Ingresar a Culmí, como lo llaman los lugareños, no es fácil. Para permanecer allí, sin tener problemas, es necesario que un intermediario reporte nuestro ingreso a los grupos armados que manejan la zona, explicar las razones de nuestra visita y entrar acompañados por alguien que conozca bien el área.

Un equipo de Mongabay Latam logró sortear este primer obstáculo y entrar a este municipio, así como a una parte de la biósfera, donde imperan los inversionistas de la ganadería que se acercan peligrosamente a la zona núcleo o operan dentro de la ilegalidad, los narcotraficantes y los que arrancan sin permiso especies maderables valiosas para venderlas al mejor postor.

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Bosques devastados

 

La Biósfera del Río Plátano, sitio declarado patrimonio cultural de la humanidad en la década de los 90 por la UNESCO, abarca montañas, tierras bajas de selva tropical y gran diversidad.

Tiene una extensión territorial de 5250 kilómetros cuadrados y está divida en tres zonas: amortiguamiento (197 441.99 hectáreas), núcleo (210 733.19 hectáreas) y cultural (424 166.92 hectáreas). La zona amortiguamiento es una región habitable; la zona núcleo alberga una amplia biodiversidad, en la que según las leyes están prohibido vivir; mientras que, en la parte cultural, es donde residen algunas etnias como los Pech, Tawahka y Miskitos.

Sentado en una silla, con sus manos apoyadas en la mesa de un comedor, estaba Edwin*, un joven de 29 años que ha vivido toda su vida en la zona de reserva. La primera expresión que sale de su boca confirma el problema: “ya se sabe que la biósfera la tienen destruida por la tala de bosques, el saqueo de caoba y la ganadería”.

 

 

Edwin creció en la comunidad del Guayabo, ubicada en el departamento de Colón, exactamente a unas cinco horas del municipio de Dulce Nombre de Culmí. Y cuenta que en su comunidad, así como en Culmí, la gente vive en la actualidad de la ganadería y lo hace de dos formas: siendo dueños de ganado o alquilando sus tierras para que crezca el ganado.

“Por ejemplo el que no tiene ganado hace potrero y alquila para hacer un potrero. Hay que cortar árboles para tener pasto. Pagan 150 lempiras (unos 7 dólares) al mes por cabeza de ganado. Mucha gente de la zona vive de eso”, narra Edwin.

Los pobladores con los que conversamos en Dulce Nombre de Culmí indican que el negocio de la ganadería es rentable, tan rentable, que empresarios e inversionistas de la capital, zona norte y sur del país compran terrenos o ganados a familias de la zona, y las ponen a trabajar en el departamento de Olancho. Históricamente Olancho, zona oriental de Honduras, ha figurado entre los municipios cuyos ingresos recaen en la producción de carne y productos lácteos.

Datos de la Secretaría de Agricultura y Ganadería reportan que, de enero a marzo del 2018, Honduras ha exportado un aproximado de 1200 toneladas de carne de res y para lo que resta del año esperan vender al exterior una cantidad que generará una ganancia de alrededor de 22 millones de dólares. Mensualmente se exportan unas 400 toneladas de carne al extranjero.

Héctor Ferreira, funcionario de la Secretaría, dice que en proyecciones, Honduras está por encima de lo que exportó en 2017, y esperan que conforme mejore el clima puedan tener mayor disponibilidad de animales y acceder a mercados con los que ya tienen relación.

En Culmí a la tala de árboles le dicen “despale” y consiste en cortar árboles para meter más pasto, alimentar más ganado y vender toda la madera.

 

 

Nos cuenta un poblador, que por temor prefiere no dar su nombre, que para que el “despale” sea una realidad, los dueños de terrenos utilizan químicos para mantener el suelo óptimo de cara al crecimiento de pasto, y en muchas ocasiones estos químicos se riegan en zonas cercanas a los ríos, secando los afluentes y generando daños irreversibles a los mismos, tal y como ha sucedido en el río Wampu.

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Los reyes del ganado

 

Junto a los niños que jugaban al borde del río Wampu, había dos rótulos en los que resaltaba una frase: “El río pertenece a la Biósfera que es patrimonio cultural y hay que cuidarlo”.

Desde el 2017 en Culmí existe un movimiento comunitario que promueve la defensa de la biósfera y que es liderado por la iglesia católica de la zona, las comunidades, organizaciones defensoras del ambiente internacionales y por unos pocos políticos de la región.

“Cuando se hace la declaratoria de la Biósfera del Río Plátano la comunidad internacional comienza con un proyecto para que la gente tome conciencia sobre la importancia que tiene la biósfera. Alguna gente ha podido encajar en este proyecto, pero el problema no han sido ellos, sino que los familiares que siguen llegando del sur”, expresó el sacerdote franciscano Arturo Turcios.

Turcios es el representante de la iglesia católica en la zona y también del movimiento por la defensa de la Reserva de Biósfera del Río Plátano. Él cuenta que fue testigo de cómo a partir de los años setenta, los empresarios ganaderos de la región sur y centro empezaron a migrar a los municipios donde está ubicada la reserva, en los departamento de Olancho, Colón y Gracias a Dios.

Esa migración fue para invertir en nuevas tierras en la biósfera, con el fin de exportar ganado y aprovechar el ‘despale’ para traficar madera. La lógica implementada en la zona es que entre menos palos (árboles), hay más pasto y por lo tanto más pisto (dinero).

 

 

En el departamento de Olancho hay cuatro familias que tienen el dominio no solo de las tierras, sino del ganado y también del poder político. La familia Zelaya a la que pertenece el expresidente Manuel Zelaya (derrocado en un golpe de Estado el año 2009); la familia Lobo, a la que también pertenece el expresidente Porfirio Lobo Sosa; las familias Nájera y Turcios.

Para el ambientalista Pedro Landa, en el departamento de Olancho la situación es compleja por la cantidad de intereses que se juegan y porque además hay un mandato internacional para defender la biósfera. Landa cree que el Estado no ha hecho lo necesario para ser el principal garante del respeto a la naturaleza y el castigo para quienes la dañen.

“Hay que reconocer que la UNESCO cuando declara patrimonio en riesgo y es un patrimonio de la humanidad, aporta fondos al Estado de Honduras para la restauración de esta zona. Entonces el gobierno tiene una doble responsabilidad, la responsabilidad propia de proteger una zona que es patrimonio de la humanidad y ahora se le suma la responsabilidad de aplicar todos esos fondos para solventar esos problemas”, dijo Landa.

Y es que la Unesco entregó en el 2015 un total de 25 628 dólares para mejorar la gestión de las áreas protegidas ubicadas en La Mosquitia, Gracias a Dios y Olancho.

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El corazón del problema

 

Más de siete horas de camino diario por una semana consecutiva y jornadas extenuantes por las montañas de Olancho nos llevaron al límite de la zona núcleo. En el recorrido la riqueza natural de esta zona se mostraba imponente frente a nuestros ojos.

La única regla en la selva hondureña es avanzar durante el día, porque en la noche el caminante se convierte en presa fácil de los animales que viven en estado salvaje. La gente del sector es amable, el padre Arturo describe el ambiente como maravilloso y único, un lugar que te convence de inmediato de la necesidad de protegerlo.

No es fácil llegar a la zona núcleo. El viaje es largo, puede tomar hasta tres semanas, y  hay sectores dentro de la propia biósfera que han sido tomados por los carteles del narcotráfico.

Desde los lugares más altos es posible observar la zona núcleo, las quemas provocadas por los invasores y la ganadería presente en ese espacio protegido. Durante nuestra visita pudimos observar a lo lejos la humareda que ascendía desde dos sectores distintos, tiñendo de plomo oscuro el cielo.

 

 

A diferencia de la zona de amortiguamiento, está prohibido introducir ganado y extraer madera, pero la gente quema los árboles y simplemente los deja morir porque es muy difícil retirar la madera.

Vecinos de la zona sostienen que es común ver el fuego y la humareda en el bosque, y que allí no hay ninguna autoridad que vigile o haga algo al respecto.

La presencia de ganado en la zona núcleo es confirmada por los pobladores que viven cerca al área. Y señalan que las quemas que vemos a lo lejos son para introducir pasto y alimentar ilegalmente a los animales. Es allí donde se desarrolla el ‘despale’, solo que a diferencia de la zona de amortiguamiento, no pueden sacar la madera que talan en camiones por la falta vías. Allí solo se entra caminando.

Pedro Landa asegura que en Olancho, Gracias a Dios y Colón hay regiones controladas por el crimen organizado y que el Estado, a pesar de saber quiénes son sus cabecillas, no hace nada al respecto.

 

 

“Inclusive han surgido en los últimos años como ciertos funcionarios públicos que han estado vinculados a este crimen organizado, esto nos lleva a la necesidad de hacer una verdadera depuración, en el caso de la Policía y el Ejército”, precisa y añade que el Ejército tienen como función constitucional la protección del bosque y que “ellos tienen todo el aparato necesario para poder enfrentar al crimen organizado, y si no lo han hecho es por complicidad”, denuncia.

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Una legislación muy blanda

 

Edwin, con un gesto de desaprobación, responde ante la pregunta del papel que juega el gobierno en proteger la biósfera. “El Instituto de Conservación Forestal (ICF) no hace nada acá para proteger la biósfera, acá se tala árboles, se echan químicos y se trafica madera ante la vista y paciencia de las autoridades”.

Cuenta, además, que es testigo de cómo en ocasiones salen hasta 20 camiones cargados con caoba y nadie hace ni dice nada. “Me cuenta mi abuelo que antes había una carretera en mejores condiciones y que llegaba gente de Tegucigalpa a sacar madera, había árboles, era impresionante la cantidad de caoba que había”.

El director del Instituto de Conservación Forestal (ICF), Arnaldo Bueso, se refiere a la biósfera como un patrimonio que el Estado debe proteger. Desde su despacho explica que el gobierno está realizando labores importantes, como la unión entre instituciones para que se pueda vigilar y castigar a quienes talan árboles. Bueso habla de un proyecto a mediano y largo plazo, en el que abrirán procesos judiciales contra inversionistas que llegan a la biósfera a traficar madera.

“ICF tiene una alta responsabilidad en la biósfera, es una de las reservas del hombre a nivel mundial”, indica.

Bueso asegura que desde hace un mes crearon una fuerza de tarea estructurada con varias instituciones para que actúen sobre la protección de la biósfera. Las autoridades del ICF han dicho que el plan consiste en tres etapas: la primera en hacer un estudio de las zonas que están en destrucción y riesgo por la tala de árboles y ganadería.

Segundo, aplicar las acciones correspondientes para controlar la situación y tercero iniciar un proceso de reconversión para recuperar lo que se ha perdido.

Bueso define a la ganadería irregular como un mal enquistado dentro de la biósfera. “La ganadería invade zonas, cortan árboles, entran con agricultura y meten animales y esas zonas que deberían tener árboles ahora están llenas de ganado”

 

 

Sobre las investigaciones judiciales en marcha, el funcionario dijo que sí hay varios casos que están avanzando y que en su momento darán a conocer los resultados. “Legalmente el procedimiento será primero sacar a la gente de la zona, proceder legalmente contra ellos e iniciar un proceso de recuperación de los bosques, esto se dará en unos seis meses de trabajo”, precisó.

Un informe realizado por el ICF revela que, en los últimos cinco años, la biósfera perdió 39 000 hectáreas de bosque, es decir, que cada día se destruyeron 22 hectáreas cubiertas de árboles.

“El ICF debería tomar medidas mucho más coercitivas, pero lamentablemente en Honduras cuando uno revisa la Ley General del Ambiente se encuentra con una gran barrera, que creo que ha sido elaborada y mantenida por los mismos actores económicos y políticos que explotan los bienes naturales en donde no existen delitos ambientales”, explicó Pedro Landa, ambientalista e investigador del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC).

Para el ambientalista lo que se necesita es una reforma normativa para no seguir combatiendo los delitos ambientales con multas. “Necesitamos una serie de reformas legislativas y reformas institucionales que permita tomar medidas mucho más fuertes y contundentes para proteger estos bienes que no son únicamente de los hondureños sino de la humanidad”, calificó Landa.

Honduras en los últimos años ha enfrentado una fuerte crisis producto de la aparición del gorgojo descortezador que atacó  a los bosques. Esto hizo que el gobierno ordenara el corte de árboles en varias regiones afectadas, entre ellas la Reserva de la Biósfera del Río Plátano.

Esto para los especialistas se convirtió en una excusa para abrir más espacio para la introducción de pasto y ganado.

“Recordemos que la zona de Olancho sigue siendo una zona de mayor producción de carne y eso implica que cada vez la ganadería extensiva requiere de mayores áreas para la producción, lo que significa que crean las condiciones para que el ICF pueda otorgarles permiso para botar esos bosques. Allí es donde vemos que el gorgojo descortezador del pino fue la excusa perfecta para abrir la zona de la biósfera y comenzar ampliar esa destrucción”, relató el ambientalista.

 

 

Landa sostiene, además, que aproximadamente en Honduras cerca de 200 hectáreas se deforestan a diario, y de esas 200 hectáreas por lo menos el 20 % está ubicado en la Biósfera del Río Plátano, es decir, un mínimo de 20 hectáreas deforestadas tanto por la explotación maderera como por el crecimiento de la industria ganadera.

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El sueño del ganado propio

 

Dulce Nombre de Culmí es un municipio que depende del río Wampu, un río que recorre aproximadamente 300 km cuadrados. Alrededor de este río viven 18 comunidades indígenas.

Culmí se sostiene de lo que produce el río, la madera y ahora la ganadería. Todo el bosque pertenece a la selva de Honduras. Y la gente en medio del bosque siembra maíz y frijol.

La ganadería es poderosa. Los muchachos crecen con la idea de tener ganado. Y los que migran se van con el objetivo de mandar dinero para comprar más vacas.

Dice Edwin que “en el municipio de Catacamas en el departamento de Olancho y también en Juticalpa, sacan la carne para exportarla, para eso cortan los árboles y esa práctica es difícil de eliminarla, no van a dejar la tala”.

Edwin cree que es importante educar a las personas para que entiendan el daño que le hacen a la biósfera. “Este daño no lo vamos a ver mañana,  lo van a ver en nuestras futuras generaciones pero la gente no lo entiende. Están secando las fuentes de agua, pero a la gente no le interesa, le interesa más tener su ganado y hacer dinero”, explica.

 

 

En el 2018, la Iglesia Dulce Nombre de Culmí convocó a dos jornadas por la defensa de la biósfera para generar conciencia entre la población. Incluso se regalaron semillas de árboles de caoba para que la gente pueda sembrarlas.

“El problema de la ganadería es la educación de la gente y los proyectos internacionales que no enfocan realmente el problema que existe. Lo único que están haciendo es soltando dinero pero al final no se hace un proceso educación que venga sensibilizar a la gente”, dijo el Padre Arturo.

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Fin del camino

 

Edwin que ya nada es como antes y que las secuelas de esta realidad ya se están notando. En Culmí hay serios problemas con el servicio de agua y es que el daño provocado a los ríos ya cobra factura, explica.

Dos o tres veces por semana tienen agua potable en Culmí, el resto de días no cae una sola gota. Actualmente los ríos no son tan caudalosos como antes.

Debido a la deforestación y a la ganadería irregular, los dos niños que jugaban en las orillas del río Wampu pueden hacerlo sin temor a que la corriente los arrastre, pero por esa situación la vida silvestre y el bosque se mueren a paso lento.

Edwin juega con un manojo de llaves, piensa en lo que su abuelo le contaba, en como él describía la biósfera, pero también arruga la cara al recordar el daño que estas actividades ilegales le están haciendo a la naturaleza.

El padre Arturo sube a la tercera planta de la iglesia y observa desde ahí la biósfera. La señala y expresa: “es nuestro deber protegerla y cuidarla”. El futuro no promete un cambio en la biósfera, todo lo contrario, presagia un desenlace triste para una de las zonas más importantes en biodiversidad para Honduras y el mundo.

*Por seguridad hemos tenido que proteger la identidad del poblador.

Artículo publicado por Alexa
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