- El WWF del Reino Unido afirma que los cultivos para alimentar al ganado dañan el ecosistema y amenazan la vida silvestre.
- La ONG conservacionista estima que solo la industria ganadera británica ha causado la extinción de treinta y tres especies en todo el mundo.
- Sin embargo, si la gente redujera el consumo de proteínas a las cantidades recomendadas, los granjeros necesitarían un trece por ciento menos de tierra para producir alimento para el ganado y las piscifactorías, área equivalente a 1.5 veces el tamaño de la Unión Europea.
La ONG conservacionista británica WWF les pide a los consumidores que reduzcan la cantidad de carne que comen. En un nuevo informe publicado el 3 de octubre la organización sostiene que la tierra que se usa para producir cultivos forrajeros para el ganado y los peces de criadero amenaza la biodiversidad y los delicados ecosistemas.
“El mundo está consumiendo más proteína animal de la necesaria y esto provoca un efecto devastador en la vida silvestre”, le dijo a the Guardian . Duncan Williamson, gerente de política alimentaria de la WWF. “Sabemos que mucha gente es consciente de que una dieta basada en la carne repercute en la tierra y en el agua, así como también que causa emisiones de gases de efecto invernadero, pero pocos conocen que el mayor causante de esto es el forraje que los animales comen”.
Con las conclusiones enfocadas principalmente en el Reino Unido y Europa, los autores de la publicación informan que la industria ganadera británica es responsable de la extinción de unas treinta y tres especies, ya que la necesidad de utilizar la tierra para cultivar forraje para alimentar pollos, cerdos y peces pone bajo presión a los animales que una vez llamaron a esas áreas hogar.
“Los cultivos forrajeros amenazan la biodiversidad de muchas de las regiones más valiosas y vulnerables del planeta —dice la WWF británica—, incluidas la Amazonía, la cuenca del Congo, la región sudamericana del Cerrado y la de Mekong, en Asia”.
Los granjeros han incrementado la producción de soja en los últimos años y, si continúa el aumento tendencial en la demanda de carne, y por ende en el alimento para ganado, tendrán que producir para el 2050 casi un ochenta por ciento más que los niveles de 2010.
La industria agrícola ha pasado de un quince por ciento de producción mundial de carne en la década de los sesenta a un treinta y dos por ciento en 2012. Como resultado, mucha de esa comida —41.5 por ciento en Asia, Europa y los Estados Unidos— está destinada a alimentar a las hambrientas aves. Los cerdos también toman una cantidad considerable del treinta por ciento de alimento en todo el mundo y la cría de peces —en alza, ya que la población silvestre trata de hacer frente a la demanda de consumo— necesita otro cuatro por ciento.
El WWF británico propone varias alternativas al acaparamiento de tierras, cuyo fin es el de cultivar alimento para los crecientes cardúmenes, manadas y piaras destinados a la mesa familiar. Los insectos podrían complementar la alimentación de los animales, ya que cubren la misma cantidad de proteínas estimuladoras del crecimiento que las semillas de soja. La cría de insectos no emite tanto carbono como la agricultura y no se requiere de tanta tierra para la producción. También las algas podrían ser, en el futuro, una fuente alternativa de alimento ganadero a gran escala, con el beneficio de que pueden producir su propio alimento con la ingesta de no más que nutrientes y dióxido de carbono.
Estas posibles soluciones, no obstante, no abordan el repunte de la demanda de proteínas de origen animal. Cada uno de nosotros consume un promedio anual de 25 kilos de pollo y 19.7 kilos de pescado —casi el doble de lo consumido en la década del sesenta—, pero la WWF británica sostiene que no necesitamos tanta carne.
Las recomendaciones británicas en cuanto a salud dicen que una persona necesita, de media, un máximo de 55 gramos de proteínas por día y, sin embargo, los británicos consumen entre 64 y 88 gramos, de los cuales un tercio proviene de la carne.
Al reducir la ingesta a los niveles recomendados, los agricultores necesitarían un trece por ciento menos de tierra para producir forraje. Esto se traduce a una superficie un cincuenta por ciento más grande que la Unión Europea —seiscientos cincuenta millones de hectáreas— que podría no ser modificada por la agricultura.