- “La contaminación que nosotros vemos es en la costa de la isla y en los ríos y chorrillos, donde se descargan las aguas residuales. Todos esos cursos de agua llegan al Seno de Otway”.
- “En su estudio de impacto ambiental la empresa prometió que no usaría explosivos para explotar el carbón, pero hoy está solicitando tronaduras”.
Ana Stipicic es miembro de una de las pocas familias que viven en Isla Riesco, en Chile. Un apartado rincón de la austral región de Magallanes. Allá donde la Cordillera de los Andes se hunde en el mar y solo sus cumbres asoman sobre el océano, dejando en el mapa una visión desmigajada del continente.
Para llegar a Isla Riesco desde Santiago, la capital del país, es necesario viajar en avión hasta la ciudad de Punta Arenas. Desde ahí, en auto dos horas y media hasta llegar a Río Verde. Luego, en barcaza hasta Isla Riesco donde 24 especies de mamíferos y 136 especies de aves conviven entre bosques milenarios, lagos, fiordos, ventisqueros, pantanos y valles. Además, cuatro tipos de delfines, lobos y elefantes marinos, pingüinos y ballenas, principalmente jorobadas, habitan y se alimentan aquí.
En este apartado lugar, un gran peñasco de carbón es el atractivo para empresas que desde 2013 explotan el yacimiento a través de Mina Invierno. Para los habitantes de la Isla, es la batalla de David contra Goliat.
Se trata de las empresas chilenas Copec y Ultramar, pertenecientes a los grupos Angelini y Von Appen respectivamente. La primera a cargo de la explotación del carbón y la segunda de su transporte, abastecen de este mineral a distintas centrales termoeléctricas del país pertenecientes a las empresas Aes Gener y Engie.
En términos de espacio, ¿cómo conviven Mina Invierno e Isla Riesco?
Isla Riesco es la cuarta isla más grande de Chile, con unos 100 habitantes y es parte de la Reserva Nacional Alacalufe. La mitad de la isla está ocupada por estancias ganaderas para la ovejería. La otra mitad, es virgen.
Mina Invierno está ubicada dentro del área donde están las estancias. Se instaló donde era la antigua estancia Invierno, de ahí su nombre, que era una de las más grandes de la isla.
¿Qué tipo de impactos han podido presenciar ustedes?
Nuestra familia es la vecina más cercana que tiene Mina Invierno. Desde el primer embarque de carbón, comenzó la contaminación de Isla Riesco. La hemos visto y vivido. Las denuncias que hemos hecho han sido por contaminación de los ríos y chorrillos donde vierten sus aguas residuales y en el borde costero. Todas las aguas de los ríos y chorrillos de la isla, descargan en el Seno Otway que es conocido por albergar su colonia de más de 60 mil pingüinos Magallánicos. Ese lugar tiene un recambio de agua muy lento. Se ha calculado que el Seno logra recambiar sus aguas cada 10 años.
La última denuncia que hicimos fue por un derrame de carbón a lo largo de 2 kilómetros de playa.
También vemos impactos en el bosque. El proyecto contempla cortar 400 hectáreas de bosque nativo. Secaron una laguna completa y han modificado toda la cuenca hidrológica que había en la Estancia Invierno.
¿Cómo se organizan para dar a conocer lo que ocurre en Isla Riesco?
Nosotros llevamos 9 años denunciando los impactos de Mina Invierno en Isla Riesco. En el transcurso de ese tiempo, nos conformamos como una agrupación ciudadana para intentar mostrar nuestra problemática a Chile y el mundo. El tema estaba muy suscrito a la región de Magallanes, como suele pasar con los conflictos ambientales que están alejados de la urbe y hemos querido mostrar que el problema no solamente está presente en el lugar de explotación.
¿Dónde más está presente?
El carbón de Isla Riesco se quema principalmente en las termoeléctricas de la empresa Aes Gener. En Quintero-Puchuncaví, que es una de las zona de sacrificio que tiene Chile.
Desde un inicio, ¿cuál es su versión de la historia?
En 2009 fue aprobado el puerto para trasladar el carbón. Ahí no solamente se almacena y se traslada el carbón, sino que se chanca. En ese proceso se dispersa, en el medioambiente, una cantidad enorme de material.
En 2011 fue aprobada Mina Invierno, separada del puerto. Aunque este último no tiene ningún sentido de existir sin la mina. Por lo tanto, lo primero que nosotros dijimos es que había una separación del proyecto, cosa que la ley no permite.
La mina empezó a funcionar en 2013 y, en su estudio de impacto ambiental, prometió que sería una mina moderna y sustentable por dos razones. Primero porque no iba a usar explosivos para explotar el carbón y segundo porque su rajo era móvil. Es decir que iría rellenando su rajo abierto a medida que la explotación fuera avanzando. El rajo mide 400 hectáreas y tiene 180 metros de profundidad proyectada en su máxima capacidad. Pero un año después de que la mina entrara en operación, en 2014, la empresa solicitó a la autoridad hacer tronaduras. Para nosotros como comunidad eso fue una gran trampa.
Nosotros creemos que Mina Invierno ha presentado el proyecto parcializado una y otra vez para que la autoridad ambiental lo evalúe así.
En enero de este año, durante el gobierno de Michelle Bachelet, fueron rechazadas las tronaduras. Ahora, la empresa está presionando. Dice que no va a poder seguir existiendo y que va a tener que generar despidos masivos si es que no se le aprueban las tronaduras. Es una presión no menor porque hay 400 trabajadores contratados directamente y otros cientos por medio de empresas contratistas. Por lo tanto, efectivamente hay un impacto social de los trabajadores. Pero nosotros creemos que es la empresa la que tiene que hacerse cargo de ese impacto.
Hay un proyecto que fue aprobado en ciertas condiciones. Si después el titular intenta cambiar esas condiciones, quien debe hacerse responsable de responderle a los trabajadores es la empresa. No es el Estado, ni menos la comunidad vecina.
¿Cuándo tendrán una respuesta respecto a eso?
El gobierno ha dicho que ahora en agosto. Sin embargo, el tema está muy complejo porque hay una resolución ambiental que ha rechazado las tronaduras. Lo que dice Mina Invierno es que la decisión de ese rechazo no tiene fundamentos técnicos. Esa podría ser la manera de cambiar la decisión de la resolución.
¿A quiénes se han dirigido para hacer sus denuncias?
Nosotros nos hemos dirigido a todas las instancias ambientales. Solo en la Superintendencia de Medio Ambiente hemos hecho tres denuncias. Pero cada una se demora entre dos y tres años en generar una resolución. Entonces es muy desgastante.
¿Cuál ha sido la respuesta?
La autoridad ha multado y sancionado a Mina Invierno, pero ella sigue funcionando y tiene su permiso aprobado.
¿El aislamiento ha sido una dificultad a la hora de denunciar?
Absolutamente. Quienes han fiscalizado a mina Invierno son los vecinos. Las denuncias de contaminación las hemos hecho nosotros. Cada vez que la hemos podido ver. Pero en total, Copec y Ultramar han comprado casi 25 mil hectáreas porque de hecho, su proyecto contempla cinco minas de carbón a cielo abierto. Nosotros no podemos entrar a su predio, porque es privado. Entonces, seguramente, hay mucho que nosotros no hemos visto y que nadie fiscaliza.
¿Por qué la gente ha vendido sus tierras a Mina Invierno?
Esta es una pelea que pocos se atreven a dar. Estamos hablando de dos de las empresas más grandes del país. Además, en general, el Estado se muestra partícipe de grandes proyectos que generan empleo, sobre todo en regiones apartadas como la nuestra. Yo creo que muchos estancieros quisieron salirse del problema porque vieron que no había esperanza. No tenía sentido pelear. Sin embargo, nosotros como familia no creemos lo mismo. Desde el comienzo hemos peleado y se ha transformado en algo simbólico para nosotros.
¿Cómo llegaron a vivir a Isla Riesco?
Nosotros somos de origen croata. Venimos de la isla de Brač. Aquí llegó nuestro bisabuelo. Primero él llegó a Argentina, después a Magallanes y nuestro abuelo fue el que compró Anita Beatriz, que es nuestra estancia. Anita Beatriz era un lote muy representativo de 1500 hectáreas. Después nuestro tío vendió su mitad y nosotros hemos conservado la otra mitad. Llevamos mucho tiempo siendo habitantes de este lugar. Nuestra historia está cruzada con Isla Riesco y con lo hemos vivido aquí. No solamente con la naturaleza, sino también con el trabajo. Es la historia de mis abuelos, de mi papá y como hermanos decidimos emprender esta lucha. No ha sido fácil. Ha tenido muchos costos.
¿Qué tipo de costos?
Costos personales. Dedicar tu tiempo, ¡nueve años llevamos en esto! Buscar ayuda… No tenemos mucha plata. Nuestra estancia es la más pequeña de Isla Riesco. Tenemos 750 hectáreas, lo que es poco para un lugar con las condiciones climáticas y geográficas de Magallanes. Cada uno de los hermanos trabaja para vivir, como la mayoría de la gente y no estamos relacionadas con ONG. Ha sido súper difícil y desgastador. Pero tiene un sentido profundo para nosotros. No solamente por lo que significa el lugar en términos de conservación, diversidad biológica y belleza, sino que es algo muy personal y porque también se ha transformado en algo nacional debido a lo que genera ese carbón tan contaminante.
Las razones que entrega la minera, para justificar el uso de explosivos, tienen que ver con las características del yacimiento. Según la empresa, las capas de rocas que podían ser excavadas con palas mecánicas ya fueron explotadas. Las que siguen, en cambio, no pueden ser trabajadas de manera viable ni rentable con esa técnica. La desaprobación de las tronaduras conlleva, necesariamente, al cierre del proyecto.
En 2017 la evaluación ambiental de las tronaduras contó con el apoyo de los servicios que evaluaron la iniciativa y que recomendaron su aprobación. Sin embargo, la comisión encargada de aprobar o rechazar el proyecto, decidió finalmente que éste no era ambientalmente viable.
El presidente del directorio de la minera, Marcos Büchi, señaló en una entrevista con la revista Minería Chilena, que “las razones de la comisión no conversan con los resultados de los informes de la evaluación ambiental, por lo que la decisión de rechazar las tronaduras nada tiene que ver con razones técnicas”.
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