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Alexander Blanco: el guardián de las águilas arpías, las diosas del viento

Hace 20 años, Alexander Blanco escaló por primera vez  los 40 metros de un árbol para conocer de cerca al águila arpía (Harpia harpyja), una de las águilas más grandes del mundo. El amor fue a primera vista y nunca se rompió, ni siquiera cuando Blanco cayó de 38 metros de altura al intentar ponerle un transmisor a un pichón para hacerle un estudio biomédico y colocarle un sistema de identificación. El golpe le produjo fracturas y una conmoción cerebral, pero nada de eso lo desanimó. Producto de su importantísimo trabajo científico, el científico venezolano recibió en el 2017 el premio Whitley, conocido también como los “Oscar Verdes”, pues es sin duda uno de los mayores y más importantes reconocimientos en el mundo de la conservación.

Blanco considera que quienes se quieren dedicar al mundo científico deben tener fortaleza, mística y saber que esta es una carrera sin horarios. Mongabay Latam conversó con él para conocer de cerca su pasión por la ciencia.

¿Por qué eligió el camino de la ciencia?

De niño tuve la influencia de mi padre, un médico urólogo, que siempre nos inculcaba el estudio de la ciencia y nos impulsaba a conocer más allá de lo visible. Por eso, desde muy temprana edad decidí estudiar medicina veterinaria y luego ser investigador, primero emulando a mi padre y después buscando alternativas de temas poco conocidos para ser un descubridor.

¿Es difícil dedicarse a la ciencia en Latinoamérica?

Sí, es un poco difícil por la falta de recursos financieros y del apoyo de algunos organismos gubernamentales que pueden hacer que se presenten dificultades en algunos países de Latinoamérica. Pienso que en razón a las diferentes tendencias y a la capacidad de desarrollo que tengan los institutos de investigación o los investigadores en un área determinada puede ser más difícil, o no, en cada país.

¿Qué es lo mejor de ser científico?

Lo mejor de ser científico es descubrir, hallar esas cosas que no ves a simple vista. Es una gran satisfacción conseguir las metas que te propones y tener resultados factibles que puedan ser demostrados, eso es lo principal. Yo vengo trabajando en salud ambiental, salud animal y salud humana, y la integración de esos tres parámetros nos lleva a la salud ecológica para que los seres vivos podamos existir en este planeta.

Alexander Blanco dice que la escena más importante de su carrera fue su primer encuentro con un águila arpía en su hábitat natural. Foto: Alexander Blanco

¿Cuáles son los riesgos de dedicarse a la ciencia? ¿recuerda alguna historia en especial?

Los riesgos de la ciencia dependen mucho del área en la que trabajas.  Por ejemplo, en mi caso, por el trabajo de campo que realizo estoy expuesto a muchas enfermedades como malaria, leishmaniasis, dengue chikungunya, entre otras, que pueden estar presentes en el ambiente. También puede ser un riesgo trasladarse a las áreas naturales ubicadas en lugares remotos y de difícil acceso.

En mi caso, por ejemplo, tuve un accidente muy fuerte en una ocasión mientras trabajaba para marcar a un águila arpía. Me caí de 38 metros de altura cuando capturaba a un pichón para marcarlo, ponerle su transmisor, hacerle su estudio biomédico y colocarle el sistema de identificación. En ese momento se rompió la cuerda y caí desde lo alto. Gracias a Dios logré sobrevivir, aunque con lesiones bastante serias como fractura del brazo izquierdo, del fémur derecho, conmoción cerebral. Pero todo ha sido superado, pude recuperarme y sigo trabajando y escalando. Son los sacrificios que uno hace y la escalada de árboles es uno de los factores de riesgo en mi trabajo.

¿Cómo considera que se encuentra su país en cuanto a investigación científica?

En Venezuela, a pesar de la situación económica, política y social que vivimos actualmente, tenemos bastante investigación científica en diferentes áreas. Además, hay muy buenos investigadores venezolanos que se destacan no solo dentro del país, sino a nivel internacional. Pienso que con un poquito más de apoyo estaríamos mucho mejor. Existen, además, proyectos muy importantes, para la resolución de problemas nacionales e internacionales.

¿Considera que las investigaciones pueden cambiar la vida de las personas? ¿algún ejemplo suyo?

Sí, claro, pienso en las investigaciones que se han desarrollado, por ejemplo, en las ciencias ambientales, en uno de los grandes problemas mundiales como es el cambio climático y el calentamiento global. Por ello, tenemos que desarrollar programas orientados a lograr la salud integral que involucre a seres humanos, flora y fauna. Si no se realizan estas investigaciones, la vida humana puede estar amenazada en el futuro.

Aquí en Venezuela tenemos dos ejemplos muy importantes: el doctor Jacinto Convit un investigador formidable, que vivió más de 100 años, e hizo estudios excepcionales sobre la cura de enfermedades como la lepra y la leishmaniasis. Y el doctor Arnoldo Gabaldón quien se dedicó a la erradicación de la malaria. Elaboró un plan nacional para la eliminación de este mal que afectaba, principalmente, a zonas rurales, en incluso, Instituto de Altos Estudios de Malariología de Venezuela lleva su nombre.

Son dos ejemplos muy importantes en relación a enfermedades que pueden comprometer la salud pública de Venezuela y que aportaron mucha información sobre cómo controlar y establecer planes para los controles ambientales de estas enfermedades virales y de transmisión a los seres humanos

Blanco se dedica actualmente al estudio de la biología y arqueología del águila arpía y de la conservación de esta especie. Foto Alexander Blanco.

¿Qué investigación está desarrollando actualmente?

Actualmente estoy dedicado fundamentalmente a cuatro aspectos: primero, al estudio de la biología y arqueología del águila arpía y de la conservación de esta especie y de su hábitat. En segundo lugar, a la reducción de factores ambientales que ocasionan perdida de hábitat y la aparición de algunas enfermedades. Un tercer tema tiene que ver con los estudios biomédicos de fauna silvestre orientados a la medicina de la conservación y la integración de los actores de salud ambiental, salud animal y salud humana, que en términos amplios se llama salud ecológica.

El último se refiere a la promoción de programas de reforestación en áreas con grandes impactos en el bosque con el fin de establecer valores ecológicos para aumentar el flujo energético en relación con la diversidad de flora y fauna en áreas determinadas, lo que permitirá el aprovechamiento energético de recursos naturales de forma sustentable para que las comunidades locales puedan beneficiarse con actividades amigables con el ambiente.

¿Quién es el científico que más lo inspira y qué le diría si pudiese hablar con él?

Son muchísimos los que podría citar, uno de ellos es el doctor Jacinto Convit, y le pediría que me orientara para tener mayor éxito en conseguir soluciones para mejorar la salud humana y al mismo tiempo lograr la conservación ambiental que está muy relacionada con la salud a nivel mundial. Actualmente, muchas de las enfermedades están relacionadas con los cambios ambientales tremendos que están ocurriendo en el planeta. Es lo que llamamos enfermedades emergentes y remergentes, es decir, males erradicados que debido a los cambios ambientales están reapareciendo, como la lepra, la tuberculosis, el dengue, o enfermedades nuevas como el ébola.

Alexander Blanco recibió el premio Whitley en el 2017 por su labor constante en la conservación biológica. Foto: Alexander Blanco.

¿Qué le diría a un joven que quiere dedicarse a la ciencia?

Que es bienvenido y que debe tener mucha fortaleza, dedicación y trabajar fuertemente, sin horarios. También le diría que tenga mística de trabajo y que siempre, en cada lugar, busque soluciones a un problema, no más problemas, sino soluciones verdaderas a esos problemas.

¿Cuál ha sido la escena, el momento o instante inolvidable para usted?

La escena más importante para mí fue en los años 90 cuando por primera vez subí a un árbol para trabajar con el águila arpía en su hábitat natural. Esa primera escalada, ese primer contacto con ese animal en alturas superiores a los 40 metros para conocer más sobre su ecología, su biología, ese contacto físico con el águila en su dominio, cuando tuve que marcarlo, ponerle el transmisor, colocarle el anillo. Entonces, mientras bajaba de ese árbol me di cuenta de que eso era lo que me gustaba y ya llevo más de 25 años trabajando con esa especie en su hábitat. Antes de eso, quería trabajar con ganadería, en el campo, pero por circunstancias de la vida me fui a trabajar con fauna silvestre y fue esa experiencia la más inolvidable que he tenido.

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