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Sinergias sin examinar: construcción de presas y minería van de la mano en la Amazonía

Minas de bauxita en Paragominas, Brasil, Norsk Hydro ASA. La mena de bauxita se convierte en aluminio utilizando un proceso de producción de mucha intensidad de energía. En la Amazonía mucha de esa energía proviene de la energía hidráulica. Foto de Hydro/Halvor Molland encontrada en flickr

  • Se prevé construir 40 represas hidroeléctricas grandes en la cuenca del Amazonas en los próximos 20 años para que satisfagan las necesidades enormes de una industria minera sedienta de energía, que extrae, procesa y exporta hierro, aluminio, manganeso y oro.
  • Pero las necesidades de energía de la minería rara vez se relacionan con los planes para nuevas represas o a sus evaluaciones de impacto ambiental. La minería y la construcción de represas en la Amazonía ya han tenido como resultado graves efectos perjudiciales para el ambiente y sociales, incluidos el desplazamiento de comunidades indígenas y tradicionales.
  • Las compañías mineras y los consorcios multinacionales son beneficiarios importantes de la generosidad del gobierno expresada en subsidios, exención de impuestos y energía obtenida de las represas que se mandaron construir de manera reciente en la Amazonía.
  • El desarrollo de infraestructura brasileña en la Amazonía, incluidas la construcción de represas y la minería, podría, si no se toman medidas apropiadas sobre los problemas ambientales y sociales, convertir a la Amazonía en una zona nacional de sacrificios en la que la diversidad biológica y cultural disminuye de manera drástica.
La represa de Belo Monte, una de las represas hidroeléctricas más grandes del mundo, se encuentra en el río Xingú en el corazón de la Amazonía. También se encuentra de manera adyacente a la mina de Belo Sun que, si se extiende, podría ser la mina de oro más grande de Brasil. Según el ingeniero minero Juan Doblas, quien trabaja con la ONG y grupo de defensa ambiental Instituto SocioAmbiental (ISA), sin la energía de la represa de Belo Monte, la mina de Belo Sun no sería viable. Foto de Zoe Sullivan

En los últimos años de la década del setenta, Raimunda Gomes da Silva y su esposo, João Pereira da Silva, se mudaron a Tucuruí en el estado de Pará. João se fue a trabajar a la represa que se construyó allí. Con el dinero que ganó, la pareja se compró una parcela de tierra y construyó una casa. “Este mismo dinero que compramos con la represa, la represa nos sacó”, le indicó Raimunda a Mongabay durante una entrevista en Altamira.

“Nuestra tierra se inundó. Nuestra casa se inundó. Así que nos fuimos de Tucuruí y, en los noventa, llegamos a la isla”. La isla a la que se refiere Raimunda se encuentra en el río Xingú, también en el estado de Pará. A pesar de que le ofreció un refugio seguro a la pareja por alrededor de veinte años, otra represa hidroeléctrica grande, Belo Monte, los obligó a irse. Esta vez, João sufrió un accidente cerebrovascular, a partir del cual, según Raimunda, pasó de ser su esposo a un niño.

Las historias trágicas de desplazamientos y pérdidas como esta son bastante comunes en la Amazonía brasileña a medida que se construyen más represas. Pero lo que se menciona poco en el relato es la estrecha relación entre el boom hidroeléctrico y una industria minera exitosa con su sed de miles de megavatios de capacidad generadora.

Para los próximos veinte años, se prevé la construcción de alrededor de 40 nuevas represas con capacidad de generar más de 30 megavatios. Por su parte, el Plan Nacional de Minería 2030 del Ministerio de Minas y Energía denomina a la Amazonía “la frontera actual de la expansión de la minería en Brasil, lo que genera optimismo y, al mismo tiempo, preocupación”.

Minas de bauxita en Paragominas, Brasil, Norsk Hydro ASA. La mena de bauxita se convierte en aluminio utilizando un proceso de producción de mucha intensidad de energía. En la Amazonía mucha de esa energía proviene de la energía hidráulica. Foto de Hydro/Halvor Molland encontrada en flickr

Víctimas de la expansión de la minería

Una de las preocupaciones centrales descubiertas por el plan de minería de Brasil es la pugna entre la utilzación y la ocupación de la tierra (como la que experimentaron Raimunda y João). Se producen conflictos entre perspectivas bastante diferentes sobre el desarrollo, en donde las vidas y la subsistencia de los habitantes indígenas y tradicionales choca con los intereses de los grandes proyectos de mega minería y represas orientados a la exportación que requieren sumas de dinero importantes, diseñados por corporaciones y respaldados por el gobierno.

Las vidas de Raimunda y João cambiaron de manera drástica dos veces por las demandas de energía de la industria minera. Había una conexión explícita con la represa de Tucuruí, construida en el río Tocantins principlamente para abastecer a las instalaciones de producción de aluminio cercanas. Según las proyecciones de 1987 de Electronorte realizadas tres años luego de que se terminara de construir la represa, el 49.9 % de la energía de Tucuruí estaba destinada a la producción de aluminio y alúmina en Albrás en Bacarena y Alumar en São Luis, Maranhão.

De la misma manera que el traslado de la pareja de la isla al río Xingú. La firma de extracción de oro canadiense Belo Sun planea abrir la mayor mina de oro en Brasil adyacente a la represa de Belo Monte. El sitio web de la firma sostiene que se pueden obtener más de un millón de onzas de oro de la mina y que su energía provendrá directamente de una subestación en Belo Monte. Aun así, el sitio indica que solo hay un gramo de oro por tonelada. Según el ingeniero minero Juan Doblas, quien trabaja con la ONG y grupo de defensa ambiental Instituto SocioAmbiental (ISA), sin la energía de la represa de Belo Monte, la mina de Belo Sun no sería viable.

El “cementerio” de barcos en las orillas de Altamira en el estado de Pará. Los barcos fueron en gran parte abandonados por pescadores luego de que la construcción de la represa de Belo Monte los desplazara a ellos y a su familia. El conflicto entre los pueblos indígenas y tradicionales que viven en las orillas de los ríos continúa agravándose a medida que se construyen nuevas represas y minas. Foto de Zoe Sullivan

Rastreando el uso de energía minera en la red

A partir de la introducción de la red de transmisión eléctrica Sistema Interconectado Nacional (SIN) de Brasil, se ha hecho más difícil precisar la relación directa entre una nueva represa específica y las fundidoras.

Philip Fearnside, investigador que se centra en las represas hidroeléctricas brasileñas y el cambio climático, describió el cambio a Mongabay. “Antes, con Tucuruí, había una línea especial de transmisión que era de allí directamente. Dos de ellas: una a [Albrás] y una a Alumar. Mientras que ahora está todo mezclado en el SIN”.

Aun así, los residentes en las orillas del río Tapajós tienen muchas sospechas con respecto al verdadero propósito detrás de la megarrepresa controversial São Luiz de Tapajós. Muchos creen que sus 10000 megavatios de energía fueron destinados a la mina de bauxita de Jurutí cercana para hacer aluminio para exportar.

Activistas ambientales, comunidades indígenas y habitantes tradicionales de la ribera del río de la cuenca del río Tapajós lucharon de manera exitosa para frenar la construcción de São Luiz de Tapajós. IBAMA, la agencia de protección ambiental, archivó el proyecto el año pasado. Sin embargo, a quienes se oponen les preocupa que el goberno pueda reanudar el proyecto en cualquier momento.

Entrevistado poco después de la decisión de IBAMA del año pasado, el cacique Juarez Saw Munduruku de la comunidad indígena Sawré Muybu, afirmó a Mongabay que no estaba durmiendo tranquilo. “Estoy un poco preocupado. Estoy preocupado porque no creo en el gobierno brasileño. Podrían apelar la decisión sobre la licencia para reanudar los estudios. Esa es mi preocupación. Así que es por eso que no podemos dejar de luchar. Vamos a seguir luchando hasta que el gobierno deje de construir en toda la zona del Tapajós poque el Tapajós es parte del Munduruku”.

Otra vista de las minas de bauxita de Norsk Hydro ASA en Paragominas, Brazil. Foto encontrada en flickr

Un vocero de Alcoa, que opera en la mina de Jurutí , replicó que producir energía en la represa de São Luiz de Tapajós no necesariamente los beneficiaría. “Desde la perspectiva de la energía, la conexión de Jurutí a la red depende de la infraestructura de trasmisión, no de una nueva generación”.

A pesar de que SIN ha eliminado la obvia conexión directa entre una represa particular y una mina particular, eso no quita la necesidad urgente de energía de la industria minera, que puede ser satisfecha por la energía hidraúlica del Amazonas. El Plan de Minería 2013-2030 del estado de Pará publicado por el Secretario de Desarrollo Económico, Minería y Energía deja claro que la ausencia de energía asequible dificulta atraer nuevas inversiones. El plan afirma que la falta de energía “representa un desafío significativo para el crecimiento de la cadena industrial del estado”, que básicamente, “amenaza a la industria de aluminio en Brasil”.

Riqueza mineral amazónica

El estado de Pará, en el norte de Brasil, atravesado por el Bajo Amazonas y sus principales afluentes, que incluyen los ríos Tapajós y Xingú, es uno de los productores de minerales más importantes de Brasil. También ilustra la riqueza mineral de Brasil.

La Secretaría de Desarrollo Económico, Minería y Energía del estado (SEDEME) afirmó a Mongabay que el sector minero constituye dos tercios de las exportaciones de Pará y representa el 13 por ciento del producto interior bruto del estado. Un abrumador 85 por ciento del total de bauxita de Brasil se genera en Pará, explicó la SEDEME a Mongabay.

La bauxita es el mineral esencial necesario para el proceso de fabricación de aluminio, que tiene un alto consumo de energía. Alcoa ha estado operando la mina de Jurutí en la ribera este del estado de Pará desde el 2006. Jurutí está en lo alto de lo que algunos estiman es el depósito más grande de bauxita del mundo. Lucio Flavio Pinto, un reconocido periodista de la región, estima que sus tres capas de estrato poseen 700 millones de toneladas de bauxita. Alcoa sostiene que allí hay 21.1 millones de toneladas métricas. El sitio de la compañía señala que Alcoa World Alumina and Chemicals (AWAC) tiene contratos por su bauxita con clientes en China, Brasil, Europa y Estados Unidos, y la compañía estima que el valor de estos contratos de suministros por terceros de 2017 llega a casi $665 millones.

Este mapa geológico muestra diferentes tipos de coberturas sedimentarias así como los principales depósitos de minerales alrededor de Brasil. Cortesía del Plano de Mineração 2030 del DNPM.

La bauxita es el segundo mineral más exportado de Brasil: en 2016 se enviaron 10.4 millones de toneladas al exterior. El manganeso está tercero con dos millones de toneladas. En términos del valor de mercado, sin embargo, el oro es el segundo mineral más importante de Brasil. Las exportaciones de oro en 2016 se valuaron en $2.89 mil millones de dólares.

La mena de hierro es el mineral más exportado de Brasil, aunque la caída de precios redujo su valor a la mitad: de casi $26 mil millones de dólares en 2014 a tan solo $13 mil millones en 2016. Sin embargo, las cantidades extraídas se mantuvieron relativamente estables: pasaron de 344 millones de toneladas en 2014 a 373.9 millones de toneladas en 2016.

Los minerales como estos son esenciales para la economía mundial y se usan de manera habitual en la vida cotidiana. Las personas de todo el mundo utilizan aluminio en sus celulares, bicicletas y autos, por ejemplo. Y la energía de las represas hidroeléctricas asegura que las heladeras, las luces y el aire aconcionado sigan funcionando.

Aun así, los ciudadanos y el ambiente de Brasil pagan el compromiso del país con la minería a gran escala y su falta de compromiso con la seguridad y el cuidado del ambiente. Por ejemplo, el mayor desastre ambiental del país ocurrió en 2015, cuando se produjo un derrame de desechos en la represa Fundão en Minas Gerais. La represa colapsó, mató a 19 personas y afectó a 1.6 millones de personas en la región. Su falla virtió 50 millones de toneladas de minerales y desechos tóxicos en el río Doce de Brasil, lo que contaminó el curso de agua y los cultivos, mató a peces y a animales silvestres. Además contaminó el agua potable con aguas residuales tóxicas a lo largo de los 853 kilómetros (530 millas) del río. La gente de Pará está preocupada porque ahora se propone utilizar la misma tecnología para almacenar desechos de la mina de oro de Belo Sun que se propone construir cerca de la represa de Belo Monte.

Este mapa, reproducido del Informe Anual sobre Minerales de Brasil de 2016 del Departamento Nacional de Producción Mineral muestra los depósitos principales de bauxita (aluminio), cobre, estaño, hierro, manganeso, niobio, níquel y oro.

De manera similar, la mina de Jurutí de Alcoa ha sido controversial desde sus inicios, y ha habido mobilizaciones y protestas contra sus efectos sociales y ambientales negativos, como la contaminación del agua. La represa Tucuruí, que se construyó antes de que Brasil sancionara una ley que requería evaluaciones de impacto ambiental previas a la construcción, eliminó 1783 kilómetros cuadrados (688 millas cuadradas) de tierras boscosas, desplazó habitantes ribereños indígenas y tradicionales y dañó a las pesquerías. Fearnside asegura que ya que tanta energía de la represa estaba destinada a la producción de aluminio, se tenían que construir otras represas para proveer electricidad a las ciudades de la región. Lo que es más, como otras represas en los trópicos, la vegetación que se echa a perder en la reserva produce metano, un gas de efecto invernadero muy potente.

Estos efectos, escribió, solo se pueden evaluar de manera apropiada una vez que esté claro quien se beneficia de una represa. “Lamentablemente, esto no ocurrió en el caso de Tucuruí, que beneficia en mayor parte a compañías de aluminio multinacionales”.

El matrimonio actual de minas y represas

La relación entre la minería y la energía hidraúlica se puede explicar de manera fácil: la minería y el procesamiento de minerales, en particular el aluminio, requieren grandes cantidades de electricidad. Fearnside informa que el cincuenta por ciento de los gastos de Alcoa en sus instalaciones de Albrás y Alumar provienen de los costos de energía, según una declaración del Director para el Caribe y Latinoamérica en el Congreso Internacional de Aluminio en San Pablo, Brasil, en 2010.

Sin embargo, la abundancia de ríos en la cuenca del Amazonas combinada con la impresionante riqueza de minerales de la región ha hecho que a los planificadores les resulte atractivo pensar de manera estratégica sobre el suministro de energía para el procesamiento de minerales a través de energía hidráulica.

El problema, según Doblas, es que se está prestando poca atención a las consecuencias ambientales y sociales de esta estrategia. “La verdad es que instalar una represa hidroeléctrica provoca la instalación de proyectos de minería. Esto nunca, o casi nunca, se integra en el proceso de concesión de licencias como un efecto sinérgico”.

La represa de Tucuruí, construida en el río Tocantins principalmente para abastecer instalaciones de producción de aluminio. Según las proyecciones de 1987 de Electronorte realizadas tres años luego de que se terminara de construir la represa, el 49.9 % de la energía de Tucuruí estaba destinada a la producción de aluminio y alúmina en Albrás in Bacarena y Alumar en São Luis, Maranhão. La bauxita es el segundo mineral más exportado de Brasil: en 2016 se enviaron 10.4 millones de toneladas al exterior. Los impuestos bajos a las exportaciones de minerales incrementaron las ganancias corporativas, lo que le dio a las compañías mineras que realizan exportaciones más influencia política que las compañías mineras nacionales. Foto de Repórter do Futuro bajo licencia de Creative Commons Atribución 2.0 Licencia genérica

En Ocekadi, un libro publicado por International Rivers el año pasado, Daniela Fernandes Alarcon, Maurício Torres y Natalia Ribas Guerrero resaltan los intereses financieros, incluida la minería, detrás de los planes de infraestructura en la región de Tapajós, señalando evidencia en los medios de Brasil. Por ejemplo, en 2011, el Folha de São Paulo, uno de los diarios más respetados de Brasil, informó sobre una nueva serie de inversiones destinadas a la región de la Amazonía y su conclusión fue que: “el sector de electricidad es la fuerza propulsora detrás de esta inversión”. El informe describe planes para represas hidroeléctricas como la de Belo Monte en el río Xingú, Santo Antonio en el río Teles Pires y el proyecto São Luiz de Tapajós. Se dice que estas represas producirán un incremento del 13 por ciento de la energía de la región y por lo tanto “[se convertirán] en uno de los motores para el crecimiento”.

La cuenca del Amazonas, y el estado de Pará en particular, ofrecen varios ejemplos claros de minas asociadas con proyectos de energía hidraúlica. Además de la represa de Tucuruí y las fundidoras en Bacarena y São Luis, también está la mina de bauxita en Paragominas la cual fue vendida por Alcoa a la firma noruega Hydro el año pasado. Aunque todavía no está activa, la mina de oro de Belo Sun sacaría ventaja del suministro de energía de la represa de Belo Monte.

Itaituba es una ciudad pequeña en el río Tapajós que la industria de extracción de oro ha tenido en la mira desde los ochenta. Mongabay se contactó con los miembros de la Cámara de Comercio de Itaituba para conocer su perspectiva sobre los beneficios de la minería y las represas en la región, pero se negaron a hacer comentarios.

En general, las represas hidroeléctricas que se proponen construir en el Amazonas no tienen relación con la minería que apoyan. La represa Cachoeira Porteira de 2350 megavatios, por ejemplo, se propuso por primera vez en los ochenta como una alternativa al suministro de energía para la ciudad de Manaus y todavía no se ha construido. Pero el posible lugar está en Pará en el río Trombetas cerca de Cruz Alta, en el que hay un gran depósito de bauxita que Mineração Rio do Norte (MRN) se propone empezar a explotar en 2022. Una complicación: la bauxita se encuentra debajo de tierra reclamada por una quilombola, una comunidad de los descendientes de esclavos que se escaparon. El proceso lento de escrituración que le daría derecho sobre la tierra a la comunidad, y la proximidad de los intereses mineros constituyen un ejemplo de tensiones en aumento por los derechos de la tierra en la región.

Una operación minera de Vale en Brazil. El país es rico en hierro, bauxita, manganeso, oro y otros minerales que se exportan a países de todo el mundo para hacer muchos de los productos habituales en la vida moderna. Sin embargo, la mineíra requiere mucha energía, y la construcción de represas en los ríos del Amazonas es vista como una manera clave de proveer la electricidad necesaria para la extracción de minerales. Foto de Josue Marnho bajo licencia de Creative Commons Atribución 3.0 Licenci genérica

MRN es un consorcio constituido por compañías mineras entre las que se encuentran Vale, Alcoa, BHP Billiton, RioTintoAlcan, CBA, y la firma noruega Hydro. Un vocero de MRN dijo que la compañía no tiene ninguna relación con el proyecto de construcción de la represa Cachoeira Porteira o ninguna otra represa hidroeléctrica en el río Trombetas. También dijo: “No hay conflictos entre MRN y las comunidades quilombola que buscan obtener los títulos de las tierras”.

Pero Lúcia Andrade de la Pro-Indian Commission negó esto. “Desde el 2013, MRN ha estado expandiendo su área de extracción hacia adentro de los territorios quilombola. Ahora, en abril de 2017, MRN solicitó una licencia preliminar para expandir la minera incluso más adentro de la tierra Quilombola”.

Para Doblas, la idea de que MRN no tiene interés en la represa Cachoiera Porteira da risa. “Las compañías mineras no pagan estos proyectos de manera directa. No están ejerciendo presión por estos proyectos. Pero se beneficiarán y estos proyectos facilitarán la llegada de más minería”.

Las represas son solo uno de los elementos de una red de infraestructura creciente en la Amazonía. Nuevas rutas, líneas ferroviarias y canales de transporte marítimo facilitados por esclusas asociadas con las represas se están planificando en la cuenca del Tapajós y en otros lugares para transportar productos de manera barata. Para Danicley Aguiar de Greenpeace, este desarrollo se realiza sin priorizar los intereses y necesidades de los más vulnerables de la región: “Tenés un boom en la construcción y tenés un incremento de oportunidades de trabajo y cosas así, pero una vez que el proyecto se termina, los únicos ganadores son los intereses a corto plazo”.

La reserva de la represa de Belo Monte mostrando cómo el clima seco ha reducido su nivel de agua y expuesto árboles que habían sido sumergidos anteriormente. Esta fluctuación en los niveles de agua contribuye de manera significativa a la formación de gases de efecto invernadero cuando el nuevo crecimiento de plantas en suelo expuesto se vuelve a cubrir de agua y se descompone. Como resultado, las represas del Amazonas contribuyen al cambio climático, así que no solo tienen efectos locales y regionales, sino también mundiales. Foto de Zoe Sullivan

 

La industria presiona al gobierno

Los intereses como la minería y los agronegocios hacen sentir su influencia en Brasilia. Los exportadores de Aluminio, por ejemplo, han tenido reducciones en sus costos de energía y pagan una tasa más baja de impuestos que las compañías que producen para el mercado nacional.

La rentabilidad corporativa, por ejemplo, se le garantizó a Albrás en los últimos años de la dictadura de Brasil. En ese momento, el gobierno garantizó a Albrás un contrato de energía de veinte años que garantizaba que el precio de la electricidad no excedería el 20 % del precio mundial del aluminio, lo que aseguraba ganancias periódicas. Fearnside informa que el contrato se renovó en 2004 con nuevos subsidios sustanciales. La firma noruega Hydro es ahora la mayor accionista en Albrás, junto con un consorcio de compañías japonesas.

Las exportaciones de aluminio también están exentas del principal impuesto del país, el ICMS (Imposto sobre Circulação de Mercadorias e Serviços – Impuesto sobre la circulación de mercancías y servicios). Como el aluminio producido en la Amazonía es en mayor parte para exportación, esto tiene un gran efecto. Fearnside dice que Albrás y Alumar pagan apenas el 8 por ciento de impuestos considerando incentivos y otros beneficios. Sus colegas en el sur del país, que producen para el mercado nacional, pagan una tasa de impuestos del 20 por ciento. Estos beneficios corporativos impacta en la competitividad, lo que le da una importante ventaja a los exportadores.

“Nuestra materia prima se va sin pagar impuestos, entonces todavía estamos como una colonia de los primeros tiempos de nuestra historia”, afirmó Eduardo Costa a Mongabay. Costa es médico y ha sido miembro conservador de la legislatura del estado de Pará desde el 2002. Sostiene que la ley Kandir de Brasil, la cual permite que los estados apliquen impuestos a productos no terminados, necesita implementarse de manera urgente. Como solo se aplican impuestos a los productos terminados, explica Costa, el estado está perdiendo una posible fuente significativa de ingresos porque tanto los minerales como la energía producida por las represas hidroeléctricas dejan al estado sin impuestos.

“Ni la minería, la cual la ley Kandir [no tiene en cuenta] y le ha estado costando al estado por años, ni nuestra propia producción de energía generan dividendos para el estado”, afirmó a Mongabay.

Al mismo tiempo, aseguró, las represas y otros proyectos tienen impactos sociales. “Hay áreas de miseria que se crearon para estos megaproyectos” explicó Costa a Mongabay, describiendo el aumento drástico de la violencia en Altamira desde la construcción de la represea cercana de Belo Monte.

Una vista aérea de la mina de hierro de Serra do Carajás en el estado de Pará cerca de la ciudad de Marabá. La maneja la compañía minera Vale de Brasil. La minería, si no se administra de manera apropiada, puede causar un daño ambiental y social significativo, lo que contamina ríos y agua subterránea, deforesta grandes áreas y desplaza comunidades indígenas y tradicionales. Cuando se planifican represas hidroeléctricas en la Amazonía brasileña, sus evaluaciones ambientales no incluyen el daño potencial causado por las operaciones mineras que dependen de las represas para la energía. Imagen cortesía de la NASA

Mientras que algunas compañías se benefician, Brasil acumula una serie de efectos financieros, sociales y ambientales. En 2013, Brasil exportó barras de aluminio que valían $789,9 millones de dólares, lo que generó $63.2 millones de dólares en ingresos por impuestos, una cifra que el libro de Fearnside llama “minúscula en comparación con el costo financiero y los daños causados por las represas hidroeléctricas que están detrás de la industria”.

Sostiene además que los subsidios sustanciales del gobierno para industras orientadas a la exportación terminan socavando el poder de industrias enfocadas en el mercado nacional. Esto ha cambiado el equilibrio de la influencua política a los exportadores a través de un ciclo de retroalimentación que significa que pueden aplicarse más políticas que los beneficien, como la construcción de represas, canales y vías férreas.

La maldición de los recursos

La historia de Raimunda y João centra la atención en el impacto humano de la minería y la construcción de represas. También es un ejemplo de “la maldición de los recursos”, un fenómeno en el que muchos de los países más ricos en minerales del mundo reportan, pese a esto, niveles impactantes de pobreza y desigualdad.

Las experiencias como las de Raimunda y João son el foco de la investigación doctoral de Daniel Rondinelli Roquetti en la Universidad de San Pablo. Estudia los cambios en los estilos de vida que enfrentan las personas que fueron desplazadas de represas hidroeléctricas. “Brasil por lo general exporta la vida de las personas en las barras de aluminio”, afirma. “Hay una serie de efectos en términos de derechos humanos y daño ambiental”. Estos efectos, sostiene Roquetti, no figuran entre los costos que el país afronta para producir aluminio.

Las ruinas de la cuidad de Bento Rodrigues luego de los derrames en la represa de las minas de hierro en noviembre de 2015 que mataron 19 personas y causaron un gran daño ambiental en los 853 kilómetros (530) millas del río Doce y además afectaron a 1.6 millones de personas: el peor desastre ambiental de la historia de Brasil. Foto de Romerito Pontes bajo licencia de Creative Commons Atribución 2.0 Licencia genérica

Antes de que se construyera la represa de Belo Monte, Raimunda y João separaban su tiempo entre su hogar en la isla en donde pescaban, recolectaban frutas y plantaban vegetales, y un hogar en la ciudad que les daba acceso a mercados para vender sus productos. Su casa de la ciudad era un lugar humilde en una comunidad informal cerca de la orilla del río, a minutos del centro de Altamira. La comunidad se inundaba por estaciones, pero aun así brillaba con la energía de pescadores y otras familias.

Ahora la pareja vive en una casa de bloques en una comunidad reubicada a cuatro kilómetros del río. Como no hay transporte público, Raimunda debe pagar un mototaxi para ir de su casa al centro de la ciudad. La red social informal de la que la pareja alguna vez disfrutó, se ha visto afectada porque todas las familias ribereñas han sido desplazadas.

En el espacio sombreado entre su casa de bloques y la pared de hormigón que la rodea viven las tortugas de Raimunda. Las alimenta con tomates y otros vegetales. También se identifica con ellas. “Prometí no comerlas”, explica. Raimunda prometió liberarlas una vez que ella y João puedan volver a su isla. “Voy a vivir donde quiero y ellas van a vivir donde necesitan estar”.

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