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Pablo Marquet: el científico que estudia el éxito de los humanos

El científico chileno Pablo Marquet Iturriaga afirma que llegó a la ciencia por un afortunado ‘accidente’, pues su vocación la descubrió apenas cuando estaba en el colegio gracias a un profesor de biología. El accidente fortuito se convirtió en una carrera en el mundo de la biología marina, y el joven escolar se convirtió en un reconocido científico. De hecho, el último trabajo de Marquet, fue publicado en la Philosophical Transactions of the Royal Society, una de las revistas científicas más importantes del mundo.

El tema es realmente innovador: construir modelos matemáticos que proyecten qué pasará con la humanidad si consideramos los impactos en el ecosistema, el crecimiento de la población y la tecnología. Los posible escenarios son extremos: por un lado, una sociedad altamente tecnológica que se base en un desarrollo sustentable; y por otro, en el peor de los escenarios, la extinción humana.

Marquet dirige actualmente el Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso, uno de los centros de investigación más importantes de Chile y tomó unos minutos para reflexionar sobre lo que implica ser científico en Latinoamérica

Pablo Marquet dirige actualmente el Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso, uno de los más importantes de Chile. Foto: ISCV
Pablo Marquet dirige actualmente el Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso, uno de los más importantes de Chile. Foto: ISCV

¿Por qué decidió dedicarse a la ciencia?

Los comienzos son siempre misteriosos. Probablemente uno inicia un camino que no sabe a dónde te llevará, y tampoco qué significa. En mi caso, inicié el camino de la ciencia motivado por un excelente profesor de secundaria que me enseñaba biología y que fue capaz de transmitirme más que conocimiento. Gracias a él entendí que ese conocimiento estaba vivo y que era posible estar en el mundo descubriéndolo. Podría haber terminado como físico, literato, filósofo o matemático. Todo dependía de tener un buen profesor. Creo que soy científico por un afortunado accidente.

¿Le resulta difícil dedicarse a la ciencia en Latinoamérica?

La ciencia es importante para nuestros pueblos, para combatir las grandes amenazas que enfrentamos como civilización, para generar debate y conciencia crítica. Hacer ciencia en Latinoamérica es probablemente más difícil que en los Estados Unidos o Europa, donde existe una mayor diversidad de fuentes de financiamiento y, por supuesto, más dinero para la ciencia. Pero mi escuela, la que aprendí en Chile, me enseñó que se puede hacer ciencia con conciencia y con poco financiamiento, aunque yo no me quejo pues he tenido lo suficiente.

¿Entonces, qué es importante para avanzar como científico?

Para hacer buena ciencia se requiere financiamiento, pero también tener buenas ideas y un poco de mística y de esto último no estamos escasos. El financiamiento ayuda y es importante, sobre todo en algunas actividades científicas que son muy dependientes de gran equipamiento. Pero se puede hacer buena ciencia, aunque sea con las patas y el buche como decimos. Sin embargo, con más financiamiento podríamos hacer mucho más. Esa es una decisión política que en nuestros países, donde hay grandes urgencias por cosas más transversales como salud y educación, es difícil. Pero hay mucho recurso humano y grandes científicos en Latinoamérica, a pesar de todo.

¿Qué está investigando actualmente?

Por un lado, desarrollo una teoría sobre los posibles escenarios para la humanidad en el futuro. Esta labor la realizo junto con mi amigo Rolando Rebolledo, gran matemático chileno y otros investigadores en matemáticas, jóvenes como Mauricio Tejo y Cristóbal Quiñinao, además de estudiantes y colegas biólogos y físicos en Chile, Estados Unidos y Europa. Por otro lado, estamos estudiando el impacto del cambio climático en el Neotrópico y cómo crear un sistema de áreas protegidas más resiliente a estos cambios. Además, continúo interactuando con arqueólogos, antropólogos y biólogos tratando de entender por qué, como especie, hemos sido tan exitosos, cuáles son las consecuencias ecológicas de nuestro éxito y lo que podemos esperar para el futuro.

Pablo Marquet y su equipo desarrollan modelos matemáticos para predecir el futuro de la humanidad. Foto: ISCV
Pablo Marquet y su equipo desarrollan modelos matemáticos para predecir el futuro de la humanidad. Foto: ISCV

¿Y cuál es la situación de la ciencia en Chile?

Tenemos buenos científicos, buenos doctorados y jóvenes que están haciendo muy buena ciencia. Pero echo de menos una mayor planificación, un plan estratégico de largo plazo. Mayor inversión estratégica en áreas claves como energía, clima, hidrología y ecología. En Chile estamos en una transición hacia un Ministerio de Ciencia, pero no hay un gran plan maestro o acuerdo nacional sobre el rol de la ciencia. Ojalá que el ministerio sea un acierto, sino corremos el riesgo de que el remedio sea peor que la enfermedad.

¿Para usted, qué ha sido lo mejor de ser científico?

Se es científico todo el día y todos los días. Es una manera de estar en el mundo y procesar su complejidad y si te pagan por eso, entonces es espectacular. Pero existen ciertas complejidades. Dedicarse a la ciencia es una elección difícil, es un ambiente cada vez más competitivo, cada vez hay más científicos. De alguna manera nuestro éxito en formar científicos es nuestra propia maldición. Hay más científicos y no aumenta la oferta de posiciones en la academia o la industria y, sobre todo, seguimos con un financiamiento que no crece a la par. Si a eso le sumamos la veneración epistemométrica —que mide la dinámica de las publicaciones— entonces la ciencia se transforma en un mercado, donde hay que dedicarse a los problemas que dan resultados sexys y rápidos. Los gobiernos no solo tienen que invertir en ciencia sino en todo lo demás, crear más centros científicos, más posiciones para los jóvenes científicos, generar políticas de largo plazo, hacer un nicho para la ciencia y usar a los científicos para que generen mejores políticas públicas, para que podamos devolver a nuestros países la inversión que han puesto en formar más científicos.

¿Cuál ha sido la escena, el momento o instante inolvidable para usted?

Visitar el colegio de México y cenar allí en honor a, entre otros, mi querido maestro y amigo Juan Carlos Castilla. Me cautivó ese espacio, casi sagrado, y el respeto y estatus que tienen los científicos en México.

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¿Quién ha sido el científico que más lo ha inspirado?

Afortunadamente, he tenido la posibilidad de hablar con mis grandes héroes en ciencia. Los otros grandes maestros como Humboldt, Darwin, Wallace, entre otros, nos dejaron sus escritos y biografías a través de las cuales los conocemos. Pero siempre hay figuras enigmáticas y más cercanas que hicieron cosas extraordinarias y que no trascendieron como los primeros, pero que cambiaron, al menos localmente, el mundo en que vivían. De ellos me gustaría saber su historia, cómo llegaron a la ciencia. Hace poco, me enteré de que murió un gran científico y divulgador, Jorge Wagensberg, a quien conocí por sus escritos sobre la física de sistemas biológicos y que fue un gran difusor de la ciencia y el arte. Me hubiera gustado conocerlo y saber qué opinaba de la división entre arte, ciencias y humanidades y cómo generar puentes entre estos saberes.

¿Ser científico tiene riesgos?

Sí, ser científico tiene muchos riesgos. Por un lado, la retribución social y económica es muy baja, ni comparado con ser economista, político o empresario. Por otro, la impotencia de que a los científicos o a los entes que forman, como academias y sociedades, no se considere en la toma de decisiones o en la generación de políticas públicas. Es paradójico que un país invierta en la ciencia y luego no la use para generar innovación y productos de mercado.

¿Considera que las investigaciones pueden cambiar la vida de las personas?

Bueno, cambió mi vida y eso ya es importante.  Ahora, desearía que tuviéramos más injerencia en temas como cambio climático y políticas de biodiversidad, que pudiéramos reconvertir ciertas actividades económicas y hacerlas más amigables con la biodiversidad.

¿Entonces, qué le diría a un joven que quiere dedicarse a la ciencia?

Que no dude y que haga lo que está en su corazón. Que dé lo mejor de sí en esta empresa, todo lo demás será una afortunada consecuencia.

Aquí alguna de sus investigaciones:

Innovación y crecimiento de la población humana

Innovación: un enfoque emergente de las células a las sociedades

Los orígenes no adaptativos de las innovaciones evolutivas aumentan la complejidad de la red en la interacción digital de organismos

La construcción del nicho de la complejidad cultural: las interacciones entre las innovaciones, el tamaño de la población y el medio ambiente

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