Manglar. Se trata de un trabajo liderado por la FCD con la Dirección del Parque Nacional Galápagos que inició estudios de la población del pinzón de manglar y técnicas para su conservación a partir del 2007, cuando el control de la rata negra —una especie introducida— fue establecido, recuerda Cunninghame.  “Las ratas son depredadores de huevos y polluelos, y después de iniciar su control el éxito de los nidos del pinzón de manglar se incrementó por más del doble. Sin embargo, el impacto del parasitismo de polluelos por la mosca introducida Philornis downsi fue más evidente y desde el 2011, durante el inicio de la época reproductiva, casi 100 % de los polluelos murieron por esta causa”.

Actualmente la población de esta ave nativa es de alrededor de 100 individuos (con menos 20 parejas reproductoras de acuerdo a los conteos de los últimos ocho años) restringidos a 30 hectáreas precisamente distribuidas en dos locaciones de la isla Isabela: la playa Tortuga Negra y Caleta Black.

“La mayoría de mi trabajo enfocado en la conservación del pinzón de manglar ha sido en manglares por las islas Isabela y Fernandina, en lugares remotos. Actualmente estos manglares están completamente protegidos dentro del Parque Nacional Galápagos. Aunque en el pasado había impactos del ser humano en cuestión de cortar árboles de manglar, el impacto más fuerte en estos bosques ha sido por movimientos tectónicos/volcánicos que en unos casos ha realizado cambios en el manglar que lo hace menos adecuado como hábitat para el pinzón de manglar”, opina Cunninghame.

La experta agrega que aunque ahora no se encuentre en el sur de la isla, en Puerto Villamil el pinzón de manglar es una especie bandera porque todavía representa la importancia de este ecosistema. “Los manglares alrededor de Puerto Villamil (el sitio Ramsar) han tenido más impactos antropogénicos”, dice, y añade que es necesario cuidar y proteger este hábitat por el rango amplio de especies que dependen de él.

Como parte del denominado Proyecto Pinzón de Manglar se ha iniciado un programa de reproducción en cautiverio. Entre el 2014 y el 2017 se ha liberado a 39 ejemplares juveniles. Foto cortesía de la Fundación Charles Darwin.

Para ayudar a la recuperación del pinzón de manglar, además de intentar controlar las plagas que provocan su mortalidad, en  2014 se inició el programa de crianza en cautiverio para aumentar el éxito reproductivo. Hasta este año han sido liberados 39 ejemplares juveniles. “Hemos observado individuos criados en cautiverio sobreviviendo en estado silvestre a largo plazo y en 2017 observamos individuos criados en cautiverio anidando en nidos silvestres”, destaca.

Otras amenazas

Para Walter Bustos “ha habido un avance importante” a nivel de regulación, control y legislación. No obstante, cuenta, “en Isabela sí hemos tenido algunos problemas, no en las zonas de los humedales, pero sí en la zona urbana con algunas especies de mangle que quedaron atrapados en el ámbito urbano y la gente ejerce presión para cortarlo y tener el terreno más limpio. A veces son incluso unos pocos árboles que están bajo esa presión, pero nosotros hemos actuado. Tenemos un plan de incorporar algunas hectáreas de manglar como parte del área protegida, son zonas que no son Ramsar, que no son Parque Nacional, pero estamos trabajando para que pasen a ser parte del área protegida”, adelanta.

Mientras tanto, comenta, una forma de protegerlos “es abrir el espacio para que la gente entre a los humedales y conozca”. “Hemos trabajado en una nueva promoción de guías y dado mucho énfasis sobre la importancia ecológica de los humedales, entonces ellos van a ser los futuros transmisores del rol ecológico de estos ecosistemas, el rol económico y la conciencia de la población”.

Además, destaca que el Plan de Acción permitió “sustentar la decisión de elevar la protección de los humedales en la zonificación”. Él se refiere a las nuevas zonas de uso de las áreas protegidas trazadas para la región Insular del Ecuador. En marzo de 2016 se suscribió un acuerdo ministerial para proteger un 33 % de la superficie total de la Reserva bajo un esquema de no take o zonas de no extracción. “Incrementa en más o menos un 1 % de zonas específicamente destinadas a conservación fuerte. Lo que hemos hecho es analizar todos estos espacios, generar una representatividad de ecosistema para elevar su protección y gran parte de estas áreas son de los humedales”, indica.

Otra de las líneas de trabajo es el programa de uso sostenible de la pesca y el turismo. En los  manglares y lagunas que conforman los humedales del Sur de Isabela, los peces autóctonos desovan, se alimentan y se desarrollan. Ernesto Bustamante recuerda que recursos pesqueros como la diabla (Chanus chanus) fueron sobreexplotados.

Al respecto, Bustos afirma que la nueva zonificación que se realizó en consenso con el sector pesquero de Galápagos “sí limita accesos, usos, en algunos casos al turismo, en otros casos a la pesca, en otros casos a otras actividades extractivas. Controla, regula, preserva servicios ambientales para la población o para los mismos ecosistemas y es parte del ejercicio de negociación que tenemos pendiente también con el sector pesquero. Pero ellos están muy conscientes porque también hay un sector pesquero que vive de humedales acá y recogen pulpo, canchalaguas, creo que es parte de la educación, de la conciencia de los acuerdos a los que tenemos que seguir llegando”.

La importancia del humedal no solo dibuja los rostros de las miles de familias que dependen también de los cangrejos o de las conchas.  “El valor socioeconómico es mucho por el turismo y especialmente en Isabela se da bastante turismo alrededor del complejo de humedales”, advierte Bustamante.

Bustos, por su parte, precisa que esto se genera de manera directa e indirecta. “Muchos sitios de visita que generan una economía muy alta son humedales donde los turistas quieren ir a ver las zonas de los cormoranes, los sitios de anidación de pingüinos, la presencia de los tiburones en un estado recién de nacimiento casi que se da en gran parte de los humedales costeros, sobre todo a nivel de manglares. Hay una economía directa con los turistas que visitan humedales y una indirecta con las especies que nacen en los humedales y que luego son observadas por los turistas”.

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