- Restaurantes británicos de comida rápida y cadenas de supermercados, incluidos Tesco, Morrisons y McDonald´s, compran su pollo a Cargill, que alimenta a sus aves con soya importada, la mayor parte, según parece, viene del Amazonas boliviano y el Cerrado brasileño —áreas que están siendo rápidamente deforestadas para dejar paso a nuevas plantaciones de soya—.
- Hace una década, Cargill y otras empresas globales de materias primas acordaron dejar de comprar soya del Amazonas brasileño y establecieron una Moratoria de la Soya en la región.
- Pero un estudio reciente mostró que Cargill y otras empresas simplemente empezaron a abastecerse de soya de áreas de los alrededores, como el Amazonas boliviano y el Cerrado brasileño, una zona de sabana inmensa, parte de la cual está incluida en la definición brasileña de la Amazonía Legal.
- Ese cambio ha resultado en una rápida deforestación en ambas zonas; un informe de Mighty Earth reveló que el distribuidor de soya estadounidense Cargill es uno de los principales compradores de esa soya. Cargill se ha opuesto durante mucho tiempo a las iniciativas para ampliar la moratoria de la soya al Amazonas boliviano y el Cerrado brasileño, a pesar de las peticiones de ONG, científicos y el ministro del medio ambiente brasileño.
Una investigación de Mongabay, impulsada por un informe realizado este año por la ONG Mighty Earth, sugiere que los consumidores que compran los pollos de alguno de los grandes supermercados británicos y las cadenas de comida rápida pueden estar alimentando, sin querer, la deforestación desenfrenada en el Amazonas boliviano y la sabana brasileña.
Tesco, Morrisons y McDonald’s compran sus pollos a Cargill, la mayor empresa privada en el mundo que alimenta sus aves con soya importada. La distribuidora de alimentos estadounidense compra su soya a grandes empresas agrícolas que a menudo queman y talan grandes extensiones de bosque nativo para dejar sitio a sus plantaciones.
Hace diez años, los comerciantes de soya acordaron dejar de comprar la soya del Amazonas brasileño después de fuertes presiones por parte de activistas, consumidores y vendedores como Tesco y McDonald’s.
Sin embargo, a raíz de este acuerdo conocido como la “moratoria de la soya”, los comerciantes globales simplemente desplazaron sus miras a las zonas cercanas del Amazonas boliviano y la sabana brasileña —una región conocida como el Cerrado, parte del cual está dentro de la Amazonía Legal como lo diseñó el gobierno brasileño— donde la deforestación está ahora extendida.
Grandes franjas de bosque en estas regiones están siendo arrasadas para dejar paso a plantaciones de soya, según un informe de la ONG ambiental Mighty Earth publicado en febrero de este año. La ONG usó drones e imágenes por satélite para identificar las zonas deforestadas y entrevistó a agricultores en más de 28 puntos clave de deforestación en Bolivia y Brasil. La investigación reveló que la distribuidora de soya estadounidense Cargill es una compradora importante.
“Cargill está ignorando una oleada de presiones por parte de sus consumidores para proteger los ecosistemas de Sudamérica amenazados por la soya”, dijo Glenn Hurowitz, director general de Mighty Earth. “Al contrario que sus competidores y proveedores, no parece que hayan entendido la urgencia de proteger las últimas fronteras salvajes del mundo de la avalancha de su soya”.
Brasil es el mayor productor de soya consumida en el Reino Unido y Cargill importa el 70 % de esa soya. Aunque la soya es comúnmente asociada con la leche y los sustitutos de la carne, en Gran Bretaña la gran mayoría se usa para alimentar a los animales, lo cual constituye un 20-25 % de la alimentación de los pollos británicos. Según el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo, Gran Bretaña importó 394 000 toneladas de soya de Brasil en 2015, de las cuales 277 000 procedían de Cargill. En el mismo año, Gran Bretaña importó 223 000 toneladas de soya del Cerrado.
La soya brasileña de Cargill se usa para alimentar a los pollos en la planta transnacional de pollos de la empresa en Hereford, Reino Unido, que sacrifica más de un millón de aves a la semana. La empresa requiere a los agricultores que le suministran los pollos que compren las raciones alimentarias a base de soya para los pollos.
Luego Cargill vende sus productos de pollo a los supermercados británicos y las cadenas de comida rápida. Morrisons nombró a Cargill su “proveedor del año” en 2015. Tesco alardea en su página web de que trabaja con Cargill para “adoptar decisiones conjuntas sobre los compromisos de precio volumen para el trigo y la soya que constituyen el alimento para los animales”, mientras que McDonald’s ha citado Cargill como su principal proveedor de pollos.
Hurowitz dijo que es importante que los minoristas británicos usen su influencia para presionar a los distribuidores que están en la parte superior de la cadena de abastecimiento, como Cargill, negándose a hacer negocios con ellos hasta que dejen de abastecerse de tierras recientemente deforestadas.
En 2006, Greenpeace lazó una campaña agresiva contra los minoristas por comprar soja procedente del Amazonas. La ONG distribuyó carteles de Ronald McDonald en los que portaba una motosierra y activistas disfrazados de pollo invadieron varios locales de McDonald´s, encadenándose a sillas.
Funcionó. Una alianza entre minoristas, incluidos McDonald´s, Tesco, Marks and Spencer y Sainsbury´s, convenció a Cargill y otros distribuidores de que creasen una Moratoria de la Soya, que ha contribuido a una impresionante caída en el índice de deforestación en el Amazonas brasileño. Sin embargo, los productores de soya a gran escala encontraron una solución alternativa: simplemente desplazaron sus operaciones a las zonas de los alrededores, donde la deforestación, la producción y los beneficios han crecido como la espuma.
Diez años más tarde, Cargill todavía se opone a la expansión de la moratoria al Amazonas boliviano y el Cerrado brasileño a pesar de los llamamientos a hacerlo por parte de las ONG, los científicos y el ministro de Medio Ambiente brasileño, Jose Sarney Filho.
Hasta ahora los minoristas no han usado su influencia sobre Cargill para obligarlo a apoyar la expansión de la moratoria de la soya.
En el Cerrado brasileño, una sabana tropical diez veces el tamaño de Gran Bretaña, la deforestación ha sido impulsada por una rápida expansión del cultivo de la soya. Conocido como un “bosque invertido” por sus árboles de pequeño tamaño con unas raíces profundas, la biodiversidad de la región posee una enorme capacidad de almacenamiento de CO2 que provoca el calentamiento global, pero solo un 50 % de su vegetación permanece intacta. En 2016, los investigadores utilizaron datos obtenidos por satélites para determinar que el campo de cultivo dentro de un estudio de 45 millones de hectáreas del Cerrado se duplicó durante la última década, al aumentar de 1,3 millones de hectáreas en 2003 a 2,5 millones de hectáreas en 2013.
En el Amazonas boliviano, un área dos veces el tamaño del área metropolitana de Londres ha sido deforestada para uso agrícola cada año desde 2011, según las estimaciones del Centro de Documentación e Información de Bolivia, no gubernamental. Esto es dos veces el índice visto en la década de los 90.
La deforestación está contribuyendo significativamente a la desestabilización del clima de la Tierra. Cuando los árboles son talados y quemados, su carbono almacenado es inmediatamente liberado en la atmósfera como dióxido de carbono, lo que genera una décima parte de todas las emisiones que provocan el calentamiento global, según la Unión de Científicos Preocupados.
La deforestación también produce un importante daño al hábitat y a la fauna silvestre y a los acuíferos naturales. Además, la industria de la soya es una fuerte usuaria de pesticidas químicos y fertilizantes petroquímicos.
Hay quinientos millones de acres de tierras degradadas por toda América Latina donde Cargill y otras empresas de materias primas transnacionales como Archer Daniels Midland, Bunge, y Amaggi podrían, si así quisieran, expandir sus negocios sin sacrificar los ecosistemas nativos.
Cargill describió la acusación de Mighty Earth de la deforestación del Amazonas boliviano como “simplemente incorrecta”.
“Compramos menos del 10 % de soya boliviana y somos muy claros en que si un agricultor ha deforestado tierras, no compraremos de ese productor”, dijo Devry Boughner Vorwerk, vicepresidente corporativo de Cargill.
Sin embargo, The New York Times llevó a cabo sus propias entrevistas y confirmó que agricultores que participaron en la deforestación en Bolivia estaban vendiendo a Cargill.
Cargill también afirma que porciones del Cerrado brasileño mencionadas en el informe habían sido revisadas por el equipo analítico geoespacial de la empresa que habían encontrado que esta zona no estaba plantada con soya durante la pasada cosecha. “No compramos de esas granjas porque no han plantado soya”, dijo Cargill en un comunicado.
Mighty Earth rebatió que estas negaciones eran engañosas, ya que su informe se refiere a superficies forestales taladas recientemente que todavía no estarían listas para la plantación de soya. Sin embargo, esas superficies son propiedad de agricultores que en la actualidad venden a Cargill de sus otras granjas. Lisa Rausch, una investigadora de la Universidad de Wisconsin, confirmó que normalmente se tarda de dos a tres años después de que la superficie es talada hasta que es plantada con soya.
Un informe de seguimiento de Mighty Earth, publicado en mayo, encontró que incluso después de la publicación de la investigación original, los proveedores de Cargill continuaron participando en la tala de bosques.
Toby Gardner, investigador del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, explicó que es muy difícil para Cargill garantizar el conocimiento del origen de toda su soya.
A principios de este año Gardner estaba en Brasil para ayudar con el lanzamiento de una nueva plataforma de transparencia, Trase (www.trase.earth) que permite a los consumidores y distribuidores rastrear el origen de la soya y otras materias primas hasta el nivel de ciudad.
“Cargill se abastece de más de 10 000 granjas en Brasil y las limitaciones actuales de datos implican que no tienen un sistema adecuado de diligencia preparado para inspeccionarlas e investigarlas”, dijo. “El trabajo que estamos realizando con Trase es uno de los esfuerzos por intentar y ayudar a abordar esta falta de información”.
McDonald’s y Morrisons no realizaron ningún comentario para esta historia sobre la implicación de su abastecimiento de soya de áreas recientemente deforestadas en América Latina o su postura sobre la expansión de la moratoria de la soya a otras regiones, sobre todo el Cerrado.
Peter Andrews, Consejero de Investigación de Política de Sostenibilidad del Consorcio Minorista Británico, respondió en nombre de Tesco: “Todos nuestros miembros están comprometidos a trabajar hacia un suministro sostenible de la soya de fuentes no deforestadas. Han mostrado que gracias a la cooperación con otros minoristas y proveedores, es posible avanzar como demuestra la Moratoria de la Soya en Brasil.
“Nuestros miembros siguen buscando oportunidades para expandir su influencia más allá del Amazonas, pero el Reino Unido es un comprador relativamente pequeño y el progreso dependerá de la colaboración ulterior”.
Gran Bretaña es el quinto destino de importación más grande para la soya de la sabana brasileña, superada solo por China, Tailandia, Holanda y Francia.