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La palma aceitera sigue devastando los bosques del norte de Guatemala

Grandes extensiones de palma africana en comunidades de Alta Verapaz, luego de tala de bosques.

  • Entre 2006 y 2017, según imágenes satelitales, se perdieron 164 kilómetros cuadrados de bosque al noreste de Guatemala, en la frontera con Petén, en uno de los corredores biológicos que conduce hasta la Reserva de la Biósfera Maya.
  • Los cultivos de palma africana están reemplazando a los últimos relictos de bosque nativo.
  • Empresas palmicultoras, como Industrias Chiquibul, operan en la zona sin contar con una licencia de tala ni de operaciones emitidas por el Estado.

En el terreno por el que vamos caminando, hace unos meses había ejemplares de Rosul (Dalbergia retusa), un árbol protegido en Guatemala. También había especies maderables como el cedro, el canchán, el palo de San Juan y palo Santa María. Había pericos y monos. Así lo asegura *Alfonso, un líder comunitario y autoridad ancestral maya de la aldea Ranchón Carolina, en Chisec, al noreste de Guatemala.

Bajo una fina lluvia, este poblador nos guía por la última parcela que se resiste al avance del cultivo de palma africana. Se trata de dos manzanas de un terreno comunal que conservaba bosque en pie hasta febrero de 2017, después de esa fecha casi la totalidad del área fue arrasada. Sin embargo, hace tres meses, el 25 agosto de 2017, 75 comunitarios ocuparon estas dos manzanas de bosque para impedir que fueran sembradas con palma.

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—La palma ahí está, ¿ve? —muestra Alfonso, apuntando con el brazo derecho un terreno.

—Allá está, mire, verde, verde. Esto lo quieren poner también aquí. Eso es palma —explica este líder comunitario.

Nos encontramos en el municipio de Chisec, al norte del departamento de Alta Verapaz, un área de bosque tropical lluvioso fronterizo con el departamento de Petén. Chisec es uno de los cinco municipios que conforman la Franja Transversal del Norte, un área selvática y apenas habitada hasta los años 70, cuando comenzó a colonizarse. Actualmente, aunque con la cobertura boscosa ya muy mermada, constituye un corredor que conduce hacia la Reserva Biológica San Román y la Reserva de Vida Silvestre Petexbatún, parques nacionales que llevan a la Reserva de la Biósfera Maya.

La Franja Transversal del Norte fue la última área de Guatemala en ir perdiendo cobertura boscosa en favor de los cultivos de palma africana. El área ubicada entre Chisec y Raxruhá ha perdido 164 kilómetros cuadrados de cobertura boscosa desde 2006. Foto: Sandra Sebastián.

Sin embargo, esta zona no ha logrado salvarse del avance del cultivo de palma africana en Guatemala. Después de Sayaxché, en Petén, los municipios que conforman la Franja Transversal del Norte, son los que mayor pérdida de árboles nativos reportan por el ingreso de la palma.

La zona que más pérdida de bosque ha sufrido se encuentra entre los municipios de Raxruhá y Chisec, en un valle ubicado al sur de la sierra de Chinajá. Estos terrenos, ocupados por diferentes comunidades maya q’eqchi, comenzaron a comprarse a partir de 2011 para expandir la palma africana por toda la llanura. Al día de hoy se encuentran acaparados, casi en su totalidad, por este monocultivo.

La palmicultora que opera en el área se llama Industrias Chiquibul, que según información proporcionada por la propia empresa, comenzó a acaparar parcelas en esta área a partir de 2011. Según la revista guatemalteca El Observador, esta compañía le pertenece a Suhel Abel Turjuman Miguel, presidente del Banco Inmobiliario y de la empresa de fertilizantes Mayafer.

Desde 2012, todas las aldeas ubicadas en las mediaciones de la Sierra Chinajá, entre Raxruhá y Chisec, comenzaron a ser compradas para el cultivo de palma africana. Foto: Sandra Sebastián.

Los bosques perdidos

 

Aunque Industrias Chiquibul niega que se haya deforestado esta área para introducir palma africana, argumentando que eran terrenos que ya no tenían árboles cuando fueron adquiridos, las imágenes satelitales muestran cómo los remanentes de bosque han ido desapareciendo desde la entrada de este monocultivo.

En base a un análisis realizado por el Centro de Estudios Conservacionistas (CECON) de la Universidad San Carlos y tomando como base dos imágenes satelitales, una de 2006 y otra de 2017, se ha podido establecer que de los 1670 kilómetros cuadrados de bosques nativos que existían —en parte de Chisec, Raxruhá y Sayaxché— se perdieron 164 kilómetros cuadrados. Y estos han sido reemplazados, casi en su totalidad, por monocultivos de palma africana. Hablamos de un espacio comparable con 64 campos de fútbol.

Comparacion de dos imagenes satelitales de 2006 y 2017 del área actualmente ocupada con cultivos de palma africana de Industrias Chiquibul. Crédito: CECON.

Pero el área de palma africana cultivada en esta extensión alcanza, en realidad, los 225 kilómetros cuadrados, si tomamos en cuenta que un porcentaje de las tierras ya habían sido transformadas años atrás por la actividad ganadera. El análisis que hizo el CECON, sobre el cambio de uso de suelo entre el 2006 y 2017, muestra entonces que 225 kilómetros cuadrados han sido ocupados por palma y añade a sus hallazgos 154 kilómetros cuadrados más que son tierras ya despejadas y listas para cultivar.

La pérdida se ha registrado, sobre todo, en una llanura ubicada bajo la Sierra de Chinajá, que alberga las aldeas de Xuctzul, Setzaj, Candelaria, las Mercedes y Caoba. Estas se encuentran hoy ocupadas, casi en su totalidad, por plantaciones de palma, tal como puede verse en las imágenes satelitales y comprobarse visitando el área.

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Otras comunidades cercanas, como Santa Rosa, Ranchón Carolina y Vista Hermosa, están desde 2016 en conflicto con Industrias Chiquibul porque se oponen a la tala de árboles en las tierras que ya han sido vendidas. Hay otras aldeas como la de Canaan que, a pesar de haberse opuesto a la palma en un inicio, finalmente optaron por firmar acuerdos de venta de sus tierras con intermediarios de la palmera.

Las comunidades afectadas por las plantaciones de palma han emprendido diferentes acciones para frenar este monocultivo. Sin embargo, a pesar de las denuncias y comunicados por contaminación de ríos, acaparamiento de tierras, tala de árboles o muerte de peces, no han logrado frenar la compra de tierras y cultivo de palma. Foto: Sandra Sebastián.

El problema de la falta de datos

Según informó a Mongabay Latam Pedro Silvestre, coordinador técnico del Instituto Nacional de Bosques de Alta Verapaz, un 60 % del terreno ocupado actualmente por Industrias Chiquibul en el área de Chisec y Raxruhá, ya había sido convertido por la actividad ganadera antes del 2011, y un 40 % sí estaba ocupado por bosques y cultivos. “Yo considero que entre un 40 o un 50 % de la extensión de esos municipios de la Franja Transversal del Norte —Chisec, Raxruhá, Chahal y Fray Bartolomé de las Casas—, ya está abarcada por la palma”, señaló Silvestre.

El total de hectáreas ocupadas por palma africana en Guatemala no se encuentra cuantificado desde el año 2012, cuando se publicó el último mapa de cobertura forestal. Según información del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), en aquel momento 111 000 hectáreas de la superficie del país estaban ocupadas por plantaciones de este monocultivo. Una superficie que se ha multiplicado por cinco desde 2001.

En base al perfil ambiental de Guatemala 2010-2012, realizado por la Universidad Rafael Landívar, en ese momento, de las 93 513 hectáreas destinadas en el país para sembrar palma, un 25 % de esta extensión se habría deforestado desde el 2001 y un 65 % eran tierras que habían perdido superficie boscosa antes de 1991.

Esta zona, según el Instituto Nacional de Bosques, era un hábitat de árboles como el rosul o el árbol de Chico-zapote, ambas especies protegidas. Foto: Sandra Sebastián.

Sin embargo, estos mapas, debido a su antigüedad, impiden comprobar el avance de la palma africana y la consiguiente tala de bosque en la Franja Transversal del Norte. Industrias Chiquibul informó a Mongabay Latam que la cantidad de hectáreas adquiridas es un dato confidencial. Por lo tanto, la única información con la que se puede contar por el momento, es la brindada por los propios comunitarios.

Según los líderes de estas comunidades, en Ranchón Carolina la empresa Chiquibul compró un total de 40 manzanas (27.6 hectáreas) de terreno comunal, en Vista Hermosa fueron 135 hectáreas. En el caso del caserío Setzaj fueron 99 caballerías comunales (4470 hectáreas). Y las comunidades Mercedes vendieron 12 caballerías.

Los comunitarios sostienen, además, y puede corroborarse en el Registro Catastral, que esas parcelas no se compraron a nombre de la empresa y que esta no figura como propietaria de ningún terreno en Chisec o Raxruhá. Lo que ocurrió, señalan, es que esas tierras fueron adquiridas por terceras personas y que luego Industria Chiquibul se encargó de trabajarlas, y de contratar al personal que labora en el área.

Un árbol protegido en peligro

El rosul es una de las especies nativas más afectadas. El técnico del Instituto Nacional de Bosques de Alta Verapaz, Pedro Silvestre, informó en una entrevista con Mongabay Latam que en la zona invadida por la palma existen varias reservas naturales y “es un corredor biológico natural, un área de transición de varias especies de animales, y también de plantas”. “El daño ambiental es alto. Esta zona está llena de Rosul, que es una especie protegida. Y la cobertura forestal que se pierde no se recupera, es un daño irremediable”, explicó.

Otras de las especies de árboles que caracterizan al área intervenida por los cultivos de palma son el canchán, (Terminalia amazonia), el chichipate (Sweetia, Panamensis) zapote (Pouteria sapota), zapotón (Pachira Acuática) y el chico zapote, de donde se extraía la resina de chicle natural. También existen especies protegidas como el cola de coche, (Santofilum), el palo de San Juan, (Vochysia guatemalensis) o el palo bálsamo (Liquidambar barbata).

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Según información proporcionada por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), la presión de las plantaciones de palma africana, y sus extractoras, en las zonas de amortiguamiento de las Áreas Protegidas del Sur de Petén (APSP), ha provocado la fragmentación de los ecosistemas de estas áreas. El documento enviado por CONAP a Mongabay Latam también menciona “la pérdida de cobertura boscosa por talas ilegales, desplazamiento de diferentes grupos de animales, como aves y mamíferos por pérdida de hábitat (…), y las zonas núcleo que empiezan a desconectarse, viéndose afectado el flujo de las especies y el flujo genético de las mismas, dando como resultado la pérdida de diversidad biológica en la zona”.

Un árbol de ceiba, el árbol nacional de Guatemala, rodeado de matas recién cultivadas de palma africana, a una orilla de la Franja Transversal del Norte, en Chisec. Foto: Sandra Sebastián.

 

Denuncias contra la palmera

Según el Instituto Nacional de Bosques (INAB) de Guatemala, Industrias Chiquibul no cuenta con licencia de tala para deforestar. Pedro Silvestre dijo a Mongabay Latam que, de las cinco palmeras que operan en el área, solo una ha solicitado una licencia de tala, y que el resto de pérdida de cobertura boscosa se ha producido de manera ilegal. Silvestre indicó que una de las formas que tienen las empresas palmeras de operar es pedir a los propietarios que talen los árboles antes de vender el terreno, para así no poder ser acusadas de tala ilegal.

INAB denunció en 2013 a industrias Chiquibul por haber deforestado 84 hectáreas en la aldea Xuctzul, ubicada bajo la Sierra de Chinajá. Esta demanda, sin embargo, nunca avanzó en el Ministerio Público.

El técnico de INAB confirmó, además, que las industrias palmeras continúan comprando tierras para avanzar con la siembra de este monocultivo. “Tenemos algunas fincas con remanente de bosque que la palma ya tiene bordeadas. El propietario de estas fincas no se puede deshacer de ellas, porque adquirieron un compromiso ante el INAB: un incentivo forestal, o un compromiso para un aprovechamiento. Pero hemos visto que presionan cada vez más, año tras año, para tener más área”.

Los vecinos de las aldeas que vendieron sus parcelas de terreno actualmente trabajan contratados por la palmera. Foto: Sandra Sebastián.

Industrias Chiquibul ha sido denunciada también por no contar con la licencia de operaciones que debe otorgar la municipalidad de Chisec. “La licencia de construcción de la planta de procesamiento (de palma) la pidieron cuando ya habían construido. La municipalidad no la ha otorgado, pero igual siguen operando”, indicó un concejal, que tampoco quiso identificarse “por seguridad”. “Cuando entraron (Industrias Chiquibul), los compradores eran intermediarios, y nunca dieron a conocer que eran de la palmera. La gente vendió porque pensaban que era para sembrar sandía, papaya, para poner potreros”, explicó.

El 17 marzo de 2017, industria Chiquibul fue acusada también de la muerte de peces en el río San Román, cerca de la aldea Tierra Blanca, donde la empresa tiene construida su planta de procesamiento. En aquel momento, el Ministerio Público sindicó como responsable a esta empresa palmera, aunque más tarde fue desligada de la denuncia por no haber encontrado pesticidas en el río.

Las acciones de la resistencia maya para frenar la palma

Mientras tanto, los comunitarios que no han vendido sus tierras, las autoridades ancestrales y los miembros de los consejos de desarrollo de algunas de estas aldeas, se han constituido como un grupo de resistencia frente al avance de las plantaciones de palma. Este busca, a través de diferentes cauces, frenar los cultivos de palma africana y sus efectos en sus comunidades.

“En 2015 nosotros hicimos la denuncia, en el Ministerio de Medio Ambiente, en el Ministerio Público, en la Procuraduría de Derechos Humanos, para que no ingrese la empresa a botar árboles. Pero en 2016 cooptaron al Consejo de Desarrollo, por eso entraron. Todo 2016 estuvieron botando (bosque). La ley dice que tienen que dejar los árboles a la orilla del río pero todos estos los talaron”, explicó *Tomás, autoridad ancestral maya de la aldea Vista Hermosa, quien nos pide mantener en reserva su nombre por seguridad, mientras muestra otra parcela talada hace dos meses. “Casi todo lo han botado este año. En total 6 caballerías (270 hectáreas). Estamos en una lucha. Cuesta, hay amenazas y denuncias en contra de nosotros y las instituciones no responden”, añadió.

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Tomás contó que actualmente participan en una mesa de diálogo integrada por el Ministerio de Medio Ambiente, el Ministerio Público, la Procuraduría de Derechos Humanos y varias organizaciones que defienden a las comunidades, para solucionar varios problemas ambientales en Alta Verapaz, entre ellos la tala de árboles o la muerte de peces provocados por la palma africana, según los vecinos de estas aldeas. Sin embargo, explicó el líder de Vista Hermosa, hasta el momento no ha habido ningún avance. “Laurel (…) todo botado, palo Cuxil, palo Rosul, Jocote Frai, palo Madre Cacao”, enumera así las especies nativas que se han perdido.

El 90 % de los vecinos de la comunidad Chesaj, en Raxruhá, comenzaron a vender su terreno comunal a partir de 2005. Actualmente, todo fue comprado por Industrias Chiquibul y se llenó de palma africana. Foto: Sandra Sebastián.

Al igual que la aldea Vista Hermosa, las diferentes comunidades ubicadas bajo la Sierra Chinajá han presentado desde 2012 diferentes denuncias ante el Ministerio Público. Ranchón Carolina interpuso una demanda por la tala de 60 árboles de caoba, mientras que la aldea San Francisco Las Mercedes denunció a Industrias Chiquibul por inconformidades con el traspaso de tierras, además de señalar la contaminación de los ríos y la muerte de los peces en el arroyo San Román.

A este escenario se suman varios conflictos territoriales vinculados a esta empresa. La Secretaria de Asuntos Agrarios, según la misma institución, reporta un conflicto de tierras en la aldea Muqb’ilha II con Industrias Chiquibul (caso de disputa de derechos 702) y otro en la comunidad Casta La Linterna II (caso 803).

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Una de las aldeas que más hectáreas ha perdido ha sido Sechaj, cuyo terreno comunal, de 99 caballerías (4470 hectáreas), actualmente se encuentra lleno de cultivos de palma africana. En el camino hacia la cooperativa Sechaj, pueden verse hectáreas recién cultivadas de palma y camionetas trasladando a trabajadores de Industrias Chiquibul, que acuden a recibir su pago quincenal. De pie, en un mirador que da a las montañas, un hombre contempla una inmensa llanura llena de este monocultivo.

Este hombre, de unos 60 años, quien tampoco quiere identificarse, le contó a Mongabay Latam que esa era tierra de la comunidad maya q’eqchi, cuyo título de propiedad consiguieron en 1978. En 2005 parcelaron el terreno y comenzaron a venderlo a los ganaderos, sin imaginar que acabaría repleto de ese cultivo extensivo. De 131 dueños de la tierra, el 90 % optó por vender sus parcelas. Este indica que ese terreno nunca fue fértil. “La tierra era muy pobre, muy navajuela. Todo era montaña. Aquí estaba lleno de palo chico (zapote)”.

Una parcela cercana a las Cuevas de Candelaria fue recientemente cultivada con palma africana, los abonos utilizados para las matas y un quinel que desvía agua del río Candelaria han contaminado el río que pasa bajo las cuevas y del que se abastece la comunidad. Foto: Sandra Sebastián.

Al lado de Sechaj se encuentra la comunidad Candelaria Campo Santo, que ha sufrido las consecuencias del monocultivo sin haber vendido su terreno. Candelaria, que posee la reserva natural Cuevas de Candelaria, parte de un reclamo turístico de la zona, denunció que el río que pasa bajo la cueva se ensució. Este se ve hoy de color marrón, cuando en fotos previas lucía una tonalidad azul turquesa. “Sacaron un canal del río para las plantas (de palma) y, ahora, el agua llega llena de químicos. Antes el río Candelaria era de agua clara, ahora se enturbió. Y en la comunidad usan el agua para usos múltiples y llega contaminada”, indicó un miembro del Consejo de Desarrollo de la Comunidad Candelaria.

Un joven de esta aldea se ofrece a mostrarnos el canal que la palmera construyó en el río para desviar el agua hacia una de sus parcelas. Al caminar entre las palmas, se puede ver cada pequeña mata rodeada de una masa de agua azulada y, de pronto, pasa una serpiente. “Es una barba amarilla. La palma trajo mucha barba amarilla, ahorita las culebras se meten en las casas, ayer picó la culebra a un señor”, afirmó este joven de 25 años. “Cuando un árbol hace sombra, lo botan, para que se quede solo la palma. Antes aquí estaba fresco. Aquí había árboles de Chico-zapote, de Santa María, Irrayoles, Cedro. Había tigres, venados, tepezcuintles, hasta coche de monte había, había loros, tucanes (…) A esta comunidad no le gusta la palma, pero no podemos hacer nada”, concluye.

Setzaj y Candelaria, aldeas que pertenecen a la municipalidad de Raxruhá, han publicado desde 2013 varios comunicados conjuntos, en los que denuncian la contaminación de ríos, la explotación laboral, usurpación de tierras, presión para la venta de tierras y destrucción de bosques y selvas. En mayo de 2016, nuevamente, varios consejos de desarrollo de Raxruhá solicitaron a la municipalidad que emita un dictamen desfavorable hacia Industrias Chiquibul. Hasta la fecha sin embargo, todas las acciones emprendidas por los Consejos de Desarrollo Comunitario de las aldeas no han logrado frenar el avance de la palma.

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Las denuncias interpuestas ante el Ministerio Público, contra Industrias Chiquibul, no han logrado avanzar. En la sede distrital de la Fiscalía de Medio Ambiente de Cobán, Verónica Maas, fiscal a cargo de esta instancia judicial, se defiende.

Con respecto a que la empresa esté operando sin licencia de tala, la titular del ente investigador dijo que no contaban con ninguna denuncia al respecto. Sobre la demanda interpuesta por la aldea Ranchón Carolina por la tala de 60 matas de caoba, informó que los comunitarios debieron hacer la denuncia en la sede de Cobán y no en la de Chisec. Y, en referencia a la falta de licencia de operaciones de Industrias Chiquibul para desarrollar sus actividades en la zona, si bien Maas confirmó que esto era cierto, dijo que este era un delito administrativo y no penal y que, por lo tanto, no lo conocía el Ministerio Público. Al cuestionar a la fiscalía por la falta de seguimiento a las denuncias presentadas, Maas respondió enérgicamente señalando que la culpa era de los comunitarios por vender sus terrenos.

Los cultivos de palma africana cubren ahora los 4460 hectáreas comunales de la aldea Sechaj, bajo la Sierra Chinajá. Previamente esta se encontraba cubierta de bosque. Foto: Sandra Sebastián.

La versión de Chiquibul

La gerente de comercio de Industrias Chiquibul, Mónica Figueroa, negó a Mongabay Latam a través de un correo electrónico que la empresa haya deforestado bosque para cultivar palma africana.

“Industria Chiquibul, S.A., inició la compra de tierras a finales de 2011. En ese entonces, las tierras ya no contaban con ese tipo de especies de árboles. Es importante reconocer que las tierras compradas habían sido explotadas forestalmente por los antiguos propietarios, quienes se agenciaban de dinero por medio de la tala de árboles como medio de subsistencia. Se tiene conocimiento de que dichas tierras habían sido taladas 40 años atrás, y en el momento de adquirir las tierras en ellas se encontraban guamiles, arbustos y pastizales”, indicó Figueroa y añadió que el número de hectáreas adquiridas por la empresa es información confidencial.

Sobre la denuncia que indica que la empresa está trabajando en la aldea Tierra Blanca sin licencia de operaciones para su planta de procesamiento, Figueroa confirmó que el alcalde les denegó la licencia. “Por temas políticos y burocráticos no fue concedida”, pero agregó que actualmente están operando mediante una acción de amparo.

Aunque Industrias Chiquibul desmiente que se haya deforestado para cultivar palma, en varias de los terrenos de Chisec y Raxruhá pueden verse árboles recién talados y matas de palma cultivadas en ese espacio. Foto: Sandra Sebastián.

Sobre las denuncias por coacción y usurpación agravada a los campesinos, Figueroa informó que Industrias Chiquibul “ha procedido legalmente únicamente en contra de personas invasoras que quieren apropiarse indebidamente de terrenos legalmente adquiridos por la empresa, estos expedientes se encuentran en procesos en los tribunales correspondientes”.

En el recorrido a través de la carretera, todavía es posible ver los remanentes de bosque que permanecen en pie, como un recuerdo de lo que antes fue una selva frondosa y que hoy está ocupada casi en su totalidad por plantaciones de palma. Los vecinos de las comunidades, que han presentado innumerables denuncias, ya no saben qué más hacer. A la dificultad de tramitar demandas en un idioma que no es el suyo, hay que sumarle la falta de apoyo del Estado. Durante el recorrido, estos líderes hablaron de violencia, de coacción y de amenazas, pero sobre todo hablaron de los árboles, los animales y de su cultura ancestral maya, además del respeto que tienen por la naturaleza.

*Los nombres de los líderes comunitarios que acompañaron esta visita de Mongabay Latam al área recientemente deforestada para cultivar palma africana fueron sustituidos para proteger su identidad, debido a las amenazas y hechos violentos suscitados en el área tras la llegada de los cultivos de palma.

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