- Síndrome de la flecha seca, que redujo la productividad en el 80% de las fincas, y la caída en el precio internacional del aceite desencadenaron una crisis que cumple ya cinco años.
- Mediante asistencia estatal, productores tomaron medidas para recuperar los suelos y, con ello, mermar la afectación por flecha seca.
- Proyecto de biocombustibles, enfocado en mercado interno, busca aliviar la situación de los productores sin expandir el área productiva.
Las plantaciones de palma africana (Elaeis guineensis) forman parte del paisaje costarricense desde Parrita (en el Pacífico Central) hasta Corredores (en el Pacífico Sur). Aprovechando la bonanza de los precios internacionales, vivida entre 2010 y 2012, muchas fincas abandonaron el ganado y el arroz para privilegiar a la palma.
Obed Rivera es oriundo de Parrita y recuerda esa época cuando el precio de la tonelada de aceite rondaba entre 900 y 1300 dólares, lo cual permitía pagar a los productores poco más de 95 000 colones (unos 190 dólares al tipo de cambio de la época) por tonelada de fruta.
Gracias a ello, las comunidades rurales mejoraron su ingreso familiar y, con él, las posibilidades de acceso a salud, transporte y educación. Incluso, los productores se sentían orgullosos de poder emplear a otras personas. Así lo expresaron a Emily Beggs y Ellen Moore, investigadoras del Stanford Woods Institute for the Environment, cuando realizaron un estudio sobre el paisaje social de la producción de aceite de palma (2013).
Lamentablemente, la situación que hoy vive Rivera ─gerente de una cooperativa de 40 productores llamada Coopecalifornia─ dista de esos años dorados como el aceite de palma. “Estaba revisando los datos y el precio internacional llegó a 510 dólares. Eso le deja al productor unos 74 dólares por tonelada de fruta”, detalla.