- La Mancomunidad del Chocó Andino ha propuesto, ante la UNESCO, a esta zona para ser declarada como Reserva de Biósfera.
- El Chocó forma parte de la lista de hotspots biológicos del planeta por la cantidad de especies endémicas amenazadas que ahí habitan.
Ecuador podría sumar una reserva de biósfera más a la lista de las seis ya declaradas en el país por la UNESCO. Esta vez es la Mancomunidad del Chocó Andino, ubicada al Noroccidente de la provincia de Pichincha, la que ha propuesto al Chocó Andino ecuatoriano para ser reconocido como un área de conservación especial, y así unirse a los más de 600 sitios declarados como reservas de biósfera, en 120 países alrededor del mundo.
“El tema de una declaratoria de biósfera de las comunidades y parroquias siempre ha estado enfocada en buscar la sostenibilidad económica, ambiental y espiritual”, aseguró Inty Arcos, coordinador de la Mancomunidad del Chocó, registrada oficialmente el 30 de diciembre de 2015. Esta reúne seis cabeceras parroquiales y 76 comunidades pertenecientes a Calacalí, Nono, Nanegal, Pacto y Gualea, con 19 000 habitantes, según el último censo poblacional llevado a cabo en el 2010.
La zona del Chocó, a la que pertenece el Chocó Andino de Pichincha que busca el reconocimiento como reserva de biósfera, stá dentro de la lista de los 25 hotspots biológicos del planeta, un área protegida llena de especies únicas que solo habitan este lugar y que a su vez están amenazadas o en peligro de extinción. Según Lucas Bustamante, biólogo y fundador de Tropical Herping, lo que hace tan especial a la zona del Chocó Andino es la mezcla de dos áreas prioritarias de conservación: la del Chocó biogeográfico, una región que se extiende desde toda la costa del Pacífico de Panamá, Colombia y la parte centro-norte de Ecuador; y la de los Andes Tropicales, que al ser otro hotspot, hace que sea un área crítica de conservación. “Esta interacción de los dos ecosistemas es la razón por la que la zona es tan diversa y un criadero de nuevas especies”, explicó el experto.
Bustamante recordó, además, que existen innumerables áreas de transición. “Si consideramos que el Chocó viene desde la zona costera, que sería bosque tropical lluvioso bajo, y luego empieza a subir hacia los Andes, en ese camino se encuentran el bosque nublado, bosque andino, bosque montano alto y luego tienes hasta una parte del páramo”, sostuvo. Es decir, en todos estos ecosistemas que están conectados, hay especies que se adaptan solo a las áreas de transición. “Y esta es otra de las ventajas que nos dan los Andes: estos ecosistemas están presentes en muchos países pero normalmente están aislados”, dijo Bustamante y resaltó que hay que tomar en cuenta que en los Andes todo está en gradiente y que mientras se va subiendo, los ecosistemas andinos van cambiando y “se generan espacios donde nuevas especies se adaptan específicamente a esos lugares”. Esta es una de la razones por las que solo el área del Chocó Andino reúne unas 9000 especies de plantas vasculares, 270 especies de mamíferos, 210 de reptiles, 200 de aves, 130 de anfibios, señaló Bustamante.
El área protegida ecuatoriana que se ha propuesto para ser reconocida como reserva de biósfera abarca los cantones de Quito, San Miguel de los Bancos y Pedro Vicente Maldonado. En total se trata de una extensión de 286 805 hectáreas, que representan la tercera parte de la provincia de Pichincha y más de la mitad del Distrito Metropolitano de Quito. Su importancia natural se evidencia en los 12 tipos de bosques que alberga, las 4 áreas de relevancia mundial para la conservación de aves, los 9 bosques protectores, las 3 Áreas de Conservación y Uso Sustentable (ACUS), el corredor ecológico del oso andino y más de 35 reservas y bosques privados. Uno de los recientes triunfos de las comunidades que habitan tan solo a 45 minutos de Quito fue conseguir la declaratoria del Chocó Andino como Bosque Modelo, reconocimiento otorgado por la Red Iberoamericana de Bosques Modelo (Riabm), que permite desarrollar una visión local en cuanto a la sostenibilidad del territorio. Hay tan solo 28 lugares en el mundo que han sido reconocidos con esta categoría y es el único en el Ecuador.
El endemismo del Chocó Andino se traduce en la cantidad de especies, de aves en especial, que habitan la zona. María Claudia Segovia, investigadora de la Universidad de las Fuerzas Armadas del Ecuador, explicó que en la región se puede encontrar con mucha facilidad tucanetes (Semnormis Ramphastinus), loros (Pionus Sordius, Pionus Tumultuosus, Pionus Chalcopterus) tangaras (Tangara Heinei) y gallitos de peña (Rupicola Peruviana). Estos últimos son especiales por su ritual de cortejo, donde los machos se reúnen para desplegar sus danzas y cantos en un intento por ser seleccionados por las hembras. Otra especie propia del lugar es la del Zamarrito Pechinero (Eriocnemis Nigrivestis), un colibrí que era sumamente común en Quito pero que ahora, según Segovia, solamente se encuentra en las estribaciones del noroccidente de Pichincha. “Es una especie amenazada porque su rango de distribución ha sido restringido solo a pequeños parches de bosques”, aseguró la experta.
Si hay un emblema del Chocó Andino de Pichincha, ese es el Olinguito (Bassaricyon Neblina), la especie más pequeña de los mapaches, que fue descubierta en 2013 en Ecuador y que habita principalmente los bosque nublados del lugar. Segovia la describe como “una especie endémica de Colombia y Ecuador que se alimenta de frutos y que suele estar activo, principalmente, en las noches”. La investigadora añadió a la lista al Pacarana (Dinomys Branickii), uno de los roedores más raros de Sudamérica que en el país su distribución se centra en los bosques del Noroccidente. En cuanto a la flora, Segovia comentó que se ha estimado la presencia de al menos 15 % de especies endémicas. “Dentro de los bosques nublados encontramos gran cantidad de orquídeas y otras epífitas. Hay especies consideradas vulnerables como el cedro”. Además se pueden encontrar varias especies de palmas y un gran número de clusias.
El caso del oso andino merece una mención especial, ya que este mamífero, explicó Segovia, necesita de espacios extensos y la zona del Chocó Andino es idónea para el desarrollo de esta especie. A esto se suma que “el oso prefiere ecosistemas heterogéneos para su alimentación”, señaló.
Una visión sostenible
Inty Arcos recordó que aquello que lo llevó a involucrarse en la creación de la Mancomunidad del Chocó Andino (MAC) fue la protección de los bosques y la naturaleza. Sin embargo tiene claro que la principal barrera con la que se ha topado la MAC es el fantasma de la minería y sus concesiones. “No sabemos a quienes fueron entregadas pero [sabemos] que fueron entregadas sin ningún consentimiento de las comunidades”, contó Arcos. “Estas concesiones mineras son solo un mapa, un espacio en el mundo de las finanzas, especulando para hacerse ricos con nuestras vidas”.
A esta preocupación se suma la polémica propuesta del Presidente Lenín Moreno de consultarle a todos los ecuatorianos sobre el desarrollo de las actividades extractivas mineras en áreas protegidas, zonas intangibles y centros urbanos. Este referéndum, promovido desde el Ejecutivo, forma parte de un plan que busca fomentar el diálogo nacional. Sin embargo, la pregunta no ha sido bien recibida por todos los sectores, Arcos considera que la interrogante sobre minería es “ambigua y absurda”, sin embargo las comunidades de la MAC han decidido apoyar la consulta porque prefieren tomarla como una oportunidad para desarrollar herramientas que les permita seguir construyendo un territorio sostenible.
“Por este fantasma de la minería nos hemos visto obligados a crear herramientas”, aseguró Arcos, en alusión a la Ordenanza Municipal 137, proyecto que los Gobiernos Parroquiales que conforman la Mancomunidad del Chocó presentaron al alcalde del Distrito Metropolitano de Quito, Mauricio Rodas, en 2015. Este recurso legal tiene como objetivo proteger los ecosistemas naturales y servicios ambientales que se encuentran en la zona. Su firma estableció que los territorios de las parroquias de Nono, Calacalí, Nanegal, Nanegalito, Gualea y Pacto, que constituyen la Mancomunidad del Chocó Andino, sean considerados un “área prioritaria para la conservación y salvaguarda del patrimonio natural y cultural, la producción y el manejo sostenible de los recursos naturales y el desarrollo urbano e industrial bajo principios de sostenibilidad”. Así fue como lograron crear las primeras Áreas de Conservación y Uso Sustentable que permitieron blindar y proteger a los territorios de la MAC, como a sus comunidades y formas de vida.
“Alguien nos tiene que proteger y lamentablemente el Estado no es el que nos protege sino el que motiva estas actividades”, señaló el coordinador de la Mancomunidad del Chocó y citó como ejemplo el caso de la Parroquia de Pacto, donde existen concesiones mineras que la Agencia de Regulación y Control Minero (ARCOM) no ha derogado. Arcos asegura que la Mancomunidad le brindará a la nueva reserva de biósfera la plataforma de gobernanza necesaria para construir un territorio sostenible desde abajo.
El Chocó Andino podría convertirse en reserva de biósfera el próximo junio de 2018. De ser así deberá cumplir con tres criterios que la UNESCO ha establecido: conservar la biodiversidad y la diversidad cultural; plantear un desarrollo económico que sea socio-cultural y ambientalmente sostenible; y el apoyo logístico a la investigación, el monitoreo y la educación ambiental. Según el órgano internacional, “las reservas de biósfera constituyen sitios donde poner a prueba los enfoques innovadores de desarrollo sostenible. Ellas conjugan el conocimiento científico y modalidades de gobernabilidad con miras a reducir la pérdida de la biodiversidad, mejorar los medios de vida, favorecer las condiciones sociales, económicas y culturales para la sostenibilidad del medio ambiente”.
Jorge Ellis, representante del Sector Ciencias Exactas y Naturales de la UNESCO en Quito, describió a esta categoría no como un galardón internacional sino como “un diálogo entre lo natural y lo cultural”, así lo hizo saber en una conferencia que abordó el papel de las áreas protegidas como mecanismos de conservación de los ecosistemas. Las reservas de biósfera, más allá de ser áreas protegidas, son espacios que buscan promover la conservación y el desarrollo sostenible, dijo Ellis. Por su parte Olga Cobos, Directora de Gestión de Cooperación Internacional del Consejo Provincial de Pichincha, cree que esta declaratoria es una verdadera integración armónica entre las poblaciones y la naturaleza, una real propuesta de desarrollo social y sostenible.
Reserva de Biósfera de los Yumbos o Reserva de Biósfera de los 7 volcanes, por los siete volcanes presentes en la zona, son las dos propuestas de nombre planteadas por los habitantes de la Mancomunidad del Chocó Andino. Sin embargo, luego de una votación virtual, donde participaron 10 000 personas, el nombre que se eligió fue el de Reserva de Biósfera Chocó Andino de Pichincha, una muestra de la unión de los dos puntos calientes del Chocó y los Andes Tropicales, dos bioregiones clave para esta zona. “Creemos en una construcción social desde abajo hacia arriba y que se respete las cosmovisiones de los territorios”, comentó Arcos.
Por ahora, la Mancomunidad del Chocó Andino tiene un objetivo claro: unirse como un solo territorio de gente solidaria que en sus acciones sostenibles diarias encuentren la fuerza que se requiere para vivir en plenitud y en armonía con la naturaleza.
Foto de portada: Inty Arcos.